Amar a la vida

Un profesor fue invitado a dar una conferencia en una base militar, y en el aeropuerto lo recibió un soldado llamado Ralph. Mientras se encaminaban a recoger el equipaje, Ralph se detuvo unos instantes para ayudar a una anciana con su maleta, y después para orientar a una persona. Cada vez, una sonrisa iluminaba su rostro. “¿Dónde aprendió a comportarse así?”, le preguntó el profesor. “En la guerra”, contestó Ralph. Entonces le contó su experiencia en Vietnam. Allá su misión había sido limpiar campos minados. Durante ese tiempo había visto cómo varios amigos suyos, uno tras otro, encontraban una muerte prematura. “Me acostumbré a vivir paso a paso. Nunca sabía si el siguiente iba a ser el último; por eso tenía que sacar el mayor provecho posible del momento que transcurría entre alzar un pie y volver a apoyarlo en el suelo. Me parecía que cada paso era toda una vida”. Nadie puede saber lo que habrá de sucederle mañana. Qué triste sería el mundo si lo supiéramos. Toda la emoción de vivir se perdería, nuestra vida sería como una película que ya vimos, sin ninguna sorpresa ni emoción. La vida es una gran aventura, y al final no importará quién ha acumulado más riqueza ni quién ha llegado más lejos, sino quién ha amado más. Y ama más quien más ha servido, porque aprecia su vida y la de los demás.

Un bombero de 6 años

La madre de 26 años se quedó absorta mirando a su hijo que moría de leucemia terminal. Aunque su corazón estaba agobiado por la tristeza, también tenía un fuerte sentimiento de determinación. Como cualquier madre deseaba que su hijo creciera y realizara todos sus sueños. Pero ahora eso ya no iba a ser posible. La leucemia no se lo permitiría. Pero aún así, ella todavía quería que los sueños de su hijo se realizaran. Tomó la mano de su hijo y le preguntó: “Billy, ¿alguna vez pensaste en lo que querías ser cuando crecieras? ¿Soñaste alguna vez y pensaste en lo que harías con tu vida?”. “Mamá, de mayor siempre quise ser bombero”. La madre se sonrió, y un poco más tarde, ese mismo día, se dirigió al Parque de Bomberos de Phoenix, Arizona, donde conoció al bombero Bob, un hombre con un corazón tan grande como la misma Phoenix. Ella le explicó el último deseo de su hijo de seis años y le preguntó si era posible darle un paseo alrededor de la manzana en un camión de bomberos. El bombero Bob dijo: “Mire, podemos hacer algo mejor que eso. Tenga a su hijo listo el miércoles a las 9 en punto de la mañana y lo haremos Bombero honorario durante todo el día. Puede venir con nosotros aquí al Parque de Bomberos, comer con nosotros y salir con nosotros cuando recibamos llamadas de incendios en todo nuestro radio de acción. Y si usted nos dice su talla, le conseguiremos un verdadero uniforme de bombero, con un sombrero verdadero y no uno de juguete, que lleve el emblema del Parque de Bomberos de Phoenix, un traje amarillo como el que nosotros llevamos y botas de goma. Todo se confecciona en Phoenix, así que nos es fácil conseguirlo bastante rápido”. Tres días mas tarde el bombero Bob recogió a Billy, le puso su uniforme de bombero y lo condujo desde la cama del hospital hasta el camión de bomberos. Billy se sentó en la parte de atrás del camión y ayudó a conducirlo de regreso al Parque. Se sentía como en el cielo. Hubo tres avisos de incendio en Phoenix ese día y Billy pudo salir en los tres servicios. Se montó en tres camiones diferentes, en el microbús médico y también en el coche del Jefe de Bomberos. Le tomaron vídeos para las noticias locales de televisión. El haber hecho realidad su sueño, con todo aquel amor y atención con que le trataron, emocionó tan profundamente a Billy que logró vivir tres meses más de lo que cualquier médico pensó que viviría. Una noche todas sus constantes vitales comenzaron a decaer dramáticamente y la Jefa de Enfermeras comenzó a llamar a los miembros de la familia para que vinieran al hospital. Luego, recordó el día que Billy había pasado como si fuera un bombero, así que llamó al Jefe del Parque y le preguntó si era posible que enviara a un bombero uniformado al hospital para que estuviera con Billy mientras entregaba su alma. El Jefe replicó: “Haremos algo mejor. Estaremos allí en cinco minutos. ¿Me hará un favor? Cuando oiga las sirenas sonando y vea el centelleo de las luces, ¿podría anunciar por los altavoces que no hay ningún incendio, sino que es el Departamento de Bomberos que va a ver a uno de sus miembros más destacados una vez más? Y por favor, ¿podría abrir la ventana de su cuarto? Gracias”. Cinco minutos más tarde, el camión de escalera de los bomberos llegó al hospital y extendió la escalera hasta la ventana abierta del cuarto de Billy en el tercer piso. Dieciséis bomberos subieron por ella y entraron al cuarto. Con el permiso de su mamá, cada uno de ellos lo abrazó diciéndole cuánto lo amaban. Con su último aliento, Billy miró al Jefe de Bomberos y dijo: “Jefe, ¿soy verdaderamente un bombero ahora?”. “Sí, Billy, lo eres”. Con esas palabras, Billy sonrió y cerró sus ojos por última vez.

