En “Los miserables”, esa gran novela de Víctor Hugo, Jean Valjean acaba de cumplir una condena injusta. Es acogido por el obispo de Digne. En pago de tanta hospitalidad, el hosco Valjean hurta a su anfitrión una cubertería de plata y se da a la fuga. La policía no tardará en prenderlo. Aherrojado y mohíno, Valjean tendrá que soportar un careo con el hombre cuya confianza ha defraudado. Entonces el obispo de Digne, en lugar de ratificar las sospechas de la policía, encubre el delito de Valjean, asegurando que la cubertería de plata es un regalo que él mismo hizo a su huésped; e incluso lo reprende por no haber querido llevarse también unos candelabros, que de inmediato introducirá en su faltriquera. Quizá encubrir a un delincuente merezca la reprobación de la justicia; pero, al obrar ilícitamente, el obispo de Digne redime a un hombre. Enaltecido por ese gesto, Jean Valjean convertirá a partir de ese momento su vida en una incesante epopeya de abnegación. El obispo de Digne entendía que Dios anida en el rostro de sus criaturas más afligidas.
Mes: septiembre 2007
C. S. Lewis: La conversión de un filósofo
C. S. Lewis fue un hombre lleno de amigos, libros y alumnos. Nació en 1898, y en 1925 ya enseñaba filosofía y literatura en Oxford. Hasta su muerte en 1963 fue un profesor eminente, autor de célebres ensayos, cuentos y libros de texto. Su vida está marcada por su conversión al cristianismo a la misma edad que San Agustín. Ese giro radical lo explica y justifica en un puñado de libros escritos con un estilo vivo y una lógica apabullante. Lewis domina el arte de argumentar. Su dialéctica apura la ironía y la sutileza, tal y como confiesa haber aprendido de uno de sus profesores: Si alguna vez ha existido un hombre que fuera casi un ente puramente lógico, ese hombre fue Kirk (…). Le asombraba que hubiera quien no deseara que le aclarasen algo o le corriegiesen (…). Al final, a menos que me sobreestime, me convertí en un “sparring” nada despreciable. Fue un gran día aquél en que el hombre que durante tanto tiempo había peleado para demostrar mi imprecisión, me acabó adviritiendo de los peligros de tener una sutileza excesiva. Lewis era ateo porque, desde la temprana muerte de su madre, sentía el universo como un espacio terriblemente frío y vacío, donde la historia humana era en gran parte una secuencia de crímenes, guerras, enfermedades y dolor.
Si me piden que crea que todo esto es obra de un espíritu omnipotente y misericordioso, me veré obligado a responder que todos los testimonios apuntan en dirección contraria. Pero esta argumentación no era, ni mucho menos, definitiva: La solidez y facilidad de mis argumentos planteaban un problema: ¿Cómo es posible que un universo tan malo haya sido atribuido constantemente por los seres humanos a la actividad de un sabio y poderoso creador? Tal vez los hombres sean necios, pero es difícil que su estupidez llegue hasta el extremo de inferir directamente lo blanco de lo negro. En cualquier caso, Lewis se sentía más cómodo en su ateísmo: Para un cobarde como yo, el universo del materialista tenía el enorme atractivo de que te ofrecía una responsabilidad limitada. Ningún desastre estrictamente infinito podía atraparte, pues la muerte terminaba con todo (…). El horror del universo cristiano era que no tenía una puerta con el cartel de “Salida”. En 1917 se incorpora al frente francés de la primera guerra mundial. Un año más tarde cae enfermo y es enviado al hospital de Le Tréport, donde permanecerá tres semanas.
Fue allí donde leí por primera vez un ensayo de Chesterton. Nunca había oído hablar de él ni sabía qué pretendía. Tampoco puedo entender demasiado bien por qué me conquistó tan inmediatamente. Se podría esperar que mi pesimismo, mi ateísmo y mi horror hacia el sentimentalismo hubieran hecho que fuera el autor con el que menos congeniase (…). Al leer a Chesterton, como al leer a MacDonald, no sabía dónde me estaba metiendo.
Al acabar la guerra estudia en Oxford filosofía y literatura inglesa. Son años de intensa formación intelectual y de inumerables lecturas. Pero sus libros y autores preferidos no compartían su visión de la vida: Todos los libros empezaban a volverse en mi contra (…). George MacDonald había hecho por mí más que ningún escritor, pero era una pena que estuviese tan obsesionado por el cristianismo. Era bueno a pesar de eso. Chesterton tenía más sentido común que todos los escritores modernos juntos…, prescindiendo, por supuesto, de su crisitanismo. Johnson era uno de los pocos autores en los que me daba la impresión de que se podía confiar totalmente, pero curiosamente tenía la misma chifladura. Por alguna extraña coincidencia a Spencer y Milton les pasaba lo mismo. Incluso entre los autores antiguos iba a encontrar la misma paradoja. Los más religiosos (Platón, Esquilo, Virgilio) eran claramente aquellos de los que podía alimentarme de verdad. Por otro lado, con los escritores que no tenían la enfermedad de la religión y con los que, teóricamente, mi afinidad tenía que haber sido total (Shaw, Wells, Mill, Gibbon, Voltaire), ésta afinidad me parecía un poco pequeña. No era que no me gustaran. Todos ellos eran entretenidos, pero nada más. Parecían poco profundos, demasiado simples. El dramatismo y la densidad de la vida no aparecían en sus obras. Terminó sus estudios con las máximas calificaciones y pasó a formar parte del claustro de profesores del Magdalen College. Allí, nuevos amigos provocarán “la caída de los viejos prejuicios”: Al entrar por primera vez en el mundo me había advertido (implícitamente) que no confiase nunca en un papista, y al entrar por primera vez en la Facultad (explícitamente), que no confiara nunca en un filólogo. Tolkien era ambas cosas. En el Magdalen enseña filosofia, pero su aguado hegelianismo no le resulta muy útil a la hora de enfrentarse a una tutoría: Un tutor debe aclarar las cosas, y yo no podía explicar el Absoluto de Hegel. ¿Te refieres a nadie-sabe-qué, o te refieres a una mente sobrehumana y por tanto (también podemos admitirlo) a una persona? Conversión Cuando vuelve a leer a Chesterton, el ateísmo de Lewis tiene los días contados.
