J. Olorunfemi Onaiyekan, “La falta de libertad religiosa y el terrorismo fanático”, 10.X.01

CIUDAD DEL VATICANO, 10 octubre 2001 ( ZENIT.org).- Un gran promotor del diálogo con el mundo musulmán ha elevado su voz en el Sínodo para pedir que la asamblea condene con fuerza la violación de los derechos humanos que se da en algunos Estados islámicos, especialmente en los que el fundamentalismo es influyente.

Monseñor John Olorunfemi Onaiyekan, presidente de la Conferencia Episcopal de Nigeria, constató este martes al tomar la palabra ante los casi 300 participantes en la asamblea: «aquellas naciones que han seguido haciendo de la intolerancia y del fanatismo la bases de su política de Estado, son naturalmente terreno fértil para ese tipo de terrorismo que conmocionó el mundo el pasado 11 de septiembre».

«Y esto no sólo se aplica a los Talibán de Afganistán –aclaró el arzobispo de Abuja–, sino también muchas naciones que han gozado y gozan de respeto político de la así llamada “comunidad internacional”».

«Cuando una nación niega a algunos de sus ciudadanos el derecho fundamental a la libertad de religión y a la igualdad ante la ley, ¿no es acaso culpable de terrorismo de Estado?», preguntó.

Como ejemplo típico de esta situación, mencionó en particular el caso de Sudán «¿Tendrá este Sínodo el coraje para proclamar la verdad que el resto del mundo parece tener el miedo de admitir? –siguió preguntando– ¿Durante cuánto tiempo continuará admitiendo el mundo algunos regímenes que aceptan grandes violaciones de los derechos humanos en el nombre de la religión?».

El arzobispo de Abuja es un convencido impulsor del diálogo con el Islam. En su país, de 120 millones, la mitad son cristianos y la otra mitad musulmanes, algo que considera como una «situación privilegiada» en este campo.

Considera que a pesar de las revueltas que en algunos Estados se han levantado a causa de la imposición de la ley islámica («sharia»), musulmanes y cristianos viven en armonía y afrontan juntos los desafíos del país.

Por eso, considera que es realmente triste el hecho de que los medios de comunicación hablen de su país sólo cuando hay enfrentamientos entre creyentes de las dos religiones.

Estos altercados, que en ese país han dejado centenares de muertos en los últimos meses, tienen dos razones principales, reveló: –Las actividades de fanáticos, de los dos lados, que provocan crisis y conflictos que después acaban involucrando a todos.

–La manipulación de políticos que manipulan la religión para sus propios objetivos. El intento de imponer la «sharia» como ley del Estado es un caso típico.

La respuesta cristiana en la convivencia con el Islam, según el arzobispo nigeriano implica tres elementos: –Profundizar en la fe de nuestros cristianos, para que sean firmes testigos de su fe y respetuosos de los demás.

–Seguir tendiendo nuestras manos al diálogo y la colaboración con la gran mayoría de nuestros conciudadanos musulmanes, hombres y mujeres, que están dispuestos a vivir en paz unos con otros.

–Para garantizar el bien común, resistir y condenar la injusticia, incluso y especialmente cuando se proclama blasfemamente en nombre de Dios.

Monseñor Onaiyekan terminó su intervención con el saludo musulmán en árabe y latín «In-sha-Allahu», «Deo Volente. Amen».

Tomado de Zenit, ZS01101008

Informe del Departamento de Estado de Estados Unidos sobre libertad religiosa, 17.XI.01

WASHINGTON, 17 noviembre 2001 (ZENIT.org).- El tercer “Informe sobre libertad religiosa en el mundo” elaborado por el Departamento de Estado norteamericano, recién publicado, hace mención especial a algunos países asiáticos, incluyendo, aunque no cause sorpresa, Afganistán.

La introducción al informe manifiesta que su propósito “es presentar el plan de acción de Estados Unidos para promover la libertad religiosa en el mundo”. El informe abarca el periodo que se extiende entre el 1 de julio del 2000 al 30 de junio del 2001.

Los países particularmente censurados son aquellos que son definidos como “regímenes totalitarios o autoritarios”, que buscan un monopolio de las ideas.

Asia en la mira Los talibán en Afganistán son culpables de una “marcado deterioro de la libertad religiosa” por la rígida aplicación de la “charia”, o ley islámica. El informe cita la represión de la minoría chiíta, la destrucción de las dos estatuas gigantes de Buda, y la prohibición de actividades religiosas a los no musulmanes.

