9. ¿La enseñanza mixta ha acabado con los problemas de igualdad en las aulas?

Después de decenios de enseñanza mixta en la mayor parte del mundo occidental, son ya bastantes las voces que desde distintos ámbitos señalan algunos límites o debilidades en sus avances a favor de la igualdad.

Por ejemplo, siendo las mujeres amplísima mayoría entre el profesorado de la escuela mixta, son los hombres quienes monopolizan frecuentemente los espacios de decisión y dirección escolar (EURYDICE, 2013). Para muchos sectores vinculados al feminismo, la creciente feminización de la profesión docente también apunta a un cierto “curriculum oculto” según el cual determinados trabajos son “más apropiados” para un determinado sexo, lo cual remarca algunos roles sociales de género tradicionales.

Como ya hemos comentado, el aula mixta tampoco está consiguiendo disminuir las diferencias por sexo en las asignaturas optativas ni en las opciones posobligatorias del alumnado, con lo que las decisiones académicas de futuro que toman chicos y chicas siguen perpetuando la brecha de género presente en el mundo laboral.

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10. ¿La educación diferenciada potencia los estereotipos de sexo, o los amortigua?

Ya hemos hablado sobre las diferencias que se observan entre chicos y chicas en las escuelas de todos los países occidentales, tanto en resultados académicos como en lo que se refiere a la elección de materias. Esas diferencias son un fenómeno casi universal, en un entorno generalizado de bastantes décadas de enseñanza mixta. ¿A qué se deben? Parece que obedecen en parte a preferencias o condicionantes naturales, pero en gran medida se deben también a reflejos del entorno cultural, y parte de ese empuje cultural se presenta con frecuencia en forma de imposición coercitiva de estereotipos de sexo, en el sentido más peyorativo de ese concepto.

Es corriente que los estudiantes de un determinado sexo perciban algunos campos profesionales como propios del otro sexo, y por ello sientan cierto desánimo o desidentificación para interesarse por esas materias. En ese sentido, el estereotipo no es solo una amenaza externa, sino que, con frecuencia, y de modo a veces difícilmente perceptible incluso para el propio sujeto, es uno mismo quien se autolimita por el hecho de pertenecer a un grupo al que se aplica dicho estereotipo. Los estereotipos restringen las expectativas naturales de las personas y limitan las conductas, empujándolas a encajar con ellos. Y cuanto más presentes estén los estereotipos, más mermadas quedan las oportunidades de cada sexo.

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11. Si la sociedad es mixta, ¿no debería la escuela reflejar lo que es la sociedad?

La sociedad es mixta, y la familia es mixta también, pero, por ejemplo, y a pesar de eso, en todas las culturas a lo largo de la historia ha sido y es habitual que, en las familias, chicos y chicas tengan dormitorios diferentes. ¿Por qué motivo? No es fácil saberlo, pero hay un sentir general de que resulta positivo para su desarrollo el hecho de que en determinados momentos tengan un cierto espacio de intimidad circunscrito a su propio sexo.

En otros ámbitos, como el deporte, también es corriente separar chicos y chicas, en casi todas las especialidades. Y nadie piensa que eso sea segregar a las personas, ni que vaya contra la igualdad: es más, en muchos casos, se hace precisamente para favorecer la igualdad.

Con frecuencia se critica a la enseñanza diferenciada diciendo que una clase solo de chicos o solo de chicas es algo artificial, ya que la escuela debe ser un espacio de socialización entre chicos y chicas, que facilite actitudes abiertas y libres.

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12. ¿No es lo mismo coeducar que tener aulas mixtas?

Hay diferentes modos de definir lo que es coeducación, pero en general suele entenderse que es un método educativo que parte del principio de la igualdad y la no discriminación por razón de sexo. Coeducación significa no establecer relaciones de dominio que supediten un sexo a otro, sino incorporar en igualdad de condiciones las realidades y las trayectorias de las mujeres y de los hombres para educar en la igualdad desde la diferencia.

