Alfonso Aguiló, “Vanidad”, Hacer Familia nº 161-162, 1.VII.2007

Una rana se preguntaba cómo podría alejarse un poco del clima frío del invierno de su tierra. Unos gansos le sugirieron que emigrara con ellos hacia el sur. El principal problema era que la rana no sabía volar. «Dejadme que piense un momento —dijo la rana—, tengo un cerebro privilegiado».

Pronto tuvo una idea. Pidió a dos gansos que le ayudaran a buscar una caña lo suficientemente ligera y fuerte. Les explicó que cada uno tenía que sostener la caña por un extremo, y que ella iría en medio, fuertemente agarrada por la boca a esa caña.

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