Birmania es otro país asiático destacado por su gobierno totalitario. El informe acusa a las autoridades birmanas de imponer restricciones, al infiltrarse en las reuniones y actividades de las organizaciones religiosas. El régimen ha bloqueado también los esfuerzos para promover los derechos humanos y la libertad política llevados a cabo por el clero budista.

En China, la libertad religiosa ha empeorado, afirma el informe. Las autoridades se han mostrado especialmente duras en relación con el movimiento Falun Gong y con los monjes budistas tibetanos.

En algunas regiones, las iglesias católicas clandestinas leales a Roma, así como casas-iglesia protestantes han sufrido ataques más frecuentes y persecución. Las autoridades han tomado medidas enérgicas contra las iglesias no registradas, y las han amenazado con chantajes, detenciones y demolición de sus propiedades.

También Laos y Vietnam son puestos en la picota. El gobierno laosiano, dice el informe norteamericano, ha forzado a cientos de cristianos para que firmen escritos de renuncia de su fe, y ha cerrado más de 65 iglesias.

En Vietnam se ha reprimido los grupos carentes de reconocimiento oficial, y se han mantenido las restricciones que sufrían las jerarquías y el clero de los grupos que han sido oficialmente reconocidos. Vietnam “sigue limitando el número de ordenaciones sacerdotales, la publicación de materiales religiosos, y las actividades educativas y humanitarias” dice el informe. El Estado también controla los grupos a través de evaluaciones políticas de sus líderes y de quienes serán sacerdotes o monjes.

En Corea del Norte, el panorama es todavía de persecución total. El documento del Departamento de Estado norteamericano ha notar que “grupos religiosos” y de derechos humanos han elaborado numerosos informes sobre cómo se ha golpeado a los miembros de las iglesias clandestinas, se les ha arrestado o asesinado a causa de sus creencias religiosas.

Resulta difícil de encontrar una confirmación independiente de estos alegatos, pero “el peso colectivo de las evidencias de estos casos de cruel trato a que se ve sometida la actividad religiosa ilegal, da crédito a estas informaciones”, dice el informe.

Fuera de Asia, Cuba destaca por sus restricciones. El Ministerio del Interior desarrolla actividades que incluyen “la infiltración, el seguimiento y el acoso de los grupos religiosos. El gobierno en pocas ocasiones permite la construcción de nuevas iglesias, y fuerza a muchos de los fieles a que busquen autorizaciones para reunirse en sus propios hogares. Obtener un permiso y comprar materiales para reparar las iglesias existentes sigue siendo un proceso largo y costoso”.

Países islámicos El informe dedica una sección a cómo algunos gobiernos persiguen a religiones minoritarias. En este grupo se incluye a un cierto número de países islámicos. Se critica a Irán el haber provocado sentimientos anti-bahai y anti-judíos con propósitos políticos. “Bahais, judíos, cristianos, mazdeístas y musulmanes sufíes sufren prisiones, acosos o intimidaciones a causa de sus creencias religiosas” afirma el informe norteamericano.

En Irak, donde los árabes sunníes dominan la vida política y económica, el gobierno discrimina sistemáticamente a los chiítas, y así “se restringen o prohíben muchas prácticas religiosas chiítas”. Se acusa a las autoridades de haber desarrollado durante décadas “una campaña brutal de asesinatos, ejecuciones sumarias, arrestos arbitrarios y detenciones prolongadas contra los líderes religiosos chiítas y sus adeptos”.

En Pakistán, donde en un domingo pasado, un grupo de cristianos fue masacrado mientras asistían a una ceremonia en una iglesia católica, el gobierno ha fallado en la protección de los derechos de las minorías. Las minorías son registradas en un sistema electoral separado y con frecuencia se convierten en objetivos fáciles de las leyes contra la blasfemia.

Arabia Saudita no sale mejor parada. “La libertad religiosa no existe en Arabia Saudita”, dice el informe llanamente. Todos los ciudadanos son obligados a ser musulmanes, y están prohibidas las manifestaciones públicas de las religiones no musulmanas. Incluso se persiguen las ceremonias privadas no musulmanas. Las autoridades no permiten entrar al clero en el país para llevar a cabo servicios religiosos no musulmanes.

Sudán es otro régimen islámico acusado de actividades represoras, especialmente contra los cristianos y las creencias tradicionales indígenas. Con dificultad se renuevan los visados de los sacerdotes católicos extranjeros, anota el informe, y “los no musulmanes son tratados como ciudadanos de segunda clase”.

