Discurso en una ceremonia organizada por el Senado italiano El prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe propuso como respuesta de los valores cristianos como ancla de salvación en un discurso que pronunció el 13 de mayo en una celebración organizada en Roma por el presidente del Senado italiano Marcello Pera.
Pocos días después de la entrada en la Unión Europea de diez nuevos países, el cardenal bávaro constató: «Precisamente en esta hora de su máximo éxito, Europa parece haberse vaciado en su interior, paralizándose en cierto sentido por una crisis en sus sistema circulatorio», una crisis que pone en peligro su «identidad».
«A este desfallecimiento interior de las fuerzas espirituales se le añade el hecho de que también étnicamente Europa parece emprender el camino del adiós», comentó Ratzinger.
El decano del Colegio cardenalicio explicó que «se da una extraña falta de ganas de futuro. Los hijos, que son el futuro, son vistos como una amenaza para el presente; nos quitan algo de nuestra vida, se piensa». Esta situación recuerda, aseguró, al «ocaso del Imperio Romano».
El purpurado evocó cómo Europa –tanto la oriental como la occidental– conformó su rostro gracias al matrimonio entre el hombre y la mujer, a la luz de la fe bíblica, de modo que «Europa dejaría de ser Europa si esta célula fundamental de su edificio social desapareciera o fuera alterada esencialmente».
«La Carta de los derechos fundamentales [de la Unión Europea] habla del derecho al matrimonio –constató el cardenal–, pero no hace referencia a una específica protección jurídica y moral y ni siquiera lo define de una manera más precisa».
«Y todos sabemos cómo el matrimonio y la familia están amenazados, por una parte, a causa del vaciamiento de su indisolubilidad a través de formas cada vez más fáciles de divorcio; por otra, a causa de un nuevo comportamiento que se va difundiendo cada vez más: la convivencia entre un hombre y una mujer sin la forma jurídica del matrimonio».
Por lo que se refiere a las propuestas de reconocimiento del matrimonio entre homosexuales, el purpurado consideró que «con esta tendencia nos salimos fuera del conjunto de la historia moral de la humanidad».
«No se trata de discriminación –aclaró–, sino más bien de la cuestión de qué es la persona humana en cuanto hombre y mujer». «Nos encontramos ante una disolución de la imagen del ser humano, cuyas consecuencias pueden ser sumamente graves».
Por lo que se refirió a la cuestión religiosa, Ratzinger subrayó que «en nuestra sociedad actual, gracias a Dios, se multa a quien deshonra la fe de Israel, a su imagen de Dios, sus grandes figuras. Se multa a quien ofende al Corán y las convicciones fundamentales del Islam».
Sin embargo, constató, «cuando se trata de Cristo y de lo que es sagrado para los cristianos, entonces la libertad de opinión se presenta como el bien supremo, y si se limita sería como amenazar o incluso destruir la tolerancia y la libertad en general».
«Pero la libertad de opinión no puede destruir el honor y la dignidad del otro; no significa libertad para mentir o para destruir los derechos humanos», subrayó.
En definitiva, Ratzinger, consideró que «para sobrevivir, Europa necesita una nueva –y ciertamente crítica y humilde– aceptación de sí misma, si quiere realmente sobrevivir».
Zenit, ZS04051602