Después leí el Everlasting Man de Chesterton, y por primera vez vi toda la concepción cristiana de la historia expuesta de una forma que parecía tener sentido (…). No hacía mucho que había terminado el Everlasting Man cuando me ocurrió algo mucho peor. A principios de 1926, el más convencido de todos los ateos que conocía se sentó en mi habitación al otro lado de la chimenea y comentó que las pruebas de la historicidad de los Evangelios eran sorprendentemente buenas. “Es extraño”, continuó, “esas majaderías de Frazer sobre el Dios que muere. Extraño. Casi parece como si realmente hubiera sucedido alguna vez”. Para comprender el fuerte impacto que me supuso tendrías que conocer a aquel hombre (que nunca ha demostrado ningún interes por el cristianismo). Si él, el cínico de los cínicos, el más duro de los duros, no estaba a salvo, ¿a dónde podría volverme yo? ¿Es que no había escapatoria? Lewis se siente acorralado y nos describe su situación con una imagen muy británica: La zorra había sido expulsada del bosque hegeliano y corría por campo abierto “con todo el dolor del mundo”, sucia y cansada, con los sabuesos pisándole los talones. Y casi todo el mundo pertenecía a la jauría: Platón, Dante, MacDonald, Herbert, Barfield, Tolkien, Dyson, la Alegría. Todo el mundo y todas las cosas se habían unido en mi contra. Siente entonces que su Dios filosófico empieza a agitarse y a levantarse, se quita el sudario, se pone en pie y se convierte en una presencia viva. La filosofía deja de ser un juego lógico desde que ese Dios renuncia a la discusión y se limita a decir: “Yo soy el Señor”.
Debes imaginarme solo, en aquella habitación del Magdalen, noche tras noche, sintiendo, cada vez que mi mente se apartaba del trabajo, el acercamiento continuo, inexorable, de Aquél con quien, tan encarecidamente, no deseaba encontrarme. Al final, Aquél a quien temía profundamente cayó sobre mí. Hacia la festividad de la Trinidad de 1929 cedí, admití que Dios era Dios y, de rodillas, recé. Quizá fuera aquella noche el converso más desalentado y remiso de toda Inglaterra.
Hasta entonces yo había supuesto que el centro de la realidad sería algo así como un lugar. En vez de eso, me encontré con que era una Persona. Y el día que identifica a Jesucristo con esa Persona sabrá que ha dado su último paso, y lo recordará siempre: Me llevaban a Whipsnade una mañana soleada. Cuando salimos no creía que Jesucristo fuera el Hijo de Dios, y cuando llegamos al zoológico, sí. Pero no me había pasado todo el trayecto sumido en mis pensamientos, ni en una gran inquietud (…). Mi estado se parecía más al de un hombre que, después de dormir mucho, se queda en la cama inmóvil, dándose cuenta de que ya está despierto. El problema del dolor El ateísmo de Lewis había sido fruto de su pesimismo sobre el mundo: Algunos años antes de leer a Lucrecio ya sentía la fuerza de su argumento, que seguramente es el más fuerte de todos en favor del ateísmo: Si Dios hubiera creado el mundo, no sería un mundo tan débil e imperfecto como el que vemos. Años después de su conversión, en 1940, Lewis escribe por encargo The problem of pain (El problema del dolor). Si Dios fuera bueno y todopoderoso, ¿no podría impedir el mal y hacer triunfar el bien y la felicidad entre los hombres? En esas páginas que se han hecho famosas, Lewis reconoce que es muy difícil imaginar un mundo en el que Dios corrigiera los continuos abusos cometidos por el libre albedrío de sus criaturas. Un mundo donde el bate de béisbol se convirtiera en papel al emplearlo como arma, o donde el aire se negara a obedecer cuando intentáramos emitir ondas sonoras portadoras de mentiras e insultos.
En un mundo así, sería imposible cometer malas acciones, pero eso supondría anular la libertad humana. Más aún, si lleváramos el principio hasta sus últimas consecuencias, resultarían imposibles los malos pensamientos, pues la masa cerebral utilizada para pensar se negaría a cumplir su función cuando intentáramos concebirlos. Y así, la materia cercana a un hombre malvado estaría expuesta a sufrir alteraciones imprevisibles. Por eso, si tratáramos de excluir del mundo el sufrimiento que acarrea el orden natural y la existencia de voluntades libres, descubriríamos que para lograrlo sería preciso suprimir la vida misma. Pero esto no muestra el sentido del dolor, si es que lo tiene. Ni demuestra que Dios pueda seguir siendo bueno cuando lo permite. Para intentar expliclar este misterio Lewis recurre a la que quizá sea la más genial de sus intuiciones. El dolor, la injusticia y el error -nos dice- son tres tipos de males con una curiosa diferencia: la injusticia y el error pueden ser ignorados por el que vive dentro de ellos, mientras que el dolor, en cambio, no puede ser ignorado, es un mal desenmascarado, inequívoco: toda persona sabe que algo anda mal cuando ella sufre. Y es que Dios -afirma Lewis- nos habla por medio de la conciencia, y nos grita por medio de nuestros dolores: los usa como megáfono para despertar a un mundo sordo.
