Miguel de Cervantes

Los célebres consejos que dio Don Quijote a Sancho al ir éste a gobernar su Insula Dispuesto, pues, el corazón a creer lo que te he dicho, está. ¡Oh, hijo!, atento a este tu Catón, que quiere aconsejarte, y ser norte y guía que te encamine y saque a seguro puerto de este mar proceloso donde vas a engolfarte; que los oficios y grandes cargos no son otra cosa sino un golfo profundo de confusiones.

Primeramente, ¡oh, hijo!, has de temer a Dios; porque en el temerle está la sabiduría, y siendo sabio no podrás errar en nada.

Lo segundo, has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse. Del conocerte saldrá el no hincharte, como la rana que quiso igualarse con el buey; que si esto haces, vendrá a ser feos pies de la rueda de tu locura la consideración de haber guardado puercos en tu tierra.

Haz gala, Sancho, de la humildad de tu linaje, y no te desprecies de decir que vienes de labradores; porque viendo que no te corres, ninguno se pondrá a correrte; y préciate más de ser humilde virtuoso, que pecador soberbio. Innumerables son aquellos que de baja estirpe nacidos han subido a la suma dignidad pontificia o imperatoria; y de esta verdad te pudiera traer tantos ejemplos, que te cansaran.

Mira, Sancho, si tomas por medio a la virtud y te precias de hacer hechos virtuosos, no hay para qué tener envidia a los que los tienen príncipes y señores; porque la sangre se hereda, y la virtud se aquista, y la virtud vale por sí sola lo que la sangre no vale.

Siendo esto así, como lo es, que si acaso viniere a verte cuando estés en tu ínsula alguno de tus parientes, no lo deseches ni le afrentes, antes lo has de acoger, agasajar y regalar, que con esto satisfarás al cielo, que gusta que nadie le desprecie de lo que él hizo, y corresponderás a lo que debes a la naturaleza bien concertada.

Nunca te guíes por la ley del encaje, que suele tener mucha cabida, con los ignorantes que presumen de agudos.

Hallen en ti más compasión las lágrimas del pobre, pero no más justicia que las informaciones del rico.

Procura descubrir la verdad por entre las promesas y dádivas del rico, por entre los sollozos e importunidades del pobre.

Cuando pudiere y debiere tener lugar la equidad, no cargues todo el rigor de la ley al delincuente; que no es mejor la fama del juez riguroso que la del compasivo.

Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia.

Cuando te sucediere juzgar algún pleito de algún enemigo tuyo, aparta las mientes de tu injuria, y ponlas en la verdad del caso.

No te ciegue la pasión propia en la causa ajena; que los yerros que en ella hicieres, las más veces serán sin remedio, y si le tuviere, será a costa de tu crédito y aún de tu hacienda.

Si alguna mujer hermosa viniere a pedirte justicia, quita los ojos de sus lágrimas y tus oídos de sus gemidos, y considera despacio la sustancia de lo que pide, si no quieres que se anegue tu razón en su llanto y tu bondad en sus suspiros.

Al que has de castigar con obras, no trates mal con palabras, pues le basta al desdichado la pena del suplicio, sin la añadidura de las malas razones.

Al culpado que cayere debajo de tu jurisdicción, considérale hombre miserable, sujeto a las condiciones de la depravada naturaleza nuestra, y, en todo cuanto fuere de tu parte, sin hacer agravio a la contraria, muéstrate piadoso y clemente; porque aunque los tributos de Dios todos son iguales, más resplandece y campea, a nuestro ver, el de la misericordia que el de la justicia.

Si estos preceptos y estas reglas sigues, Sancho, serán luengos tus días, tu fama será eterna, tus premios colmados, tu felicidad indecible; casarás tus hijos como quieres; títulos tendrán ellos y tus nietos; vivirás en paz y beneplácito de las gentes, y, en los últimos pasos de la vida, te alcanzará el de la muerte en vejez suave y madura, y cerrarán tus ojos las tiernas y delicadas manos de tus terceros netezuelos.” Otras frases celebres de Don Quijote – “Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro si no hace más que otro. Todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas; porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca.” – “¿Saltear de caminos llamáis al dar libertad a los encadenados, soltar los presos, correr a los miserables, alzar los caídos, remediar los menesterosos?” – “¡Majadero! -dijo a esta sazón don Quijote-, a los caballeros andantes no les toca ni atañe averiguar si los afligidos, encadenados y opresos que encuentran por los caminos van de aquella manera, o están en aquella angustia, por sus culpas o por sus gracias; sólo le toca ayudarles como a menesterosos, poniendo los ojos en sus penas y no en sus bellaquerías.” – “Que la virtud más es perseguida de los malos que amada de los buenos.” – “La mentira es mejor cuanto más parece verdadera, y tanto más agrada cuanto tiene más de lo dudoso y posible.” – “Las tristezas no se hicieron para las bestias, sino para los hombres; pero si los hombres las sienten demasiado, se vuelven bestias.” – “La pluma es lengua del alma: cuales fueren los conceptos que en ella se engendraren, tales serán sus escritos.” – “¡Oh fuerza de la adulación, a cuánto te extiendes, y cuán dilatados límites son los de tu jurisdicción agradable!” – “Bien predica quien bien vive -respondió Sancho-, y yo no sé de otras teologías. “ – “Todo esto digo, ¡oh Sancho!, para que no atribuyas a tus merecimientos la merced recibida, sino que des gracias al cielo, que dispone suavemente las cosas.” – “Es como quien mira los tapices flamencos por el revés, que, aunque se ven las figuras, están llenas de hilos que las oscurecen, y no se ven con la lisura y tez de la haz.” Y que en buen saco caigan estas cuatro citas, una para cada lector… y bueno está, “porque de la prolijidad se suele engendrar el fastidio”. Pascual Falces de Binéfar .

Terminología ascética y espiritual

Abandono: Es la disposición virtuosa por la que el hombre hace entrega de sí mismo a Dios. Implica confiar en el cuidado amoroso de Dios. Por eso se habla de abandono en manos de la Providencia.

Abnegación: Es el sacrificio (entrega, dedicación) que alguien hace de su voluntad, de sus afectos o de sus intereses, por motivos religiosos. Es practicar la mortificación por el progreso del alma y por amor de Dios y a los demás. Ver “Sacrificio”.

Abstinencia: Virtud moral que inclina la voluntad al uso moderado de los alimentos, particularmente de la carne, según lo sugiera la recta razón o la fe, para el bien moral; en este sentido forma parte de la virtud cardinal de la templanza. Como mandamiento de la Iglesia, obliga a los mayores de 14 años a no tomar carne los viernes, aunque fuera de la Cuaresma se puede sustituir por un sacrificio, oración, limosna, etc.

Aburguesamiento: En la vida cristiana el aburguesamiento consiste en querer hacer compatible la entrega a Dios con un afán desordenado de bienestar material, que desemboca en la tibieza. Sus síntomas suelen ser: búsqueda de compensaciones, falta de vibración apostólica; dejadez para la vida de piedad; descuido de la sobriedad; búsqueda habitual de la comodidad en detrimento del espíritu de sacrificio; manías, que afloran cuando se dejan de cultivar las virtudes; etc.

Agnosticismo: Teoría y actitud de aquellos que afirman que la razón humana no puede llegar a conocer nada a acerca de Dios, su existencia y sus atributos.

Alma sacerdotal: Todos los cristianos, por el Bautismo, tenemos una participación en el sacerdocio de Cristo (distinta esencialmente de la que se recibe con el sacramento del Orden). Lleva a ser alma de oración, de sacrificio, de entrega generosa a los demás. Alienta el afán de dar doctrina y de dirigir almas, afán de corredención, de expiación por todos. Se manifiesta en alabar constantemente a Dios, en darle gracias, en ofrecerle el trabajo, los sacrificios y las pequeñas mortificaciones de la jornada con espíritu de reparación, en pedir su ayuda con celo por la salvación de todas las almas.

Ángeles: Son espíritus puros, esto es, sin cuerpo, que tienen entendimiento y voluntad. Los ángeles son seres personales y bienaventurados, que gozan de Dios en el Cielo. Los ángeles que al pecar fueron infieles a Dios son los demonios.

Apologética: Parte de la teología que se ocupa de dar a conocer y defender la vida y doctrina cristianas.

Apostolado: El apostolado es anunciar a Cristo con la palabra y con el testimonio de vida, ya a los no creyentes para llevarlos a la fe, ya a los fieles para instruirlos, confirmarlos y estimularlos a una vida más fervorosa. El apostolado —el anuncio del Evangelio— es acercar Cristo a los hombres y acercar a los hombres a Cristo: llevar a los demás hacia Dios.

Arrepentimiento: Es el dolor o pesar de haber cometido algún pecado o falta.

Atrición: La atrición (o contrición imperfecta) es un don de Dios, un impulso del Espíritu Santo. Nace de la consideración de la fealdad del pecado o del temor de la condenación eterna y de las demás penas con que es amenazado el pecador. Tal conmoción de la conciencia puede ser el comienzo de una evolución interior que culmina, bajo la acción de la gracia, en la absolución sacramental. Sin embargo, por sí misma la atrición no alcanza el perdón de los pecados mortales, pero dispone a obtenerlo en el sacramento de la Penitencia.

Avaricia: Es uno de los siete pecados capitales. Consiste en el deseo desordenado de los bienes materiales.

Basílica: Proviene del griego “(stoa) basilike” que significa “portal real”. Se da el nombre de basílicas a ciertas iglesias que reúnan algunas características concretas y que, además, la Iglesia les haya dado tal título. Hay dos tipos de basílicas: mayores (es el título dado a las cuatro iglesias principales de Roma: San Juan de Letrán, San Pedro del Vaticano, San Pablo Extramuros y Santa María la Mayor, así como la iglesia del convento de San Francisco de Asís; se les llama también “Archibasílicas”) y menores (es un título honorífico otorgado a numerosas iglesias del mundo entero).

Calumnia: Se hace culpable de calumnia el que, mediante palabras contrarias a la verdad, daña la reputación de otros y da ocasión a juicios falsos respecto a ellos. La maledicencia y la calumnia destruyen la “reputación” y el “honor del prójimo”, y lesionan las virtudes de la justicia y de la caridad.

Capilla: Proviene del latín “cappella” que significa “capa pequeña”. Se llama así porque el primer lugar de estas características estaba destinado a la conservación de los restos de la capa de San Martín. Hoy se llama “capilla” a una iglesia pequeña dedicada a la oración y al culto.

Caridad: La caridad es una virtud sobrenatural infundida por Dios en nuestra alma, con la que amamos a Dios por Sí mismo sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios.

Carisma: Don divino concedido gratuitamente a los hombres, en especial a los apóstoles, para la difusión del reino de Dios.

Castidad: La castidad pertenece al orden de la templanza y es virtud que modera la delectación sexual según el dictamen de la recta razón. Es una disposición del alma que se manifiesta por una voluntad inquebrantable de abstenerse de todos los placeres ilícitos de los sentidos y de la carne, es decir, de todos los pensamientos, delectaciones, deseos y acciones prohibidas por el sexto y noveno mandamientos de la Ley de Dios.

Catedral: Proviene del griego “Kathedra” y del latín “cathedra” y significa “silla”, “asiento”. Es la Iglesia principal de la diócesis, donde se encuentra la sede del obispo del lugar. La “cátedra” , la silla del obispo, se encuentra en el recinto de la catedral detrás o al lado del altar.

Cenobio: Proviene del griego “koinos” (que significa “común”) y “bios” (que significa “vida”). Los cenobios con monasterios. Cuando los eremitas (monjes que vivían en la más estricta soledad en el desierto) empezaron a reunirse para vivir juntos, aparecen los llamados cenobios.

Cientifismo: Tendencia a dar excesivo valor a las nociones científicas (o pretendidamente científicas). No admite como válidas otras formas de conocimiento que no sean las ciencias positivas, relegando el conocimiento teológico, el saber ético y estético, etc.

Colegiata: Proviene del latín “collegere”, que significa “recoger, reunir”. Una colegiata es un templo confiado a un grupo (colegio) de canónigos que forman un capítulo distinto del de la catedral.

Comunión de los santos: La Iglesia es “comunión de los santos”, y eso designa primariamente la comunión en las “cosas santas” y, ante todo, la Eucaristía. Esta expresión designa también la comunión entre las “personas santas” en Cristo, que ha muerto por todos, de modo que lo que cada uno hace o sufre en Cristo y por Cristo da fruto para todos. Creemos en la comunión de todos los fieles cristianos, es decir; de los que peregrinan en la tierra, de los que se purifican después de muertos y de los que gozan de la bienaventuranza celeste, y que todos se unen en una sola Iglesia; y creemos igualmente que en esa comunión está a nuestra disposición el amor misericordioso de Dios y de sus santos, que siempre ofrecen oídos atentos a nuestras oraciones.

Conciencia moral: Es el núcleo más secreto del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella. Es el juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la calidad moral de sus actos concretos.

Concupiscencia: La inclinación al pecado que todo hombre tiene como consecuencia temporal del pecado es lo que la Tradición llama concupiscencia. O bien, concupiscencia es toda inclinación desordenada del apetito sensitivo que busca un bien sensible y deleitable. De suyo no es pecado, pero sí origen de pecados.

Contemplativos: El fin último del hombre es ver a Dios, viéndole directamente, sin mediación de nada creado, para amarle y gozarle eternamente. Todos estamos llamados a esta contemplación amorosa de Dios, que “será perfecta en la vida futura, cuando veamos a Dios ‘cara a cara y con esta visión nos haga perfectamente felices. Pero ahora, aunque de modo imperfecto —‘a través de espejo y en enigma’—, nos corresponde contemplar a la verdad divina, por lo que se nos da como un adelanto de la bienaventuranza, que se inicia aquí y alcanzará su perfección en la vida futura” (Santo Tomás de Aquino). Dios no niega esta gracia, que supone una preparación para la visión del Cielo, a quienes se esfuerzan por alcanzarla. Hay un doble aspecto de la contemplación: ver a Dios en todas las cosas y sucesos; ver todas las cosas y sucesos con los ojos de Dios. La contemplación es un continuo diálogo de amor con Dios.

Contrición: Es un dolor del alma y una detestación del pecado cometido con la resolución de no volver a pecar. Cuando brota del amor de Dios amado sobre todas las cosas, la contrición se llama contrición perfecta”. Semejante contrición perdona las faltas veniales; obtiene también el perdón de los pecados mortales si comprende la firme resolución de recurrir tan pronto como sea posible a la confesión sacramental.

Convento: Proviene del latín “conventus”, que significa “reunión”. Un convento es la casa donde vive una comunidad religiosa y que no son monjes ni monjas. Al convento se le llama también “claustro”.