El tapiz

El nuevo sacerdote, recién asignado a su primer ministerio pastoral para reabrir una iglesia en los suburbios de Brooklyn, New York, llegó a comienzo de octubre entusiasmado con sus primeras oportunidades. Cuando vio la iglesia se encontró conque estaba en pésimas condiciones y requería de mucho trabajo de reparación. Se fijó la meta de tener todo listo a tiempo para oficiar su primera Misa en la Nochebuena. Trabajó arduamente, reparando los bancos, empañetando las paredes, pintando, etc., y para el 18 de diciembre ya habían casi concluido con los trabajos, adelantándose a su propia meta. Pero el 19 de diciembre cayó una terrible tormenta que azotó la zona durante dos días completos. El día 21 el sacerdote fue a ver la iglesia. Su corazón dio un vuelco cuando vio que el agua se había filtrado a través del techo, causando una gotera enorme en la pared frontal, exactamente detrás del altar, dejando una mancha y un destrozo como a la altura de la cabeza. El sacerdote limpió el suelo, y no sabiendo que más hacer, salió para su casa. En el camino vio que una tienda local estaba llevando a cabo una venta de liquidación de cosas antiguas, y decidió entrar. Uno de los artículos era un hermoso tapiz hecho a mano, color hueso, con un trabajo exquisito de aplicaciones, bellos colores y una cruz bordada en el centro. Era justamente el tamaño adecuado para cubrir el hueco en la pared frontal. Lo compró y volvió a la iglesia. Ya para ese entonces había comenzado a nevar. Una mujer mayor iba corriendo desde la dirección opuesta tratando de alcanzar el autobús, pero finalmente lo perdió. El sacerdote la invito a esperar en la iglesia, donde había calefacción, pues el siguiente autobús tardaría 45 minutos en llegar. La señora se sentó en el banco sin prestar atención al sacerdote, mientras este buscaba una escalera, ganchos, etc., para colocar el tapiz como tapiz en la pared. El sacerdote estaba muy satisfecho de lo bien que quedaba, y de cómo cubría toda la superficie estropeada. Entonces vio que la mujer venía hacia él, desde el pasillo del centro. Su cara estaba blanca como una hoja de papel: “Padre, ¿dónde consiguió usted ese tapiz?”. El sacerdote le explicó. La mujer le pidió que le permitiera ver la esquina inferior derecha para ver si las iniciales EBG aparecían bordadas allí. Sí, estaban. Eran las iniciales de aquella mujer, y ella había hecho ese tapiz 35 anos atrás en Austria. La mujer apenas podía creerlo cuando el sacerdote le contó cómo acababa obtener el tapiz. La mujer le explicó que antes de la guerra ella y su esposo tenían una posición económica holgada en Austria. Cuando los nazis llegaron, la forzaron a irse. Su esposo debía seguirla la semana siguiente. Ella fue capturada, enviada a prisión y nunca volvió a ver a su esposo ni su casa. El sacerdote ofreció regalarle el tapiz, pero ella lo rechazó diciéndole que era lo menos que podía hacer. Se sentía muy agradecida pues vivía al otro lado de Staten Island y solamente estaba en Brooklyn por el día para un trabajo de limpieza de casa. El sacerdote le pidió sus señas, con idea de hacerle llegar el tapiz unos días después. En la Misa de la Nochebuena la iglesia estaba casi llena. La música y el espíritu que reinaban eran increíbles. Al final, el sacerdote despidió a todos en la puerta y muchos expresaron que volverían. Un hombre mayor, que el pastor reconoció del vecindario, seguía sentado en uno de los bancos mirando hacia el frente, y el sacerdote se preguntaba por qué no se iba. El hombre le preguntó dónde había obtenido ese tapiz que estaba en la pared del frente, porque era idéntico al que su esposa había hecho años atrás en Austria antes de la guerra, y no entendía cómo podía haber dos tapices tan idénticos. Le relató cómo llegaron los nazis y cómo el forzó a su esposa a irse, para la seguridad de ella, y cómo él no pudo seguirla, pues fue arrestado y enviado a prisión. Nunca volvió a ver a su esposa ni su hogar en todos aquellos 35 años. El sacerdote le preguntó si le permitiría llevarlo con él a dar una vuelta. Se dirigieron en el carro hacia Staten Island, hacia la casa de aquella mujer que estuvo tres días atrás en la iglesia. Subieron los tres pisos de escalera que conducían al apartamento de la mujer, llamaron a la puerta y presenció el más hermoso encuentro de Navidad que pudo haber imaginado.