Lewis explica que un hombre injusto al que la vida sonríe no siente la necesidad de corregir su conducta equivocada. En cambio, el sufrimiento destroza la ilusión de que todo marcha bien.
El dolor como megáfono de Dios es, sin la menor duda, un instrumento terrible. Puede conducir a una definitiva y contumaz rebelión. Pero también puede ser la única oportunidad del malvado para corregirse. El dolor quita el velo de la apariencia e implanta la bandera de la verdad dentro de la fortaleza del alma rebelde. Lewis no dice que el dolor no sea doloroso. “Si conociera algún modo de escapar de él, me arrastraría por las cloacas para encontrarlo”.
Su propósito es poner de manifiesto lo razonable y verosímil de la vieja doctrina cristiana sobre la posibilidad de perfeccionarse por las tribulaciones.
¿Dios o las leyes de la naturaleza? A Lewis le cuenta un amigo el caso de una pobre mujer que cree que su hijo sobrevivió a la batalla de Arnhem porque ella rezó por él. Sería cruel explicarle que, en realidad, sobrevivió porque se hallaba un poco a la izquierda o un poco a la derecha de las balas, que seguían una trayectoria prescrita por las leyes de la naturaleza.
Lewis responde que la bala, el gatillo, el campo de batalla y los soldados no son leyes de la naturaleza, sino cosas que obedecen a las leyes. Y lo ilustra con este ejemplo: podemos añadir cinco dólares a otros cinco, y tendremos diez dólares, pero la aritmética por sí misma no pondrá un solo dólar en nuestros bolsillos. Eso significa que las leyes explican todas las cosas excepto el mismo origen de las cosas, y esa es una inmensa excepción.
Lewis concluye su argumentación con una deslumbrante comparación literaria: En “Hamlet” se rompe una rama y Ofelia cae al río y se ahoga. ¿Ocurre el suceso porque se rompe la rama o porque Shakespeare quiere que Ofelia muera en esa escena? Puedes elegir la respuesta que más te guste, pero la alternativa no es real desde el momento en que Shakespeare es el autor de la obra entera. Tomado de José Ramón Ayllón, “Dios y los náufragos”, Editorial Belacqua, Barcelona, 2002
Gilbert K. Chesterton: Una conversión totalmente racional
La literatura es una de las formas de felicidad, y quizá ningún escritor me haya deparado tantas horas felices como Chesterton.
J. L. Borges Continuar leyendo “Gilbert K. Chesterton: Una conversión totalmente racional”
Ignacio Sánchez Cámara, “La barbarie, contra la religión”, ABC, 8.X.01
La barbarie del 11 de septiembre, y el fundamentalismo fanático del que se nutre, ha servido para cargar las baterías de los enemigos de la religiosidad.
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Joseph Ratzinger, “La nueva evangelización”, Roma, 10.XII.00
Conferencia pronunciada el Congreso de catequistas y profesores de religión, Roma, 10.XII.00.
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Luis de Moya, “Las sectas”
1. Qué es una secta: a) Grupo autónomo b) No cristiano c) Fanáticamente proselitista d) Exaltador del esfuerzo personal e) Expectante de un inminente cambio maravilloso, ya colectivo, ya individual 2. Causas de la existencia y de la proliferación de las sectas: a) La busqueda religiosa b) El secularismo o el laicismo c) Las deficiencias en las respuestas pastorales de las iglesias tradicionales d) Las carencias familiares y sociales e) El afán de novedad y la fascinación de lo novedoso, de la moda f) Otras causas 3. La respuesta apostólica al reto de las sectas: 1. Actitud positiva 2. Examen de conciencia 3. Maduración del sentido crítico 4. Oportunidad de evangelización 5. Adecuada información 6. Formación esmerada 7. Vibración interior 8. Dinamismo apostólico 9. Acudir a la Virgen 10. La devoción eucarística 1. Qué es una secta: El término “secta”: el valor negativo de la palabra “secta” explica los intentos por sustituirla por otras denominaciones asépticas; “nuevos movimientos religiosos”, “nuevas formas de religión”, “nuevas religiones”, “religiones marginales”, “alternativas”, etc. Pero ¿conviene el calificativo “nuevo” a las sectas de los s. XVIII-XIX y anteriores? Etimológicamente, la palabra española “secta”, en latín, era el femenino del participio del verbo “seco, secare”: “cortar, desprender”. Designa la entidad separada de otra realidad mayor y más antigua como la rama desgajada de un árbol.
Realmente, por su definicion descriptiva o sus rasgos definitorios, “secta es un grupo autónomo, no cristiano, fanáticamente proselitista, exaltador del esfuerzo personal y expectante de un inminente cambio maravilloso, ya colectivo, ya individual”.
a) Grupo autónomo: En la Iglesia católica, nadie es autónomo. Las diócesis, los vicariatos, las prelaturas, las órdenes y congregaciones tienen que rendir cuentas a la correspondiente Congregación Vaticana. En cambio, los directores de los testigos de Jehova, de los mormones, etc., pueden introducir cualquier innovación tanto disciplinar como doctrinal, incluso en contra de lo dictaminado por sus fundadores. b) No cristiano: por tres motivos: 1) Porque no creen en la Santísima Trinidad ni en la divinidad de Jesús de Nazaret y no aceptan el bautismo.
2) Además, los cristianos creemos que la Revelación divina terminó con la muerte del último Apóstol. Las sectas de origen e impronta cristiana creen que la Revelación divina sigue abierta hasta su fundador e incluso indefinidamente, hasta el director actual. Por ejemplo: Hasta 1940 los Testigos de Jehová aceptaban e incluso alababan las transfusiones de sangre, prohibidas desde 1945, de tal modo que más de uno ha muerto por rechazarlas. Hoy mismo podrían ser admitidas de nuevo.