La mayoría de las afirmaciones que hacen los defensores de la coeducación son perfectamente asumibles por la educación single-sex. Unos dicen, por ejemplo, que coeducar significa educar a los niños y a las niñas al margen de todos los roles y estereotipos que nos impone la sociedad, de manera que todas las personas tengan las mismas oportunidades. O que el profesorado sea consciente de la importancia de tener una escuela igualitaria que responda a criterios democráticos y de justicia. O que familia y escuela deben buscar juntos superar los estereotipos de varones activos y agresivos frente a mujeres sumisas, pasivas y encargadas de las tareas domésticas (cfr. Marian Moreno, “¿Por qué coeducar”, 2007).

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13. Separar chicos de chicas, ¿no supone segregar o discriminar?

Algunas personas argumentan que, al separar chicos de chicas en las aulas, la escuela diferenciada discrimina y segrega. Pero, según la lógica de ese razonamiento, también sucedería eso mismo en muchos otros muchos casos, que podemos señalar, de un modo ilustrativo, no exhaustivo.

Por ejemplo, la liga profesional de fútbol de Primera División es masculina en casi todos los países del mundo. ¿Eso significa que discrimina y segrega? ¿Habría que imponer cuotas de varones y mujeres en los equipos de fútbol?

En los Juegos Olímpicos hay equipos masculinos y femeninos en casi todos los deportes. ¿Serán también discriminatorios? ¿Qué sucedería si hombres y mujeres corrieran juntos los 100 metros lisos? Quizá eso sí sería una importante discriminación.

Hay diferentes exigencias en las pruebas físicas para hombres y mujeres en las pruebas de ingreso para academias militares o puestos dedicados a fuerzas y cuerpos de seguridad. ¿Suponen discriminación?

La legislación vigente en casi todos los países del mundo exige que haya vestuarios y baños separados para hombres y mujeres. ¿Son también leyes segregadoras?

En los centros comerciales suele haber departamentos para señoras y para caballeros. Hay moda de la mujer y del varón, revistas dirigidas a la mujer… y nadie lo considera discriminatorio.

Las familias suelen poner a hijos e hijas en habitaciones separadas. ¿También habría que considerarlo segregador?

En casi todos los países hay ministerios, consejerías, direcciones generales o institutos públicos dedicados a la mujer. ¿También suponen discriminación?

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14. ¿La educación diferenciada puede resultar negativa para el liderazgo de la mujer en la sociedad?

Algunas personas argumentan que, aunque haya ventajas académicas o incluso de socialización, la educación diferenciada lleva a la mujer a educarse en estereotipos de falta de liderazgo social y en otros viejos atavismos de dominio por parte del varón.

Sin embargo, parece que en los colegios femeninos, al haber solo chicas en clase, y al no estar por tanto presente en el grupo el liderazgo más impulsivo y vehemente del varón, emerge con más facilidad el liderazgo femenino y se consolidan personalidades más activas que con el tiempo adquieren mayor desarrollo.

Si analizamos, por ejemplo, dónde han estudiando las mujeres que han adquirido un mayor liderazgo y relevancia social y profesional en las últimas décadas en Estados Unidos, podemos observar lo siguiente:

  • Nancy Pelosi, primera mujer portavoz de la Casa Blanca, primera mujer Presidente de la Cámara de Representantes. Estudió en el Institute of Notre Dame, Catholic all-girls High School, una escuela solo para chicas de Baltimore, Maryland.
  • Sally Ride, primera mujer que viajó al espacio. Estudió en Westlake School for Girls, una escuela femenina de Los Ángeles.
  • Madeleine Albright, primera mujer Secretaria de Estado. Estudió en Wellesley College, universidad femenina en Boston, Massachusetts.
  • Drew Gilpin Faust, primera mujer Presidente de Harvard University. Estudió en Concord Academy, escuela femenina de Concord, Massachusetts.
  • Condoleezza Rice, primera mujer responsable de la Seguridad Nacional y luego también primera mujer afroamericana Secretaria de Estado. Estudió en Mary’s Academy, all-girls Catholic High School, otra escuela solo para chicas en Cherry Hills Village, Colorado.
  • Christine Todd Whitman, primera mujer gobernadora de un Estado (New Jersey). Estudió en Wheaton College, escuela femenina de Norton, Massachusetts.
  • Hillary Clinton, Secretaria de Estado y primera mujer nominada para ser Presidente de los Estados Unidos. Estudió en Wellesley College, universidad femenina en Boston, Massachusetts.