Una historia casi verdadera

Es la tarde de un viernes típico y estás conduciendo hacia tu casa. Sintonizas la radio. Las noticias cuentan una historia de poca importancia: en un pueblo lejano han muerto tres personas de alguna gripe que nunca antes se había visto. No le pones mucha atención a tal acontecimiento. El lunes cuando despiertas, escuchas que ya no son 3, sino 30.000 personas las que han muerto en las colinas remotas de la India. Personal del Control de Enfermedades de EEUU ha ido a investigar. El martes ya es la noticia más importante en la primera página del periódico, porque no sólo es la India, sino Pakistán, Irán y Afganistán y pronto la noticia sale en todos los telediarios. Todos se preguntan cómo van a controlar la epidemia. A los pocos días, Europa cierra sus fronteras: no habrá vuelos a desde la India, ni de ningún otro país en el cual se haya visto la enfermedad. Al día siguiente, en Francia hay un hombre en el hospital muriendo de esa enfermedad. Hay pánico en Europa. La información dice que cuando tienes el virus, es por una semana y ni te das cuenta. Luego tienes cuatro días de síntomas horribles y mueres. Inglaterra cierra también sus fronteras, pero es tarde, pasa un día más y el presidente de los EEUU cierra las fronteras a Europa y Asia, para evitar el contagio en el país, hasta que encuentren un modo de curar esa enfermedad. Al día siguiente la gente se reúne en las iglesias a rezar. Pero en la radio se oye la noticia: dos mujeres han muerto en Nueva York. En horas, parece que la epidemia invade todo el mundo. Los científicos siguen trabajando para encontrar el antídoto, pero nada funciona. Y de repente, viene la noticia esperada: se ha descifrado el código de ADN del Virus. Se puede hacer el antídoto. Va a requerirse la sangre de alguien que no haya sido infectado y de hecho en todo el país se corre la voz que todos vayan al hospital más cercano para que se les practique un examen de sangre. Vas de voluntario con tu familia, junto a unos vecinos, preguntándote ¿Qué pasará? ¿Será esto el fin del mundo? De repente el doctor sale gritando un nombre que ha leído en su cuaderno. El más pequeño de tus hijos está a tu lado, te agarra la chaqueta y dice: “¿Papá?, ¡Ese es mi nombre!”. Antes de que puedas reaccionar se están llevando a tu hijo y gritas: “¡Esperen!”. Y ellos contestan: “Todo está bien, su sangre está limpia, su sangre es pura. Creemos que tiene el tipo de sangre correcta”. Después de cinco largos minutos salen los médicos con cara de satisfacción, emocionados. Es la primera vez que has visto a alguien sonreír en una semana. El doctor de mayor edad se te acerca y dice: “¡Gracias! La sangre de su hijo es perfecta, está limpia y pura, se puede hacer el antídoto contra esta enfermedad”. La noticia corre por todas partes, la gente esta pletórica de felicidad. Entonces el doctor se acerca a ti y a tu esposa y dice: “¿Podemos hablar un momento? Es que no sabíamos que el donante sería un niño y necesitamos que firmen este formato para darnos el permiso de usar su sangre”. “¿Cuánta sangre?”