Alfonso Aguiló, “El juicio de los niños”, Hacer Familia nº 113-114, 1.VII.2003

Leí no hace mucho un comentario interesante sobre el cuento de Caperucita Roja. Venía a decir que los niños de ahora reaccionan de forma distinta cuando escuchan la narración de aquel viejo cuento, o cuando lo presencian en el guiñol.

Los niños de hoy piensan que la familia de Caperucita Roja no era nada ejemplar. Una madre que tiene a la suya, con tantos años, viviendo a muchas leguas de su casa es, para empezar, una mujer poco cariñosa. Una madre que permite que su hija, en este caso Caperucita, se adentre sola en el bosque para llevar a la abuelita abandonada una cesta con un surtido de productos caseros, es una madre egoísta y poco responsable. De haber tenido algo más de sentido común, habría acompañado a su hija en tan larga y arriesgada travesía. El lobo feroz hace lo que tiene que hacer. Recibe la información, se adelanta a Caperucita, se come a la abuela que vive sola porque su hija no la quiere tener en casa, se viste con el camisón de la abuela, se ajusta su redecilla en la cabeza y se mete en la cama en espera de esa tontita que le ha dado todas las pistas. Y llega Caperucita y no reconoce a su abuela, y se cree que el lobo es la abuelita, lo que demuestra lo tonta que era la niña y lo poco que visitaba a su abuelita. Y el lobo se la come, porque se lo tiene merecido. Por eso, cuando el lobo se zampa a Caperucita, los niños de hoy aplauden a rabiar, hasta el punto que en los guiñoles suelen eliminar del cuento la figura del cazador que salva a ambas, porque no resultaría nada popular.

Continuar leyendo “Alfonso Aguiló, “El juicio de los niños”, Hacer Familia nº 113-114, 1.VII.2003″

Ignacio Sánchez Cámara, “La mezquita”, ABC, 12.VII.2003

No existe acaso en España paisaje comparable al de la Alhambra recortándose sobre el fondo de Sierra Nevada y dominando el Albaicín. Hace poco más de cinco siglos, exactamente quinientos once años, España recuperaba para sí y para la Cristiandad el reino de Granada. Quedaba consumada, con perdón, la obra de la Reconquista y comenzaba, con perdón, la epopeya americana. Anteayer, por primera vez desde la derrota y la expulsión, se inauguraba en Granada, en el Albaicín, una mezquita, al parecer, la más grande de Europa. Más que «de» Europa, tal vez habría que decir «en» Europa.

Está bien. En España se garantiza la libertad religiosa, reconocida por la Constitución. Sólo cabe elogiar la coexistencia y tolerancia entre confesiones religiosas. Aquí el Estado es neutral. Allí, no. En esto, entre otras cosas, reside la superioridad de la civilización occidental. En la libertad. No en vano los países democráticos son, casi sin excepción, países de tradición y convicciones mayoritarias cristianas. Donde el cristianismo no germinó, impera la tiranía. Cristianismo y civilización liberal son casi indiscernibles. La tolerancia es hija de la fortaleza y de la generosidad. Es el derecho que la inquebrantable verdad concede al error. Por lo demás, una civilización superior, mientras lo sea, nada debe temer de otra inferior. Su fuerza expansiva atraerá hacia sí incluso a sus enemigos. El odio del fundamentalismo islámico a Occidente es hijo del resentimiento y de la inferioridad. Sin embargo, existe un límite. Una civilización no puede sobrevivir cuando degenera y pierde el sentido de la autoestima, cuando se enajena y renuncia a la defensa de sus valores. Una cosa es la generosa tolerancia y otra la anomia y la pérdida de las propias convicciones.

Está muy bien la mezquita granadina. No tanto quizá el torvo gesto de algunos rostros ni cierto exhibicionismo algo petulante. Pero está muy bien que haya una mezquita en Granada. Lo malo es la falta de reciprocidad. Los que aquí predican la convivencia y la tolerancia, allí imponen la hegemonía y la exclusión. Mientras no sea posible que se erija una catedral en Damasco o en Riad, más que de tolerancia habrá que hablar de impostura. Acaso se diga que allí no hay cristianos. Razón de más para la reflexión sobre la falta de atractivo de unas sociedades. Tal vez nos encontremos ante una tolerancia unidireccional y hemipléjica.

