Entrevista a Joaquín Navarro-Valls, “El Papa no es un anciano”, El Mundo, 27.III.1999

Entrevista realizada por Ana Romero.

EL DOMINGO, AL VOLVER DEL VIAJE A POLONIA, SE FUE A LA PLAYA. DEPORTISTA, CULTO, AMENO, EL PSIQUIATRA Y PERIODISTA JOAQUIN NAVARRO-VALLS ES DESDE HACE 16 AÑOS PORTAVOZ DEL PAPA. MURCIANO DE NACIMIENTO, DICE QUE EN ESPAÑA LOS CATOLICOS SE COMPORTAN COMO SI FUERAN MIEMBROS DE «UN CLUB DE GOLF».

CIUDAD DEL VATICANO.- ¿Puede un hombre así hablar de amor? El doctor Navarro lo hace. Con tanta ternura, que una se olvida de que lleva 40 de sus 62 años siendo miembro del Opus Dei, una de las organizaciones más conservadoras del catolicismo. «El amor humano es la unión de un yo y de un tú en un nosotros en el que el yo reconoce al tú en cuanto a tú. Yo no quiero poseer esa persona, no quiero deglutirla, quiero que siga siendo tú, por eso me he enamorado», señala Joaquín Navarro-Valls, cuyo así incluye ser portavoz del Papa Juan Pablo II desde 1984 y supernumerario de la Obra de Dios desde 1959. «Muchos matrimonios están saltando por el aire porque se quiere hacer del tú una prolongación del yo».

De los males de este mundo, sobre todo del occidental, habla largo y tendido en esta tarde de verano en la Ciudad del Vaticano. El ager Vaticanus, creado hace 70 años en la orilla derecha del Tíber, está invadido ya por hordas de turistas que quieren ver la recién restaurada Capilla Sixtina. Charla también el doctor, con la misma delicadeza que al referirse al amor humano, de esos recuerdos preciosos junto al polaco Karol Wojtyla, el Papa más longevo del siglo XX, con 21 años al frente de la Iglesia Católica.

«Entrar en la habitación del hospital un cuarto de hora después de la intervención que tuvo en el abdomen, en 1991, cuando se pensaba que era un cáncer. Verlo todavía entubado, y aquel hombre, en su cama, diciendo, “pase, pase”, olvidándose de su dolor físico. Son imágenes imborrables», afirma Navarro-Valls, quien combina el dottore italiano, como todos los licenciados en este país, con el doctor español, derivado de su condición de médico psiquiatra, la profesión que ejerció durante 14 años en España antes de emigrar a Italia. «Yo le digo una cosa, haber estado a un metro del Papa, a medio metro, cuando él está rezando, sea en su capilla privada o andando por la montaña, es una cosa que no se olvida».

-¿Por qué? -Porque se ve una profundidad tal en esa oración que te da vértigo, como cuando te asomas a un precipicio. Te tienes que agarrar, porque te das cuenta de lo que es la densidad del creer, la fe. La fe que se corta, la fe que tiene sustancia.

Es curioso el doctor Navarro. Elegante, bien parecido, su pelo plateado, su piel bronceada, su atractiva sonrisa y, sobre todo, sus ojos, negros como aceitunas, lo acercan más al prototipo de actor de cine condenado a hacer siempre de galán, que al suyo verdadero: ser uno de los más influyentes jerarcas vaticanos. En los años 50, cuando estudiaba en la Universidad de Granada, hizo teatro. En los 70 vino a Italia en un sabático que le acabó convirtiendo en corresponsal del diario ABC para el Mediterráneo oriental; en presidente de la Asociación de Corresponsales en Roma y, finalmente, en director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, la Sala Stampa, donde estamos hoy, justo al lado de la Plaza de San Pedro. Aquí ha transformado una rústica oficina de prensa en un moderno gabinete acorde con el Papa más mediático de todos los tiempos. Eltándem Navarro-Wojtyla se ha metido en el bolsillo a la televisión.

Al doctor Navarro aún le queda un gusto por el cine que declara frustrado, pues apenas ve «una película al año, y por eso tiene que ser muy buena». Tiene una memoria detallista que le permite recordar en alto el entrañable pasaje de uno de sus filmes favoritos. Se trata de Tierras de penumbra, basada en la vida del escritor británico C.S. Lewis y protagonizada en la pantalla por Anthony Hopkins y Debra Winger.