. “No pensábamos que era un niño. ¡La necesitamos toda!”. No lo puedes creer y tratas de contestar: “Pero, pero…”. El doctor te sigue insistiendo: “Usted no entiende, estamos hablando de la cura para todo el mundo. Por favor firme este documento, la necesitamos… toda”. Tu preguntas: “Pero no pueden darle una transfusión?”. “Si tuviéramos sangre limpia, podríamos… ¿Firmará? Por favor…”. En silencio y sin poder sentir los mismos dedos que tienen la pluma en la mano lo firmas. Te preguntan: “¿Quiere ver a su hijo?”. Caminas hacia esa sala de emergencia donde tu hijo esta sentado en la cama. Tomas su mano y le dices: “Hijo, tu madre y yo te amamos y nunca dejaríamos que te pasara algo que no fuera necesario, ¿comprendes eso?”. Y cuando el doctor regresa y te dice: “Lo siento, necesitamos empezar, gente en todo el mundo está muriendo…”, ¿te puedes ir?, ¿puedes darle la espalda a tu hijo y dejarlo allí?… mientras el te dice: “¿Papá?, ¿Mamá? ¿por qué me están abandonando?”. Y a la siguiente semana, cuando hacen una ceremonia para honrar a tu hijo, algunas personas se quedan dormidas en casa, otras no vienen porque prefieren ir de paseo o ver un partido de fútbol y otras vienen a la ceremonia con una sonrisa falsa fingiendo que les importa. Quisieras pararte y gritar: “¡Mi hijo murió por ustedes!, ¿es que no les importa?”. Tal vez eso es lo que Dios nos quiere decir: “Mi hijo murió, ¿todavía no saben cuanto los amó?”.

Jim Caviezel: Durante el rodaje de “Passion”

Esta entrevista se realizó un año antes de que Jim Caviezel fuera convocado por Mel Gibson para representar a Jesús en “Passion”, la película sobre las últimas 12 horas de la vida de Cristo.

El día que conversé con Jim Caviezel -cuenta Edel M. Cech-, comprendí que Dios realmente es capaz de hacer cualquier cosa para alcanzar a alguien donde quiera que se encuentre. La conversación telefónica de una hora, no fue sólo un hito importante en mi vida, sino también una de las conversaciones más encantadoras, inspiradoras y santas que he tenido. Y estoy dispuesto a compartir los mejor de ella con ustedes.

– Edel: No es común que las estrellas de cine sean tan religiosas como tú. – ¿Cómo es que tu fe es tan profunda? -Jim: Bien, yo pienso que Dios puede alcanzar a cualquiera. Nuestro Señor puede tocar a cualquiera en cualquier profesión. Dios nos está llamando hacia Él más que nunca.

– Edel: ¿Te sientes solo entre todos estos actores que piensan de manera tan diferente? ¿Cómo enfrentas esto? -Jim: Siempre me siento solo acerca de esto. Pero si no existe ningún actor en mi profesión que siga su fe, no importa. Sé cuál es mi responsabilidad… . Estoy dispuesto a sufrir eso, sé que no fui llamado para la vida fácil – fui llamado como todos para vivir como Jesús. Dios nos está llamando a ser la luz del mundo y nos pide que nos sacrifiquemos para ayudar a cargar la cruz de Cristo.