Los Mormones celebraban la “Cena” con pan y vino como instituyó Jesucristo para la Sagrada Eucaristía y como se describe en el Libro del Mormón, pero se hicieron abstemios y la “Cena” es ahora con pan y con agua.
En las regiones tradicionalmente cristianas, las sectas tienden a presentarse como cristianas por motivos de estrategia proselitista, por ejemplo: los Testigos cristianos de Jehova o el Movimiento gnóstico cristiano universal.
3) Las sectas marginan la Biblia. Incluso las de origen cristiano parecen usarla, pero de hecho la manipulan, pues suelen atribuir un valor y credibilidad superiores a los escritos de su fundador, cuya autoridad prevalece sobre la de la Biblia en caso de colisión (cfr. Conc. Vaticano II, Const. Dei Verbum, n 1,1). name=1c>c) Fanáticamente proselitista: como es sabido. Pero no es malo el proselitismo, el afán apostólico, sino el fanatismo proselitista o el proselitismo fanático. “La Iglesia propone, no impone nada, respeta a las personas y las culturas; se detiene ante el sagrario de la conciencia” (Juan Pablo II, Redemptoris missio, 39 y 8). Las sectas tratan de “imponer” de manera descarada y, a veces, tambien camuflada. El laicismo -por otra parte- pretende relegar lo religioso al foro de la conciencia y al interior de los templos y sacristías.
d) Exaltador del esfuerzo personal: en las sectas, todo es -en general- obra del esfuerzo de los adeptos, de su concentración, con la ayuda de los integrantes del grupo. Esta exaltación del esfuerzo personal resalta en los metodos llamados del potencial humano, que o son secta o están de ordinario vinculados a una secta: yoga (sectas hindúes), zen (sectas budistas), la meditación trascendental, etc.
e) Expectante de un inminente cambio maravilloso, ya colectivo, ya individual: el cambio colectivo o que afecta a la humanidad puede ser bucólico, utópico; como el “Nuevo orden” de la masonería, por ejemplo; o catastrófico, como una guerra nuclear, el final de cada ciclo cósmico (sectas hindúes, budistas) y, más frecuentemente, el apocalíptico fin del mundo: Testigos de Jehová (1914, 1925, 1975; ahora empiezan a situarlo en torno al año 2.000), Adventistas del 7º día (1843; el 21 de marzo, el 18 de abril y el 22 de octubre de 1884), los Niños de Dios, ahora llamados La Familia, (1993), Misión Rama (entre 1975 y el año 2.000), Edelweis (1992), Iglesia Universal de Dios (1936, 1947, 1972, 1975), etc. El cambio maravilloso individual suele ser la aspiración de las sectas catalogadas como “desacralizadas, esotéricas, etc.”: Masonería, Nueva Acrópolis, Nueva Era, Teosofía, Gnosticismo, etc. La transformación del “hombre” en “superhombre” es el objetivo expreso de algunas sectas, como Nueva Acrópolis. Aparte de sus deficiencias doctrinales, su peligrosidad básica radica en que, como cada uno debe actuar de acuerdo con su conciencia, quien se cree “superhombre” no puede no mirar con conmiseración a los simples “hombres”, a los cuales forzará a aceptar sus deseos de superdotado, de grado o por fuerza.
2. Causas de la existencia y de la proliferación de las sectas: a) La busqueda religiosa: el hombre tiene “necesidad” de lo religioso, de Dios, que le es connatural. Cuando las religiones tradicionales no satisfacen, con causa razonable o sin ella, las sectas, el placer, el poder, etc., suplen la ausencia de Dios.
b) El secularismo o el laicismo: -clima dominante-, por reacción, provoca la huida hacia el “aire libre”, que, para algunos, es la secta.
c) Las deficiencias en las respuestas pastorales de las iglesias tradicionales: Los documentos del Magisterio de la Iglesia invitan a ver en las sectas retos o incitaciones que deben lanzarnos a nuestra verdadera “conversión” individual y a la renovación pastoral: la caída en la masificación, en la rutina, en la burocratización, en el apagamiento del dinamismo apostólico, en la obsesión por lo material, en la opción preferencial centrada más en los pobres de recursos económicos que en los pecadores, como si Jesucristo no se hubiera encarnado y muerto en cruz “para que tengan vida (sobrenatural) y la tengan abundante” (Io 10, 10).
d) Las carencias familiares y sociales: el activismo moderno, la fascinación de los medios de comunicación social, etc.: la persona se aisla, pero el individuo necesita “saberse querido”. Es una necesidad psicológica y también teologal. Eso son las sectas para todos o casi todos sus adeptos, al menos en sus inicios.
e) El afán de novedad y la fascinación de lo novedoso, de la moda: los cristianos hemos desprestigiado el viejo cristianismo. En cambio, las sectas son la novedad, que el historicismo pone más de actualidad, y, además, carecen de antecedentes negativos.
f) Otras causas: hoy estamos en la época del irracionalismo, del afán por sentir algo, también en lo religioso, actitud no muy compaginable la fe, con la cruzÉ Las sectas satisfacen esa “necesidad”, como las sectas satánicas y luciféricas, especialmente para personas hartas ya de lo sexual, del alcohol, de las drogas, y ansiosas de experiencias fuertes. La mayoría de las sectas vienen desde EE.UU., o a traves de EE.UU. (las originarias del Oriente). A veces, son un medio de mantener el imperialismo de algunos grupos ideológicos, económicos, etc., sobre todo en Iberoamérica.
