Juan Manuel de Prada, “Educación diferenciada”, Padres y colegios, 18.VI.2009

Acabo de leer Por qué los niños no son niñas (Ediciones Cristiandad), un iluminador ensayo del holandés Koos Neuvel sobre la escuela diferenciada cuya lectura les recomiendo.

Anticiparé que estudié en un colegio mixto, del que guardo un tesoro de recuerdos imborrables; y también que llevo a mi hija a un colegio mixto, del que hasta la fecha no puedo sino predicar bondades.
Quiero decir con ello que no me influye ningún prejuicio sobre la escuela diferenciada cuando me dispongo a escribir sobre ella; algo que no sé si podrán afirmar quienes con tanto encono y acritud la combaten, tildándola de “escuela segregacionista” y no sé cuántas enormidades más.

Para exorcizar los prejuicios empezaremos, pues, por aportar datos; y los datos demuestran que en aquellos países donde existe una tradición arraigada de escuela diferenciada los resultados no dejan resquicios a la duda.

En Gran Bretaña, por ejemplo, cada vez que se hace un estudio sobre los colegios donde se alcanzan mayores logros educativos, donde el índice de fracaso escolar es menor y la preparación intelectual y humana de los alumnos más esmerada, los veinte colegios mejor puntuados son, invariablemente, colegios de educación diferenciada.

Año tras año, los estudios así lo constatan; esto es un hecho incontrovertible, que sólo desde el prejuicio ideológico se puede oscurecer o negar.

También es un hecho incontrovertible que hombres y mujeres somos distintos. Son distintas, desde luego, nuestras fisiologías; y son distintas también nuestras psicologías.

El sexo no presupone una capacidad intelectiva mayor o menor; pero configura nuestros métodos de aprendizaje, el camino a través del cual nuestra capacidad intelectiva se hace más penetrante y luminosa. Y ese “camino” del aprendizaje es distinto en hombres y mujeres.

En los colegios mixtos, por ejemplo, los profesores siempre se quejan de las dificultades que deben arrostrar para contener el exceso de energía de los chicos; dificultades que entorpecen sus posibilidades docentes y reducen las posibilidades de aprendizaje de las chicas. En cambio, jamás he escuchado a un profesor de un colegio diferenciado quejarse sobre este particular.

¿Hemos de pensar que los alumnos de los colegios masculinos son menos fogosos o enérgicos que los alumnos de los colegios mixtos? Por supuesto que no. Pero la experiencia demuestra que, en efecto, los chicos perturban el orden de la clase con menos frecuencia en los colegios masculinos.

Esto no se debe a que el orden disciplinario de los colegios masculinos sea distinto, sino a que los chicos adoptan, simple y llanamente, otra actitud. Los chicos de un colegio masculino no incordian al profesor por la sencilla razón de que ya no tienen que reafirmar su masculinidad ni pavonarse ante las chicas; tampoco tienen que “autojustificarse”, aduciendo que ciertas asignaturas o dedicaciones son “propias de chicas”.

Pero, como decíamos, el reparo más fuerte que se hace contra la educación diferenciada es de índole prejuiciosa e ideológica. Se afirma que atenta contra la “igualdad” de hombres y mujeres; y también que favorece la “segregación”.

Tal vez hubo un tiempo (cuando se preparaba a chicos y chicas para futuros divergentes) en que la escuela diferenciada pudo reafirmar los roles existentes y favorecer, por lo tanto, la desigualdad; pero hoy los planes de estudio en los colegios de chicos y chicas son idénticos.

Y respecto a la presunta “segregación”, ¿se puede todavía objetar sinceramente que la educación diferenciada entorpece la integración social entre chicos y chicas? Los colegios diferenciados no están rodeados de vallas, ni obligan a sus alumnos a convivir día y noche; fuera del horario lectivo, los alumnos de estos colegios tienen tiempo más que suficiente para tratarse con chicos del otro sexo.

Y, puesto que constatamos que los reparos contra la escuela diferenciada son de índole prejuiciosa e ideológica, hemos de lanzar una pregunta. El combate tan enconado y agrio que algunos sostienen contra la escuela diferenciada, ¿no será el disfraz con el que esconden un laicismo rampante que pretende la posterior demolición de la escuela concertada?.