– Edel: ¿Hablas con los demás actores sobre tu fe? -Jim: Si lo hago…cuando el tiempo lo permite… … [pero] la mejor manera de mostrar tu fe es a través de la manera en que vives tu vida.

– Edel: ¿Quién es tu mayor apoyo en todo esto? -Jim: Mi esposa. Mi esposa, quien debe serlo… Ella es la persona más cercana.

– Edel: ¿Cuánto tiempo han estado casados? -Jim: 5 años y medio.

– Edel: ¿Tu esposa es también actriz? Jim: No, es maestra de colegio. Enseña en secundaria. Es realmente buena. Es una católica muy comprometida.

– Edel: ¿Siempre has sido tan fuerte en tu fe? -Jim: Fui criado católico, pero mientras crecía, me afectó mucho lo que sucedía en el mundo y en la sociedad, y cedí ante la media verdad que reina en el mundo. … Mi conversión ha sido lenta y me ha tomado años. Ahora sé que Dios me está pidiendo más. Y no soy la misma persona que era cuando tenía 20 o 25 años y tampoco soy el mismo del año pasado, cuando hice una película llamada Ojos de Ángel (Angel Eyes). No sé si la pusieron en cartelera por ahí.

– Edel: ¡La acabamos de ver! -Jim: Antes de hacer la película la rechacé porque había una escena de amor y era muy difícil para mí. – Le dije [al director], “No, no vas a verme desnudo, no vas a ver ciertas cosas”. – Así que me dijo, “Entonces, ¿cómo vamos a hacer esto?” – Le dije, “Tú eres el director, ¡ingéniatelas!” Así que tomaron la cámara y filmaron algunas cosas – Tenía puesta mi ropa y ella [Jennifer López] tenía puestos un top y shorts, pero luego de terminar, no me sentía bien, porque sentía que estaba dando el mensaje falso a la gente de que “si hay amor, entonces está bien.” El mensaje que realmente quiero dar a los jóvenes es este: Mírenla y digan: ¡Esto es algo que no debo hacer! ¡Aún existe mucha ambigüedad en los medios! Pero existe una sola interpretación [de la sexualidad] y se basa en la absoluta voluntad de Dios. Esto siempre es difícil y me cuestiono sobre qué mensaje estamos enviando.

– Edel: ¡Claro que no es fácil! -Jim: Pero, ¿sabes? No estamos llamados a la vida fácil… . Jesús dice, “Sean perfectos – como mi Padre es perfecto.” Y ser perfecto es intentar, tratar. Y en tu mente debes tratar de evitar el pecado. Y mientras más larga sea tu vida – debes mejorar y evitar el pecado. Y quizás no en acciones, sino en el pensamiento. Así que debes tratar en tus pensamientos – lo que quiere decir que la única manera de lograrlo es a través de la oración, y mientras más reces, más tendrás a Dios en tu vida.

Si estás buscando una vida fácil, entonces lo tuyo no es la fe católica. Por lo menos haz una opción. Si la vida católica no es para ti, entonces haz otra cosa. Pero si vas a decir que eres católico, vívelo. Vive tu vida. Eso es lo que necesitamos. Necesitamos guerreros. Necesitamos santos en la tierra ahora. Los necesitamos urgentemente. Necesitamos personas que le den la espalda al pecado.