3. La respuesta apostólica al reto de las sectas 1. Actitud positiva: son los santos quienes ponen los remedios adecuados y eficaces. Algunas actitudes no son cristianas, a veces ni humanas, aunque las tengamos los hombres: a) actitud pasiva, de quien se inhibe por ignorancia, temor o indiferencia; b) actitud activista, actúan como si la solución dependiera sólo y totalmente de su actividad, y se sienten muy capaces de hacerlo todo sin caridad e incluso sin fe, al modo de un burócrata que, en el mejor de los casos, no tiene sino “la técnica pastoral”; c) actitud despreciativa, porque son muchas, raras, con pocos miembros, etc.
d) actitud agresiva, reacción violenta, descontrolada y totalmente descalificadora, como si no hubiera nada positivo en las sectas, cuando lo hay. Realmente, de muy poco o de nada sirve esta actitud. Como diría Taciano (s. II d. C.). La mano ha de estar abierta, dispuesta a dar y recibir, así como a sacar del pozo oscuro e insalubre a quien ha caído en él.
La única actitud válida para un cristiano es: a) Actitud positiva, pues omnia -también las sectas- in bonum, pero diligentibus Deum, “para los que aman Dios todo es para bien” (Rom 8, 28), e “incluso es conveniente que haya herejías” (1Cor 11, 19); por su actitud de reto que nos obliga a profundizar en el conocimiento de determinados puntos doctrinales, a ser más apostólicos, proselitistas y con más vida interior. Además, para algunos, las sectas, como las religiones no cristianas, pueden tener eficacia salvífica, aunque el que se salva; se salva, en y por Jesucristo, en su Cuerpo Místico, la Iglesia.
La adivinación y la magia. Nos referimos a ellas por su actualidad, con la enseñanza del Catecismo de la Iglesia Católica (2115-2117): «Dios puede revelar el porvenir a sus profetas o a otros santos. Sin embargo, la actitud cristiana justa consiste en entregarse con confianza en las manos de la providencia en lo que se refiere al futuro y en abandonar toda curiosidad malsana al respecto. Por eso, todas las formas de “adivinación” deben rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios, la evocación de los muertos, y otras prácticas que equivocadamente se supone “desvelan” el porvenir. La consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a “mediums” encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos y están en contradicción con el honor y el respeto que debemos solamente a Dios».
«Todas las prácticas de magia o de hechicería mediante las que se pretende domesticar potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder sobrenatural sobre el prójimo -aunque sea para procurar la salud-, son gravemente contrarias a la virtud de la religión. Estas prácticas son más condenables aún cuando van acompañadas de una intención de dañar a otro, recurran o no a la intervención de los demonios. Llevar amuletos es también reprensible. El espiritismo implica con frecuencia prácticas adivinatorias o mágicas. Por eso la Iglesia advierte a los fieles que se guarden de él. El recurso a las medicinas llamadas tradicionales no legitima ni la invocación de las potencias malignas, ni la explotación de la credulidad del prójimo».
b) La actitud activa, aunque no “activista”, propia de quien trata de poner los remedios que están a su alcance. A continuación, se enumeran los principales: 2. Examen de conciencia: no podemos ver a enemigos en los adeptos de las sectas, sino a redimidos por Cristo, a hijos de Dios, generalmente hijos pródigos de la Iglesia Madre. No debemos adoptar la postura del hermano mayor del hijo pródigo en la parábola evangelica (Lc 15, 25-32).
3. Maduración del sentido crítico: es preciso acostumbrarse y enseñar a leer, a pensar, a ver TV, a dialogar con los miembros de las sectas, etc., “críticamente”, si no queremos ser manipulados. Un buen punto de referencia para el trato con los adeptos de las sectas es la aplicación de la doctrina del “Catecismo de la Iglesia Católica” a cada caso o cuestión planteada por ellos.
4. Oportunidad de evangelización: así considera Juan Pablo II «la presencia de las llamadas “sectas”, en cuanto son motivo para hacer un profundo examen e invitación a la nueva evangelización… para ahondar en la fe y en la vida cristiana» (Alocución a los obispos mexicanos, 12.V.1990, n 6). Resulta oportuna la pregunta: ¿Que estoy haciendo para responder a este reto y convertirlo en ocasión de evangelizar?, porque hay mucho sectario particular, pues, quien más y quien menos tiene sus propias teorías acatólicas perteneciendo a la Iglesia.
5. Adecuada información: acerca de los errores más de moda para no dejarse engañar ni sorprender.
6. Formación esmerada: en la doctrina bíblica, dogmática, litúrgica, etc.: Catecismo de la Iglesia Católica, sobre todo en las cuestiones negadas o deformadas por las sectas existentes en la propia ciudad o región. Prestigiar la Biblia, que es inteligible por todos: Jesucristo hablaba para todos, generalmente para gente sin formación especial; y otro tanto los profetas.
7. Vibración interior: el afán sincero de santidad, de vida interior, ser personas de oración, con experiencia de lo divino, pues, justifican su abandono de la Iglesia diciendo que en ella (homilías, reuniones de grupo, etc.) o no se habla de Dios o se habla cerebralmente: como de un objeto de reflexión y estudio a través de los Evangelios, etc., no en actitud de escucha ni de trato íntimo, algo que sí han encontrado en su secta. Hoy, evidentemente, mueve el testimonio. Es necesario el testimonio de la propia intimidad con Dios: la actitud de contemplativos en medio del mundo.
8. Dinamismo apostólico: el afán de almas se ve y, si es honrado -para Jesucristo-, convence. Sin olvidar que el apostolado básico es la coherencia de la vida entera con la fe. “Se es misionero o apóstol más por lo que se es… que por lo que se dice o se hace” (Juan Pablo II, Redemptoris missio, 23). “El hombre contemporáneo cree más a los testigos que a los maestros, en la experiencia que en la doctrina, en la vida y en los hechos que en las teorías” (Ibidem, 42).
