Julio Barrilero, reseña-resumen de Alejandro Llano, “La vida lograda”, 7.III.2002

La vida lograda, de Alejandro Llano (Editorial Ariel, 2002, 200 páginas).

A lo largo del libro se va buscando, por las entretelas de la vida humana, aquellos fundamentos que son irrenunciables para conseguir una vida lograda. No es fácil vender lo intangible, lo que en muchas ocasiones parece fruto de mentes que no tienen otra cosa que hacer mas que pensar, y que más que una vida lograda nos conducen a una vida complicada. Sin embargo, no es así si somos capaces de leer el libro con cierto sosiego, seguro que descubrimos ideas, luces nuevas que nos ayudarán a tener una capacidad crítica más profunda y eficaz en la sociedad nuestra llena de apariencias y medias verdades. Vale la pena leerlo para procurar vivirlo: ¡ahí es nada! El amor es el resorte clave que impulsa a la búsqueda de la verdad como perfección del hombre.

Saber vivir Si los seres humanos empezaron hace unos cuantos siglos a filosofar, … no es por otro motivo que el de aprender a vivir, el de alcanzar una vida lograda, el de ser felices. Quien no resulta capaz de ser personalmente honesto no está en situación de enseñarme a serlo, a través de leyes, por medio de ideologías o como sea. Tal tipo de persona es vitalmente incompetente Me han dado la vida, pero no me la han dado hecha. La especie de acción que verdaderamente cuenta para la edificación de mi propia vida no es la producción: es la operación. Lo importante no es las cosas que hago, sino lo que hago con mi propia vida y con la vida de quienes me rodean: cómo me porto con ellos y conmigo mismo.

Como ser libre que soy resulta que puedo obrar según mi naturaleza o en contra de ella. Cuando actúo según mi naturaleza mis operaciones son básicamente rectas y se orientan hacia la vida lograda.

La aventura de la educación de una persona consiste, en buena parte, en la formación de su carácter. No hay métodos infalibles para educar ciudadanos comunes y corrientes; … quienes no aceptan este principio de indeterminación educativa son los que con mayor frecuencia fracasan.

Todo hombre tiene un precio El ser humano es digno precisamente porque trasciende toda temática biológica: se trata de un ser dotado de inteligencia y voluntad; según la famosa sentencia aristotélica “es en cierto modo todas las cosas”. Si atentamos contra la mujer y el hombre dañamos, en alguna medida, a la entera realidad.

En la gran batalla por la justicia el triunfo hace tímidamente acto de presencia por el modesto sendero de la generosidad. Con ella expando mi vida me hago un solidum con los demás. Por mínimas que sean las obras de generosidad su anhelo ha de ser magnánimo. La magnanimidad -grandeza de alma- es una de las virtudes que hoy más se echa en falta.

Nunca demasiado, regla de oro clásica La elegancia que el minimalismo facilita es la propia de la austeridad. Es la elegancia de las personas que por llevar mucho dentro, no precisan recurrir en exceso a lo de fuera.

El hombre tiene hambre de verdad La carencia de la debida atención a las Humanidades supone un implacable proceso de empobrecimiento cultural que lleva a una pavorosa superficialidad.

El consumismo actual es un nuevo tipo de avaricia, menos antipático que el clásico pero no menos nefasto. El avaro clásico guarda; el moderno usa, gasta y tira.

La nueva fuente de poder no es el dinero en manos de unos pocos, sino el conocimiento en manos de muchos.

Placer y realidad Como dice Platón, es el bien (y no el gusto) “lo que toda alma persigue y por lo cual hace todo”. En el terreno político y cultural, las apariencias bastan, y casi siempre me muevo entre ellas y por ellas. En alguna medida me satisfacen …Es el ámbito de lo aceptable de lo plausible, de lo que llenan las páginas de los periódicos y las imágenes de los televisores.

La alegría de vivir hay que buscarla en grupos humanos abiertos y generosos, en los que la gente no está patológicamente preocupada por disfrutar al máximo.

Una buena formación del carácter es aquella que consiste en que llegue a gustarme lo bueno y a desagradarme lo malo. Porque entonces será señal de que mi libertad está dejando poso en mi propio cuerpo.

En la medida en que consigo un temple personal puedo decir con los clásicos: tengo, no soy tenido.

El dolor sirve de contrapunto al placer y no es incompatible con la alegría. Un aspecto esencial de la ciencia de la vida -del saber vivir- consiste indudablemente en saber sufrir. Hay que aprender que el dolor purifica.

El logro de la libertad emocional -la integración positiva de sentimientos y pasiones con la recta comprensión del mundo y de uno mismo- es el objetivo de toda educación del carácter.

La alegría no es una actitud distinta del amor.

El poder corrompe El problema lo tiene el que, con poder, no tiene ideas, que es lo más frecuente. Lo peor del poder es que no deja tiempo ni ganas de pensar, hasta que llega un momento en el que pensar mismo ya no interesa. El que ha caído en esa situación es el verdadero desgraciado.

Mandar es emocionante porque consiste, sobre todo, en “ver la jugada”. Se trata de descubrir en una situación determinada una posibilidad de acción común y ser capaz de conducir a los demás hacia su realización.

