Hay básicamente dos maneras de abordar un fracaso profesional, familiar, afectivo, o del tipo que sea. La primera es asumir la propia culpa y sacar conclusiones que puedan llevarnos a aprender de ese contratiempo. La segunda es afanarse en culpar a otros y buscar denodadamente responsables externos de nuestra desgracia. De la primera forma se suele adquirir experiencia para superar el fracaso; con la segunda es fácil volver a caer en él, y culpar de nuevo a otros, en vez de hacer un sano examen de nuestras responsabilidades.
Los estilos victimistas suelen estar ligados a sentimientos negativos como la envidia, los celos y el rencor. Tienden a legitimarse en nombre de desgracias pasadas, amparándose en todo lo que se está sufriendo o se ha sufrido, y con eso se arrogan una especie de patente de inmunidad con la que justifican su actitud. Ese recuerdo de las desgracias pasadas constituye para ellos una reserva inagotable de resentimientos. Y si alguien se lo reprocha, a lo mejor admiten que lo suyo no es muy ejemplar, pero aseguran que sus padecimientos pasados justifican esa “leve incorrección”.
Continuar leyendo “Alfonso Aguiló, “Victimismo”, Hacer Familia nº 123, 1.V.2004″