9. Acudir a la Virgen: encomendar a María a quien tratemos. Es la gran olvidada o marginada por las sectas, e incluso denigrada y atacada por la mayoría. Si alguna secta peca por exceso y llega a divinizarla (Iglesia Cristiana Palmariana), la casi totalidad de las sectas, incluso las de origen cristiano, niega que sea Madre de Dios, Virgen, Intercesora, etc. Pero nadie quiere mas que Ella a su Hijo, Jesucristo, y a los seguidores de su Hijo, los cristianos. Los testigos de Jehová sienten como alergia hacia Ella.
10. La devoción eucarística: Juan Pablo II preguntó a un grupo de obispos del Perú: “¿Cuál es el problema mas grave e importante de la Iglesia en Perú?” Los obispos contestaron: “las sectas”. Pero el Papa puso en primer lugar la ausencia de la Sagrada Eucaristía en tantas localidades por falta de sacerdotes y de vocaciones.
El poder del adversario radica tanto o más en el grado de mi debilidad que en el de su fortaleza. Los agentes externos: el laicismo, las sectas, la TV, etc., ciertamente tienen su influjo y su parte responsabilidad, pero es señal debilidad culpar del error sólo al ambiente.
Luis de Moya Capellanía de la Universidad de Navarra Tomado de www.unav.es/capellania/
Julio de la Vega-Hazas, “Los adivinos: ¿un negocio… o algo peor?”, ARVO, 20.II.02
La existencia de adivinos es algo que se remonta a los albores de la historia, y posiblemente es aún anterior. La novedad, hoy en día, es la proliferación generalizada, que adopta incluso formas y técnicas comerciales, hasta poderse decir que la adivinación constituye un sector económico, que mueve cada año cantidades sustanciosas de dinero. La “normalización” de esta actividad hace que sea contemplada por muchos como algo más o menos trivial, o como una manifestación -entre tantas otras- de búsqueda de seguridad, sin que tenga una particular relevancia moral. Ahora bien, ¿es así? Escasean los escritos críticos sobre esta actividad, mientras que una sencilla reflexión plantea cuestiones interesantes, por lo menos para quienes gastan tiempo y dinero como clientes, y carecen de respuestas claras. ¿Tiene algún fundamento? ¿Es simplemente un timo? ¿Hay que distinguir entre unos y otros para contestar lo anterior? ¿Es de verdad algo trivial? ¿Hay un mal en ello? Y si lo hay, ¿en qué consiste y por qué está mal? Intentaremos aquí contestar a todo ello.
Una panorámica del mercado Comencemos por examinar brevemente lo que ofrece el mercado. A riesgo de simplificar un poco una realidad bastante compleja, podemos clasificar la oferta en cuatro categorías.
a) Adivinación sin contacto con el cliente: la forman fundamentalmente los horóscopos incluidos en los medios de comunicación. Al faltar el contacto con el receptor, se deben conformar con ofrecer predicciones generalizadas agrupadas por signos del zodiaco. Salta a la vista lo endeble de este planteamiento, cuya fiabilidad se diluye rápidamente cuando, por ejemplo, se comparan horóscopos de dos fuentes distintas, o se compara uno con otra persona nacida por las mismas fechas. Enseguida se concluye que responden a una combinatoria del azar. Pero, sin embargo, los sondeos indican que son secciones muy populares, y por ello tienden a ampliarse con horóscopos especializados para sectores concretos de personas.
b) Adivinación con contacto lejano con el cliente: se realiza a través de consultas por e-mail, y, sobre todo, por teléfono. Han proliferado mucho en estos últimos años, principalmente porque la apertura de las líneas “609” abre grandes posibilidades de negocio. Se trata de líneas muy caras, en las que el beneficio se reparte por mitades entre el operador telefónico y el negocio que se trate. Esto permite entender su funcionamiento. Se trata de poner como reclamo una figura conocida o publicitada, cuando en realidad atienden el teléfono personas contratadas por éste, bien preparadas para entretener un buen rato al cliente -con la excusa de que necesitan datos para adivinar-, engrosando así una ganancia fácil; cuando no se dispone de esa figura, la tendencia es presentarse con un ropaje de empresa especializada (“Videncia Universal”, por ejemplo). La figura más conocida aquí es Rappel (pseudónimo formado con su nombre: RAfael Payá Pinilla, añadiendo el “EL” final), que está al frente de un montaje donde trabajan más de doscientas personas, entre atención al cliente y “merchandising” de todo tipo de objetos de adivinación y ocultismo. Buena parte de su éxito se debe, por una parte, a una cuidada imagen que mezcla exotismo y simpatía; y, por otra, a un exquisito cuidado por evitar tanto las predicciones arriesgadas como todo lo que suene a magias o “artes” negras.
c) Adivinación con contacto directo basado en supuestas “técnicas”: éstas son las llamadas “mancias” (p.ej., “quiromancia”: por la lectura de la palma de la mano). La realiza una gran variedad de personas: desde puestos ambulantes con una mesa de tijera y dos sillas, hasta locales más “serios” y sofisticados, pasando por adivinos que quieren dar la imagen de santones cristianos, con altarcillo e imágenes sagradas incluidas. También hay variedad en cuanto a la publicidad: unos se anuncian, otros simplemente ponen el puesto; y en cuanto al aparato: desde barajas -“tarot”- hasta ordenadores.
d) Adivinación con recurso a espíritus, aunque esta característica no tiene por qué ser conocida por el cliente. Por eso la apariencia puede ser semejante a la categoría anterior, pero aquí lo más frecuente es la sobriedad -hay poco aparato- y la discreción: no se ejerce al aire libre ni se anuncia, de forma que se transmite por el boca a boca. Sin embargo, no suele faltar clientela, ya que sus resultados son bastante sorprendentes.
