En una excursión todos nos hallábamos perdidos en el monte. Los niños hacía tiempo dudaban de que los guías supiéramos el camino. El bosque, agreste, no dejaba ver ni una luz que nos guiara. De pronto, se oyó el sonido de una trompeta lejana. Era el cura del pueblo, que nos esperaba y, al ver que no llegábamos, había salido en nuestra búsqueda. José Ramón, el clásico gordito de toda excursión, apretó el paso. Al cabo de un rato la trompeta se fue perdiendo. José Ramón gritó disgustadísimo: si esa trompeta deja de sonar, me siento y ahí me quedo. Esta es una forma de explicar qué es la esperanza: la esperanza es como el sonido de esa trompeta.