– Edel: ¿Cómo debemos rezar? -Jim: Desde nuestro corazón y mientras más reces, mejor será tu oración. María intercede para que se nos conceda la gracia. Y cuando nos da la gracia que viene de Dios, podemos orar más desde nuestro corazón. Y mientras más oramos desde nuestro corazón, más queremos orar. Mientras más oramos, recibimos más gracia, y mientras más gracia recibimos aumenta nuestro anhelo de rezar. Entonces iniciamos el círculo de la vida. ¿Qué es el círculo de la vida? El círculo de la vida es hacer que el pecado sea raro en nuestras vidas, cuando el pecado se hace extraño en nuestras vidas, empezamos a sentir más la presencia de Dios en nuestras vidas, porque viene a nuestros corazones. ¡Hemos nacido para tener a Dios en nuestros corazones! Y entonces empezamos a vivir el Cielo, no tenemos que morir para ver el Cielo, podemos empezar a vivir el Cielo ahora en la tierra. Y mientras más sentimos el Cielo en nuestros corazones, somos más santos. Entonces, estamos cumpliendo lo que Dios nos pidió: “¡Sean perfectos como mi Padre es perfecto!” Y te conviertes en imagen de Cristo en la tierra. Mi esposa y yo rezamos el rosario todos los días, porque si rezamos permaneceremos unidos.

– Edel: ¿Cuál crees que es el mayor problema de hoy? -Jim: Ahor no se habla del pecado. Decimos, “¡Oh, no existe! No pecamos, sólo tenemos problemas.” Esa es la voz del demonio. El gran San Maximiliano Kolbe dijo que el más grande problema del siglo XX y ahora del siglo XXI es la indiferencia. ¡Piensen en eso! Indiferencia quiere decir “no saber la diferencia”. Uno dice, “Conozco la diferencia entre lo bueno y lo malo.” El diablo está diciendo, “No, no, no, no, no – no existe diferencia – todo es lo mismo. Lo que es malo es bueno – haz lo que quieras.” Pero, ¿qué nos dice Jesús? “¡Los vomitaré de mi boca! No sean tibios, el camino hacia el Cielo es angosto. El camino al infierno es amplio.” ¡Conozcan la diferencia! – Edel: ¿Cómo podemos hacer esto? -Jim: Lo escoges. Tienes que ubicarte entre personas que vayan a apoyar tu vida católica, que van a nutrirla. Cada vez que busques amigos que tienen eso, Dios te bendecirá. Debes conservar estas amistades incluso si es una sola. Y si no tienes ninguna reza, porque Dios te las pondrá en tu vida.

– Edel: Pero muchas personas vienen de hogares destruidos, así que han perdido la esperanza o no tienen la energía para iniciar tal círculo.

-Jim: Pero, ¿no crees que Dios puede alcanzar a cualquiera? La Inmaculada María puede tocar la vida de cualquiera. Dios creó todas las cosas, todas las personas son sus hijos. Empieza contigo mismo, tú puedes hacer la diferencia. Si quieres paz en el mundo, empieza en tu vida, empieza hoy. Y los que te rodean te imitarán. San Francisco de Asís decía, “Vayan y prediquen el Evangelio a todas las naciones, y si lo necesitan, ¡usen palabras!” Piensen en eso. Nos dice que prediquemos con nuestras acciones.

– Edel: ¿Tienes un mensaje final para los jóvenes? -Jim: Mi mensaje para ellos sería [nuevamente]: La Paz empieza por ti. Puedes tomar mis palabras literalmente.

– Edel: ¿Tienes algún proyecto cinematográfico actualmente? -Jim: No, no he encontrado nada que me agrade aún. Cada vez que sale una película tienes que competir con otros actores, tienen que decidir entre Russel Crowe o quien sea. Pero no puedo preocuparme por eso porque sé que Dios me pondrá donde Él quiere.

Jim Caviezel: “Después de mi primer día en la cruz, casi llego a la hipotermia” A sus 34 años de edad, Jim Caviezel se perfila como un actor de gran proyección en Hollywood. Desde su trabajo en “The Thin Red Line” (La Delgada Línea Roja) y luego “La venganza del conde de Montecristo”, se convirtió en uno de los actores favoritos del medio, pero nunca pensó que en tan poco tiempo podría encarnar el papel más importante de su carrera: Caviezel es Jesús en la película “Passion”, que actualmente Mel Gibson rueda en Italia.