«Es aquella escena en la que aquel hombre mayor, solterón, se casa con aquella mujer. Ella está en la cama, y él está que no sabe qué hacer en aquella noche de bodas. Le dice ella: “¿Pues tú qué hacías antes?”. Le contesta él: “Pues yo llegaba a mi cuarto, me quitaba la chaqueta, luego la corbata, luego la camisa, los pantalones”. Y le dice ella: “Pues hazlo todo como antes y al final te encontrarás conmigo”», señala Navarro-Valls, impecable con su traje gris marengo, su pulcra camisa blanca y su pañuelo triangular asomando por el bolsillo dela chaqueta. «¡Es estupenda, esa secuencia! En su libro Sorprendido por la alegría [autobiografía que sirve de guión a la citada película], C.S. Lewis, que murió sin ser católico, por eso se lo cito, habla de este tema: es una pena haber reducido mi fe cristiana a una costumbre, algo que me acompaña pero que en el fondo no tiene que ver con mi intimidad, no me incomoda».

Cualquier ejemplo es bueno para Navarro-Valls a la hora de arremeter contra la secularización de la vida en este final de milenio, un fenómeno pernicioso, desde su punto de vista, y por el que el «hombre acabará dejándose la piel en los árboles»: «Tiene esta sociedad, y cuando digo esta sociedad no me refiero a Madrid, Barcelona o Cuenca, tampoco a todo el mundo, sino a esa parte pequeña, pero muy presuntuosa, que llamamos Occidente, un problema. Usted va a Africa y en su miseria, usted ve que eso existe: la alegría en las cosas elementales, porque la naturaleza se respeta. La naturaleza tiene una voz, y hay que escucharla. El problema es quenos hemos distanciado de nosotros mismos».

«En Occidente se vive como si Dios no existiera, como si Dios fuera una entidad ociosa que está ahí pero que no complica la vida. Es terrible. Esa apatía del ánimo, esa indiferencia ante la verdad», añade con muchísima pasión. «La cultura contemporánea está tratando de convencer al ser humano de que no es capaz de heroísmo, sólo de comodidad».

Un ejemplo: cree Navarro-Valls que el «falso feminismo» se acaba cuando «se consigue meter a una mujer en la cabina de un F-18». O, un segundo paso, «y aquí ya estamos en el límite de lo que es la naturaleza, es tratar que la sexualidad de la mujer sea tan igual al hombre que sea igual de irresponsable que el hombre. Es decir, que del uso de la sexualidad no se exija la maternidad».

-Afirmaciones así hacen que se diga que este Papa es muy intransigente, y que ello es debido a que se rodea de gente del Opus, como usted mismo.

-Cuando oigo hablar sobre si es un Papa de derechas o de izquierdas, la pregunta que me hago siempre es,¿quién ha definido el centro? Todo el debate de si este Papa es de izquierdas o de derechas se reduce a dos o tres temas pequeños, como son el de la anticoncepción, la indisolubilidad del matrimonio y el derecho a la vida.

-Serán pequeños para usted, pero a la gente le importan muchísimo.

-Lo comprendo, pero eso lo único que hace no es poner en estudio al Papa, sino poner en estudio el tema de la moral, de la ética, en este momento, de la Humanidad. La idea que le quisiera transmitir, y es un asunto muy largo para sintetizarlo en una entrevista, es que la misma nota de diapasón que se ve en este Papa cuando se dice que es muy avanzado en doctrina social es la misma que suena en temas de ética individual.

-Insisto, eso no se percibe así, sino todo lo contrario. Juan Pablo II está considerado socialmente progresista y muy tradicional en cuanto a costumbres.

-En mi opinión, ése es un juicio esquizofrénico. Es muy fácil ver hoy la doctrina social de la Iglesia tal como la explica el Papa, que se rebela frente a cualquier imposición totalitaria de carácter social. Es obvia. A nuestra cultura le resulta más difícil aceptar que la primera tendencia totalitaria frente a la cual el ser humano tiene que ser defendido es él mismo. En nuestra cultura, eso que llamamos modernidad, se entienden los totalitarismos externos, pero no ese que viene del capricho. Para defenderse de ese capricho está la moral cristiana.

-Llámelo como quiera, pero algo está pasando cuando en España, aunque mayoritariamente católica, sólo el 30% vive según las reglas de la Iglesia.