Conversión: Un doble aspecto se puede considerar en la conversión: renuncia al pecado y vuelta a Dios. El primero, si bien más negativo, no es por eso menos necesario. Esta renuncia supone detestar el pecado pasado. No basta proponerse cambiar de vida, sino que requiere dolerse de la falta cometida. Convertirse es en primer lugar alejarse positivamente del pecado, de su servidumbre, romper con las ligaduras del pecado que son iniquidad, injusticia, oposición a la Ley de Dios. Pero lo principal de la conversión es el movimiento de vuelta a Dios, el reconocimiento de que el pecado es ante todo ofensa a Dios, alejamiento de Él. La conversión exige volver a ordenar la vida hacia Dios, de forma que nada en la existencia del hombre quede desvinculado de su Creador.

Cripta: Proviene del latín “crypta”, derivada del griego “krypte”, que significa “gruta”. En la antigüedad se utilizaba para acceder a la tumba de algún santo que estaba enterrado bajo el suelo del altar. Es una capilla normalmente subterránea.

Culpa: Falta más o menos grave, cometida a sabiendas y voluntariamente. Responsabilidad, de algún modo infinita, que contraemos ante Dios, al pecar, contradiciendo su Ley.

Culto divino: Se puede definir el culto religioso como el conjunto de actos por los cuales el hombre, tanto individual como colectivamente, intenta expresar las relaciones que debe tener para con Dios. O bien: “Culto divino es el homenaje o suma veneración, que el hombre, como ser inteligente, rinde a Dios”. El culto procede de un disposición permanente, llamada virtud de la religión, pero propiamente consiste en los actos que manifiestan tal disposición, de modo que es esencial al culto la manifestación exterior de los sentimientos de veneración, amor, respeto, desagravio, etc., que el hombre alimenta en relación con la Divinidad. El fin principal del culto es dar gloria a Dios por medio del reconocimiento de su grandeza y de la sumisión del hombre. Las principales manifestaciones exteriores del culto son la oración, los gestos y actitudes de adoración, las ofrendas y el sacrificio.

Derechos humanos: Son los derechos que tiene el hombre por su condición humana, y no por concesión del Estado. Son de derecho natural. El Estado se ha de limitar a reconocerlos y defenderlos. Al derecho del hombre a la existencia, corresponde el deber de conservarla; al derecho de buscar libremente la verdad, el deber de buscarla y abrazarla; etc.

Desagravio: Es la reparación de la ofensa cometida, dando al ofendido satisfacción cumplida.

Devoción: Es la prontitud y generosidad del alma ante todo lo referente al servicio de Dios.

Dirección espiritual: Es un aspecto de la formación que mira al perfeccionamiento ético y religioso de la persona mediante una labor de orientación y acompañamiento. Tiene como fin procurar que una persona se empeñe en vivir el Evangelio, buscando la plenitud de la vida cristiana, cada uno según la vocación que haya recibido. El Beato Josemaría insistía en que la labor de dirección espiritual era una tarea encaminada a situar a cada uno frente a las exigencias completas de su vida, ayudándole a descubrir lo que Dios, en concreto, le pide (Es Cristo que pasa, n. 99).

Dogma: Verdad revelada por Dios y propuesta por el Magisterio de la Iglesia, que obliga al pueblo cristiano a una adhesión de fe.

Ecumenismo: Actividades y obras encaminadas a favorecer la unidad de los cristianos, de acuerdo con las diversas necesidades de la Iglesia y las posibilidades de los tiempos.

Egoísmo: Inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio Interés, sin cuidarse del de los demás.

Envidia: Es un pecado capital. Es el disgusto o tristeza ante el bien del prójimo, y el deseo desordenado de poseerlo, aunque sea en forma indebida.

Ermita: Proviene del latín “eremus” que significa “desierto”. Una ermita es un santuario o capilla situada normalmente en un despoblado y con frecuencia lugar de peregrinación o romerías.

Escándalo: Es la actitud o el comportamiento que induce a otro a hacer el mal. El que escandaliza se convierte en tentador de su prójimo. Atenta contra la virtud y el derecho; puede ocasionar a su hermano la muerte espiritual. El escándalo constituye una falta grave, si por acción u omisión, arrastra deliberadamente a otro a una falta grave.

Escrúpulo: Temor habitual, infundado y aparentemente insuperable de ofender a Dios. El escrúpulo se caracteriza por un sentimiento desmedido de culpabilidad.

Esperanza: Virtud sobrenatural, infundida por Dios en nuestra alma, con la cual deseamos y esperamos la vida eterna que Dios ha prometido a los que le sirven y los medios necesarios para alcanzarla.

Espiritismo: Es la interpretación de algunos fenómenos metapsíquicos, que se tienen como producidos por almas de fallecidos. Es también la doctrina y la práctica acerca de la evocación de esas almas, para conocer por medio de ellas cosas ocultas.

Evolucionismo: Teoría que afirma e intenta explicar una evolución biológica, por la que de unas especies habrían surgido otras. Más en general, sostiene que la actual realidad múltiple de las cosas de este mundo es el resultado de un larguísimo proceso de diversificación, a partir de un estado primitivo mucho más simple e indiferenciado.

Existencialismo: Teoría filosófica que pone la libertad por encima de las normas universales: considera que “es bueno todo lo que yo decido por mí mismo, sin condicionamientos exteriores”. En estas ideas se fundamenta el “no me apetece”, “yo hago lo que quiero”, la rebeldía ante toda autoridad, etc.

Expiación: Purificación de las culpas por medio de algún sacrificio ofrecido a Dios, ya sea como purificación de las propias faltas, o en reparación por las que cometen los demás. Se trata de ofrecer, por amor, algo costoso con el deseo de identificarse con Cristo y seguirle en su afán de redimir nuestros pecados en la Cruz, donde se ofreció a Sí mismo en sacrificio al Padre.

Falso testimonio: Una afirmación contraria a la verdad que se hace públicamente ante un tribunal. Cuando es pronunciada bajo juramento se llama perjurio.

Fe: Virtud sobrenatural que Ilustra la inteligencia y auxilia a la voluntad del hombre, haciéndole capaz de asentir firmemente a todo lo que Dios ha revelado, no por la evidencia de esas verdades sino por la autoridad de Dios que revela.

Filiación divina: Todos los hombres son hijos de Dios. Al querernos como hijos, Dios ha hecho que vivamos en su casa, en medio de este mundo, que seamos de su familia, que lo suyo sea nuestro y lo nuestro suyo, que tengamos esa familiaridad y confianza con Él. La filiación divina es una verdad gozosa, un misterio consolador, que nos enseña a tratar, a conocer, a amar a Dios con la sencillez confiada de los hijos pequeños.

Flexibilidad: Adapta su comportamiento con agilidad a las circunstancias de cada persona o situación, sin abandonar por ello los principios y criterios de actuación personal.

Fortaleza: Virtud cardinal que da firmeza de ánimo en el ejercicio del bien, sin dejarse conmover por graves peligros o males, ni siquiera por la inminencia de la muerte. La fortaleza modera el temor que paraliza los esfuerzos para el bien y da audacia al afrontar las dificultades y peligros.

Generosidad: Actúa en favor de otras personas desinteresadamente, y con alegría, teniendo en cuenta la utilidad y la necesidad de la aportación para esas personas, aunque le cueste un esfuerzo.

Gracia: Beneficio recibido sin merecerlo. Don gratuito. La gracia santificante es un don sobrenatural que, gratuitamente, de balde, infunde Dios en el alma de modo permanente, como fruto de la Redención de Cristo. Se adquiere y crece por la recepción de los sacramentos y las buenas obras, y se pierde por el pecado mortal.

Gula: Es pecado capital, consistente en un apetito desordenado de comer y beber. También se puede decir que es el exceso en la comida y en la bebida, por el mero gusto de comer y beber.

Hedonismo: Doctrina moral errónea que identifica el bien con el placer, y el mal con el dolor. Por eso, asume como principio único de moral la búsqueda de la mayor intensidad de placer posible. Ofrece diversas corrientes: expansión espontánea del sexo; abuso de bebidas y drogas; máximo bienestar y comodidad; etc. Reduce al hombre a mero instinto.

Hipocresía: Fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan.

Humildad: Virtud que consiste en el conocimiento de nuestras limitaciones y debilidades, y en obrar de acuerdo con este conocimiento. La humildad nos dispone a actuar sobre la base de una verdadera valoración de nosotros mismos, sin engaños, a la luz de Dios. La humildad se alimenta de la conciencia de nuestra dependencia de Dios.

Idolatría: Tributar a una criatura el culto que sólo es debido a Dios.

Indiferentismo religioso: Actitud teórica o práctica de quienes sostienen que todas las religiones son iguales, o viven completamente al margen de Dios.

Indulgencias: Remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel bien dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de los frutos de la Redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo, de la Santísima Virgen y de los santos.

Industrias humanas: “A la hora de trabajar, emplead industrias humanas, medios que os sirvan de despertadores de la presencia de Dios” (Beato Josemaría). Son “trucos” que nos recuerdan que estamos siempre delante de Dios, que nos facilitan el pensar en Dios, o el ofrecerle algo, o el rezar alguna jaculatoria.

Infancia espiritual: Es la actitud interior que corresponde a la enseñanza evangélica: “si no os hacéis como niños… ” (Mt 18, 3). Lleva consigo el seguir un camino de infancia, es decir, desarrollar las actitudes evangélicas de humildad, de abandono, de confianza en Dios, de dependencia, de docilidad para acoger su palabra.

Jaculatorias: Oraciones breves y piadosas.

Jerarquía: En sentido general, jerarquía es el reparto de poderes con subordinación de grados para un fin determinado. La jerarquía de la Iglesia son los fieles cristianos que han recibido el poder —que Cristo ha conferido a su Iglesia— de santificar, enseñar y regir a los demás fieles. La forman el Papa y el colegio episcopal en comunión con él. En sentido estricto y más restringido, el episcopado de un país o de una región.

Juicio temerario: Se hace culpable de juicio temerario el que, incluso tácitamente, admite como verdadero, sin tener para ellos fundamento suficiente, un defecto moral en el prójimo.

Justicia: Virtud cardinal que inclina a la voluntad de modo estable a dar a cada uno lo suyo (lo que le corresponde como derecho propio).

Justificación: Acción por la que Dios aplica su amor al hombre pecador por la gracia santificante. Es el paso, bajo la acción de la gracia divina, del estado de injusticia o aversión a Dios al estado de justicia (santidad).

Laicismo: Teoría que defiende la independencia del hombre, la sociedad y el Estado de toda influencia religiosa o eclesiástica. Estima erróneamente que la moral es ajena a la religión y a las exigencias de la naturaleza humana. El bien moral sería fruto de las decisiones del hombre que sean absolutamente libres, autosuficientes y emancipadas de todo credo religioso. Supone un claro subjetivismo moral, que puede llevar al totalitarismo político en el plano social, y al nihilismo en el orden personal.

Latría: Culto debido exclusivamente a Dios.

Laxismo: Sistema o teoría que defiende la moral relajada.

Lealtad: Cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad, las del honor y la hombría de bien.

Legalismo: Deformación religiosa y moral que tiende a reducir la religión y la moral a la mera observancia externa de los preceptos. Se limita a la literalidad de la ley, como aparece, por ejemplo, en los fariseos del evangelio.

Ley: La ley es una regla de conducta proclamada por la autoridad competente para el bien común.

Ley civil: Es la ley que promulga la legítima autoridad pública, para promover el bien común. La legislación humana sólo posee carácter de ley cuando se conforma a la justa razón; lo cual significa que su obligatoriedad procede de la ley eterna. En la medida en que ella se apartase de la razón, sería preciso declararla injusta, pues no verificaría la noción de ley; sería más bien una forma de violencia.

Ley divino-positiva: Es la ley dictada por Dios en la Revelación: los Diez Mandamientos en el Antiguo Testamento y la Ley de Cristo en el Nuevo Testamento.

Ley eclesiástica: Es la dictada por la legítima autoridad de la Iglesia, en orden a la santificación y el apostolado de los fieles.

Ley eterna: Fuente en Dios de todas las leyes. Es norma suprema, objetiva y universal de la vida humana. Por ella Dios ordena, dirige y gobierna el mundo y los caminos de la comunidad humana, según el designio de su sabiduría y su amor.

Ley moral: Se puede definir, en el sentido bíblico, como una instrucción paternal, una pedagogía de Dios. Prescribe al hombre los caminos, las reglas de conducta que llevan a la bienaventuranza prometida; proscribe los caminos del mal que apartan de Dios y de su amor. Es a la vez firme en sus preceptos y amable en sus promesas. La ley moral tiene en Cristo su plenitud y su unidad.

Ley natural: Es la participación de la ley eterna en la criatura racional. El hombre es el único entre todos los seres animados que puede gloriarse de haber sido digno de recibir de Dios una ley. Es capaz de comprender y de discernir, regular su conducta disponiendo de su libertad y de su razón. Dios le ha conferido el dominio de sus actos y la capacidad de gobernarse con miras a la verdad y al bien. La ley natural expresa el sentido moral original que permite al hombre discernir mediante la razón lo que son el bien y el mal, la verdad y la mentira. La ley natural está inscrita y grabada en el alma de todos y cada uno de los hombres porque es la razón humana que ordena hacer el bien y prohíbe pecar.

Libertad: Dios ha creado al hombre racional, dándole la dignidad de una persona dotada de iniciativa y del dominio de sus actos, de modo que busque al Creador sin coacciones, y uniéndose a Dios llegue a la plena y feliz perfección. También se entiende por libertad la capacidad que Dios otorgó al hombre de querer o no querer una cosa, de ejecutarla o no ejecutarla, de elegirla con preferencia a otra. La libertad es en el hombre una fuerza de crecimiento y de maduración en la verdad y en la bondad. La libertad alcanza su perfección cuando está ordenada a Dios, nuestra bienaventuranza.

Libertad religiosa: Derecho de la persona humana a buscar la verdad religiosa, sin impedimentos, libre de coacciones tanto por parte de los Individuos como de cualquier potestad humana. El derecho a la libertad religiosa no es un supuesto derecho al error, sino un derecho natural de la persona humana a la libertad civil, es decir, a la inmunidad de coacción exterior, en los justos límites, en materia religiosa por parte del poder político. Este derecho natural debe ser reconocido en el ordenamiento jurídico de la sociedad de manera que constituya un derecho civil.

Libertad de enseñanza: Derecho de toda persona a recibir una educación apropiada, para el pleno desarrollo de su personalidad humana. Los padres tienen pleno derecho a elegir el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos, y, especialmente, a elegir la educación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones. También se entiende como el derecho a promover centros educativos en los que se impartan enseñanzas en las que sean competentes.

Liturgia: Designa en general el culto divino y el anuncio del Evangelio. Se considera la liturgia como el ejercicio de la función sacerdotal de Jesucristo en la que, mediante signos sensibles, se significa y se realiza, según el modo propio de cada uno, la santificación del hombre. Por ello, toda celebración litúrgica, como obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia.