El día de la entrevista, Caviezel había pasado 17 horas rodando el interrogatorio de Cristo, cargando sogas y cadenas a la merced de Poncio Pilato y sus centuriones.

“Para tener la apariencia de un hombre que ha sido humillado y golpeado hasta que la carne cuelgue de su cuerpo, el maquillaje puede tardar ocho horas. Tengo que levantarme a las dos de la mañana para estar listo a en el set a las 10 u 11”, revela Caviezel y agrega que si el clima es malo y no se puede filmar, debe dormir con el maquillaje puesto.

Era la cuarta vez que Caviezel recibía este papel en oferta. Siempre se había negado porque consideraba que las producciones en cuestión no eran respetuosas con la historia y la persona de Cristo. Sin embargo, la propuesta de Gibson lo convenció.

Según sostiene, Gibson -como devoto católico también- había entendido la importancia de este proyecto y, lo más importante, está comprometido a recrear las últimas horas de Jesús, desde Getsemaní hasta su muerte- de la forma más auténtica posible.

Para Caviezel, que no duda en proclamar su fe católica, el papel de Cristo representa un desafío espiritual y físico que afronta con esfuerzo, oración, meditación y la permanente asistencia de María.

En una entrevista concedida al diario canadiense Globe and Mail desde Sassi di Matera –escenario de la película-, el testimonio de Caviezel estremeció a la reportera Gayle MacDonald y anticipó una película que podría ser la representación más gráfica del dolor que padeció Cristo en las últimas 12 horas de su vida.

“La exigencia” Según MacDonald, el trabajo de Caviezel ha trascendido el intenso frío del invierno italiano y el dolor de huesos, no en vano pasó los últimos 15 días casi desnudo colgado en una cruz para escenificar la Crucifixión.

“Cuando el viento toca la cruz, a tantos pies de altura, el aire te congela los huesos. La cruz comienza a temblar y piensas que se va a romper. Todo lo que haces es moverte y rezar”, confiesa el actor que agrega no haber estado nunca tan exhausto, ni atravesar tanto dolor físico y mental.

“Después de mi primer día en la cruz, casi llego a la hipotermia. Debieron traer calentadores que funcionaban bien cuando había viento pero cuando el clima se calmaba, podían quemarme las piernas. Trataba de comer algo, pero solo tenía náuseas. Sabía que este papel sería el más duro y difícil de mi carrera. También ha sido increíble”, señala Caviezel.

Según MacDonald, la apariencia y el nervio de Caviezel lo convirtieron en la primera opción de Gibson al pensar en el actor que representaría a Jesús.

Su representación de Cristo parece tan real, que la gente de Sassi di Matera aún no se acostumbra a verlo sin exclamar “¡Jesús! ” cuando camina por las calles, o en la iglesia donde asiste a diario a Misa y reza su rosario.

“Muchas veces estoy tan concentrado que no escucho lo que ocurre a mi alrededor”, señala Caviezel quien en sus oraciones suele recurrir a al patrono de los actores San Genesius de Arles, y San Antonio de Padua, que lo ayuda a encontrar buenos guiones.

En una entrevista que concedió algunos años atrás, Caviezel aseguró creer que Dios y los santos le muestran el camino, y dijo que María lo guió para seguir la ruta de la actuación. Cree que haber rezado un rosario antes de la audición para La Delgada Línea Roja lo ayudó a conseguir un papel en esa cinta.

“Por la conversión” “Todas las descripciones que he leído sobre lo que realmente le pasó a Jesucristo son más duras de lo que estamos mostrando y no podemos mentir. Uno de los látigos que usaron con Jesús, tenía garfios que literalmente le arrancaron la carne del cuerpo. Fue terrible”, asegura. Sin embargo, precisa que la fidelidad a lo que ocurrió no puede alejarlos del mensaje. “No vamos a llegar a un punto en el que la gente se sienta tan afectada por lo que ve en la pantalla que no saque nada del relato. No queremos eso”. Según Caviezel, en este sentido el film quiere que algo cambie en el corazón de la gente y, de repente, regrese a Dios.

