Caso práctico de Educación en la fe nº 3

SITUACIÓN:

Pablo tiene 16 años y ha advertido que en las noticias de la televisión y de la prensa se ataca bastante a la Iglesia. Tiene la impresión de que se da mucha relevancia a cualquier actuación desafortunada de un eclesiástico, y casi nunca sale nada de todo lo bueno que hacen. También ve que se habla mucho de las voces discrepantes que hay en la Iglesia, y salen frecuentes declaraciones de esas personas asegurando que ese “sector crítico” es muy numeroso y son tratados injustamente. Lo comentó un día en el colegio con un amigo suyo: “Normal –le contestó–: también cuando sale uno del gobierno sacan después a otro de la oposición”.

Sin darse mucha cuenta, el asunto despertó aún más su interés y empezó a fijarse en todas las noticias relativas a la Iglesia. Se hablaba mucho de conservadores y progresistas, de presiones de unos y de otros. Todo eso le decepcionaba. En esos días, la prensa dedicó bastante espacio a un profesor de una facultad eclesiástica de teología que había sido “desposeído de su cátedra porque sus enseñanzas eran contrarias a la línea oficial de la Iglesia”. El expulsado decía que era un atropello y que conculcaba “no solo el derecho a la libertad de cátedra, sino también el derecho a la libertad de expresión, elemental en cualquier sociedad que no sea una dictadura”. Y añadió que además pretendían amordazarle con amenazas de suspensión.

A Pablo todo esto le produjo una pequeña conmoción. Pensaba que quizá la doctrina católica que él había aprendido no era tan segura, sino que dependía de quién tuviera las riendas en la Iglesia en cada momento. Estaba ensimismado en esto mientras leía la noticia. Su padre se dio cuenta, y le preguntó qué leía tan absorto. Pablo se lo explicó. Continuar leyendo “Caso práctico de Educación en la fe nº 3”

Caso práctico de Educación en la fe nº 4

SITUACIÓN:

Lorena tiene 13 años y es la mayor de cuatro hermanos. Hoy ha vuelto de clase con bastante mal humor, parece que por ciertas diferencias con una de sus amigas. Nada más llegar se ha puesto a ver la televisión a todo volumen, a ver si así olvida sus enfados. Da la impresión de que, tal como está, es mejor no acercarse mucho.

Su madre espera un poco, pero al final decide intervenir. Llevan tiempo intentando respetar en la casa un antiguo acuerdo familiar por el que convinieron que, salvo excepciones, no se vería la televisión hasta última hora de la tarde, antes de cenar, para que hubiera un cierto silencio para facilitar el estudio. Lorena es la mayor y debe dar ejemplo. Además, lleva una temporada más brusca de carácter y un poco altiva. También está estudiando poco, y –lo que más preocupa a su madre– va bastante a lo suyo y su egoísmo está deteriorando el ambiente familiar.

Como era de prever, y aunque la madre se esforzó en hacerlo suavemente, hubo un poco de tensión. Su hija reaccionó mal, mezclando ámbitos muy diversos, como suele suceder cuando uno está enfadado. “Ya estamos como siempre –saltó Lorena–, tanto control que no hay quien viva. Además, seguro que lo dices porque te parece mal todo lo que sale por la televisión. Parece que está prohibido divertirse, que todo lo divertido es pecado. Yo no hago mal a nadie. Hay que saber disfrutar de la vida, que para eso está”. Continuar leyendo “Caso práctico de Educación en la fe nº 4”

Caso práctico de Educación en la fe nº 5

SITUACIÓN:

Alberto era vagamente consciente de estar en la edad del pavo. No podía decirse que el despertar sexual le hubiera llegado entonces, pues hacía ya tiempo que –por decirlo de alguna manera– había perdido la inocencia. Le hacía gracia la ingenuidad de sus padres, sobre todo el día que su padre se propuso explicarle de dónde venían los niños. Fue hace unos tres años, cuando Alberto tenía doce. “Es una pena –pensó en aquella ocasión– ver en qué mundo viven mis padres. No se dan cuenta de que hoy día un chico de doce años seguramente sabe sobre el sexo más que ellos cuando se casaron”.