Lucha ascética: En sentido cristiano, el ascetismo es el esfuerzo metódico, el ejercicio perseverante de la voluntad libre sostenida por la gracia, que tiene por fin rechazar las tendencias malas o peligrosas y el desarrollo de las actividades virtuosas a fin de hacer al hombre agradable a Dios. Es esa pelea contra las malas inclinaciones y todo lo que se oponga a vivir de forma virtuosa.

Magisterio de la Iglesia: Es una de las tres grandes tareas —junto con la de santificar y regir a los fieles—, confiada por Cristo a los Apóstoles y a los Obispos, su Sucesores, para que con la autoridad de Cristo y en su Nombre, guarden, defiendan y enseñen el depósito de la Revelación divina.

Magnanimidad: Es una virtud que inclina a acometer obras grandes, espléndidas y dignas de honor en todo género de virtudes. Es incompatible con la mediocridad.

Maledicencia: Se hace culpable de maledicencia el que, sin razón objetivamente válida, manifiesta los defectos y las faltas de otros a personas que los ignoran. La maledicencia y la calumnia destruyen la “reputación” y el “honor del prójimo”, y por eso lesionan las virtudes de la justicia y de la caridad.

Mansedumbre: Es una virtud especial que tiene por objeto moderar la ira.

Materialismo: Planteamiento que reduce toda la realidad, incluido el hombre, a la materia y a la energía material. Niega la espiritualidad y la inmortalidad del alma humana, la existencia de los ángeles y la existencia de Dios.

Mentalidad laical: Se llama laico a todos los fieles cristianos a excepción de los miembros del orden sagrado y los del estado religioso sancionado por la Iglesia. El Beato Josemaría usaba la expresión “mentalidad laical” para designar el estilo secular con que han de vivir las virtudes cristianas los cristianos, laicos y sacerdotes: “…ser lo suficientemente honrados, para pechar con la propia responsabilidad personal; a ser lo suficientemente cristianos, para respetar a los hermanos en la fe, que proponen —en materias opinables— soluciones diversas a la que cada uno de nosotros sostiene; y a ser lo suficientemente católicos, para no servirse de nuestra Madre la Iglesia, mezclándola en banderías humanas”.

Mentira: Decir algo falso con intención de engañar al prójimo que tiene derecho a la verdad.

Mística: Es la parte de la teología que trata de la vida contemplativa. La mística es experiencia de Dios a través del misterio que nos revela, o los misterios (o signos) que se nos dan de Él. Por extensión y corrientemente, es toda experiencia íntima de Dios y toda doctrina relativa a esta experiencia.

Mística ojalatera: Expresión empleada por el Beato Josemaría: “Dejaos, pues, de falsos idealismos, de fantasías, de eso que suelo llamar mística ojalatera. —¡ojalá no me hubiera casado, ojalá no tuviera esta profesión, ojalá tuviera más salud, ojalá fuera joven, ojalá fuera viejo!…—, y ateneos, en cambio, sobriamente , a la realidad más material e inmediata, que es donde está el Señor”.

Modestia: Muy relacionada con el pudor. Mantiene silencio o reserva donde se adivina el riesgo de una curiosidad malsana. Inclina a guardar el debido decoro en los gestos y movimientos corporales. Inspira la forma de vestir. Rechaza los exhibicionismos o las incitaciones a hacer pública toda confidencia íntima.

Monasterio: Proviene del griego “monastérion”, que significa “celda del eremita”. Un monasterio es el lugar donde vive una comunidad de monjes o monjas. El primer monasterio fue fundado en el año 320 de nuestra era por San Pacomio. Si el monasterio está regido por un abad se llama “abadía”, y si está regido por un prior se llama “priorato”.

Moral cristiana: Es la parte de la teología que —a la luz de la fe y de la razón— estudia el conjunto de principios, leyes y reglas a las que se han de ajustar las acciones humanas para alcanzar el fin sobrenatural a que el hombre está destinado. También se puede definir como la ciencia que trata de los actos humanos y juzga de su bondad o malicia, en orden a la santificación de la persona. O aquella parte de la religión que enseña al hombre a hacer el bien y a evitar el mal. Busca el seguimiento de Cristo en el obrar humano.

Moral permisiva: Desprecio de las leyes divina y humanas sobre el bien y el mal en la conducta humana. Es la actitud de aquellos que dicen que “todo vale”.

Mortificación: Significa literalmente “dar muerte”. Sin embargo, con la mortificación cristiana lo que se pretende y alcanza es vivir, tener vida. Cuando se toma una medicina para matar un virus, se busca recuperar la salud; del mismo modo, la mortificación da muerte a los gérmenes que causan enfermedades en el alma. Consiste en abstenerse de cosas agradables o imponerse cosas desagradables, para “dar muerte” a nuestra inclinación al mal: para morir a nosotros mismos y dejar que Cristo viva en nosotros. No es, por tanto, un fin en sí misma, sino un medio, absolutamente necesario, para el desarrollo de la vida sobrenatural.

Mundo: Tiende dos significados fundamentales y contrapuestos. En primer lugar, toda la realidad visible creada por Dios, que abarca el cielo, el mar, la tierra, las plantas, los animales, y en la cima los hombres. Por cuanto procede de Dios, que lo conserva en el ser, el mundo es bueno. El otro significado, muy distinto, es el “mundo” como uno de los “tres enemigos del hombre”, junto con el demonio y la carne. En este caso significa “mundanidad”, aquello que se opone a Dios: los hombres, cegados por el pecado no reconocen en el mundo la obra del Creador y quedan apegados y desean sólo las cosas de esta tierra. En este sentido, el mundo es, por ejemplo, el mal ambiente en que viven algunas personas que se apartan por el pecado de Dios.

Murmuración: ver “Maledicencia”.

Novísimos: Son los últimos sucesos que acaecen al finalizar la vida temporal: muerte, juicio, infierno, purgatorio y cielo.

Obispo: Por institución divina, los obispos son los Sucesores de los Apóstoles como Pastores de la Iglesia, para ser maestros de la doctrina, sacerdotes del culto sagrado y ministros para el gobierno.

Orden (sacramento): El ministerio eclesiástico, instituido por Dios, está ejercido en diversos órdenes que ya desde antiguo reciben los nombres de obispos, presbíteros y diáconos. La doctrina católica reconocen que existen dos grados de participación ministerial en el sacerdocio de Cristo: el episcopado y el presbiterado. El diaconado está destinado a ayudarles y a servirles. Tanto el episcopado y el presbiterado como el diaconado son conferidos por un acto sacramental llamado ordenación, es decir, por el sacramento del Orden.

Optimismo: Confía, razonablemente, en sus propias posibilidades, y en la ayuda que le pueden prestar los demás, de tal modo que, en cualquier situación, distingue —en primer lugar— lo que es positivo en sí y las posibilidades de mejora que existen y, a continuación, las dificultades que se oponen a esa mejora, aprovechando lo que se puede y afrontando lo demás con deportividad y alegría.

Padres de la Iglesia: Autores eclesiásticos que tienen doctrina eminente, santidad de vida, antigüedad y reconocimiento explícito o tácito de la Iglesia.

Parroquia: Proviene del griego “paroikia”, que significa “vecindario”, “reunión de viviendas”. La parroquia es un territorio donde reside una determinada comunidad de fieles. “Iglesia parroquial” es donde reside el párroco. Suele tener un nombre, que es la advocación de la parroquia.

Pasiones: El término ‘pasiones’ pertenece al patrimonio del pensamiento cristiano. Los sentimientos o pasiones designan las emociones o impulsos de la sensibilidad que inclinan a obrar o a no obrar, en razón de lo que es sentido o imaginado como bueno o como malo. Son componentes naturales de la psicología humana. Las pasiones son en sí mismas indiferentes, pero se convierten en buenas o malas según estén o no ordenadas por la razón y según el objeto al que tiendan. El que somete su propio cuerpo y domina su alma, sin dejarse llevar por las pasiones es dueño de sí mismo: es libre e independiente, capaz de gobernar su propia persona.

Pecado: Palabra, acto o deseo contrarios a la ley eterna. Transgresión de la ley de Dios. Ofensa a Dios. El pecado es un acto contrario a la razón, y al amor que debemos a Dios. Lesiona la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana. La raíz de todos los pecados está en el corazón del hombre.

Penitencia: Es una virtud sobrenatural por la que nos dolemos de los pecados pasados con intención de removerlos del alma. Lleva, pues implícito el deseo de expiarlos.

Perjurio: Falso testimonio es una afirmación contraria a la verdad que se hace públicamente ante un tribunal. Cuando es pronunciada bajo juramento se llama perjurio.

Perseverancia: Una vez tomada una decisión moralmente correcta, lleva a cabo las actividades necesarias para alcanzar lo decidido, aunque surjan dificultades internas o externas, o pese a que disminuya la motivación personal a través del tiempo transcurrido.

Piedad: Virtud que regula las relaciones de los hombres con Dios, de los hijos con los padres y de los ciudadanos con su patria. Es también uno de los siete dones del Espíritu Santo. Nos dispone a amar, respetar y realizar los deberes propios de la religión. La piedad, reflejo de la filiación divina en el cristiano, se mejora con la caridad, que hace realizar con gusto y solicitud los deberes para con Dios y los ejercicios que disponen el corazón para un amor más profundo.

Positivismo jurídico: Doctrina jurídica que no reconoce otra ley que la positiva, es decir, la que está en las leyes y códigos. Niega la ley natural. El bien moral sería aquello a lo que obligan las leyes humanas, y mal moral lo que prohiban. Supone un relativismo moral y somete la conciencia moral a las corrientes ideológicas que controlan el poder de legislar.

Postrimerías: Es lo mismo que los novísimos (muerte, juicio, infierno, purgatorio y cielo).

Prelaturas personales: Son instituciones pertenecientes a la estructura pastoral de la Iglesia. Se componen de sacerdotes y diáconos del clero secular, y de fieles laicos que por medio de un convenio se pueden incorporar a la Prelatura. Al frente de la Prelatura está el prelado, que gobierna con potestad eclesiástica de régimen o jurisdicción.

Proselitismo: La tradición cristiana utiliza desde muy antiguo este término para designar el celo apostólico por anunciar la fe e incorporar nuevos fieles a la Iglesia o a alguna de sus instituciones. En los últimos decenios ha comenzado a difundirse otra acepción de esa palabra, que suele asociarse a actuaciones en las que, para atraer hacia el propio grupo, se usa de violencia o de coerción, o de algún modo se pretende forzar la conciencia o manipular la libertad. Esos modos de actuar, como es obvio, resultan ajenos por completo al espíritu cristiano y son totalmente reprobables. Pero el proselitismo, en su sentido clásico y despojado de esas connotaciones negativas que hemos señalado, es algo totalmente legítimo: si se negara a las personas su libertad de ayudar a otras a encaminarse hacia lo que se considera la verdad, se caería en una peligrosa forma de intolerancia.

Providencia: La creación tiene su bondad y su perfección propias, pero no salió plenamente acabada de las manos del Creador. Camina hacia una perfección última, todavía por alcanzar, a la que Dios la destinó. Llamamos divina providencia a las disposiciones por las que Dios conduce la obra de su creación hacia esta perfección. La solicitud de la divina providencia es “concreta” e “inmediata”; tiene cuidado de todo, de las cosas más pequeñas hasta los grandes acontecimientos del mundo y de la historia. Hay una soberanía absoluta de Dios en el curso de los acontecimientos.

Pudor: Forma parte de la virtud de la templanza. Designa el rechazo a mostrar lo que debe permanecer velado, en relación con el cuerpo humano y, en general, con la intimidad de la persona. Ordena las miradas, los gestos y el habla en conformidad con la dignidad de la persona humana. Las formas que reviste el pudor varían de una cultura a otra; sin embargo, en todas partes constituye la intuición de una dignidad espiritual propia al hombre. Nace con el despertar de la conciencia personal. Educar en el pudor es despertar en las personas el respeto de la persona humana.

Purgatorio: Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del Cielo. Se puede decir que el Purgatorio es el lugar de las almas que han de satisfacer aún por la pena temporal debida por sus pecados antes de entrar en el Cielo.

Rectitud de intención: La rectitud de intención es hacer el bien por amor a Dios, evitando que se meta la vanidad o el deseo de quedar bien delante de los demás.

Reliquias: En sentido estricto, se entiende por reliquias los restos mortales de los santos (cuerpo, huesos, cenizas, etc. ); y en un sentido más amplio, los objetos que estuvieron en contacto con ellos o con el sepulcro (instrumentos de penitencia o de martirio, libros, vestidos, trozos de tela, etc.).

Respetos humanos: Miedo al que dirán, temor a ser ridiculizado por obrar bien.

Responsabilidad: Es la otra cara de la libertad. Asume las consecuencias de los actos, resultado de las decisiones que se toman o aceptan.

Restituir: Muchos pecados causan daño al prójimo. Es preciso hacer lo posible para repararlo (por ejemplo, restituir las cosas robadas, restablecer la reputación del que ha sido calumniado, etc.). En virtud de la justicia conmutativa, la “reparación de la injusticia” cometida exige la restitución del bien robado a su propietario. Los que se han apoderado de un bien ajeno, están obligados a restituirlo o a devolver lo equivalente.

Revelación: Manifestación, en hechos y en palabras, que Dios hace de sí mismo y de su voluntad de salvación de los hombres. Es el acto por el que Dios se manifiesta a los hombres y les descubre su voluntad de salvarlos.

Sacrificio: Acto religioso por el que se ofrece y dedica un bien a la divinidad para rendirle homenaje y adoración. En el culto, es la ofrenda que se hace a Dios de un don visible. También, sacrificio es la inmolación de una víctima ofrecida a Dios en reconocimiento de su soberano dominio sobre todas las cosas. La Pasión y Muerte de Cristo en la Cruz es el sacrificio perfecto, porque Él mismo es el Sacerdote y la Hostia, que se inmoló por la salvación de todos los hombres: se renueva cada vez que se celebra la Santa Misa.

Santuario: Proviene del latín “sanctuarium” de “sanctus” que significa “santo”. En un templo en el que se venera de manera especial algún misterio de Jesucristo, de la Virgen o de un santo. Se llama santuario a la iglesia que conserva imágenes sagradas o reliquias milagrosas o que han surgido en un lugar digno de veneración, bien porque ha habido un milagro, una aparición o ha tenido lugar el nacimiento de un santo.

Secularidad: Esta palabra viene de “siglo” (saecula), y significa lo que es temporal, no del cielo o de la futura vida eterna. Por eso se emplea esta palabra para designar la condición los laicos en la Iglesia, que —a diferencia de los frailes, las monjas, etc.— viven en las circunstancias ordinarias y corrientes de la vida: con un trabajo profesional, en familia, dedicados a los negocios, a trabajar en el campo, etc., como un ciudadano más. También se llama seculares los sacerdotes de las diócesis, de las Prelaturas, los capellanes de los militares, a diferencia de los monjes, frailes y religiosos.