¿Qué hay de verdad en todo esto? La respuesta es que poco. Pero conviene entender cómo funcionan en líneas generales, para comprender la apariencia de auténtica adivinación que pueden presentar. De los cuatro grupos catalogados, no merece la pena detenerse en el primero. Para los dos siguientes, hay que saber que los adivinos suelen generar confianza “adivinando” algo de los clientes -rasgos personales, hechos del pasado- como paso previo a las predicciones de futuro. Y aquí hay algunos trucos. La sala de espera -si la hay-, la capacidad de observación y la experiencia en tratar con personas son determinantes. Así, pongamos por caso, a un hombre que hojea nerviosamente y sin fijación una revista mientras espera su turno se le puede decir que “usted está pasando por una honda preocupación que le hace sufrir” sin asumir riesgos; o, a una mujer con una alianza en el dedo y que habla atropelladamente, se le puede afirmar que “usted discute mucho con su marido” con bastante seguridad. El caso es que pocas personas tienen preparación y hábito para deducir de este modo, y por eso muchos suelen quedar impresionados.
En la segunda fase, lo importante es conocer cómo es la vida, para poder formular unas predicciones que parecen muy concretas y en realidad son generalizaciones que cualquiera puede asumir. Así, se pueden decir cosas como que “alguien cercano a usted va a buscar hacerle daño” (a los no cercanos uno les suele ser indiferente), “veo un éxito en el trabajo dentro de su familia” (estadísticamente muy probable sobre todo si “familia” se toma en sentido amplio, como también si se sustituye el éxito profesional por una enfermedad), o “se va a llevar próximamente una decepción de alguien muy cercano” (es algo seguro: en un sentido u otro, nadie colma las expectativas que se tienen sobre él o ella).
El cuarto grupo de adivinos también utiliza esta doble fase, pero, de entrada, hay afirmaciones precisadas que sí que se corresponden con hechos concretos. Hay alguien que sabe demasiado. Y surge así la pregunta: ¿si intervienen de verdad espíritus, de quién se trata? No es difícil entender que Dios, y quienes con Él están, no están dispuestos a prestarse a un juego de este tipo. Queda por tanto el demonio. ¿Significa esto que estamos ante un poseído? En los Hechos de los Apóstoles (16, 16-18) aparece un caso de pitonisa poseída: la esclava de Éfeso, de la que San Pablo expulsó el demonio. No debe por tanto descartarse, pero no es lo más frecuente. Al diablo le interesa más actuar con discreción; puede incluso que el adivino que le invoca no sepa a ciencia cierta con quién está tratando.
Ahora bien, saber es una cosa y adivinar otra distinta. En realidad, no se puede predecir a ciencia cierta el futuro en la medida en que éste depende de decisiones libres. Lo contrario implicaría la negación de la libertad, ya que la conducta estaría determinada de antemano por fuerzas ocultas o cualesquiera otras causas. En rigor, podría decirse que Dios no adivina el futuro: lo ve, ya que está por encima del tiempo, y todo lo conoce en presente, también lo que es futuro para nosotros. El demonio no posee esta característica, y el resultado de nuestras decisiones le es desconocido. Pero también es verdad que no todo depende de decisiones libres, y ahí sí que hay un espacio ventajoso para una inteligencia superior a la humana y que conoce mejor la realidad. Además, en la conducta humana influyen factores que, si bien no permiten un conocimiento cierto de las decisiones futuras, sí que permiten, más o menos dependiendo de los casos, establecer de antemano probabilidades. Hay ahí, por tanto, un espacio de ventaja para alguien más inteligente y mejor informado, y lo aprovecha. Así, puede “predecir” cosas como una enfermedad ya incoada pero aún no advertida, o un despido ya decidido pero aún no comunicado; junto a ello, no faltará nunca alguna otra predicción con la correspondiente ración de sutil cizaña o de mentira.
¿Dónde está el mal? Lo que no debe presentar dudas es, en primer lugar, el rechazo de la adivinación por parte de la moral católica. Viene de antiguo. Ya en uno de los primeros libros del Antiguo Testamento, el Levítico, se puede leer lo siguiente: “Y si alguien acude a hechiceros o adivinos y se prostituye con ellos, volveré contra él mi rostro y lo extirparé de en medio de mi pueblo” (20, 6). Es cierto que en la predicación de Jesucristo recogida en los Evangelios no hay alusiones al tema, pero hay que buscar el motivo de ello en el hecho de que los judíos de la época habían cuidado de que apenas hubiera adivinos en Israel. El contacto del cristianismo primitivo con la sociedad pagana cambió las cosas. Sirva como botón de muestra el siguiente texto, del siglo III y referido al catecumenado: “El encantador, el astrólogo, el adivino, el intérprete de sueños, el charlatán, el falsario, el fabricante de amuletos, desistan o sean despedidos” (Tradición Apostólica, 16). Desde entonces se ha mantenido el criterio, hasta el reciente Catecismo de la Iglesia Católica, al señalar que “todas las formas de adivinación deben rechazarse” (n. 2116).
¿Cuál es el motivo? A primera vista, la inmoralidad parece estar del lado del adivino, bien sea por el recurso al diablo, o bien por ser consciente de que lo que hace es un montaje fraudulento. Pero, ¿qué hace de malo el cliente, que no suele ser consciente de lo uno ni de lo otro, y que acude de buena fe (si no, no pagaría)? Hay que responder que, objetivamente, la misma pretensión de adivinación es inmoral; atenta contra Dios, de una manera u otra. Si, explícitamente o no, se sostiene que el destino depende de fuerzas ocultas, se está negando con ello nada menos que la providencia de Dios. Si lo que se busca es alguien con especiales poderes para ver el futuro, se está usurpando algo que a Dios sólo corresponde (y a quienes, derivadamente, hablan de su parte, lo que no sucede aquí). Y, si lo que se busca es una especie de santón con don de profecía, hay que recordar que el único mediador válido entre Dios y los hombres es Jesucristo, y participan de su mediación los sacerdotes; el cristiano no debe acudir a otra mediación, y menos aún cuando puede conllevar riesgos de intervenciones diabólicas. En resumidas cuentas, como señala el Catecismo de la Iglesia Católica, todas estas prácticas “encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios” (n. 2116).
