9. ¿La enseñanza mixta ha acabado con los problemas de igualdad en las aulas?

Después de decenios de enseñanza mixta en la mayor parte del mundo occidental, son ya bastantes las voces que desde distintos ámbitos señalan algunos límites o debilidades en sus avances a favor de la igualdad.

Por ejemplo, siendo las mujeres amplísima mayoría entre el profesorado de la escuela mixta, son los hombres quienes monopolizan frecuentemente los espacios de decisión y dirección escolar (EURYDICE, 2013). Para muchos sectores vinculados al feminismo, la creciente feminización de la profesión docente también apunta a un cierto “curriculum oculto” según el cual determinados trabajos son “más apropiados” para un determinado sexo, lo cual remarca algunos roles sociales de género tradicionales.

Como ya hemos comentado, el aula mixta tampoco está consiguiendo disminuir las diferencias por sexo en las asignaturas optativas ni en las opciones posobligatorias del alumnado, con lo que las decisiones académicas de futuro que toman chicos y chicas siguen perpetuando la brecha de género presente en el mundo laboral.

Tampoco se está logrando evitar la “autosegregación de género” dentro del aula, que se manifiesta en cuanto se da libertad para elegir a sus compañeros de pupitre, de juegos o de actividades. Diversos estudios señalan que se trata de un fenómeno universal y persistente durante las primeras etapas escolares (Eleanor Maccoby, “The two sexes”, 1999).

También desde el feminismo se ha destacado el acoso sexual hacia las chicas como un hecho silenciado pero cotidiano y creciente:

“Quizá el precio más elevado que han pagado las chicas al pasar por el centro mixto sea el acoso sexual. Este hecho llega a ser tan cotidiano que ellas, ellos y el profesorado lo aceptan y viven como algo tan normalizado que deja de llamar la atención y, por lo tanto, el propio centro no siente la necesidad de una política correctiva.”

“A la vez que eso se normaliza, se va aceptando la forma global que tienen los chicos de vivir la sexualidad. Es más, sus formas concretas de ligar, relacionarse, hablar, etc., llegan a imponerse de tal forma que las chicas tienden a imitarlas, como pasos que han de dar para liberarse, siendo una razón más que explica el aumento de embarazos no deseados en adolescentes. Y así, paso a paso y día a día, se va imponiendo un modelo de comportamiento, el masculino…” (Gloria Arenas Fernández, “Triunfantes perdedoras: La vida de las niñas en la escuela”, 2006).

Otras autoras declaradamente feministas se lamentan también de los escasos resultados en igualdad logrados después de varias décadas de enseñanza mixta casi universal:

“También tuvo su peso en este cambio la esperanza de que juntando a chicas y chicos, las chicas irían «civilizando» a los chicos y disminuiría así la dificultad que ofrecía a los centros escolares la agresividad y movilidad educacional de los chicos.”

“Después de unos años de experiencia de espacios escolares mixtos, vamos constatando cómo la escuela mixta, al universalizar el modelo masculino, se ha convertido en una escuela para chicos, donde se deja a las chicas entrar por la misma puerta, estar en la misma aula, con los mismos profesores/as y los mismos libros.”

“Pero, una vez dentro, ellas deberán adecuarse al modelo masculino si quieren tener éxito, relacionarse amistosamente con sus compañeros o evitarse conflictos o infinitos sinsabores, aún a costa de renunciar a formas de ser y “estar en el mundo” que ellas tienen.”

“En el trato con sus compañeros tendrá que aprender a reír sus bromas, bajo pena de ser “una sosa”; a soportar sus acosos sexuales…”

“Antiguamente se educaba a las chicas para que encarnasen el género femenino, y actualmente para que se revistan del género masculino (…) Sin embargo, pequeñas experiencias de espacios y tiempos escolares autónomos para chicas y para chicos, dentro del marco general mixto han demostrado que los chicos solos (aunque de entrada son muy reacios a los espacios autónomos) son más sinceros para criticar comportamientos sociales sexistas, debaten en un tono más pacífico, están más dispuestos a reconocer los derechos de las chicas, aceptan algo mejor la información desde la perspectiva no-sexista, etc.”

“Y las chicas, que aceptan mejor la segregación de un grupo de ellas (cuando no lo celebran), debaten con más tranquilidad, se expresan mucho más, se hablan con complicidad, pueden seguir su ritmo y avanzan mucho más en la información, en el debate y se sienten reafirmadas en sus conclusiones.”

“Por parte del profesorado se propicia una atención más igualitaria hacia ellas y ellos (en el espacio mixto los chicos acaparan más atención un lenguaje no-sexista, una actitud más comprensiva de la distinta realidad de cada grupo etc.).”

“Nos quedan por ensayar distintas fórmulas de espacios y tiempos autónomos, siempre que los planifiquemos desde unos presupuestos radicalmente distintos a los de la escuela segregada de tiempos pasados, es decir, desde un planteamiento no-sexista, que supere la educación en base a la categoría de “género” y diseñe una educación integral de las personas” (María José Urruzola Zabalza, “Ser chica en una escuela de chicos”, UGT Coeducación, 2006).

Podría añadirse un aspecto más: la creciente preocupación por el rechazo a la escuela que presentan los varones (Thomas G. Mortenson, “Where the Boys Were”, 2008) y las alarmantes tasas de fracaso y abandono escolar temprano, que en muchos lugares duplica las de sus compañeras.

Muchas personas consideran hoy que la educación single-sex es propia de tiempos pasados. Sin embargo, un examen libre de prejuicios sobre la escuela diferenciada actual puede disipar bastantes prejuicios al respecto. La mayoría de esas escuelas plantean una educación con importantes logros en socialización e igualdad de oportunidades. De hecho, numerosas propuestas de educación diferenciada parten hoy del ámbito del feminismo, como lo es por ejemplo la YWL en todo el mundo anglosajón. En todos esos proyectos aparece como telón de fondo que la educación mixta no ha aportado la igualdad deseada, y que por ello se buscan nuevas fórmulas para dar un paso adelante en la equidad educativa de género (Jaume Camps i Bausell, “Inteligencia de género para la escuela”, 2015, pp. 35-47).