Dos antiguas repúblicas soviéticas de Asia central, Turkmenistán y Uzbekistán, se llevan también ataques en el informe. En Turkmenistán, el gobierno pide a todas las religiones que se registren, pero en realidad sólo se permite la inscripción al Islam Sunní y a la Ortodoxia rusa. En Uzbekistán, las autoridades continúan una “dura campaña contra los grupos islámicos no autorizados”.

Ofensas menos serias Se acusa a un cierto número de Estados de hacer muy poco para evitar violaciones de la libertad religiosa, llevadas a cabo por grupos privados u oficiales locales.

Entre esta clase de países se encuentra Egipto, donde cristianos y judíos sufren dificultades. En India, el gobierno central es acusado de impotencia en la salvaguarda de la libertad religiosa. Es evidente la falta de acción contra los grupos extremistas hindúes que atacan a las minorías. El gobierno de Indonesia viene considerado como “incapaz de controlar el extremismo religioso o de evitar la violencia cometida y motivada por grupos radicales que dicen representar ciertos puntos de vista religiosos”. El informe menciona, en particular, los asesinatos y las conversiones forzosas en las Molucas, y la introducción de ciertas partes de la ley islámica en la provincia de Aceh.

Se critica a Nigeria por sus tumultuosas relaciones entre musulmanes y cristianos. La introducción de la “charia” en cierto número de provincias norteñas ha elevado las tensiones.

No todo es negativo. El informe detecta progresos en México, Argentina, Azerbaiyán, Bosnia y Herzegovina, la República Checa, Guinea Ecuatorial, Eritrea, Hungría, Jordania, Kazajstán, Kenya, Mozambique, Perú, Polonia, Rusia y Ruanda. El llamamiento a la libertad religiosa parece que todavía se oye.

Tomado de Zenit, ZSI01111701

Joseph Pearce, “J.R.R. Tolkien o la lucha de la verdad contra el relativismo”, 19.XI.01

Entrevista a Joseph Pearce sobre el «Señor de los Anillos».

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Rafael Navarro-Valls, “La primera de las libertades” (libertad religiosa), El Mundo, 18.VIII.97

Lo que no se logró en las conferencias de El Cairo y de Beijing o en el debate sobre la ampliación de la OTAN lo ha conseguido la libertad religiosa. Me refiero a la coincidencia de Juan Pablo II, Clinton y Yeltsin frente al proyecto de ley sobre libertad de culto, aprobada hace unos días por el Parlamento ruso. Tengo delante el texto íntegro de la carta enviada por el Papa a Yeltsin, alentándole a dar una nueva redacción a la ley rusa. También, el ultimátum del Senado de EEUU a Rusia por la restricción de la actividad de las confesiones protestantes, el informe que acaba de hacer público el Departamento de Estado norteamericano sobre el estado de la libertad religiosa en el mundo, y los términos del veto del presidente ruso, que deja en suspenso la promulgación de la ley aprobada por la Duma. En los cuatro documentos, un punto de convergencia: la libertad religiosa es la primera de las libertades y su restricción supone una grave lesión de los derechos humanos.

La cuestión debatida en los medios nacionalistas rusos y en los foros internacionales es ésta: ¿el veto de Yeltsin es la lógica reacción de defensa frente a una lesión de las libertades básicas o, más bien, el fruto de una injerencia extranjera a través de una concertada presión internacional? El análisis de algunas actuaciones dispersas de las iglesias ortodoxas permitirá aclarar el interrogante.

Es sintomático que, mientras en las zonas musulmanas de Sarajevo los católicos y protestantes pudieron continuar practicando su culto, en la parte serbia se produjo una expulsión masiva de sacerdotes y ministros de otros cultos cristianos. En Grecia, la Constitución vigente dispone que «el proselitismo está prohibido». Esta cláusula es un medio de defensa de la Iglesia ortodoxa griega, que se remonta a la Constitución de 1844, donde se incluyó para frenar una campaña de la iglesia evangélica entre los estudiantes griegos. La intolerancia frente a otros cultos es tan evidente que no hace mucho el Tribunal de Derechos Humanos ha debido condenar a Grecia por reprimir penalmente el proselitismo intentado por un testigo de Jehová (caso Kokkinakis) sobre una mujer de religión ortodoxa.