Secularismo: Concepción del mundo según la cual éste se explica por sí mismos en clave meramente terrena, excluyendo su referencia esencial a Dios, por considerarlo erróneamente como algo superfluo, e incluso un obstáculo para la vida de los hombres.

Sigilo sacramental: Todo sacerdote que oye confesiones está obligado a guardar un secreto absoluto sobre los pecados que sus penitentes le han confesado, bajo penas muy severas. Tampoco puede hacer uso de los conocimientos que la confesión le da sobre la vida de los penitentes. Este secreto no admite excepción, porque lo que el penitente le ha manifestado queda ‘sellado’ por el sacramento.

Sinceridad: Manifiesta con claridad, si es conveniente, a la persona idónea y en el momento adecuado, lo que ha hecho o visto, lo que piensa, siente, etc. Ver “Veracidad”.

Sobriedad: En sentido amplio, es conservar la justa medida en cualquier cosa deleitable. EN sentido estricto, es la moderación en el uso de alimentos y bebidas. Distingue entre lo que es razonable y lo que es inmoderado, y utiliza razonablemente el tiempo, dinero, esfuerzos, etc., de acuerdo con criterios rectos y verdaderos.

Sociologismo: Según esta doctrina, el bien moral es lo que vive la mayor parte de la gente. Por consiguiente, sí la mayoría aprueba determinada conducta, sería buena.

Sufragio: Toda oración o buena obra ofrecida a Dios en favor de las almas del purgatorio.

Temor de Dios: Don del Espíritu Santo. Es venerarle, respetarle, adorarle con este matiz que la teología expresa por el temor filial. En hebreo la palabra equivalente representa los deberes religiosos de obediencia y respeto.

Templanza: Virtud sobrenatural que modera la inclinación a los placeres sensibles, conteniéndola dentro de los límites de la razón iluminada por la fe. Nos hace refrenar los deseos desordenados de los placeres sensibles y usamos con moderación de los bienes temporales. Uno de sus aspectos es la sobriedad.

Tentaciones: En sentido genérico, toda solicitación de la voluntad para que realice un acto contrario a la virtud. Si una persona no presta su consentimiento a las tentaciones no comete pecado, pero si las admite o las provoca, incurre en pecado grave o leve según sea su objeto.

Tibieza: Una cierta tristeza, por la que el hombre se vuelve tardo para realizar actos espirituales a causa del esfuerzo que comportan. Esa falta de prontitud en el amor sobreviene cuando el alma quiere acercarse a Dios con poco esfuerzo, rehuyendo la necesaria renuncia, e intentando hacer compatible el amor a Dios con cosas que no son gratas a Él.

Tradición: Es la transmisión de las enseñanzas de Cristo (doctrina, sacramentos, instituciones fundamentales) por la predicación oral de los Apóstoles y sus sucesores, y, en general, a través de cualquier medio que no sea la Sagrada Escritura.

Tristeza: Es una reacción de la sensibilidad —pasión— en presencia de un mal que no puede esquivar o en ausencia de un bien del que se siente privada.

Unidad de vida: Expresión empleada por el Beato Josemaría para referirse a la unidad entre los diversos aspectos de la vida cristiana: “Cumplir la voluntad de Dios en el trabajo, contemplar a Dios en el trabajo, trabajar por amor de Dios y al prójimo, convertir el trabajo en medio de apostolado, dar a lo humano valor divino: ésta es la unidad de vida, sencilla y fuerte, que hemos de tener y enseñar”.

Veracidad: Es la conformidad de la palabra con la idea del que habla, o sea, la expresión sincera de lo que uno siente en su interior. Virtud que inclina a decir siempre la verdad y a manifestarnos tal como somos interiormente.

Virtud: Disposición estable para obrar bien, según lo que constituye al hombre.

Visión beatífica: Es la contemplación cara a cara de Dios en el Cielo, que hace al hombre eternamente feliz.

Visión sobrenatural: Vivir con los ojos puestos en la eternidad a la que nos encaminamos, sin dejarnos deslumbrar por los espejuelos de los temporal. Procura ver con los ojos de Cristo todas las situaciones.

Veracidad: Es la virtud que consiste en mostrarse veraz en los propios actos y en decir verdad en sus palabras, evitando la duplicidad, la simulación y la hipocresía. La verdad como rectitud de la acción y de la palabra humana, tiene por nombre veracidad, sinceridad o franqueza.

Vocación: Llamamiento de Dios. Invitación dirigida al hombre a seguir a Jesús y oír el Evangelio. La vocación a la santidad es universal. Pero también hay llamamientos o vocaciones particulares que Dios dirige a algunos hombres para que vivan una entrega más específica.

Madre Teresa de Calcuta

Haznos dignos

Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que tenga necesidad de alimento. Cuando tenga sed, mándame a alguien que necesite de bebida. Cuando tenga frío, mándame a alguien para que lo abrigue. Cuando tenga un disgusto, ofréceme alguien para que lo consuele. Cuando mi cruz se vuelva pesada, hazme compartir la cruz de otro. Cuando me sienta pobre, condúceme hasta alguien que esté necesitado. Cuando tenga tiempo, dame alguien a quien pueda ayudar unos momentos. Cuando me sienta humillado, haz que tenga a alguien a quien alabar. Cuando esté desanimado, mándame a alguien a quien dar ánimos. Cuando sienta necesidad de comprensión de otros, mándame a alguien que necesite de la mía. Cuando necesite que se ocupen de mí, mándame a alguien de quien tenga que ocuparme. Cuando pienso sólo en mí mismo, atrae mi atención sobre otra persona. Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos que, en todo el mundo, viven y mueren pobres y hambrientos.

Enseñarás a volar

Enseñarás a volar, pero no volarán tu vuelo. Enseñarás a soñar, pero no soñarán tu sueño. Enseñarás a vivir, pero no vivirán tu vida. Sin embargo, en cada vuelo, en cada vida, en cada sueño, perdurara siempre la huella del camino enseñado.

Mujer

Siempre ten presente que la piel se arruga, el pelo se vuelve blanco, los días se convierten en años… Pero lo importante no cambia; tu fuerza y tu convicción no tienen edad. Tu espíritu es el plumero de cualquier telaraña. Detrás de cada línea de llegada, hay una de partida. Detrás de cada logro, hay otro desafío. Mientras estés viva, siéntete viva. Si extrañas lo que hacías, vuelve a hacerlo. No vivas de fotos amarillas… Sigue aunque todos esperen que abandones. No dejes que se oxide el acero que hay en ti. Haz que, en vez de lástima, te tengan respeto. Cuando por los años no puedas correr, trota. Cuando no puedas trotar, camina. Cuando no puedas caminar, usa el bastón. ¡Pero nunca te detengas!

Consejos de la Madre Teresa de Calcuta

Duele amar a alguien y no ser correspondido, pero lo mas doloroso es amar a alguien, y nunca encontrar el valor para decirle a esa persona lo que sientes, tal vez Dios quiere que conozcamos a unas cuantas personas equivocadas antes de conocer a la persona correcta, para que al fin, cuando la conozcamos, sepamos ser agradecidos por ese maravilloso regalo. Una de las cosas mas tristes de la vida es cuando conoces a alguien que significa todo y solo por darte cuenta que al fin no es para ti y lo tienes que dejar ir. Cuando la puerta de la felicidad se cierra, otra puerta que no vemos se ha abierto frente a nosotros. Es cierto que no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos, pero tambien es cierto que, no sabemos lo que hemos estado perdiendo hasta que lo encontramos. Darle a alguien todo tu amor nunca es seguro de que amarán de regreso, pero no esperes que te amen de regreso, solo espera que el amor crezca en el corazón de la otra persona, pero si no crece, sé feliz porque creció en el tuyo. Hay cosas que te encantaría oír, y que nunca escucharás de la persona que te gustaría que te las dijera, pero no seas tan sordo para no oír las de aquel que las dice desde su corazón. Nunca digas adiós si todavía quieres tratar, nunca te des por vencido si sientes que puedes seguir luchando. Nunca le digas a una persona que ya no la amas si no puedes dejarla ir. El amor llega a aquel que espera, aunque lo hayan decepcionado, a aquel que aun cree, aunque antes haya sido traicionado, aquel que todavía necesite amar, aunque haya sido lastimado y aquel que tiene el coraje y la fe para construir la confianza de nuevo. El principio del amor es dejar que aquellos que conocemos sean ellos mismos y no tratarlos de voltear con nuestra propia imagen, porque entonces solo amaremos el reflejo de nosotros mismos en ellos. No vayas por el exterior, este te puede engañar. No te vayas por las riquezas porque aun eso se pierde, ve por alguien que te haga sonreir, porque toma tan sólo una sonrisa para hacer que un dia oscuro brille. Espero encuentres a aquella persona que te haga sonreir… Hay momentos en los que extrañas a una persona tanto en sueños, que quieres sacarlos de tus sueños y abrazar con todas tus fuerzas. Espero que sueñes con ese alguien especial y que ese alguien especial sueñe lo que quieres soñar. Ve por donde quieres ir. Se lo que quieres ser, porque tienes tan sólo una vida y una oportunidad para hacer todo lo que quieras hacer. Espero que tengas suficiente felicidad para hacerte dulce, suficientes pruebas para hacerte fuerte, suficiente dolor para mantenerte humano, suficiente esperanza para ser feliz, las personas más felices no siempre tienen lo mejor de todo. La felicidad espera aquellos que lloran, aquellos que han sido lastimados, aquellos que buscan, aquellos que tratan, porque sólo ellos pueden apreciar la importancia de las personas que han tocado sus vidas. No puedes ir feliz por la vida hasta que dejes ir tus fracasos pasados y los dolores de tu corazón.

De todos modos

Si las personas son irrazonables, inconsecuentes y egoístas, ámalas de todos modos. Si haces el bien, te acusaran de tener oscuros motivos egoístas, haz el bien de todos modos. Si tienes éxito y te ganas falsos amigos y enemigos verdaderos, lucha de todos modos. El bien que hagas hoy será olvidado mañana, haz el bien de todos modos. La sinceridad y la franqueza te hacen vulnerables, se sincero y franco de todos modos. Lo que has tardado años en construir puede ser destruido en una noche, vuélvelo a construir de todos modos. Alguien que necesita ayuda de verdad puede atrasarte si le ayudas, ayúdale de todos modos. Da al mundo lo mejor que tienes y te golpearan a pesar de ello, da al mundo lo mejor que tienes de todos modos, Dios conoce nuestras debilidades y nos ama de todos modos. El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz.  

Siempre ten presente que…

La piel se arruga, El pelo se vuelve blanco, Los días se convierten en años… Pero lo importante no cambia; tu fuerza y tu convicción no tienen edad. Tu espíritu es el plumero de cualquier tela de araña. Detrás de cada línea de llegada, hay una de partida Detrás de cada logro, hay otro desafío. Mientras estés vivo, siéntete vivo. Si extrañas lo que hacías vuelve a hacerlo. No vivas de fotos amarillas… Sigue aunque todos esperen que abandones. No dejes que se oxide el hierro que hay en ti. Haz que en vez de lástima, te tengan respeto. Cuando por los años no puedas correr, trota. Cuando no puedas trotar, camina. Cuando no puedas caminar, usa el bastón. Pero nunca te detengas!!!

Alegría: corazón que arde

Un corazón lleno de alegría es resultado de un corazón que arde de amor. La alegría no es solo cuestión de temperamento, siempre resulta difícil conservar la alegría, y eso es motivo mayor para tratar de adquirirla y de hacerla crecer en nuestros corazones. La alegría es oración; la alegría es fuerza; la alegría es amor. Da más quien da con alegría. A los niños y a los pobres, a todos los que sufren y están solos, bríndales siempre una sonrisa alegre; no solo les brindes tus cuidados sino también tu corazón. Tal vez no podamos dar mucho, pero siempre podemos brindar la alegría que brota de un corazón lleno de amor. Si tienes dificultades en tu trabajo y si las aceptas con alegría, con una gran sonrisa, en este caso, como en muchas otras cosas, verás que tu bien si funciona. Además, la mejor manera de mostrar tu gratitud está en aceptar todo con alegría. Si tienes alegría, esta brillara en tus ojos y en tu aspecto, en tu conversación y en tu contento. No podrás ocultarla por que la alegría se desborda. La alegría es muy contagiosa. Trata, por tanto, de estar siempre desbordando de alegría donde quiera que vayas. La alegría, ha sido dada al hombre para que se regocije en Dios por la esperanza del bien eterno y de todos los beneficios que recibe de Dios. Por tanto, sabrá como regocijarse ante la prosperidad de su vecino, como sentirse descontento ante las cosas huecas. La alegría debe ser uno de los pivotes de nuestra existencia. es el distintivo de una personalidad generosa. en ocasiones, también es el manto que cubre una vida de sacrificio y entrega propia. La persona que tiene este don muchas veces alcanza cimas elevadas. El o ella es como el sol en una comunidad. Deberíamos preguntarnos: "¿En verdad he experimentado la alegría de amar?" el amor verdadero es un amor que nos produce dolor, que lastima y, sin embargo, nos produce alegría. Por ello debemos orar y pedir valor para amar. Quien Dios te devuelva en amor todo el amor que hayas dado y toda la alegría y la paz que hayas sembrado a tu alrededor, en todo el mundo.

Cuestionario a la Madre Teresa

¿Cuál es el día más bello? Hoy. ¿Cuál es la cosa más fácil? Equivocarse. ¿Cuál es el obstáculo más grande? El Miedo. ¿Cuál es el mayor error? Abandonarse. ¿Cuál es la raíz de todos los males? El egoísmo. ¿Cuál es la distracción más bella? El trabajo. ¿Cuál es la peor derrota? El desaliento. ¿Quiénes son los mejores profesores? Los niños. ¿Cuál es la primera necesidad? Comunicarse. ¿Qué es lo que hace más feliz? Ser útil a los demás. ¿Cuál es el misterio más grande? La muerte. ¿Cuál es el peor defecto? El mal humor. ¿Cuál es la persona más peligrosa? La mentirosa/o. ¿Cuál es el sentimiento más ruin? El rencor. ¿Cuál es el regalo más bello? El perdón. ¿Qué es lo más imprescindible? El hogar. ¿Cuál es la ruta más rápida? El camino r.ecto ¿Cuál es la sensación más grata? La paz interior. ¿Cuál es el resguardo más eficaz? El optimismo. ¿Cuál es el mayor satisfacción? El deber cumplido. ¿Cuál es la fuerza más potente del mundo? La fe. ¿Quiénes son las personas más necesarias? Los padres. ¿Cuál es la cosa más bella de todas? El amor.