La consagración de la política al completo pragmatismo, a la consagración de la eficacia, plantea problemas humanos de la mayor relevancia.

Stefan Zweig acierta plenamente cuando considera que el nacionalismo es el gran error del siglo XX.

El error de separar la ética pública de la privada surge de situar la clave de la moral en las normas de conducta. Con facilidad se distingue entonces, leyes que afectan al público en general y leyes que afectan al individuo. Pero la ética no son las normas sino las virtudes y los bienes.

La vida lograda comprende ambas dimensiones: la privada y la pública.

No es lo mismo el bien común que el interés general; aquél es un concepto ético, éste es un concepto técnico.

El logro de la excelencia La vida lograda es un empeño que se realiza en primera persona; que no está sometida a reglas de tipo técnico;; que requiere reflexión, esfuerzo y creatividad, que aprovecha la experiencia de los demás.

Lo que da significado y proyección a la búsqueda de la excelencia no es otra cosa que el amor.

Sin el ejercicio de la virtudes correspondientes, los bienes se hacen invisibles para quien actúa. Se produce una especie de “ceguera ética”.

Para el logro de la excelencia, hay que saber, que ésta no la puede conseguir nadie individualmente, que posee una índole comunitaria.

Una tesis de la ética clásica sostiene que todas las virtudes están conectadas entre sí, e incluso que las poseo todas en el mismo grado. La virtud aislada solo puedes ser aparente, porque su ejercicio implica la puesta en práctica de las restantes. La persona que no es sobria tendría grandes dificultades para ser valiente.

La conexión de las excelencias se establece sobre todo a través de la prudencia.

Al obrar correctamente añado una dimensión suplementaria a mi propio ser; soy más, lo cual repercute como potencialidad adicional en mi obrar ulterior.

La actualización correcta de mi naturaleza produce un aprendizaje positivo que potencia mi “memoria de ser”, es decir, mi reserva activa para actuar aún mejor en un futuro inmediato. Es a lo que en un sentido profundo le llamamos experiencia.

La excelencia a la que aspiro no es la del completo acabamiento. Es seguir buscando lo bueno de la mejor manera que esté a mi alcance.

La verdad bajo sospecha El nihilismo actual llega a su culminación al intentar convertir la ausencia de todo bien y de toda verdad en condición necesaria para el ejercicio de la libertad. Toda dignidad que no sea verdadera es indigna del hombre.

El relativismo hace acto de presencia en la sociedad. Cuando no se cree que haya acciones en sí mismas injustas y malas, cuando se afirma que es sólo nuestro modo de usarlas el que da su sentido a las calificaciones morales, cuando se mantiene que sólo es justo y bueno lo que llamamos “justo” y “bueno”, ya no cabe conversación racional alguna.

En el contexto del comportamiento humano, la acción de conocer es un cierto fin en sí misma. Cultivar la propia mente es cultivar la propia vida. Una vida culta es una vida lograda.

La única manera que tenemos de redimir el tiempo es conocer. Este es el valor, en cierto manera sobrehumano de la teoría, que nos saca de las coordenadas espacio-temporales y alcanza una cierta infinitud, gracias a la cual Aristóteles puede decir que el alma es en cierto modo todas las cosas.

Decían algunos clásicos que sabios son aquellos a quienes las cosas saben como realmente son.

La sabiduría incluye un momento pre-lingüístico y, por así decirlo, supra cultural. Aunque todo discurso complejo y desarrollado requiere el apoyo del lenguaje, los fundamentos de ese discurso han de ser en último término inmediatos.

Hay que tener en cuenta que la sabiduría, la actitud de la que brota la contemplación, es un hábito y no un acto; por eso se puede tener una disposición estable para la contemplación.

Mi fin humano, allí donde mi vida florece porque está realizando su operación más propia, es en la contemplación de la verdad.. Pero no se trata de una actividad puramente intelectual. Porque lo que constituye la meta del ser humano es una contemplación de la verdad efectivamente amorosa.

Arte de amar Lo que de verdad me salva de la aflicción y de la desgracia no es el conocimiento: es el amor. La clave última de la vida lograda no está en el conocer, sino en el querer; en el amor.

Mi amor es mi peso, decía Agustín de Hipona.

La vida del espíritu se acrecienta cuando se comparte.

Lo expresa bien Machado: Moneda que está en la mano tal vez se deba guardar, La monedita del alma se pierde si no se da El amor viene a ser como el resumen y el resultado de todas las virtudes.

Desde esta perspectiva se aprecia mejor el sentido de la libertad como liberación de sí mismo, al someterse a quien amo y me ama.

Las vivencias empáticas forman el tejido primordial de la convivencia.

En el amor de donación es donde se realiza más plenamente la razón de amor; la donación es el acto más propio de amor. Dice Leonardo Polo que donar es dar sin perder.

El amor triunfa sobre el escepticismo: es fuerte y exigente. No se reduce al sentimentalismo subjetivo ni a la filantropía anónima.

El milagro profano: La felicidad, como ha dicho Nicolás Grimaldi es el milagro de lo profano.

Ser constante en el amor equivale a ser fiel a uno mismo, a vivir auténticamente. Esta autenticidad se configura como amor y, en definitiva, como felicidad. La autenticidad es amor y fidelidad.