Los padres de Alberto eran, efectivamente, un poco ingenuos. Escuchaban poco. No sabían tirar de la lengua a sus hijos y situarse en la realidad de lo que pasaba. No es que no fueran conscientes de sus deberes en cuanto a la educación sexual de sus hijos, pero no acertaban en cómo hacerlo. Y como no se aclaraban mucho, ponían unos ejemplos digamos que poco adecuados. A Alberto le parecían casi siempre una exageración. Además, percibía siempre un cierto tono negativo y desconfiado  en torno a estos temas, y eso le disgustaba: “Si mis padres hablan con tanta rotundidad –pensaba–, ya podrían explicar los porqués. Todo son agobios, pecados y peligros”. Pero Alberto nunca llegaba a decirles nada de lo que pensaba, y últimamente ya casi ni les escuchaba.

Un día habían quedado toda la familia para ir a celebrar el cumpleaños de la abuela. Ya estaban todos menos Alberto, y pasaron en coche a recogerle a la salida de clase. Su hermana Lucía –que tenía catorce años y era realmente muy guapa–, esperaba a su hermano a la puerta del colegio. Alberto estaba con un grupo de amigos, charlando un momento antes de salir. Ellos no conocían a Lucía, ni sabían que era hermana de Alberto. Ella tampoco había visto aún a su hermano. Cuando ellos la vieron, uno saltó con el típico comentario un poco atrevido, al que siguió otro más obsceno. Alberto se desconcertó de que se refirieran así a su hermana. Al principio dudó, pero al ver que los comentarios subían de tono, cortó tajante: “¡Imbéciles, que es mi hermana, sois unos cerdos!”. “Oye, perdona, no sabíamos nada”, se excusaron. Todo quedó un poco tenso, porque ella les vio en ese momento, y Alberto tuvo que irse sin que se hablara una palabra más.

Alberto estaba silencioso y con cara de pocos amigos. Dos o tres veces le preguntaron sobre qué le pasaba. Él contestaba invariablemente: “Nada”.

En casa de los abuelos, Alberto coincidió con un tío suyo, Jorge, que acababa de terminar arquitectura, lo mismo que él quería ser. Tenían de siempre mucha confianza. Alberto le contó lo que le preocupaba: “Con mis padres, en cambio, ni se lo puedo decir. Me hablan como a un niño. No me escuchan, me aleccionan. Además, es que viven en otro planeta…”.

El padre de Alberto buscó después un momento para estar a solas con Jorge: “No sabemos qué hacer con Alberto –le dijo–, no nos escucha”. Como tenían mucha confianza, Jorge le dijo: “Pues mira, si no os escucha, probad a escucharle vosotros, a lo mejor es la solución”. Continuar leyendo “Caso práctico de Educación en la fe nº 5”

Caso práctico de Educación en la fe nº 6

SITUACIÓN:

Luis tiene 18 años y ha empezado este año la universidad. En los primeros días de clase todo es nuevo para él, y a su vuelta en casa no para de contar cosas. Después de unas semanas, ya toda la familia sabe bastante sobre cada uno de sus profesores.

Un día llega de clase bastante impresionado por un profesor que, según explica, “hoy de nuevo ha puesto a la Iglesia como una institución autoritaria, corrompida y llena de intereses torcidos”. Luis quiere contarlo como sin darle casi importancia, pero se ve que le ha hecho mella. “Este profesor –continúa– es de los que achacan a los curas y frailes todos los males habidos y por haber a lo largo de la historia y en todo el mundo. Esta vez ha estado media hora hablando de control de las conciencias, ideología al servicio del poder, comeduras de coco, dominio ideológico de la ciencia…, y, cómo no, tuvo que salir lo de Galileo, con las torturas por parte de la Inquisición medieval y su muerte en la hoguera por decir que el mundo era redondo.”

Su padre está un poco preocupado. Sintió tener que irse pronto, pero tenía una reunión importante a primera hora de la tarde. Por la noche lo comenta con su mujer: “Tenemos que preocuparnos de la formación de este chico. Un profesor así hace más mella de lo que parece”. Continuar leyendo “Caso práctico de Educación en la fe nº 6”

0. Casos prácticos de fe y moral

Este conjunto de casos prácticos está elaborado por Julio de la Vega-Hazas, y está pensado para utilizarse como material de apoyo para charlas o clases sobre doctrina y moral católica. En cada uno de los 36 casos hay un relato que sirve como exposición inicial del caso, una relación de preguntas que se formulan para marcar posibles líneas de explicación a raíz de esa situación, y finalmente un comentario que puede resultar de utilidad para orientar las respuestas a esas preguntas o a otras que se planteen.