Irradiar a Cristo

¡Oh Jesús!, Ayúdame a esparcir tu fragancia donde quiera que vaya. Inunda mi alma de tu espíritu y vida. Aduéñate tan por completo de mí, que toda mi vida sea una irradiación de la tuya. Ilumina por mi medio y de tal manera toma posesión de mí, que cada alma con la que yo entre en contacto pueda sentir tu presencia en mi alma. Que al verme no me vea a mí sino a Ti en mí. Permanece en mí. Así resplandeceré con tu mismo resplandor, y que mi resplandor sirva de luz para los demás, Mi luz toda de Ti vendrá, Jesús; ni el más leve rayo será mío. Serás Tú el que iluminarás a otros por mi medio. Sugiéreme la alabanza que más te agradara, iluminando a otros a mi alrededor. Que no lo pregone con palabras sino con mi ejemplo, con el influjo de lo que yo lleve a cabo, con el destello visible del amor que mi corazón saca de Ti. Amén.

Pensamientos de la Madre Teresa de Calcuta

1.- Nadie mejor que María aprendió la lección de la humildad. Ella era la esclava del Señor y por haberse vaciado totalmente de sí misma, Dios la colmó de su gracia. "Llena de gracia" quiere decir llena de Dios. Una esclava se pone a disposición de alguien, en plena fidelidad y con total alegría y se siente perteneciente a ese alguien sin reserva de ninguna naturaleza. Es este precisamente uno de los objetivos que animan el espíritu de nuestra Congregación. Un completo abandono: estar a disposición incondicional de Dios, para que podamos ser empleadas por Él como bien le plazca, para ser sus esclavas, sintiendo que le pertenecemos por entero. 2.- Nunca debemos creernos indispensables. Dios tiene sus caminos y sus maneras… El puede permitir que todo marche al revés aun en manos de la hermana más bien dotada. Dios no mira más que su amor. Bien ustedes pueden trabajar hasta el agotamiento, incluso matarse trabajando pero si su trabajo no está tejido por el amor, resulta inútil. ¡Dios no tiene ninguna necesidad de sus obras! 3.- Si no se aman unos a otros, ¿cómo entonces, podrán amar a Jesucristo? ¿Cómo podrán los demás ver en ustedes a Jesús? He aquí el motivo por el cual, para poder ver a Jesús, se necesita un corazón puro. Amarse unos a otros. Esto es todo lo que Jesús vino a enseñarnos. Todo el Evangelio es muy sencillo. ¿Me aman? ¡Obedezcan mis mandamientos! Jesús da vueltas y vueltas al mismo tema para llegar a decir sólo una cosa; Aménse unos a otros. El quiere que todos seamos muy amorosos. Por eso, hemos de darnos con todo el corazón. 4.- Sean sinceros en sus relaciones mutuas y tengan el valor de aceptarse recíprocamente tal como son ustedes. No se escandalicen ni preocupen por las faltas y fallos del otro; procuren más bien descubrir aquello que hay de bueno en cada uno, pues todos nosotros hemos sido hechos a imagen de Dios. Muy bien dijo Jesús: "Yo soy la vid y ustedes los sarmientos". Esforcémonos por ver y por aceptar a cada hermano o hermana como un sarmiento de Cristo, que es la vid. Aquella savia vital que corre por la vid a través de cada uno de los sarmientos es siempre la misma. 5.- Hemos sido llamados a amar al mundo. Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su propio Hijo. Hoy sigue amándolo de tal manera que se nos entrega a ti y a mi para que seamos su amor, su compasión, su presencia, su vida de oración y sacrificio, de total abandono en Él. Y particularmente, hermanos, la respuesta que Dios nos pide es que seamos contemplativos. En la práctica, cada cristiano, en particular, cada católico que vive una vida estrechamente unida a la Eucaristía, es un contemplativo. 6.- Tienen que ejercitarse en el sufrimiento, porque cuando fijen su mirada en la cruz verán que Él tiene inclinada la cabeza, porque quiere besarlos, y tiene los brazos abiertos porque quiere abarcarlos en un fuerte abrazo. Tiene su corazón destrozado para acogerlos. Cuando se sientan interiormente miserables fijen su mirada en la Cruz y comprenderán que Él se les acerca. El sufrimiento, el dolor, el disgusto, la humillación, la experiencia de desolación, no son más que un beso de Jesús, un signo claro de que están sumamente cerca de Él, que ha podido besarlos. 7.- Ustedes mantengan siempre vivo el amor por los más pobres de entre los pobres. Jamás se les ocurra ni siquiera pensar que sea una pérdida de tiempo el alimentar al hambriento, visitar y proporcionar los necesarios cuidados a los enfermos y agonizantes, abrir la puerta y acoger al marginado y rechazado, a quien no tiene casa. En esto se materializa nuestro amor por Cristo traducidos en acciones.

J. R. R. Tolkien

Las mejores frases de “El Señor de los Anillos” Muchos de los que viven merecen morir, y muchos de los que mueren merecen la vida. ¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la muerte, pues ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos. (SA I, 2) Gandalf.

No te entrometas en asuntos de magos, pues son astutos y de cólera fácil. (SA I, 3) Gildor.

No pidas consejo a los elfos, pues te dirán al mismo tiempo que sí y que no. (SA I, 3) Frodo.

Raras veces los Elfos dan consejos indiscretos, pues un consejo es un regalo muy peligroso, aun del sabio al sabio, ya que todos los rumbos pueden terminar mal. (SA I, 3) Gildor.

El coraje se encuentra en sitios insólitos. (SA I, 3) Gildor.

Los atajos cortos traen retrasos largos. (SA I, 4) Pippin.

Los atajos cortos traen retrasos largos, pero las posadas los alargan todavía más. (SA I, 4) Frodo.

Aquel que quiebra algo para averiguar que es ha abandonado el camino de la sabiduría. (SA II, 2) Gandalf.

Aun las arañas más hábiles pueden dejar un hilo flojo. (SA II, 2) Gandalf.

El valor necesita fuerza ante todo, y luego una ama. (SA II, 2) Boromir.

Sólo desesperan aquellos que ven el fin mas allá de toda duda. (SA II, 2) Gandalf.

Es sabiduría reconocer la necesidad, cuando todos los otros cursos ya han sido considerados aunque pueda parecer locura a aquellos que se atan a falsas esperanzas. (SA II, 2) Gandalf.

Los débiles pueden intentar esta tarea con tantas esperanzas como los fuertes. Sin embargo, así son a menudo los trabajos que mueven las ruedas del mundo. Las manos pequeñas hacen esos trabajos porque es menester haceros, mientras los ojos de los grandes se vuelven a otra parte. (SA II, 2) Elrond.

Desleal es aquel que se despide cuando el camino se oscurece. (SA II, 3) Gimli.

No jure que caminara en las tinieblas quien no ha visto la caída de la noche. (SA II, 3) Elrond.

Un juramento puede dar fuerzas a un corazón desfalleciente. (SA II, 3) Gimli.

Cuando las cabezas no saben qué hacer hay que recurrir a los cuerpos. (SA II, 3) Boromir.

Que el labrador empuje el arado, pero elige una nutria para nadar, y para correr levemente sobre la hierba y las hojas, o sobre la nieve… un Elfo. (SA II, 3) Légolas.

El trabajo que nunca se empieza es el que más tarda en terminarse. (SA II, 7) Sam.

Ocurre a menudo que las viejas guardan en la memoria cosas que los sabios de otros tiempos necesitaban saber. (SA II, 8) Celeborn.

Donde la vista falla la tierra puede traernos algún rumor. (SA III, 2) Aragorn.

La solución se encuentra a menudo a la salida del sol. (SA III, 2) Légolas.

Cuando los grandes caen, los pequeños ocupan sus puestos. (SA III, 2) Aragorn.

Las ovejas terminan por parecerse a los pastores y los pastores a las ovejas. (SA III, 4) Bárbol.

Quien primero golpea, si golpea con bastante fuerza, quizá no tenga que golpear de nuevo. (SA III, 5) Gandalf.

Un arma traidora es siempre un peligro para la mano. (SA III, 5) Gandalf.

La esperanza no es la victoria. (SA III, 5) Gandalf.

En la duda, un hombre de bien ha de confiar en su propio juicio. (SA III, 6) Háma.

Las noticias que llegan de lejos rara vez son ciertas. (SA II, 6) Théoden.

Hay dos formas en las que un hombre puede traer malas nuevas. Puede ser un espíritu maligno, o bien uno de esos que prefiere la soledad y sólo vuelven para traer ayuda en tiempos de necesidad. (SA III, 6) Gandalf.

Un corazón leal puede tener una lengua insolente. (SA III, 6) Théoden.

Para ojos aviesos la verdad puede ocultarse detrás de una mueca. (SA III, 6) Gandalf.

Más de una vez, el huésped a quien nadie ha invitado resulta ser la mejor compañía. (SA II, 7) Éomer.

El amanecer es siempre una esperanza para el hombre. (SA III, 7) Aragorn.

Quien no es capaz de desprenderse de un tesoro en un momento de necesidad es como un esclavo encadenado. (SA III, 9) Aragorn.

El visitante que escapó por el techo lo pensará dos veces antes de volver a entrar por la puerta. (SA III, 10) Gandalf.

Los traidores siempre son desconfiados. (SA III, 10) Gandalf.

No puede ser al mismo tiempo tirano y consejero. (SA III, 10) Gandalf.

Cuando la conspiración está madura, el secreto ya no es posible. (SA III, 10) Gandalf.

A menudo el odio se vuelve contra sí mismo. (SA III, 10) Gandalf.

No te entrometas en asuntos de magos, que son gente astuta e irascible. (SA III, 11) Merry.

El peligro llega por la noche cuando menos se lo espera. (SA III, 11) Gandalf.

El daño del mal recae a menudo sobre el propio mal. (SA III, 11) Théoden.

Los artilugios creados por un arte superior al que nosotros poseemos son siempre peligrosos. (SA III, 11) Gandalf.

El que mordía fue mordido, el halcón dominado por el águila, la araña aprisionada en una tela de acero. (SA III, 11) Gandalf.

Una mano quemada es el mejor maestro. Luego cualquier advertencia sobre el fuego llega derecha al corazón. (SA III, 11) Gandalf.

Solo atravesando la noche se llega a la mañana. (SA IV, 2) J.R.R. Tolkien.

A menudo la noche trae las nuevas a los parientes cercanos. (SA IV, 5) Faramir.

Tarde o temprano el crimen siempre sale a la luz. (SA IV, 5) Faramir.

Los ojos parpadean si los pies tropiezan. (SA IV, 5) Faramir.

Al caer la noche las cosas parecen a veces más grandes de lo que son. (SA IV, 5) Anborn.

El alabar lo que es digno de alabanza no necesita recompensa. (SA IV, 5) Faramir.

Parece menos grave aconsejar a alguien que falte a una promesa que hacerlo uno mismo, sobre todo si se trata de un amigo atado involuntariamente por un juramento nefasto. (SA IV, 6) Faramir.

Donde hay vida hay esperanza y necesidad de vituallas. (SA IV, 7) Sam.

Los actos generosos no han de ser reprimidos por fríos consejos. (SA V, 1) Gandalf.

Es en la mesa donde los hombres pequeños realizan las mayores proezas. (SA V, 1) Beregond.

Un golpe apresurado suele no dar en el blanco. (SA V, 2) Aragorn.

Donde no falta voluntad siempre hay un camino. (SA V, 3) Dernhelm (Éowyn).

No siempre los consejos han de encontrarse en los artilugios de los magos o en la precipitación de los locos. (SA V, 4) Denethor.

Un traidor puede traicionarse a sí mismo y hacer involuntariamente un bien. (SA V, 4) Gandalf.

La necesidad no tolera tardanzas, pero más vale tarde que nunca. (SA V, 5) Éomer.

Cuando todo está perdido llega a menudo la esperanza. (SA V, 9) Légolas.

El valor de las grandes hazañas no merma nunca. (SA V, 9) Légolas.

Donde hay un látigo hay una voluntad. (SA VI, 2) Uruk Hai.

Aun aquellos que no tienen espada pueden morir bajo una espada. (SA VI, 5) Éowyn.

No siempre lo bueno es estar curado del cuerpo. (SA VI, 5) Éowyn.

A mucha gente le gusta saber de antemano qué se va a servir en la mesa; pero los que han trabajado en la preparación del festín prefieren mantener el secreto; pues la sorpresa hace más sonoras las palabras de elogio. (SA VI, 5) Gandalf.

No dejéis que vuestras cabezas se vuelvan más grandes que vuestros sombreros. (SA VI, 6) Bilbo.

Ciertas heridas nunca curan del todo. (SA VI, 7) Gandalf.

Es viento malo aquel que no trae bien a nadie. (SA VI, 9) Tío Gamyi.

Cuando las cosas están en peligro alguien tiene que renunciar a ellas, perderlas, para que otros las conserven. (SA VI, 9) Frodo.

Suele ocurrir que en tiempos de peligro los hombres oculten el tesoro más preciado. (SA VI, Ap.) Aragorn.

Las mejores frases de “Cuentos inconclusos” A través de la oscuridad es posible llegar a la luz. (CI 1, I) Gelmir.

No en todas las tierras es posible cazar sin riesgo, por abundantes que sean las bestias. Y los cazadores se demoran en los caminos. (CI 1, I) Túor.

Da con prodigalidad, pero da sólo lo tuyo. (CI 1, II) Sador.

Un hombre que huye de lo que teme a menudo comprueba que sólo ha tomado un atajo para salirle al encuentro. (CI 1, II) Sador.

El dolor es una piedra de afilar para un temple duro. (1, II)Sador.

La vida de los hombres es corta, y en ella suele haber múltiples infortunios, aun en tiempos de paz. (CI 1, II) Tomado de http://www.geocities.com/aragorn_y_gandalf/frases.html

Santa Teresa de Ávila

Obrar con decisión Digo que importa mucho, y el todo, una grande y muy determinada determinación de no parar hasta llegar, venga lo que viniere, suceda lo que sucediere, trabájese lo que se trabajare, murmure quien murmurare, siquiera llegue allá, siquiera se muera en el camino o no tenga corazón para los trabajos que hay en él, siquiera se hunda el mundo, como muchas veces parece cuando decimos: «hay peligros», «fulana por aquí se perdió», «el otro se engañó», «el otro, que rezaba mucho, cayó», «hacen daño a la virtud», «no es para mujeres, que les podrán venir ilusiones», «mejor será que hilen», «no han menester esas delicadeces»… (Camino de perfección, cap. 21, 2).

El demonio teme a las almas decididas El demonio ha gran miedo a ánimas determinadas, que tiene ya experiencia le hacen gran daño, y cuanto él ordena para dañarlas, viene en provecho de esas almas y él sale con pérdida. Y ya que no hemos nosotros de estar descuidados, porque nos habemos con gente traidora, y a los apercibidos no osa tanto acometer, porque es muy cobarde; mas si viese descuido, haría gran daño. Y si conoce a uno por mudable y que no está firme en el bien y con gran determinación de perseverar, no le dejará a sol ni a sombra. Miedos le pondrá e inconvenientes que nunca acabe. Yo lo sé esto muy bien por experiencia (…) y por eso hay que pelear con más ánimo. Ya se sabe que, venga lo que viniere, no ha de tornar atrás. Es como uno que está en una batalla, que sabe, si le vencen, no le perdonarán la vida, y que ya que no muere en la batalla ha de morir después; pelea con más determinación y quiere vender bien su vida -como dicen- y no teme tanto los golpes, porque lleva adelante lo que le importa la victoria y que le va la vida en vencer. (Camino de perfección, cap. 23, 4-5).

