Una antigua leyenda noruega cuenta la historia de un anciano monje llamado Haakon, que cuidaba una ermita en la que había una imagen de un Cristo muy venerada y a la que acudía a rezar mucha gente. Un día, aquel buen monje, impulsado por un sentimiento generoso, se arrodilló ante la cruz y dijo: “Señor, quiero padecer por Ti. Déjame ocupar tu puesto. Quiero reemplazarte en la cruz.” Y se quedó fijo con la mirada puesta en la imagen, como esperando una respuesta. El Señor abrió sus labios y habló. Sus palabras cayeron de lo alto, susurrantes y amonestadoras: “Hermano mío, accedo a tu deseo, pero ha de ser con una condición.” “¿Cuál Señor? ¡Estoy dispuesto a cumplirla con tu ayuda!”. “Escucha. Suceda lo que suceda, y veas lo que veas, has de guardar silencio”. Haakon contestó: “¡Te lo prometo, Señor!”. Y se efectuó el cambio.
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