José Antonio Marina , “Estamos de vacaciones”, 10.VIII.00

Vacaciones significa tiempo ocioso. Es decir, tiempo de descanso. A los lectores jóvenes de esta sección les sorprenderá saber que las vacaciones pagadas son un hecho muy reciente. Hace poco más de cincuenta años que aparecieron en Europa. Hasta ese momento el salario estaba relacionado con el trabajo. Si se trabaja, se cobra. Si no, no. Cuando se empezó a hablar del tema, se alzaron muchas voces diciendo “es imposible”.

Lo mismo ha sucedido miles de veces a lo largo de la historia. Se dijo que era imposible prescindir de los esclavos, que era imposible educar a los indios de América, que todos los niños fueran a la escuela, o que todos los ciudadanos tuvieran asistencia médica gratuita. Y, mejor o peor, lo hemos conseguido.

Durante muchos siglos se pensó que las mujeres no podían vivir por sí mismas, sin la dirección y el mando de un hombre. Por eso pasaban de la tutela del padre a la del marido.

En España, hasta 1969, la mujer necesitaba permiso de su marido para trabajar, cobrar su salario, abrir cuentas corrientes, sacar pasaporte o carnet de conducir, y estaba obligada a seguir al marido dondequiera que éste fijase su residencia. No tenía patria potestad sobre sus hijos hasta que muriese el padre e incluso, hasta el año 1970, él podía darlos en adopción sin consentimiento de la madre. Parecía imposible cambiar una situación así, pero afortunadamente ha cambiado.

Me gustaría hacer una historia de los imposibles realizados. Es decir, de todas aquellas cosas que se consideraron fuera de nuestro alcance, y que, sin embargo, hemos conseguido. Os agradeceré que me mandéis toda la información que tengáis.

¿Por qué me interesa esa historia? Para pagar una deuda y para sacar una enseñanza.

Tenemos una deuda de gratitud pendiente con todos aquellos que creyeron en lo imposible y se esforzaron por conseguirlo. Fueron unos utópicos sensatísimos. Gracias a su tesón vivimos como vivimos.

Tenemos que sacar también una enseñanza: escepticismo ante los agoreros, y confianza en nuestra capacidad para realizar lo que les parece irrealizable.

Vuelve a oírse con frecuencia la palabra “imposible”. No vamos a poder mantener el estado del bienestar. Es imposible mantener el régimen de pensiones. Se acabó el tiempo del trabajo estable. Siempre habrá pobres entre nosotros. No podemos resolver el problema de la emigración.

¿Es todo esto verdad o es la eterna canción cantada una vez más? Se pensó que los tiempos del pleno empleo habían desaparecido, y las estadísticas nos dicen que está a punto de conseguirse. La Seguridad Social española puede terminar el año con superávit. Se está dando un crecimiento económico sostenido sin inflación, lo que parecía imposible a los economistas clásicos.

Hace unos días leí una estupenda entrevista con Pino Arlacchi, un hombre que, después de luchar contra la mafia junto a los jueces Falcone y Borsalino, lucha ahora contra las nuevas esclavitudes de la pobreza. “Hacerla desaparecer sigue siendo una utopía, dice, pero ahora sabemos que no es un imposible. Sabemos cuánto costaría”. Sólo nos falta una cosa: poner manos a la obra.