Si ahora centramos la atención sobre la actuación de la Iglesia ortodoxa rusa se entiende algo más el veto de Yeltsin. La ley aprobada por el Parlamento ruso establece la primacía nacional de la Iglesia ortodoxa. Junto a ella, define confusamente como religiones «tradicionales» de Rusia -además de la ortodoxa- el islam, el budismo, el judaísmo y «otras religiones», que no precisa. Las religiones no explícitamente «tradicionales» deberán acudir a registrarse antes del 31 de diciembre de 1998. En el registro, para obtener el reconocimiento de «organización religiosa panrusa» y lograr plenos derechos públicos, una iglesia o confesión tendrá que presentar 100.000 firmas y demostrar que tiene «representaciones», hoy y desde hace más de 50 años, en al menos la mitad de las provincias rusas. Los que no consigan ese reconocimiento no gozarán de personalidad jurídica durante un mínimo de 15 años, de derechos de propiedad, de editar publicaciones, no podrán practicar culto público ni crear instituciones de enseñanza. Podrán ser sancionadas, entre otros supuestos, si hacen propaganda en favor de la objeción de conciencia.

Los términos restrictivos de esta ley -apoyada por el poderoso grupo comunista en la Duma- se explican por el contexto histórico ruso. El estado zarista y la Iglesia ortodoxa tuvieron un concepto monista de la autoridad. «Autocracia, ortodoxia y nacionalismo» fue el lema oficial del zar Nicolás I y sus sucesores. Aunque el sistema soviético proscribió la religión, Stalin utilizó la influencia de la Iglesia ortodoxa como elemento de cohesión del nacionalismo ruso. Y, más tarde, para acceder al estado clerical en la Iglesia ortodoxa había que firmar un documento de adhesión al KGB. Este dato -hecho público durante la glasnot de Gorbachov- ha erosionado el prestigio de la Iglesia ortodoxa, propiciando conversiones al catolicismo y al protestantismo. De ahí, entre otras razones, el temor ortodoxo a una ley que facilite el proselitismo de otras confesiones.

Ciertamente, no todo es juego limpio en el proselitismo. El peligro de manipulación o fraude es evidente. Pero en esta materia ocurre como con la libertad de expresión. Si se aceptan los valores de la prensa libre, es preciso también aceptar el riesgo de que parte de la prensa vaya a actuar irresponsablemente en un momento determinado. Como ha dicho Tom Wicker, no existe medio alguno con el que se pueda prevenir tal riego sin eliminar la libertad de prensa. También en materia religiosa el Estado tiene que correr el riesgo de la libertad. Es el ciudadano el que debe defenderse de la indoctrinación sectaria. No es bueno que el Estado intervenga -salvo especialísimos supuestos- creando zonas de incontaminación al amparo de influencias externas. El argumento de la «defensa del indefenso» suele ser, en esta materia, casi siempre la carta jugada por los Estados totalitarios.

Rafael Navarro Valls es Catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid.

Ignacio Sánchez Cámara, “Relativismo dogmático”, ABC, 27.X.2001

Apenas pasa un día sin que podamos asistir a una demostración del dogmatismo de quienes profesan, más bien de boquilla, el más displicente de los relativismos. Esta actitud goza de una inmerecida buena fama, pues pretende ir asociada a la tolerancia, a la ausencia de dogmatismo, a la aceptación de la posible razón del discrepante, en suma, a la posesión de un talante civilizado, elegante y exquisito. La verdad es que todas estas virtudes carecen de verdadero mérito en el relativismo consecuente, pues nada más natural que admita la razón del adversario quien estima que su posición es relativa, discutible y dudosa. En última instancia, el relativismo radical es incompatible con la tolerancia, pues la vuelve superflua e imposible. Se tolera lo que se estima deficiente, erróneo o falso. Lo que puede ser verdadero y acertado no se tolera; se acepta o se discute. Pero lo curioso es la facilidad con la que tantos relativistas confesos desmienten con sus palabras y sus obras la doctrina que dicen profesar. En ocasiones superan en dogmatismo y descalificación del adversario a quienes pretenden imponer el carácter absoluto y objetivo de su verdad. Nadie más dogmático que un relativista radical. También algunos de los más violentos se encuentran en las filas de los pacifistas. En primer lugar, están tan seguros de estar en posesión de la verdad, a pesar de su relativismo, que exhiben la más feroz arrogancia contra los que tildan de dogmáticos. Dogmatismo por dogmatismo, el suyo tampoco está mal. Las personalidades más autoritarias suelen encontrarse entre estos ardorosos relativistas de salón. En esto, cierta izquierda alcanza auténtica maestría. Todo es relativo, pero Castro es un benefactor de la humanidad. Todo es relativo, pero los Estados Unidos son culpables de todo el mal del mundo. Todo es relativo, pero la religión es un engaño. Todo es relativo, menos la razón indeleble y eterna que les asiste. En lo único en lo que son coherentes con su relativismo es en lo que se refiere a las dictaduras. Ahí todo depende: unas son buenas y otras malas. En el fondo, se trata de un falso relativismo unidireccional, de una pura coartada. Son relativistas a la hora de combatir las tesis que rechazan, pero son dogmáticos cuando defienden las suyas propias. Sus oponentes son dogmáticos. Ellos lo saben bien, aunque todo es opinable. En lugar de argumentar, descalifican. Si no les gusta una ley, es injusta y se incumple. Es un relativismo fingido y estratégico. La ley democráticamente aprobada es la suprema expresión de la justicia, pero sólo cuando gobiernan ellos. Son unos extraños relativistas, siempre dispuestos a lapidar dialécticamente, y, en los peores casos, de manera literal, al adversario. Son los representantes de un relativismo frenético y visceral. En la España de hace unas décadas, buena parte de la izquierda abrazó la filosofía analítica y el neopositivismo lógico, pensando tal vez que constituían una excelente manera de combatir al pensamiento metafísico tradicional, especialmente el religioso, instaurando el escepticismo en materias morales, políticas y religiosas. Mas omitían el pequeño detalle de que si su interpretación de esas teorías era correcta, también quedaban reducidos a añicos y cenizas sus propios postulados y, especialmente, su idolatrado marxismo. Se trataba para ellos de una herramienta útil para combatir al adversario, pero que se desvanecía y volvía inútil cuando se trataba de aplicársela a ellos mismos. El episodio, aunque ya lejano, permite aclarar la condición nativa de esta tan curiosa especie que goza de excelente salud.