Cabe esperar una pronta y radical reacción del radicalismo laicista en contra de semejante exhibición pública de confesionalidad religiosa. No habrá progresista hispano que no se convierta en atento vigilante de las enseñanzas que se profesen en la mezquita granadina para comprobar su compatibilidad con los valores y principios constitucionales. Podemos estar seguros de que velarán sin descanso por la denuncia de la menor desviación de los principios laicistas o de la igualdad entre los sexos. Imanes y sultanes pondrán todo su cuidado para evitar las denuncias y los recursos de inconstitucionalidad que interpondrían a buen seguro los paladines laicos de la Ilustración. Mas, por si acaso decayeran en su celo progresista, desde aquí llamamos a nuestras autoridades a que exijan el cumplimiento de las leyes y el respeto a los valores y principios constitucionales. Y también a que, en su caso, exijan el respeto al principio de reciprocidad. Está muy bien que en la Granada cristiana y democrática se ejerza la tolerancia bajo la forma de mezquita. Pero la tolerancia no obliga a la renuncia de las propias convicciones ni al abandono del imperio de la ley.

José Manuel Lacasa, “La Religión, presente en los currículos de la UE”, Magisterio, 9.VII.2003

En contra de lo que se viene afirmando en numerosas tertulias de más o menos desinformados, la asignatura de Religión está presente en casi toda la Unión Europea.

Un informe del CIDE publicado en 2002 presentaba una comparativa de la asignatura de Religión en toda la Comunidad Europea. Allí quedaba claro que el caso español no es ni mucho menos único, sino, especialmente tras la corrección introducida por el Consejo de Estado, mayoritario en Europa. Aunque el Ministerio de Educación mantuvo la asignatura como estaba en la Logse –más por temor a la reacción que por convicción–, al final fue determinante el dictamen del Consejo de Estado: la asignatura de Religión debía contar académicamente, al igual que la alternativa. Así lo recogió el Real Decreto que desarrolla la ordenación de esta materia.

Continuar leyendo “José Manuel Lacasa, “La Religión, presente en los currículos de la UE”, Magisterio, 9.VII.2003″

José Ramón Ayllón, “Religión en las aulas”, PUP, 8.VII.2003

He sido profesor de religión católica muchos años. En esas clases y en esos años, el profesor y sus alumnos han aprendido mucho más que religión. Han podido comprobar, por ejemplo, que solo desde el cristianismo es posible entender a Lutero y a Erasmo, a Miguel Ángel y a Bernini, a Felipe II y a Enrique VIII, a Dante y a Jorge Manrique, a Lope de Vega y a Quevedo. Gracias a la asignatura de religión han entendido aspectos fundamentales de la historia de Europa: una larga historia que pasa por el Camino de Santiago, por las catedrales románicas y góticas, por la pintura barroca, por el Réquiem de Mozart, la Pasión de Bach y el Mesías de Haendel, y también por la fundación episcopal o papal de las universidades.

Continuar leyendo “José Ramón Ayllón, “Religión en las aulas”, PUP, 8.VII.2003″

Miguel Aranguren, “¿Qué hubiese sido de mi vida sin formación religiosa?”, PUP, 3.VII.2003

¿Qué hubiese sido de mi vida sin formación religiosa? ¿Qué hubiese sido si se me hubiera ofrecido como una asignatura voluntaria y no evaluable? ¿Qué, incluso, si en vez de profundizar sobre las verdades de la religión católica, con exámenes, aprobados y suspensos, hubieran sustituido aquellos buenos profesores por otros que me explicaran una teoría general sobre el fenómeno religioso, sin descender a las profundidades del cristianismo que profesaron mis padres? Pues que no sería lo que soy. Sin embargo, no dudo que a falta de matemáticas bien me las hubiese compuesto para manejar mis modestos caudales. Y sin inglés, tampoco esta vida de talante anglosajón hubiese podido conmigo. Mas sin conocer los artículos del Credo, la historia de la Redención, la existencia del bien y del pecado, los misterios insoldables de Dios y su misericordia, la moral natural, los Mandamientos, las virtudes, los sacramentos y las obras de misericordia…, a mi vida le faltaría un resorte fundamental, mas allá de que viva comprometido con los postulados de la fe o los ignore. Continuar leyendo “Miguel Aranguren, “¿Qué hubiese sido de mi vida sin formación religiosa?”, PUP, 3.VII.2003″