Aborrecer el pecado Tened esta cuenta y aviso -que importa mucho- que no os descuidéis hasta que os veáis con tan gran determinación de no ofender al Señor, que perderíais mil vidas antes que hacer un pecado mortal, y de los veniales estéis con mucho cuidado de no hacerlos; esto de advertencia, que de otra suerte, ¿quién estará sin hacer muchos? Mas hay una advertencia muy pensada; otra tan de presto, que casi haciéndose el pecado venial y advirtiendo, es todo uno, que no nos pudimos entender. Mas pecado muy de advertencia, por chico que sea, Dios nos libre de él. (Camino de perfección, cap. 41, 3).

Excusas …dejamos de ir al coro, un día porque nos dolió la cabeza, otro porque nos ha dolido, y otros tres porque no nos duela… (Camino de perfección, cap. 10, 7).

Dios exige una vida sacrificada Y está claro que, pues lo es que a los que Dios mucho quiere lleva por camino de trabajos, y mientras más los ama, mayores (…). Pues creer que admite a su amistad estrecha gente regalada y sin trabajos, es disparate. (Camino de perfección, cap. 18, 2).

Despues de comulgar Esto pasa ahora y es entera verdad, y no hay para qué le ir a buscar en otra parte mas lejos; sino que, pues sabemos que mientras no consume el calor natural los accidentes del pan, que está con nosotros el buen Jesús, que nos lleguemos a El. Pues, si cuando andaba en el mundo, de sólo tocar sus ropas sanaba los enfermos, ¿qué hay que dudar que hará milagros estando tan dentro de mí, si tenemos fe, y nos dará lo que le pidiéremos, pues está en nuestra casa? Y no suele Su Majestad pagar mal la posada, si le hacen buen hospedaje. (Camino de perfección, cap. 34, 8).

Una mala noche una mala posada ¿Qué será de la pobre alma que, acabada de salir de tales dolores y trabajos como son los de la muerte, cae luego en ellas? ¡Qué mal descanso le viene!; ¡qué despedazada irá al infierno!; ¡qué multitud de serpientes de diferentes maneras!; ¡qué temeroso lugar!; ¡qué desventurado hospedaje! Pues para una noche una mala posada se sufre mal, si es persona regalada (que son los que más deben de ir allá), pues posada de para siempre, para sin fin, ¿qué pensais sentirá aquella triste alma? Que no queramos regalos, hijas; bien estamos aquí; todo es una noche la mala posada. Alabemos a Dios. Esforcémonos a hacer penitencia en esta vida. Mas ¡qué dulce será la muerte de quien de todos sus pecados la tiene hecha y no ha de ir al purgatorio! ¡Cómo desde acá aun podrá ser comience a gozar de la gloria! No verá en sí temor sino toda paz. (Camino de perfección, cap. 40, 9).

Ayuda de los padres en la virtud de los hijos El tener padres virtuosos y temerosos de Dios me bastara, si yo no fuera tan ruin, con lo que el Señor me favorecía, para ser buena. Era mi padre aficionado a leer buenos libros y así los tenía de romance para que leyesen sus hijos. Esto, con el cuidado que mi madre tenía de hacernos rezar y ponernos en ser devotos de nuestra Señora y de algunos santos, comenzó a despertarme de edad, a mi parecer, de seis o siete años. Ayudábame no ver en mis padres favor sino para la virtud. Tenían muchas. Era mi padre hombre de mucha caridad con los pobres y piedad con los enfermos y aun con los criados; tanta, que jamás se pudo acabar con él tuviese esclavos, porque los había gran piedad, y estando una vez en casa una de un su hermano, la regalaba como a sus hijos. Decía que, de que no era libre, no lo podía sufrir de piedad. Era de gran verdad. Jamás nadie le vio jurar ni murmurar. Muy honesto en gran manera. Mi madre también tenía muchas virtudes y pasó la vida con grandes enfermedades. Grandísima honestidad. Con ser de harta hermosura, jamás se entendió que diese ocasión a que ella hacía caso de ella, porque con morir de treinta y tres años, ya su traje era como de persona de mucha edad. Muy apacible y de harto entendimiento. Fueron grandes los trabajos que pasaron el tiempo que vivió. Murió muy cristianamente. Eramos tres hermanas y nueve hermanos. Todos parecieron a sus padres, por la bondad de Dios, en ser virtuosos, si no fui yo, aunque era la más querida de mi padre. (Libro de la Vida, cap. 1).

Para siempre…

Pues mis hermanos ninguna cosa me desayudaban a servir a Dios. Tenía uno casi de mi edad, juntábamonos entrambos a leer vidas de Santos (…). Espantábanos mucho el decir que pena y gloria era para siempre, en lo que leíamos. Acaecíanos estar muchos ratos tratando de esto y gustábamos de decir muchas veces: ¡para siempre, siempre, siempre! En pronunciar esto mucho rato era el Señor servido me quedase en esta niñez imprimido el camino de la verdad. (Libro de la Vida, cap. 1, 4).

Lo que importa en la niñez tratar con personas virtuosas Paréceme que comenzó a hacerme mucho daño lo que ahora diré. Considero algunas veces cuán mal lo hacen los padres que no procuran que vean sus hijos siempre cosas de virtud de todas maneras; porque, con serlo tanto mi madre como he dicho, de lo bueno no tomé tanto en llegando a uso de razón, ni casi nada, y lo malo me dañó mucho. Era aficionada a libros de caballerías y no tan mal tomaba este pasatiempo como yo le tomé para mí (…). Yo comencé a quedarme en costumbre de leerlos; y aquella pequeña falta que en ella vi, me comenzó a enfriar los deseos y comenzar a faltar en lo demás; y parecíame no era malo, con gastar muchas horas del día y de la noche en tan vano ejercicio, aunque escondida de mi padre. Era tan en extremo lo que en esto me embebía que, si no tenía libro nuevo, no me parece tenía contento. Comencé a traer galas y a desear contentar en parecer bien, con mucho cuidado de manos y cabello y olores y todas las vanidades que en esto podía tener, que eran hartas, por ser muy curiosa. No tenía mala intención, porque no quisiera yo que nadie ofendiera a Dios por mí. Duróme mucha curiosidad de limpieza demasiada y cosas que me parecía a mí no eran ningún pecado, muchos años. Ahora veo cuán malo debía ser. Tenía primos hermanos algunos (…). Teníanme gran amor, y en todas las cosas que les daba contento los sustentaba plática y oía sucesos de sus aficiones y niñerías nonada buenas; y lo que peor fue, mostrarse el alma a lo que fue causa de todo su mal. Si yo hubiera de aconsejar, dijera a los padres que en esta edad tuviesen gran cuenta con las personas que tratan sus hijos, porque aquí está mucho mal, que se va nuestro natural antes a lo peor que a lo mejor. Así me acaeció a mí, que tenía una hermana de mucha más edad que yo, de cuya honestidad y bondad -que tenía mucha- de ésta no tomaba nada, y tomé todo el daño de una parienta que trataba mucho en casa. Era de tan livianos tratos, que mi madre la había mucho procurado desviar que tratase en casa; parece adivinaba el mal que por ella me había de venir, y era tanta la ocasión que había para entrar, que no había podido. A ésta que digo, me aficioné a tratar. Con ella era mi conversación y pláticas, porque me ayudaba a todas las cosas de pasatiempos que yo quería, y aun me ponía en ellas y daba parte de sus conversaciones y vanidades (…). Mi padre y hermana sentían mucho esta amistad. Reprendíanmela muchas veces. Como no podían quitar la ocasión de entrar ella en casa, no les aprovechaban sus diligencias, porque mi sagacidad para cualquier cosa mala era mucha. Espántame algunas veces el daño que hace una mala compañía, y si no hubiera pasado por ello, no lo pudiera creer. En especial en tiempo de mocedad debe ser mayor el mal que hace. Querría escarmentasen en mí los padres para mirar mucho en esto (…). Por aquí entiendo el gran provecho que hace la buena compañía, y tengo por cierto que, si tratara en aquella edad con personas virtuosas, que estuviera entera en la virtud. (Libro de la Vida, cap. 2, 1-5).

Sobre la buena compañía de personas santas Dormía una monja con las que estábamos seglares, que por medio suyo parece quiso el Señor comenzar a darme luz. Pues comenzando a gustar de la buena y santa conversación de esta monja, holgábame de oírla cuán bien hablaba de Dios, porque era muy discreta y santa. Esto, a mi parecer, en ningún tiempo dejé de holgarme de oírlo. Comenzóme a contar cómo ella había venido a ser monja por sólo leer lo que dice el evangelio: Muchos son los llamados y pocos los escogidos. Decíame el premio que daba el Señor a los que todo lo dejan por El. Comenzó esta buena compañía a desterrar las costumbres que había hecho la mala y a tornar a poner en mi pensamiento deseos de las cosas eternas y a quitar algo la gran enemistad que tenía con ser monja, que se me había puesto grandísima. (Libro de la Vida, cap. 3, 1).

Estaba en el camino un hermano de mi padre, muy avisado y de grandes virtudes (…). Quiso que me estuviese con él unos días. Su ejercicio era buenos libros de romance, y su hablar era -lo más ordinario- de Dios y de la vanidad del mundo. Hacíame le leyese y, aunque no era amiga de ellos, mostraba que sí. Porque en esto de dar contento a otros he tenido extremo, aunque a mí me hiciese pesar; tanto, que en otras fuera virtud y en mí ha sido gran falta, porque iba muchas veces muy sin discreción. ¡Oh, válgame Dios, por qué términos me andaba Su Majestad disponiendo para el estado en que se quiso servir de mí, que, sin quererlo yo, me forzó a que me hiciese fuerza! Sea bendito por siempre, amén. Aunque fueron los días que estuve pocos, con la fuerza que hacían en mi corazón las palabras de Dios, así leídas como oídas, y la buena compañía, vine a ir entendiendo la verdad de cuando niña, de que no era todo nada, y la vanidad del mundo, y cómo acababa en breve, y a temer, si me hubiera muerto, cómo me iba al infierno. (Libro de la Vida, cap. 3, 4-5).

Del sufrimiento al dejar la casa de sus padres Acuérdaseme, a todo mi parecer y con verdad, que cuando salí de casa de mi padre no creo será más el sentimiento cuando me muera. Porque me parece cada hueso se me apartaba por sí, que, como no había amor de Dios que quitase el amor del padre y parientes, era todo haciéndome una fuerza tan grande que, si el Señor no me ayudara, no bastaran mis consideraciones para ir adelante. Aquí me dio ánimo contra mí, de manera que lo puse por obra. En tomando el hábito, luego me dio el Señor a entender cómo favorece a los que se hacen fuerza para servirle, la cual nadie no entendía de mí, sino grandísima voluntad. A la hora me dio un tan gran contento de tener aquel estado, que nunca jamás me faltó hasta hoy, y mudó Dios la sequedad que tenía mi alma en grandísima ternura. Dábanme deleite todas las cosas de la religión, y es verdad que andaba algunas veces barriendo en horas que yo solía ocupar en mi regalo y gala, y acordándoseme que estaba libre de aquello, me daba un nuevo gozo, que yo me espantaba y no podía entender por dónde venía. (Libro de la Vida, cap. 4, 1-2).

Seguir las inspiraciones de Dios Esto tengo por experiencia, como he dicho, en muchas cosas harto graves. Y así jamás aconsejaría -si fuera persona que hubiera de dar parecer- que, cuando una buena inspiración acomete muchas veces, se deje, por miedo, de poner por obra; que si va desnudamente por solo Dios, no hay que temer sucederá mal, que poderoso es para todo. Sea bendito por siempre, amén. (Libro de la Vida, cap. 4, 2).

Usar un libro para la oración Ahora me parece que proveyó el Señor que yo no hallase quien me enseñase, porque fuera imposible, -me parece-, perseverar dieciocho años que pasé este trabajo, y en éstos grandes sequedades, por no poder, como digo, discurrir. En todos éstos, si no era acabando de comulgar, jamás osaba comenzar a tener oración sin un libro; que tanto temía mi alma estar sin él en oración, como si con mucha gente fuera a pelear. Con este remedio, que era como una compañía o escudo en que había de recibir los golpes de los muchos pensamientos, andaba consolada. Porque la sequedad no era lo ordinario, mas era siempre cuando me faltaba libro, que era luego desbaratada el alma, y los pensamientos perdidos; con esto los comenzaba a recoger y como por halago llevaba el alma. Y muchas veces, en abriendo el libro, no era menester más. Otras leía poco, otras mucho, conforme a la merced que el Señor me hacía. (Libro de la Vida, cap. 4 ,9).

Yo estuve más de catorce que nunca podía tener aun meditación sino junto con lectura. Habrá muchas personas de este arte, y otras que, aunque sea con la lectura, no puedan tener meditación, sino rezar vocalmente, y aquí se detienen más. Hay pensamientos tan ligeros que no pueden estar en una cosa, sino siempre desasosegados, y en tanto extremo que, si quieren detenerle a pensar en Dios, se les va a mil disparates y escrúpulos y dudas. (Camino de perfección, cap. 17, 3).

El fraile que le declara su perdición Pues comenzándome a confesar con este que digo, él se aficionó en extremo a mí (…). No fue la afición de éste mala; mas de demasiada afición venía a no ser buena. Tenía entendido de mí que no me determinaría a hacer cosa contra Dios que fuese grave por ninguna cosa, y él también me aseguraba lo mismo, y así era mucha la conversación. Mas mis tratos entonces, con el embebecimiento de Dios que traía, lo que más gusto me daba era tratar cosas de El; y como era tan niña, hacíale confusión ver esto, y con la gran voluntad que me tenía, comenzó a declararme su perdición. Y no era poca, porque había casi siete años que estaba en muy peligroso estado, con afición y trato con una mujer del mismo lugar, y con esto decía misa. Era cosa tan pública, que tenía perdida la honra y la fama, y nadie le osaba hablar contra esto. A mí hízoseme gran lástima, porque le quería mucho (…). Procuré saber e informarme más de personas de su casa. Supe más la perdición, y vi que el pobre no tenía tanta culpa; porque la desventurada de la mujer le tenía puestos hechizos en un idolillo de cobre que le había rogado le trajese por amor de ella al cuello, y éste nadie había sido poderoso de podérsele quitar. Yo no creo es verdad esto de hechizos determinadamente; mas diré esto que yo vi, para aviso de que se guarden los hombres de mujeres que este trato quieren tener (…). Pues como supe esto, comencé a mostrarle más amor. Mi intención buena era, la obra mala, pues por hacer bien, por grande que sea, no había de hacer un pequeño mal. Tratábale muy ordinario de Dios. Esto debía aprovecharle, aunque más creo le hizo al caso el quererme mucho; porque, por hacerme placer, me vino a dar el idolillo, el cual hice echar luego en un río. Quitado éste, comenzó -como quien despierta de un gran sueño- a irse acordando de todo lo que había hecho aquellos años; y espantándose de sí, doliéndose de su perdición, vino a comenzar a aborrecerla. Nuestra Señora le debía ayudar mucho, que era muy devoto de su Concepción, y en aquel día hacía gran fiesta. En fin, dejó del todo de verla y no se hartaba de dar gracias a Dios por haberle dado luz. A cabo de un año en punto desde el primer día que yo le vi, murió. Y había estado muy en servicio de Dios (…). Tengo por cierto está en carrera de salvación. Murió muy bien y muy quitado de aquella ocasión. Parece quiso el Señor que por estos medios se salvase. (Libro de la Vida, cap. 5, 4-6).