Paul Johnson, “Devolvamos a Dios su sitio”, Nueva Revista, VI-VII.96

Fuerzas aparentemente irresistibles se agotan de repente sin avisar y modas dominantes se desvanecen, mientras reliquias a medio deshacer sobreviven. Los hombres y las ideas del ayer siguen su camino paso a paso, sin detenerse.

El gran acontecimiento del siglo xx ha sido la Muerte de Dios. Y ha sido un acontecimiento frustrado. Los intelectuales decimonónicos no estaban de acuerdo con la idea de Nietzsche de que Dios ya había muerto, pero estaban seguros de que sí lo estaría hacia el año 2000. Durante el siglo XX, los intelectuales han dado por sentado que la idea de Dios desaparecería prácticamente en el mundo occidental, y que sólo las sociedades atrasadas conservarían esa “superstición” religiosa. Y sin embargo, aquí estamos, al final de lo que supuestamente iba a ser el primer siglo de ateísmo, con Dios vivo y coleando, reinando en los corazones de miles de millones de personas en todo el mundo. Por supuesto, que gracias al crecimiento de la población hoy hay más gente que cree en Dios que a comienzos de siglo, y evidentemente, también hay más agnósticos; pero también creo que no hay más ateos que antes. El número de personas dispuestas a afirmar con contundencia que Dios no existe se ha reducido significativamente desde aquellos “buenos tiempos” del ateísmo organizado, a finales del pasado siglo: la Universidad de Oxford, bastión de las causas perdidas, ha nombrado hace poco a Richard Dawkins primer catedrático de Ateísmo: todo un síntoma. A finales del siglo XX, el porvenir de Dios es, en efecto esperanzador; incluso podría convertirse en Su siglo por excelencia. En el siglo XIX venerábamos el Progreso. Era algo real, visible, avanzaba con rapidez y resultaba, por regla general, benéfico, pero las desastrosas consecuencias de la Primera Guerra Mundial le hicieron perder su sentido y orientación. El Progreso había defraudado a la humanidad. Así pues, volvimos el rostro hacia la Ideología -hacia el comunismo, el fascismo, el “freudianismo”, e incluso hacia otros “ismos” más sombríos-. El siglo XX ha sido “la Edad de la Ideología” como el XIX lo fue del Progreso. Pero la Ideología también decepcionó a sus partidarios, y finalmente se hizo añicos a comienzos de los 90..