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2. La Revelación sobrenatural

Exposición del caso: Aunque normalmente se limitaba a mirar las fotografías y poco más, a Eduardo no se le escapaba que el semanario que compraba su padre “no se llevaba muy bien” con la Iglesia: con frecuencia aprovechaba cualquier motivo para atacar la doctrina y la jerarquía. A su madre —mujer piadosa y más culta de lo que parecía—, no le gustaba, pero su padre decía que aunque ese aspecto no le agradaba, era el semanario que mejor informaba y que, además, “no hay otra cosa”.

Un día, hojeando la revista, reparó en una foto en color que presentaba a unos padres jóvenes sonriendo con un hermoso bebé en brazos. Era un “niño-probeta”. Eduardo sintió curiosidad por el asunto, y leyó el artículo. Daba algunas estadísticas y noticias sobre tratamientos contra la infertilidad, y al final, tras aludir a la alegría que llevaba a los hogares, comentaba que no se explica cómo la Iglesia Católica no permite la fecundación “in vitro” y otras técnicas, cerrando la puerta de la felicidad para tantas parejas. Hacía referencia a la disociación entre la Iglesia (que se había anclado en el pasado) y el mundo actual, y juzgaba que si no quería “perder el tren de la vida” y automarginarse, la Iglesia tenía que adaptarse, revisando su “catálogo de prohibiciones”. Varias páginas más adelante, se volvía a arremeter contra la doctrina católica en términos parecidos, esta vez a propósito del control de la población. La foto en este caso recogía a unos indígenas muy escuálidos, de cara inexpresiva. Continuar leyendo “2. La Revelación sobrenatural”

1. Existencia de Dios

Exposición del caso: A finales del verano, la madre de Margarita le preguntó a ésta si le parecía bien que alojaran durante el curso a una estudiante extranjera de su edad, 18 años, participante de un programa europeo de estudios. En su habitación quedaba libre una cama desde que en mayo se casó la hermana mayor. A Margarita le hizo ilusión y contestó afirmativamente.

Casi un mes más tarde llegó Bárbara. Pronto comprobó Margarita que se ajustaba bastante a la idea que se había figurado de antemano: era metódica, ordenada —”de otra galaxia”, comentaba Margarita a sus amigas—, educada, correcta, y fría. De sí misma no decía casi nada. Margarita pensaba que seguramente era protestante, y que de momento convenía no hablar de religión para no molestar, aunque de vez en cuando decía a su madre: “a ésta la acabamos convirtiendo, mamá”. Por otra parte, no todo eran virtudes en Bárbara: solía llegar tarde los viernes por la noche y, aunque iba directamente a acostarse sin decir nada, Margarita se daba cuenta de que había bebido más de la cuenta. Continuar leyendo “1. Existencia de Dios”

3. La fe

Exposición del caso: Gonzalo atiende semanalmente una catequesis para niños pequeños en un barrio extremo de su ciudad. El número de asistentes, afortunadamente, va creciendo, y con él la necesidad de más catequistas. Consciente de ello, Gonzalo decide proponer a uno de su clase, Antonio, que colabore con esta labor.

Explicando en qué consiste la catequesis, Gonzalo, para animar a su amigo, le cuenta que por esa barriada han aparecido recientemente miembros de una secta, al parecer bien preparados y con abundantes medios, que están consiguiendo atraer a más de uno. —”¡Fíjate, qué desastre!”, apostilla. —”¿Qué desastre? ¿Por qué? Si les sirve…” —”¿Cómo que si les sirve?” —”Pues sí. Si están convencidos de lo suyo, y les sirve para hacer el bien y rezar y pensar en los demás y todo eso, pues yo no lo veo tan mal”. —”¡Pero cómo va a estar bien eso, si es mentira!”. —”Vaya, no pensarás que tienes el monopolio de la verdad tú solo”. Gonzalo insistió: —”¡Pero…, cómo va a ser verdad eso! Si les viene todo de un americano, que seguro que estaba «grillado»”. —”Lo mismo pensarán ellos de ti. Y tú sacas tu Biblia y tus demostraciones. Y ellos sacan la suya, y sus demostraciones. Y si a alguien le parece más convincente lo tuyo, se apunta a lo tuyo. Y si les convence más lo de ellos, pues se apuntará a ellos”. Continuar leyendo “3. La fe”

4. La naturaleza de Dios

Exposición del caso: Aunque dentro de la programación televisiva no son los informativos lo que más atrae a José Luis, viendo un sábado la televisión se encontró con un programa de reportajes extensos sobre temas de actualidad, y despertó su interés. Los reportajes pasaron revista a un par de zonas conflictivas del mundo, y desfilaron crudas imágenes de un panorama desolador: hambre, guerras, asesinatos, refugiados sin hogar, destrucciones, odios. José Luis quedó impresionado; tanto, que le costó conciliar el sueño, y aquella noche tuvo pesadillas.