Todas esas mujeres, que son las que han demostrado el máximo nivel de liderazgo nacional e internacional, estudiaron en un colegio single-sex. Podría pensarse que esto es así porque la mayoría de los colegios privados norteamericanos, de donde salen las clases dirigentes, son single-sex, pero la realidad es que solo el 7% de esos colegios lo son. ¿Por qué esas mujeres de mayor liderazgo han estudiado precisamente en ese 7% de colegios diferenciados y no en el 93% de colegios mixtos de élite? Si hay catorce veces más de escuelas privadas mixtas que single-sex, ¿por qué luego hay tanta desproporción en cuanto al liderazgo de las mujeres que salen de esas escuelas en todas las esferas de la sociedad estadounidense? (Leonard Sax, “Separate but Better?”, 2007).

Por eso Hillary Clinton, al defender la reforma educativa aprobada en USA en 2002, decía: “No debe haber ningún obstáculo para ofrecer opciones de un solo sexo dentro del sistema de escuelas públicas. Tenemos que admitir los logros de esas escuelas en todo el país. Sabemos que tienen estudiantes y padres llenos de energía. Deberíamos tener más escuelas así” (Hillary Clinton, 2001).

15. ¿Son compatibles educación diferenciada y feminismo?

La educación diferenciada del siglo XXI no es la misma educación separada que había hace unas décadas. Es importante insistir en esto y reconocer los enormes avances que se han dado gracias al impulso de las corrientes feministas y de su gran trabajo durante décadas a favor de la igualdad.

Cuando hablo de la escuela single-sex del siglo XXI, me refiero, por ejemplo, a modelos educativos como Hjalli, fundado por Margrét Pála Ólafsdóttir, que se ha extendido recientemente en Islandia y otros países nórdicos.

Como puede leerse en su web, se trata de un modelo de enseñanza muy activo en sus objetivos de igualdad. Y uno de sus elementos básicos son las clases single-sex, que consideran lo más efectivo para ayudar a alcanzar ese objetivo. Explican que en las clases mixtas las niñas y niños son constantemente bombardeados con mensajes sobre la forma en que se supone que deben comportarse como niñas y niños, mujeres y hombres. Estos mensajes crean diferencias de género artificiales a unas y otros. Su proyecto educativo busca combatir el hecho de que en las aulas y patios mixtos los varones suelen recibir casi tres cuartas partes de la atención de los profesores, y además casi siempre en clave negativa; y busca también evitar la polarización de género por el que chicas y chicos tienden a adaptarse a estilos y comportamientos que se consideran apropiados para su género. Afirman que los entornos mixtos pueden reforzar los roles tradicionales de género y que, por todo ello, es mejor disponer de clases de un solo sexo, precisamente para impulsar la igualdad:

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16. ¿Qué diferencias de actitudes y de conducta entre chicos y chicas se observan en el aula?

Es difícil hablar sobre este tema sin caer en tópicos o estereotipos, pero hay una serie de rasgos que son fácilmente observables si uno se aproxima sin prejuicios a esa realidad.

Los chicos son más deductivos y las chicas más inductivas. Los chicos tienen más facilidad para el razonamiento abstracto, mejor capacidad de llevar algo real a algo simbólico representado por signos.

Las chicas tienen más facilidad en la expresión verbal y el uso del lenguaje, por lo que suelen obtener mejores resultados en lecto-escritura y en toda el área de humanidades.

Los chicos suelen ir mejor en inteligencia lógico-matemática y en capacidad espacial, por lo que suelen obtener mejores resultados en áreas matemáticas y científicas.

Las chicas normalmente son más receptivas, escuchan más y manejan mejor la conversación. Tienen más facilidad para el trabajo en equipo, las relaciones humanas y la interacción social.

Los chicos habitualmente son más competitivos y dan más importancia al orden jerárquico en el grupo. Suelen superar a las chicas en fuerza física y velocidad.

Los chicos se aburren con más facilidad y necesitan más estímulo para mantener la atención. Por eso responden mejor en ambientes de más disciplina.

Los chicos tienden a ocupar más espacio físico, moverse más, tener un comportamiento inquieto y controlar peor sus impulsos. Son menos ordenados, se concentran peor y encuentran mayores dificultades para expresar sus sentimientos.

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17. ¿Algunos han llegado a relacionar la educación diferenciada con la violencia de género?