Una de las cosas que enseña la Historia acerca del género humano es que no podemos vivir sin creer en algo: la falta de creencias nos resulta insoportable. Quizá Dios, después de luchar por su supervivencia a lo largo del siglo xx, llene el vacío del siglo XXI y se convierta así en el heredero universal de aquellos titanes muertos. Llevo tiempo reflexionando sobre esta posibilidad, porque estoy a punto de publicar un pequeño estudio sobre Dios titulado The Quest for God: A Personal Pilgrimage (A la busqueda de Dios: un peregrinaje personal), que no será primordialmente, una obra piadosa; es una investigación, una pesquisa, aunque soy el primero en reconocer que no del todo lograda. Lo he escrito para satisfacer algo que percibo como una necesidad generalizada. Cuando las conversaciones empiezan a girar -lo que suele suceder- en torno a qué nos creemos hoy, suelo preguntar a la gente si cree en Dios: normalmente me responden con un sí: pero si insisto en lo que quieren decir con eso, dan la callada por respuesta o apartan la pregunta con bromas del tipo “estás yendo demasiado lejos, querido Watson” o “detalla más tu pregunta”. A la gente no le gusta decir “no sé”, o admitir que, por el momento, han pospuesto su reflexión sobre el significado de Dios, o sobre el hecho de aceptar Su existencia. Procuran evitar pensar sobre Dios de la misma forma que preferirían no pensar en la muerte -en la de ellos, quiero decir-. Incluso si intentan reflexionar sobre Dios, no saben cómo hacerlo. Por eso, me decidí a escribir un libro, para ordenar mis ideas sobre Dios, con la esperanza de que su lectura ayudaría a otras gentes a hacer lo propio con las suyas..

He abarcado en él la mayoría de las cuestiones, incluso las más complicadas, como por ejemplo: quién es Dios, por qué creó el Universo, cómo lo gobierna -si es que realmente lo hace- y por qué permite que prospere el mal. Hablo de los animales y de la posibilidad de que tengan alma, de la tierra y su futuro, de la probabilidad de vida en otros mundos, y de cómo afectaría eso a la idea de “nuestro” Dios. Y me he ocupado de las Postrimerías: la Muerte, el Juicio Final, el Cielo y el Infierno, y finalmente, de la oración, el asunto de mayor trascendencia, pues constituye nuestra forma de ponernos en contacto con ese misterioso Ser..

Escribir este libro ha revestido más dificultades de las que hubiera podido imaginar, porque descubrí las carencias y los abismos de incertidumbre y duda que albergaba en mi interior. Creí que tendría respuesta para la mayoría de las preguntas, pero caí en la cuenta de las pocas que tenía, por lo que tuve que estudiar todo de nuevo y dedicar muchísimas horas a la lectura. Pero estoy satisfecho del esfuerzo realizado porque ahora tengo las cosas mucho más claras que antes. También mi fe es más firme y, sobre todo, estoy inmensamente satisfecho de haber conseguido conservar prácticamente intactas, de una forma u otra, y a través de los avatares sufridos durante seis décadas, las creencias que me enseñaron mis padres. La fe en un Dios justo y todopoderoso es el mayor de los regalos. Podemos preferir nacer guapos o ricos, listos o atractivos, pero la fe es una herencia mucho más valiosa que cualquiera de esos dones..

Cuando paso el fin de semana en Londres voy a misa de once al convento de los Carmelitas de la calle Kensington Church. Esta misa, cantada en latín, con una sencilla homilía, y en la que todos los asistentes comulgan, representa todo el esplendor y atractivo del catolicismo. Después de la misa suelo tomar café, con Antonia Fraser, mi amiga de siempre y colega, y a menudo hablamos de la suerte que es ser católicos y tener acceso a este sustento espiritual único; puede sonar a complacencia, pero no es más que humilde gratitud. Nuestra fe es una especie de armadura que, lo merezcamos o no, nos protege frente a los ataques y sinsabores de la vida, y nos hace sentirnos seguros y privilegiados en su seno.

Me gustaría que todo el mundo tuviera algo parecido, y aunque no hago proselitismo, sí rezo por la conversión de las personas que quiero y, por supuesto, por la de toda la humanidad. Estoy deseando medir mis fuerzas en un debate con los adalides del otro lado. Si Dawkins, el catedrático de Ateísmo de Oxford, quiere debatir conmigo, me da lo mismo discutir acerca de la existencia de Dios en la radio, en la televisión o en cualquier otro foro público: ya ha llegado el momento de asumir con firmeza las propias creencias y defenderlas. A medida que se acerca el nuevo milenio, tengo la impresión de que este fermento de religiosidad que ya existe se multiplicará. Muchos renacimientos religiosos han brotado de lo más profundo de la sociedad. El cristianismo mismo empezó como una religión para los pobres, para las mujeres, los desfavorecidos, los parias. Puede que ocurra de nuevo así, pero sospecho que más bien prenderá -al menos en mi país- entre las clases altas, entre los intelectuales y las gentes instruidas. A mi juicio, vamos a vivir tiempos apasionantes en los próximos años, al comienzo de un nuevo siglo en el que Dios encontrará de nuevo su plena justificación. La batalla será encarnizada. Si tengo fuerzas, estaré en primera línea de combate.