-El diagnóstico está bien hecho, pero la terapéutica, aunque existe, sería larga. Tendríamos que tener más curiosidad por el cristianismo. Se habla con las categorías de quien pertenece a un club de golf o de pesca. Se ha perdido la curiosidad por eso en lo que se dice creer. Tiene usted razón, en España se nota mucho. Incluso cuando lo hablo con personajes del norte de Europa, de Alemania, de Dinamarca, de Holanda, se nota.

Es por este lamentable estado de la moral contemporánea por la que el Papa tiene ese «sentido de misión» que le hace seguir adelante a pesar de sus 79 años y sus numerosos achaques, como la enfermedad de Parkinson que padece. Transmitir «la inevitabilidad del tema de Dios, que es inevitable», base de este Papado, le ha hecho realizar 88 viajes por todo el mundo, el último y el más largo a Polonia, donde ha estado 13 días, hasta el domingo pasado: «Su obstinado viaje continuo por el mundo no es para flagelarlo, sino para decirle: “Podéis ser mejor de lo que os dicen que sois”».

-Los hay que se preguntan si el Papa no está yendo demasiado lejos en su cruzada. En este último viaje, ha sufrido una caída en el cuarto de baño y un resfriado que le ha obligado a guardar cama.

-Déjeme que le conteste desde otro punto de vista. Se me pregunta mucho sobre la salud del Papa. Sabe usted que la medicina no se pone de acuerdo sobre qué es salud, pero un criterio más o menos oficial es que una persona tiene salud cuando puede realizar su trabajo. Todos tenemos en la cabeza la imagen de aquel hombre vigoroso de 58 años que, sorprendiendo al mundo, era elegido Papa y tres días después se iba a esquiar. Eso ya no existe.

-Hoy, por ejemplo, usted ha almorzado con él. ¿Está en plenas facultades? -¿Cuándo empieza una persona a ser un anciano o una anciana? No tiene nada que ver con la edad. Una persona es anciana cuando empieza a vivir más de recuerdos que de proyectos. En el Papa esto no se da. Ahora no está proyectando para el 2000, sino para el 2002. Luego, él dice, si Dios me lo permite, bien, si no, me da igual. El Papa no es un anciano porque vive pensando en el futuro.

De repente, hablando de la importancia de la «recuperación del sentido del pecado», núcleo del Jubileo que comienza esta Nochebuena, el doctor Navarro pide permiso para eso, para pecar. Aunque parezca mentira, este hombre tiene, ¡menos mal!, un defecto. Bueno, un pequeño vicio. Fuma. Son cigarritos muy, muy finos y los combina, para colmo, con un café italiano bien negro.

-Para usted es muyfácil hablar de estricta moral cristiana, siendo como es miembro del Opus Dei desde los 22 años. ¿Por qué se hizo de la Obra? -Hay un verso de Machado que dice «Nadie elige su propio amor». Cuando un ser humano se enamora, no juega, sino que se enamora en profundidad, con ese amor que implica toda la persona, tiene la sensación de que no podía ser de otra forma, de que no ha elegido ese don tan grande. Una situación análoga se da en la vocación religiosa. En lenguaje poético, se dice que estaba escrito en los astros, en los libros.

-Explíqueme cuál es la diferencia entre un católico del Opus Dei y un católico que no lo es.

-Es lo mismo, pero el miembro del Opus Dei ha descubierto un sentido trascendente en todo lo que humanamente hace. Trascendente quiere decir que va más allá de sí mismo, que tiene que ver con Dios. En el trabajo, en todo lo que hace. Si es casado, también incluirá la vida familiar. Si es soltero, como es mi caso, en lo que es mi trabajo, mi descanso, mis aficiones.

-No sé yo de vocación religiosa, pero tiene usted un extraordinario don de comunicación, doctor Navarro.

-[Se ríe, como tantas veces esta tarde]. Estoy tratando de ser sincero, simplemente. ¿Para qué te vas a cubrir? ¿De qué? ¿Para qué voy a hacer un esfuerzo de aparentar ser mejor de lo que soy? ¿A quién engaño yo con ese juego? A mí mismo. Algo de todo eso hay en la figura del Papa. Hay una sinceridad, un ser él mismo, que convence.

Joaquín Navarro-Valls es portavoz de la Santa Sede.