Abandono de la oración Pues así comencé, de pasatiempo en pasatiempo, de vanidad en vanidad, de ocasión en ocasión, a meterme tanto en muy grandes ocasiones y andar tan estragada mi alma en muchas vanidades (…). Y ayudóme a esto que, como crecieron los pecados, comenzóme a faltar el gusto y regalo en las cosas de virtud. Veía yo muy claro, Señor mío, que me faltaba esto a mí por faltaros yo a Vos. Este fue el más terrible engaño que el demonio me podía hacer debajo de parecer humildad, que comencé a temer de tener oración, de verme tan perdida; y parecíame era mejor andar como los muchos, pues en ser ruin era de los peores… (Libro de la Vida, cap. 7, 1).

El Señor le hace ver que no le convienen unas amistades Pues comenzando yo a tratar estas conversaciones (…), estando con una persona, bien al principio del conocerla, quiso el Señor darme a entender que no me convenían aquellas amistades, y avisarme y darme luz en tan gran ceguedad: representóseme Cristo delante con mucho rigor, dándome a entender lo que de aquello le pesaba. Vile con los ojos del alma más claramente que le pudiera ver con los del cuerpo, y quedóme tan imprimido, que ha esto más de veinte y seis años y me parece lo tengo presente. Yo quedé muy espantada y turbada, y no quería ver más a con quien estaba. Hízome mucho daño no saber yo que era posible ver nada si no era con los ojos del cuerpo, y el demonio que me ayudó a que lo creyese así y hacerme entender era imposible y que se me había antojado y que podía ser el demonio y otras cosas de esta suerte, puesto que siempre me quedaba un parecerme era Dios y que no era antojo. Mas, como no era a mi gusto, yo me hacía a mí misma desmentir; y yo como no lo osé tratar con nadie y tornó después a haber gran importunación asegurándome que no era mal ver persona semejante ni perdía honra, antes que la ganaba, torné a la misma conversación y aun en otros tiempos a otras, porque fue muchos años los que tomaba esta recreación pestilencial; que no me parecía a mí -como estaba en ello- tan malo como era, aunque a veces claro veía no era bueno; mas ninguna no me hizo el distraimiento que ésta que digo, porque la tuve mucha afición.

Estando otra vez con la misma persona, vimos venir hacia nosotros -y otras personas que estaban allí también lo vieron- una cosa a manera de sapo grande, con mucha más ligereza que ellos suelen andar. De la parte que él vino no puedo yo entender pudiese haber semejante sabandija en mitad del día ni nunca la habido, y la operación que hizo en mí me parece no era sin misterio. Y tampoco esto se me olvidó jamás. ¡Oh grandeza de Dios, y con cuánto cuidado y piedad me estábais avisando de todas maneras, y qué poco me aprovechó a mí! Tenía allí una monja que era mi parienta, antigua y gran sierva de Dios y de mucha religión. Esta también me avisaba algunas veces, y no sólo no la creía, mas disgustábame con ella y parecíame se escandalizaba sin tener por qué. He dicho esto para que se entienda mi maldad y la gran bondad de Dios y cuán merecido tenía el infierno por tan grande ingratitud; y también porque si el Señor ordenare y fuere servido en algún tiempo lea esto alguna monja, escarmienten en mí; y les pido yo por amor de nuestro Señor huyan de semejantes recreaciones. (Libro de la Vida, cap. 7).

La llamada de Dios y y la llamada de lo mundano Pasaba una vida trabajosísima (…). Por una parte me llamaba Dios; por otra yo seguía lo mundano. Dábame gran contento las cosas de Dios; teníanme atada las mundanas. Paréceme que quería concertar estos dos contrarios, tan enemigos uno de otro, como es vida espiritual y contentos y gustos y pasatiempos sensuales. (…). Pasé así muchos años, que ahora me espanto qué hizo que no dejase lo uno o lo otro. (…) ¡Oh, válgame Dios, si hubiera de decir las ocasiones que en estos años Dios me quitaba, y cómo me tornaba yo a meter en ellas (…). Pasé en este mar tempestuoso casi veinte años (…). Sé decir que es una de las vidas más penosas que me parece se puede imaginar: porque ni yo gozaba de Dios, ni traía contento con lo mundano. Cuando estaba en los contentos mundanos, en acordarme de lo que debía a Dios, era con pena; cuando estaba con Dios, las afecciones mundanas me desasosegaban. Ello es una guerra tan penosa, que no sé cómo un mes la pude sufrir, cuanto más tantos años. (Libro de la Vida, cap. 7-8).

Tener amistad con personas que también buscan la santidad Por eso, aconsejaría yo a los que tienen oración, en especial al principio, procuren amistad y trato con otras personas que traten de lo mismo. Es cosa importantísima (…). Pues es tan importantísimo esto para almas que no están fortalecidas en virtud -como tienen tantos contrarios, y amigos para incitar al mal- que no sé cómo lo encarecer. Paréceme que el demonio ha usado de este ardid como cosa que muy mucho le importa: que se escondan tanto de que se entienda que de veras quieren procurar amar y contentar a Dios, como ha incitado se descubran otras voluntades malhonestas, con ser tan usadas, que ya parece se toma por gala y se publican las ofensas que en este caso se hacen a Dios. (…) Porque andan ya las cosas del servicio de Dios tan flacas, que es menester hacerse espaldas unos a otros los que le sirven para ir adelante, según se tiene por bueno andar en las vanidades y contentos del mundo. Y para estos hay pocos ojos; y si uno comienza a darse a Dios, hay tantos que murmuren, que es menester buscar compañía para defenderse, hasta que ya estén fuertes en no les pesar de padecer; y si no, veránse en mucho aprieto (…). De mí sé decir que, si el Señor no me descubriera esta verdad y diera medios para que yo muy ordinario tratara con personas que tienen oración, que cayendo y levantando iba a dar de ojos en el infierno. Porque para caer había muchos amigos que me ayudasen; para levantarme hallábame tan sola, que ahora me espanto cómo no me estaba siempre caída, y alabo la misericordia de Dios, que era sólo el que me daba la mano. Sea bendito por siempre jamás, amén. (Libro de la Vida, cap. 7).

El gran bien de la oración Pues para lo que he tanto contado esto es (…) para que se entienda el gran bien que hace Dios a un alma que la dispone para tener oración con voluntad, aunque no esté tan dispuesta como es menester, y cómo si en ella persevera, por pecados y tentaciones y caídas de mil manera que ponga el demonio, en fin tengo por cierto la saca el Señor a puerto de salvación, como -a lo que ahora parece- me ha sacado a mí. Plega a Su Majestad no me torne yo a perder. De lo que yo tengo experiencia puedo decir, y es que por males que haga quien la ha comenzado, no la deje, pues es el medio por donde puede tornarse a remediar, y sin ella será muy más dificultoso. Y no le tiente el demonio por la manera que a mí, a dejarla (…). Y quien no la ha comenzado, por amor del Señor le ruego yo no carezca de tanto bien (…) Y si persevera, espero yo en la misericordia de Dios, que nadie le tomó por amigo que no se lo pagase; que no es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama. (Libro de la Vida, cap. 8, 4-5).

Aridez en la oración Y muy muchas veces, algunos años, tenía más cuenta con desear se acabase la hora que tenía por mí de estar en oración, y escuchar cuándo daba el reloj, que no en otras cosas buenas; y hartas veces no sé qué penitencia grave se me pusiera delante que no la acometiera de mejor gana que recogerme a tener oración. Y es cierto que era tan incomportable la fuerza que el demonio me hacía o mi ruin costumbre que no fuese a la oración, y la tristeza que me daba en entrando en el oratorio, que era menester ayudarme de todo mi ánimo (que dicen no le tengo pequeño y se ha visto me le dio Dios harto más que de mujer, sino que le he empleado mal) para forzarme, y en fin me ayudaba el Señor. Y después que me había hecho esta fuerza, me hallaba con más quietud y regalo que algunas veces que tenía deseo de rezar. (Libro de la Vida, cap. 8, 7).

Frutos de la oración Porque de estos gustos que el Señor da a los que perseveran en la oración se tratará mucho, no digo aquí nada. Sólo digo que para estas mercedes tan grandes que me ha hecho a mí, es la puerta la oración. Cerrada ésta, no sé cómo las hará; porque, aunque quiera entrar a regalarse con un alma y regalarla, no hay por dónde, que la quiere sola y limpia y con gana de recibirlos. Si le ponemos muchos tropiezos y no ponemos nada en quitarlos, ¿cómo ha de venir a nosotros? ¡Y queremos nos haga Dios grandes mercedes! Para que vean su misericordia y el gran bien que fue para mí no haber dejada la oración y lección, diré aquí -pues va tanto en entender- la batería que da el demonio a un alma para ganarla, y el artificio y misericordia con que el Señor procura tornarla a Sí, y se guarden de los peligros que yo no me guardé. (Libro de la Vida, cap. 8, 9).

Guardarse de las ocasiones Y sobre todo, por amor de nuestro Señor y por el grande amor con que anda granjeando tornarnos a Sí, pido yo se guarden de las ocasiones; porque, puestos en ellas, no hay que fiar donde tantos enemigos nos combaten y tantas flaquezas hay en nosotros para defendernos. (Libro de la Vida, cap. 8, 10).

Se conmueve ante un cuadro de la Pasión Pues ya andaba mi alma cansada y, aunque quería, no le dejaban descansar las ruines costumbres que tenía. Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allá a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme junto a Él con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle (…) Esta vez me parece me aprovechó más, porque estaba ya muy desconfiada de mí y ponía toda mi confianza en Dios. Paréceme le dije entonces que no me había de levantar de allí hasta que hiciese lo que le suplicaba. Creo cierto me aprovechó, porque fui mejorando mucho desde entonces. (Libro de la Vida, cap. 9, 1-3).

Oración representándose a Cristo Tenía este modo de oración: que, como no podía discurrir con el entendimiento, procuraba representar a Cristo dentro de mí, y hallábame mejor -a mi parecer- de las partes adonde le veía más solo. Parecíame a mí que, estando solo y afligido, como persona necesitada me había de admitir a mí. De estas simplicidades tenía muchas. En especial me hallaba muy bien en la oración del Huerto. Allí era mi acompañarle. Pensaba en aquel sudor y aflicción que allí había tenido, si podía. Deseaba limpiarle aquel tan penoso sudor. Mas acuérdome que jamás osaba determinarme a hacerlo, como se me representaban mis pecados tan graves. Estábame allí lo más que me dejaban mis pensamientos con El, porque eran muchos los que me atormentaban. Muchos años, las más noches antes que me durmiese, cuando para dormir me encomendaba a Dios, siempre pensaba un poco en este paso de la oración del Huerto, aun desde que no era monja, porque me dijeron se ganaban muchos perdones. Y tengo para mí que por aquí ganó muy mucho mi alma, porque comencé a tener oración sin saber qué era, y ya la costumbre tan ordinaria me hacía no dejar esto, como el no dejar de santiguarme para dormir. (Libro de la Vida, cap. 9, 4).

Oración ante las maravillas de la naturaleza Aprovechábame a mí también ver campo o agua, flores. En estas cosas hallaba yo memoria del Criador, digo que me despertaban y recogían y servían de libro; y en mi ingratitud y pecados. En cosas del cielo ni en cosas subidas, era mi entendimiento tan grosero que jamás por jamás las pude imaginar, hasta que por otro modo el Señor me las representó. (Libro de la Vida, cap. 9, 5).

Lee “Las Confesiones” de San Agustín En este tiempo me dieron las Confesiones de San Agustín, que parece el Señor lo ordenó, porque yo no las procuré ni nunca las había visto. Yo soy muy aficionada a San Agustín, porque el monasterio adonde estuve seglar era de su Orden y también por haber sido pecador, que en los santos que después de serlo el Señor tornó a Sí hallaba yo mucho consuelo, pareciéndome en ellos había de hallar ayuda y que como los había el Señor perdonado, podía hacer a mí; salvo que una cosa me desconsolaba, como he dicho, que a ellos sola una vez los había el Señor llamado y no tornaban a caer, y a mí eran ya tantas, que esto me fatigaba. Mas considerando en el amor que me tenía, tornaba a animarme, que de su misericordia jamás desconfié. De mí muchas veces. (Libro de la Vida, cap. 9, 7).

Comprender que gozamos del favor de Dios Pues ¿cómo aprovechará y gastará con largueza el que no entiende que está rico? Es imposible conforme a nuestra naturaleza -a mi parecer- tener ánimo para cosas grandes quien no entiende está favorecido de Dios. (Libro de la Vida, cap. 10, 6).

Dios le concedió gran experiencia en la oración, pero ella se sentía un muladar En solos veinte y siete años que ha que tengo oración, me ha dado Su Majestad la experiencia -con andar en tantos tropiezos y tan mal este camino- que a otros en cuarenta y siete y en treinta y siete, que con penitencia y siempre virtud han caminado por él. Sea bendito por todo y sírvase de mí, por quien Su Majestad es, que bien sabe mi Señor que no pretendo otra cosa en esto, sino que sea alabado y engrandecido un poquito de ver que en un muladar tan sucio y de mal olor hiciese huerto de tan suaves flores. Plega a Su Majestad que por mi culpa no las torne yo a arrancar y se torne a ser lo que era. Esto pido yo por amor del Señor le pida vuestra merced, pues sabe la que soy con más claridad que aquí me lo ha dejado decir. (Libro de la Vida, cap. 10, 9).

Nadie va solo al Cielo …son muchas las cosas que el demonio pone delante a los principios para que no comiencen este camino de hecho, como quien sabe el daño que de aquí le viene, no sólo en perder aquel alma sino muchas. Si el que comienza se esfuerza con el fervor de Dios a llegar a la cumbre de la perfección, creo jamás va solo al cielo; siempre lleva mucha gente tras sí. Como a buen capitán, le da Dios quien vaya en su compañía. (Libro de la Vida, cap. 11, 4).