Tomado de NUEVA REVISTA, nº 45, Junio-Julio 1996, pp. 66-69.

Fernando Ocáriz, “Sobre la Declaración Dominus Iesus”, 28.IX.00

Señalar obstáculos no es crearlos.

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Julio Coll, “La reproducción de los genomas”

  • ¿Qué es un genoma?
  • ¿Cuántas intrucciones tiene?
  • ¿Qué es un gen?
  • ¿Dónde están los genomas?
  • ¿Cómo se originan?
  • ¿Cómo se desarrollan?
  • ¿Clonaje terapética?
  • Conclusiones
  • JULIO COLL MORALES Biológicas UCM pHD Cell Biology MIT

    Antonio María Rouco, “Sobre el testamento vital”, 22.XII.2000

    La Conferencia Episcopal publica una propuesta de «Testamento vital» En respuesta a la nueva ley aprobada por el Parlamento de Cataluña BARCELONA/MADRID, 22 dic 2000 (ZENIT).- En el momento en el que el pleno del Parlamento de Cataluña daba su visto bueno al proyecto de ley que permitirá a cualquier persona evitar ciertas acciones médicas en caso de sufrir una enfermedad terminal, la Conferencia Episcopal Española ha publicado una propuesta de «Testamento vital». La nueva ley catalana, aprobada ayer por unanimidad, prevé que cualquier persona que padezca una enfermedad incurable, dolorosa y mortal pueda dejar constancia de su voluntad expresa de no ser mantenida en vida por medios artificiales. Esto se hace ordinariamente con el así llamado «Testamento vital». La propuesta de «Testamento vital», distribuido por la página web de la Conferencia Episcopal Española, busca prevenir a los médicos ante cualquier posibilidad de aplicación de la eutanasia, y al mismo tiempo evitar el así llamado ensañamiento terapéutico, es decir, la suministración de tratamientos inútiles y en ocasiones dolorosos. El signatario de ese «Testamento» pide que «si por mi enfermedad llegara a estar en situación crítica irrecuperable, no se me mantenga en vida por medio de tratamientos desproporcionados o extraordinarios; que no se me aplique la eutanasia activa, ni que se me prolongue abusiva e irracionalmente mi proceso de muerte; que se me administren los tratamientos adecuados para paliar los sufrimientos». Asimismo, el signatario del Testamento pide «ayuda para asumir cristiana y humanamente mi propia muerte». Para que tenga validez el «Testamento vital», según indica la nueva ley catalana, deberá ser confirmado ante notario o bien ante tres testigos, dos de los cuales no han de tener parentesco o relación patrimonial con el interesado y también hará falta entregarlo al centro sanitario donde la persona deba ser atendida para incorporarlo a su historial clínico. Si bien la ley fue aprobada por todas las fuerzas políticas, ha tenido interpretaciones diferentes. Para los partidos de izquierda la ley constituye una despenalización de la eutanasia pasiva; para el Partido Popular no implica nada más que una manera de evitar el ensañamiento terapéutico. Según el diputado del PPC, Daniel Sirera, «lo que se ha hecho es recoger los códigos deontológicos de los colegios de médicos, que ya aplican esos supuestos y que se podría resumir como la negativa a alargar la vida de forma artificial». Ofrecemos a continuación el texto íntegro del «Testamento vital» distribuido por la Conferencia Episcopal Española. A mi familia, a mi médico, a mi sacerdote, a mi notario: Si me llega el momento en que no pueda expresar mi voluntad acerca de los tratamientos médicos que se me vayan a aplicar, deseo y pido que esta Declaración sea considerada como expresión formal de mi voluntad, asumida de forma consciente, responsable y libre, y que sea respetada como si se tratara de un testamento. Considero que la vida en este mundo es un don y una bendición de Dios, pero no es el valor supremo absoluto. Sé que la muerte es inevitable y pone fin a mi existencia terrena, pero desde la fe creo que me abre el camino a la vida que no se acaba, junto a Dios. Por ello, yo, el que suscribe…………………… pido que si por mi enfermedad llegara a estar en situación crítica irrecuperable, no se me mantenga en vida por medio de tratamientos desproporcionados o extraordinarios; que no se me aplique la eutanasia activa, ni que se me prolongue abusiva e irracionalmente mi proceso de muerte; que se me administren los tratamientos adecuados para paliar los sufrimientos. Pido igualmente ayuda para asumir cristiana y humanamente mi propia muerte. Deseo poder prepararme para este acontecimiento final de mi existencia, en paz, con la compañía de mis seres queridos y el consuelo de mi fe cristiana. Suscribo esta Declaración después de una madura reflexión. Y pido que los que tengáis que cuidarme respetéis mi voluntad. Soy consciente de que os pido una grave y difícil responsabilidad. Precisamente para compartirla con vosotros y para atenuaros cualquier posible sentimiento de culpa, he redactado y firmo esta declaración. Firma: Fecha:

    Javier Vega, “¿Qué entendemos por eutanasia?”, PUP, 14.X.2001

    De todos los países del mundo, la eutanasia sólo está legalizada en Holanda desde enero del presente año, ya que, entre otros motivos, es considerada como una práctica peligrosa e innecesaria; así, según un reciente estudio realizado en nuestrio país, la demanda de eutanasia en las unidades de cuidados paliativos a enfermos terminales es del 0,3%, y en la mayoría de los casos, al tratarse adecuadamente el dolor y paliar otros síntomas, los enfermos desistieron de tal petición.

    Son necesarias algunas aclaraciones terminológicas. Actualmente se entiende por eutanasia aquella acción (eutanasia activa), u omisión (eutanasia pasiva), encaminada a dar la muerte, de una manera indolora, a los enfermos incurables.

    Según la Organización Médica Colegial, “la eutanasia pasiva es verdadera eutanasia, pues, desde el punto de vista de la ética profesional, es irrelevante quitar la vida a un paciente mediante una acción que se ejecuta o mediante la omisión de una intervención médica obligada. En uno y otro caso hay eutanasia, pues se provoca deliberadamente la muerte a un paciente”.

    La O.M.C. recomienda hablar de eutanasia (ya sea activa o pasiva), pues algunos “entienden, erróneamente, que eutanasia pasiva es no instaurar o suspender tratamientos médicos inútiles, y esto es un acto ético, por cuanto constituye práctica médica correcta”.

    No es eutanasia la aplicación de fármacos para aliviar el dolor u otros síntomas en un paciente terminal aunque ello produzca, indirecta e inevitablemente, un cierto acortamiento de la vida. Si se aplican convenientemente los principios éticos es no sólo aceptable sino aconsejable y necesario en ocasiones. Siempre debe procurarse no impedir que el enfermo pueda actuar libremente en la disposición de su última voluntad y, en el caso de que los medios usados lleven aneja la pérdida de conciencia, será necesario el consentimiento del enfermo.

    Tampoco es eutanasia la omisión o retirada de medios extraordinarios o desproporcionados para prolongar artificialmente la vida de un enfermo terminal, pues está ausente la acción positiva de matar y la posibilidad de una vida natural. Es el médico –consultando en algunos casos límite a otros colegas-, o los comités de ética de algunos hospitales, los que deben determinar qué medios se pueden considerar proporcionados y cuáles desproporcionados para un paciente determinado, teniendo en cuenta sus circustancias concretas. No obstante, hay una serie de medios que hoy día se consideran habitualmente como ordinarios o proporcionados (la hidratación y la nutrición -por boca o sonda nasogástrica- son los cuidados básicos mínimos).

    En el estado vegetativo persistente o coma irreversible, sólo deben darse los cuidados básicos mínimos, y habitualmente en unos meses el paciente fallece a causa de una infección o de otras complicaciones.

    Algunos llaman “ortotanasia” a la muerte que ocurre a su tiempo, sin acortarse la vida y sin alargarla innecesariamente mediante medios extraordinarios. A este alargamiento de la vida mediante medios desproporcionados se le conoce con el nombre de “ensañamiento terapéutico”, que no es lícito, como señala el Código deontológico.

    El “diagnóstico de muerte” es un punto importante ya que, desde que se establece el diagnóstico de muerte clínica, no hay problema de eutanasia, pudiéndose extraer los órganos del cadáver para trasplantes o retirar la ventilación asistida, pues se trata de un cadáver. El cese irreversible de las funciones encefálicas y/o cardiorrespiratorias son criterios suficientes para confirmar la muerte de una persona, al cesar de funcionar su organismo espontáneamente como un todo.

    Javier Vega Gutiérrez. Profesor titular de Medicina legal. Universidad de Valladolid.