Tomado de piensaunpoco y acidigital

¿Quién pliega tu paracaídas?

Charles Plumb era piloto de un bombardero en la guerra de Vietnam. Después de muchas misiones de combate, su avión fue derribado por un misil. Plumb se lanzó en paracaídas, fue capturado y pasó seis años en una prisión vietnamita. A su regreso a los Estados Unidos, daba conferencias contado su odisea y lo que aprendió en su tiempo en prisión. Un día estaba en un restaurante y un hombre lo saludó: “Hola…, ¿usted es Charles Plumb, era piloto en Vietnam y lo derribaron, verdad…? ¿Y usted, cómo sabe eso?, le preguntó Plumb. “Porque yo plegaba su paracaídas. ¿Parece que le funcionó bien, verdad?” . Plumb casi se ahogó de sorpresa y gratitud. “Claro que funcionó. Si no hubiera funcionado, hoy yo no estaría aquí.” Plumb no pudo dormir esa noche, preguntándose: “Cuántas veces lo vi en el portaaviones, y no le dije ni los buenos días, porque yo era un arrogante piloto y él era un humilde marinero…” Pensó también en las horas que ese marinero pasaba en las bodegas del barco enrollando los hilos de seda de cada paracaídas, teniendo en sus manos la vida de alguien a quien no conocía. Ahora, Plumb comienza sus conferencias preguntándole a su audiencia, “¿Quién plegó hoy tu paracaídas? Todos tenemos a alguien cuyo trabajo es importante para que nosotros podamos salir adelante. A veces perdemos de vista lo que es importante, y dejamos de saludar, de dar las gracias, de felicitar a alguien, de decir algo amable.

Ruth de Jesús: ¿Quiénes son? ¿Adónde van?

Testimonio de la joven religiosa Ruth de Jesús, de las Hermanas de la Compañía de la Cruz, fundada por Santa Ángela de la Cruz. Sus palabras conmovieron al casi un millón de jóvenes y al Papa Juan Pablo II en la vigilia del sábado 3 de mayo de 2003 en Cuatro Vientos (Madrid).

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Bajo sus alas

La revista “National Geographic” publicó hace unos años un artículo sobre algo sucedido después de un incendio en el Parque Nacional Yellowstone de EEUU. Después de sofocado el fuego empezó la labor de evaluación de daños, y un guardabosques encontró una ave calcinada al pie de un árbol, en una posición bastante extraña, pues no parecía que hubiese muerto escapando o atrapada, sino que simplemente estaba con sus alas cerradas alrededor de su cuerpo. Cuando el asombrado guardabosques la golpeó suavemente con una vara, tres pequeños polluelos vivos emergieron de debajo de las alas de su madre, que sabiendo que sus hijos no podrían escapar del fuego, no los abandonó en ese momento crítico. Tampoco se quedó con ellos en el nido sobre el árbol, donde el humo sube y el calor se acumula, sino que los llevó, quizás uno a uno, a la base de aquel árbol, y ahí dio su vida por salvar la de ellos. ¿Pueden imaginar la escena? El fuego rodeándolos, los polluelos asustados y la madre muy decidida, infundiendo paz a sus hijos, como diciéndoles: “No tengáis miedo, bajo mis alas nada os pasará”. Tan seguros estaban ahí tocando sus plumas, aislados del fuego, que ni siquiera habían salido de ahí horas después de apagado el incendio. Estaban totalmente confiados en la protección de su madre, y solo al sentir el golpe del guardabosques pensaron que debían salir.

Enrique González Torres: Una vocación al sacerdocio

Testimonio de un diácono de 27 años ante casi un millón de jóvenes y en la vigilia con Papa Juan Pablo II el sábado 3 de mayo de 2003 en Cuatro Vientos (Madrid).

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Guillermo Blasco: Una vocación nacida ante el enigma del dolor y del perdón

Testimonio de un estudiante de 19 años ante casi un millón de jóvenes y en la vigilia con Papa Juan Pablo II el sábado 3 de mayo de 2003 en Cuatro Vientos (Madrid).

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