Al día siguiente, domingo, fue a Misa a su parroquia. El Evangelio que tocaba leer invitaba al abandono en la providencia divina. En la homilía, el sacerdote habló de la inmensa bondad divina, y de la providencia de Dios, que cuida de sus hijos, de forma que busca su bien en todo, y nada sucede sin que Dios lo quiera o lo permita. Interiormente, José Luis protestaba al oír aquello, comparándolo con lo que había visto el día anterior. Casi le parecía un cruel sarcasmo: ¿cómo se puede ser bueno y poderoso, y permitir que pasen esas cosas? Incluso pasó por su cabeza la idea, que había oído alguna vez, de que Dios se haya desentendido del mundo una vez creado, dejándolo a su suerte; pero sabía que no eran católicos los que pregonaban eso, y no quiso darlo por bueno. Continuar leyendo “4. La naturaleza de Dios”

5. La Santísima Trinidad

Exposición del caso: Al comenzar un nuevo curso, Covadonga —tiene 16 años— encuentra que la profesora de religión es nueva. Pronto descubren las alumnas que es una joven inexperta —está dando sus primeros pasos en la docencia—, que todavía no sabe controlar bien la clase, se pone nerviosa con facilidad y no parece sentirse muy segura. Un día, después de comer en el colegio, Covadonga se reúne con sus amigas y sale en la conversación la profesora nueva. Animándose unas a otras, deciden entre todas montar en la próxima clase de religión —esa misma tarde— lo que llaman “un vacile”, a fin de intentar sacar de quicio a la profesora.

El tema de la clase de religión de ese día era la relación fe-razón. Cuando la profesora dijo que no hay nada en la fe que contradiga a la razón, empezó la contestación. Fue Covadonga la que interrumpió: —”¿Cómo que no?” —”Como que no…” —”¿Ah, no? ¿Y la Trinidad, qué?” —”La Trinidad divina es un misterio que supera la razón, pero no la contradice”. Fue otra voz la que interrumpió esta vez: —”Pero, oiga: ¿cómo no va a ser una contradicción ser a la vez uno y tres?” —”Lo sería si se aplicara a lo mismo: pero es un sólo Dios, y tres personas”. —”Pues es lo mismo, ¿no? —terció otra—: yo soy un ser humano y una persona; es impensable que en mi ser humano hubiera tres personas como yo”. —”¡Ay, no, por favor!”, se oyó una voz, seguida de una risa generalizada. —”¡Callaos! —dijo la profesora—. Parece mentira que os podáis tomar así a la ligera algo tan importante de la fe y la vida cristiana”. —”Oiga —saltó otra—, pero el otro día dijo que el ser de Dios era simple y sin partes, y que a eso se llegaba por la razón. Pues si hay tres personas tendrán que tener alguna cosa que las diferencie, ¿no?” —”Es que sólo se diferencian precisamente en ser personas distintas —contestó la profesora—. Bueno, esto es bastante difícil de explicar, y no hay tiempo para eso ahora”. Otra de las alumnas intervino: —”Pero si se puede explicar…, entonces no es un misterio”. —”Se puede dar una explicación para ver que no es un absurdo, pero se sigue sin entender cómo es eso”. —”Oiga, ¿puedo preguntar una cosa?”, dijo otra alumna. —”A ver…” —”¿Sale en alguna parte del Evangelio que hay tres personas en Dios?” —”De manera tan explícita no, pero sí que sale”. —”¿Y por qué no de manera explícita?” —”Mira —contestó la profesora, que a estas alturas ya estaba a punto de perder la paciencia—, yo no he escrito los Evangelios. Si está como está será por algo; a lo mejor es para que se vayan dando cuenta poco a poco cabezas tan duras como las vuestras”. Se oyó una nueva voz: —”Pero si no está tan claro a lo mejor no pasa nada por creerlo o no creerlo…”. Ahí acabó la paciencia de la profesora. Empezó a decir lo que le podría pasar a la siguiente que dijera una estupidez, y siguió con cosas como que esa clase merecería estar en “educación especial”, que si continuaban así no iban a hacer nada de provecho en la vida, etc. Estando así, sonó el timbre anunciando el final. Covadonga y sus amigas salieron sonrientes, por haber logrado lo que querían: sabotear la clase. Continuar leyendo “5. La Santísima Trinidad”