Ya dijo Aristóteles que no había en el mundo idea absurda que no tuviera al menos algún filósofo para sostenerla, y quizá por eso ha habido efectivamente quien sostenga algo así. Por ejemplo, Rafael Simancas, portavoz del PSOE en la Asamblea de Madrid en 2005, dijo nada menos que “la segregación en la educación conduce a la desigualdad, la desigualdad a la discriminación, y finalmente ambas conducen a la violencia de género” (ABC, 19-04-2005, p. 39).

No he conseguido encontrar muchas más afirmaciones como esta, pero es quizá una idea que late en la mente de algunas personas, y por eso no está de más que hablemos sobre el tema, ya que nos hemos propuesto analizar todos los argumentos que se escuchan contra la educación diferenciada, por inverosímiles que parezcan.

Apenas disponemos en España de datos fiables sobre violencia de género en décadas pasadas, pues hubo tiempos en que la mayoría de los casos no se denunciaban. Pero sí hay cifras bastante fiables al menos desde 1997, que pueden consultarse con todo detalle en la web del Instituto de la Mujer, organismo autónomo creado por el gobierno de Felipe González en 1983 y adscrito al Ministerio de Igualdad.

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18. ¿Es diferente para un profesor el modo de llevar un aula de chicos, o de chicas, o mixta?

Los expertos en analizar estos temas señalan que en las clases de varones resulta favorable tener un ambiente más estructurado, con mayor énfasis en la lectura desde los primeros años. Han de ser clases con energía, animadas, incluso con suspense, que sorprendan, que no sea todo demasiado previsible. Los chicos son más propensos a la indisciplina, pero aceptan bien las normas claras, e incluso las sanciones, cuando se aplican con coherencia. No suelen aguantar quietos y en silencio demasiado tiempo, por lo que conviene canalizar su inagotable energía con actividades, pausas o dinámicas de todo tipo.

Las niñas no tienen necesidad de un entorno tan estructurado y con tanta variación. Ellas son más constantes y pacíficas, trabajan bien en pequeños grupos y necesitan menos supervisión. Se sienten mejor en aulas con más calma, tranquilas y creativas. Los profesores deben trabajar para que las niñas se interesen más por la práctica de deportes desde temprana edad. Formar parte de los equipos deportivos no es solo físicamente saludable, sino que les ayuda a desarrollar habilidades de trabajo en equipo que luego les serán útiles en la vida profesional (Christina Hoff Sommers, 2012).

Un estudio de la Ghent University realizado en 2002 en 68 escuelas secundarias de Flandes (Bélgica), de las que 25 eran mixtas y 43 eran de un solo sexo, dirigido a un total de 3.370 niñas y 3.057 niños de edades entre 14 y 15 años, indicaba que las niñas en las escuelas single-sex perciben sus aulas como lugares con más orden y disciplina que en las escuelas mixtas (Herman Brutsaert, “Pupils’ Perceptions of Discipline and Academic Standards in Belgian Coeducational and Single-Sex Schools”, 2002), cosa que agradecen y valoran notablemente, lo que se manifiesta entre otras cosas en que esas adolescentes presentan niveles de estrés más bajos que las de escuelas mixtas (Herman Brutsaert y Mieke Van Houtte, “Gender Context of Schooling and Levels of Stress among Early Adolescent Pupils”, 2004).

Chicos y chicas también difieren a la hora de asumir riesgos. Los chicos tienden a sobreestimar sus capacidades y habilidades, mientras que las chicas es más corriente que se subestimen y sean más críticas con ellas mismas (pese a que obtienen mejores resultados académicos). Ellas suelen ser más sensibles a las correcciones de los profesores, y tienden a percibirlas como que les han defraudado, mientras que los chicos suelen ver sus fallos como hechos más aislados, quizá por su menor disposición a agradar a los adultos. Las chicas suelen mostrar más cercanía al profesorado, mientras que los chicos suelen considerar más masculino (ahí están de nuevo los estereotipos) recurrir a sus maestros solo cuando no tienen otro recurso.

Cuando el aula es mixta, el profesor debe trabajar conociendo esas diferencias y procurando adaptarse a ellas, también para superar estereotipos y alcanzar los objetivos de igualdad, como debe hacer también en el aula single-sex.