Los comienzos en la oración Ha de hacerse cuenta el que comienza la oración, que comienza a hacer un huerto en tierra muy infructuosa que lleva muy malas hierbas, para que se deleite el Señor. Su Majestad arranca las malas hierbas y ha de plantar las buenas. Pues hagamos cuenta que está ya hecho esto cuando se determina a tener oración un alma y lo ha comenzado a usar. Y con ayuda de Dios hemos de procurar, como buenos hortelanos, que crezcan estas plantas y tener cuidado de regarlas para que no se pierdan, sino que vengan a echar flores que den de sí gran olor para dar recreación a este Señor nuestro, y así se venga a deleitar muchas veces a esta huerta y a holgarse entre estas virtudes. (Libro de la Vida, cap. 11, 6).

Cuatro maneras de hacer oración Paréceme a mí que se puede regar de cuatro maneras: o con sacar el agua de un pozo, que es a nuestro gran trabajo; o con noria y arcaduces, que se saca con un torno; yo lo he sacado algunas veces: es a menos trabajo que estotro y sácase más agua; o de un río o arroyo: esto se riega muy mejor, que queda más harta la tierra de agua y no se ha menester regar tan a menudo y es a menos trabajo mucho del hortelano; o con llover mucho, que lo riega el Señor sin trabajo ninguno nuestro, y es muy sin comparación mejor que todo lo que queda dicho.

Ahora, pues, aplicadas estas cuatro maneras de agua de que se ha de sustentar este huerto -porque sin ella el huerto se pierde-, es lo que a mí me ha parecido que se podrá declarar algo de cuatro grados de oración, en que el Señor, por su bondad, ha puesto algunas veces mi alma. Plega a su bondad atine a decirlo de manera que aproveche a una de las personas que esto me mandaron escribir, que la ha traído el Señor en cuatro meses harto más adelante que yo estaba en diecisiete años. Hase dispuesto mejor, y así sin trabajo suyo riega este vergel con todas estas cuatro aguas, aunque la postrera aún no se le da sino a gotas. (Libro de la Vida, cap. 11, 7-8).

De los que comienzan a tener oración De los que comienzan a tener oración podemos decir son los que sacan el agua del pozo, que es muy a su trabajo, como tengo dicho, que han de cansarse en recoger los sentidos, que, como están acostumbrados a andar derramados, es harto trabajo. (…) Pues ¿qué hará aquí el que ve que en muchos días no hay sino sequedad y disgusto y dessabor y tan mala gana para venir a sacar el agua, que si no se le acordase que hace placer y servicio al Señor de la huerta y mirase a no perder todo lo servido y aun lo que espera ganar del gran trabajo que es echar muchas veces el caldero en el pozo y sacarle sin agua, lo dejaría todo? (…) Pues, como digo, ¿qué hará aquí el hortelano? Alegrarse y consolarse y tener por grandísima merced de trabajar en huerto de tan gran Emperador. Y pues sabe le contenta en aquello y su intento no ha de ser contentarse a sí sino a El, alábele mucho, que hace de él confianza, pues ve que sin pagarle nada tiene tan gran cuidado de lo que le encomendó. Y ayúdele a llevar la cruz (…) y tiempo vendrá que se lo pague por junto. No haya miedo que se pierda el trabajo. A buen amo sirve. Mirándole está. No haga caso de malos pensamientos. Mire que también los representaba el demonio a San Jerónimo en el desierto. (Libro de la Vida, cap. 11, 9-10).

Paciencia ante la falta de salud psíquica Porque muy muchas veces (yo tengo grandísima experiencia de ello, y sé que es verdad, porque lo he mirado con cuidado y tratado después a personas espirituales) que viene de indisposición corporal, que somos tan miserables que participa esta encarceladita de esta pobre alma de las miserias del cuerpo. Y las mudanzas de los tiempos y las vueltas de los humores muchas veces hacen que sin culpa suya no pueda hacer lo que quiere, sino que padezca de todas maneras. Y mientras más la quieren forzar en estos tiempos, es peor y dura más el mal; sino que haya discreción para ver cuándo es de esto, y no la ahoguen a la pobre. Entiendan son enfermos. Múdese la hora de la oración, y hartas veces será algunos días. Pasen como pudieren este destierro, que harta malaventura es de un alma que ama a Dios ver que vive en esta miseria y que no puede lo que quiere, por tener tan mal huésped como este cuerpo. (…) Sirva entonces al cuerpo por amor de Dios, porque otras veces muchas sirva él al alma, y tome algunos pasatiempos santos de conversaciones que lo sean, o irse al campo, como aconsejare el confesor. Y en todo es gran cosa la experiencia, que da a entender lo que nos conviene. Y en todo se sirve Dios. Suave es su yugo, y es gran negocio no traer el alma arrastrada, como dicen, sino llevarla con suavidad para su mayor aprovechamiento. Así que torno a avisar -y aunque lo diga muchas veces no va nada- que importa mucho que de sequedades ni de inquietud y distraimiento en los pensamientos nadie se apriete ni aflija. Si quiere ganar libertad de espíritu y no andar siempre atribulado, comience a no se espantar de la cruz, y verá cómo se la ayuda también a llevar el Señor y con el contento que anda y el provecho que saca de todo. Porque ya se ve que, si el pozo no mana, que nosotros no podemos poner el agua. Verdad es que no hemos de estar descuidados para que, cuando la haya, sacarla; porque entonces ya quiere Dios por este medio multiplicar las virtudes. (Libro de la Vida, cap. 11, 15-17).

No apocar los deseos Tener gran confianza, porque conviene mucho no apocar los deseos, sino creer de Dios que, si nos esforzamos, poco a poco, aunque no sea luego, podremos llegar a lo que muchos santos con su favor; que si ellos nunca se determinaran a desearlo y poco a poco a ponerlo por obra, no subieran a tan alto estado. Quiere Su Majestad y es amigo de ánimas animosas, como vayan con humildad y ninguna confianza de sí. Y no he visto a ninguna de éstas que quede baja en este camino; ni ninguna alma cobarde, con amparo de humildad, que en muchos años ande lo que estotros en muy pocos. Espántame lo mucho que hace en este camino animarse a grandes cosas; aunque luego no tenga fuerzas el alma, da un vuelo y llega a mucho, aunque -como avecita que tiene pelo malo- cansa y queda. (Libro de la Vida, cap. 13, 2-3).

Entender bien lo que es la humildad Mas es menester entendamos cómo ha de ser esta humildad, porque creo el demonio hace mucho daño para no ir muy adelante gente que tiene oración, con hacerlos entender mal de la humildad, haciendo que nos parezca soberbia tener grandes deseos y querer imitar a los santos y desear ser mártires. Luego nos dice o hace entender que las cosas de los santos son para admirar, mas no para hacerlas los que somos pecadores. (Libro de la Vida, cap. 13, 4).

Dificultades para aprender a hacer oración cuando no se tiene maestro Quiérome declarar más, porque estas cosas de oración todas son dificultosas y, si no se halla maestro, muy malas de entender; y esto hace que, aunque quisiera abreviar y bastaba para el entendimiento bueno de quien me mandó escribir estas cosas de oración sólo tocarlas, mi torpeza no da lugar a decir y dar a entender en pocas palabras cosa que tanto importa declararla bien; que como yo pasé tanto, he lástima a los que comienzan con solos libros, que es cosa extraña cuán diferentemente se entiende de lo que después de experimentado se ve. (Libro de la Vida, cap. 13, 12).

Orar con la Pasión del Señor Pues tornando a lo que decía, ponémonos a pensar un paso de la Pasión, digamos el de cuando estaba el Señor a la columna: anda el entendimiento buscando las causas que allí da a entender, los dolores grandes y pena que Su Majestad tendría en aquella soledad y otras muchas cosas que, si el entendimiento es obrador, podrá sacar de aquí. (…) Hay muchas almas que aprovechan más en otras meditaciones que en la de la sagrada Pasión; que así como hay muchas moradas en el cielo, hay muchos caminos. Algunas personas aprovechan considerándose en el infierno, y otras en el cielo y se afligen en pensar en el infierno, otras en la muerte. Algunas, si son tiernas de corazón, se fatigan mucho de pensar siempre en la Pasión, y se regalan y aprovechan en mirar el poder y grandeza de Dios en las criaturas y el amor que nos tuvo, que en todas las cosas se representa, y es admirable manera de proceder, no dejando muchas veces la Pasión y vida de Cristo, que es de donde nos ha venido y viene todo el bien.

(…) Pues tornando a lo que decía de pensar a Cristo a la columna, es bueno discurrir un rato y pensar las penas que allí tuvo y por qué las tuvo y quién es el que las tuvo y el amor con que las pasó. Mas que no se canse siempre en andar a buscar esto, sino que se esté allí con El, acallado el entendimiento. Si pudiere, ocuparle en que mire que le mira, y le acompañe y hable y pida y se humille y regale con El, y acuerde que no merecía estar allí. Cuando pudiere hacer esto, aunque sea al principio de comenzar oración, hallará grande provecho, y hace muchos provechos esta manera de oración; al menos hallóle mi alma. (Libro de la Vida, cap. 13, 13 y 22).

No devociones bobas sin doctrina …es gran cosa letras, porque éstas nos enseñan a los que poco sabemos y nos dan luz y, llegados a verdades de la Sagrada Escritura, hacemos lo que debemos: de devociones a bobas nos libre Dios. (Libro de la Vida, cap. 13, 16).

No ir solo en el camino de la vida espiritual Porque he yo pasado mucho y perdido harto tiempo por no saber qué hacer y he gran lástima a almas que se ven solas cuando llegan aquí; porque aunque he leído muchos libros espirituales, aunque tocan en lo que hace al caso, decláranse muy poco, y si no es alma muy ejercitada, aun declarándose mucho, tendrá harto que hacer en entenderse. (Libro de la Vida, cap. 14, 7).

Hacer rendir los propios talentos Esme gran lástima, porque conozco muchas almas que llegan aquí, y (…) querríalas mucho avisar que miren no escondan el talento, pues quiere Dios escogerlas para provecho de otras muchas, en especial en estos tiempos que son menester amigos fuertes de Dios para sustentar los flacos. Y los que esta merced conocieren en sí, ténganse por tales, si saben responder con las leyes que aun la buena amistad del mundo pide; y si no -como he dicho-, teman y hayan miedo no se hagan a sí mal y ¡plega a Dios sea a sí solos! (Libro de la Vida, cap. 15, 5).

Tener los ojos en la eternidad …los ojos en el verdadero y perpetuo reino que pretendemos ganar. Es muy gran cosa traer esto siempre delante, en especial en los principios; que después tanto se ve claro, que antes es menester olvidarlo para vivir, que procurarlo: traer a la memoria lo poco que dura todo y cómo no es todo nada y en lo nonada que se ha de estimar el descanso. (Libro de la Vida, cap. 15, 11).

Humildad ante los posibles retrocesos Que, como ya he dicho y no querría esto se olvidase, en esta vida que vivimos no crece el alma como el cuerpo, aunque decimos que sí, y de verdad crece. Mas un niño, después que crece y echa gran cuerpo y ya le tiene de hombre, no torna a descrecer y a tener pequeño cuerpo; acá quiere el Señor que sí, a lo que yo he visto por mí, que no lo sé por más. Debe ser por humillarnos para nuestro gran bien y para que no nos descuidemos mientras estuviéremos en este destierro, pues el que más alto estuviere, más se ha de temer y fiar menos de sí. (Libro de la Vida, cap. 15, 13).

Levantarse enseguida después de los errores …que, aunque tornen a caer, queda una señal de que estuvo allí el Señor, que es levantarse presto. (Libro de la Vida, cap. 15, 14).

Sobre la imaginación …y la imaginación, como se ve sola, es para alabar a Dios la guerra que da y cómo procura desasosegarlo todo. A mí cansada me tiene y aborrecida la tengo, y muchas veces suplico al Señor, si tanto me ha de estorbar, me la quite en estos tiempos. Alguna veces le digo: «¿Cuándo, mi Dios, ha de estar ya toda junta mi alma en vuestra alabanza y no hecha pedazos, sin poder valerse a sí?» (…) da tal guerra la memoria e imaginación que al alma no la dejan valer; y como faltan las otras potencias, no valen, aun para hacer mal, nada. Harto hacen en desasosegar. Digo «para hacer mal», porque no tienen fuerza ni paran en un ser. Como el entendimiento no la ayuda poco ni mucho a lo que le representa, no para en nada, sino de uno en otro, que no parece sino de estas maripositas de las noches, importunas y desasosegadas: así anda de un cabo a otro. En extremo me parece le viene al propio esta comparación, porque aunque no tiene fuerza para hacer ningún mal, importuna a los que la ven. Para esto no sé qué remedio haya, que hasta ahora no me le ha dado Dios a entender; que de buena gana le tomaría para mí, que me atormenta, como digo, muchas veces. Represéntase aquí nuestra miseria, y muy claro el gran poder de Dios; pues ésta, que queda suelta, tanto nos daña y nos cansa… (…) El postrer remedio que he hallado, a cabo de haberme fatigado hartos años, es lo que dije (…) que no se haga caso de ella más que de un loco, sino dejarla con su tema, que sólo Dios se la puede quitar; y, en fin, aquí por esclava queda. Hémoslo de sufrir con paciencia, como hizo Jacob a Lía, porque harta merced nos hace el Señor que gocemos de Raquel. (Libro de la Vida, cap. 17, 5-7).

Sobre la obediencia ¡Oh virtud de obedecer, que todo lo puedes!: aclaró Dios mi entendimiento, unas veces con palabras y otras poniéndome delante cómo lo había de decir, que, como hizo en la oración pasada, Su Majestad parece quiere decir lo que yo no puedo ni sé. (Libro de la Vida, cap. 18, 7).

De la responsabilidad del gobierno de almas Quiero decir algunas cosas que el Señor ha sido servido en este caso que vea de algunas almas. Diré pocas, por abreviar y por no ser necesario, digo, para ningún aprovechamiento. Dijéronme era muerto un nuestro Provincial que había sido (y cuando murió, lo era de otra Provincia), a quien yo había tratado y debido algunas buenas obras. Era persona de muchas virtudes. Como lo supe que era muerto, diome mucha turbación, porque temí su salvación, que había sido veinte años prelado, cosa que yo temo mucho, cierto, por parecerme cosa de mucho peligro tener cargo de almas, y con mucha fatiga me fui a un oratorio. Dile todo el bien que había hecho en mi vida, que sería bien poco, y así lo dije al Señor que supliesen los méritos suyos lo que había menester aquel alma para salir de purgatorio. (Libro de la Vida, cap. 38, 26).

El Señor le dice “Ahora, Teresa, ten fuerte” Estando en esta aflicción, y mis compañeras la tenían mucha (…), sin estar en oración, me dice nuestro Señor estas palabras: “Ahora, Teresa, ten fuerte”. Con esto procuré con más ánimo… (Libro de las Fundaciones, cap. 31, 36).