Subjetivamente, lo que suele haber entre la clientela de los adivinos es un temor a la incertidumbre del futuro, y un desmedido afán de seguridad. Es, aunque no lo parezca a primera vista, una consecuencia de la mentalidad materialista. Por una parte, cuando todo el horizonte vital no va más allá de este mundo, y por tanto todo el corazón está puesto en él, surge un miedo visceral de perderlo y un temor ante un futuro que se presenta como incierto. Por otra parte, si desaparece del alma la consideración de la providencia divina, queda el puro azar, y nadie se siente tranquilo con la consideración de que su futuro y su vida entera están sujetos a los vaivenes de una pura casualidad, por lo que crece el ansia de subsanar ese conocimiento como sea.
Lo que enseña el Evangelio es algo muy distinto. Aquí se perfila la voluntad de Dios que quiere, en primer lugar, que los hombres vivan con una cierta incertidumbre para que tengan siempre presente su destino eterno; se manifiesta, por ejemplo, en el imperativo “velad, ya que no sabéis el día ni la hora” (Mt 24, 42). Y, junto con ello, el Señor hace repetidos llamamientos a que los hijos de Dios deben confiar en la providencia divina, que es una providencia amorosa de un Padre que cuida a sus hijos mucho más que a los lirios de campo y las aves del cielo (cfr., p.ej., Mt 6, 25-34).
Julio de la Vega-Hazas, ARVO, 20.II.02
José Miguel Odero, “Evangelización e Islam”, ARVO, IX.01
En los comienzos del III Milenio cristiano se hace pertinente un examen de cuáles han sido los progresos en la labor evangelizadora de la Iglesia y de qué tareas, por el contrario, merecen una nueva y especial atención y esfuerzo pastoral. Es sabido cómo el actual Pontífice ha destacado reiteradamente que los cristianos no podemos conformarnos con la escasa difusión del Evangelio alcanzada hasta ahora en Asia, pues el mandato apostólico de Cristo tiene un carácter universal y transcultural.En este sentido el teólogo debe preguntarse con audacia cuáles son los obstáculos que han “impermeabilizado” la mentalidad de los pueblos semíticos – especialmente todos aquellos que hoy soy confesionalmente musulmanes – ante el Evangelio de Jesús, cuando dicho Evangelio fue predicado originariamente en una lengua asiática y semítica, cuando la predicación de Jesús y de sus Apóstoles se inculturó de forma inicial en formas propias de los pueblos que – como es el caso del Islam – reconocen a Abraham como su padre en la fe, cuando la primera expansión del Islam tuvo por escenario lugares como Egipto, Siria o el Magreb donde estaba presente la Iglesia desde los inicios de ésta [1].Una de las cuestiones abordadas en la Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos (1999) fue precisamente este mismo reto evangelizador. La actual presencia masiva de musulmanes que vienen a trabajar y a vivir en la Europa contemporánea es sólo un germen – según los pronósticos económicos y demográficos – de lo que en este siglo XXI será con toda probabilidad una ingente ola inmigratoria de colectividades procedentes de países norafricanos (tanto mediterráneos como subsaharianos), colectividades todas ellas igualmente musulmanas.De la urgencia que reviste este esfuerzo de evangelización da idea una reciente Pastoral de los Obispos italianos, en la cual se desaconsejan los matrimonios mixtos con musulmanes: un hecho que sociológicamente será más frecuente, pero del cual la Iglesia tiene una experiencia claramente negativa; las familias surgidas de dichas uniones lejos de ser vehículo de evangelización, resultan ser en la mayoría de los casos una ocasión próxima para que el cónyuge cristiano abandone la práctica de su fe [2].El presente estado de cosas dibujado así de modo somero suscita consecuentemente – como antes se apuntaba – la reflexión del teólogo. ¿Por qué la evangelización en culturas musulmanas resulta especialmente ardua? ¿Qué actitudes específicas del creyente musulmán (muslim) se oponen a la acción santificadora del Espíritu de Cristo? Y, sobre todo, ¿cuáles han de ser las líneas maestras que deben guiar la acción apostólica de los cristianos entre los musulmanes? Peculiaridad del Islam como religión Antes de abordar qué características del Islam se oponen más específicamente al Evangelio y a la evangelización, conviene hacer notar la asimetría formal que existe entre Islam e Iglesia Católica. Suele decirse que ha sido muy característico de los católicos saber qué es lo que creen en común y saber porqué lo creen. Esta claridad a la hora de determinar en qué consiste ser católico (la unidad en la fe) permite hablar en un sentido muy concreto de la Iglesia católica. Ahora bien, en el caso del Islam – como en el de otras muchas religiones – la esencia del ser musulmán no se muestra de forma tan inmediata ni indubitable ante los ojos del observador. Porque existen muchos modos de ser musulmán, cada uno de los cuales pretendiendo ser “el único modo legítimo”. En parte, ello es fruto de exclusiones mutuas de unos grupos respecto de los demás, pero sobre todo se explica porque en la comunidad islámica no existe una autoridad jerárquica de tipo magisterial similar a la del Colegio Episcopal y a la de su cabeza, el Obispo de Roma. El Islam no cuenta, en definitiva, con un común punto de referencia similar y ni siquiera análogo al que poseen los más de mil millones de católicos en el mundo.El Islam no contempla la existencia sobre la Tierra de una autoridad permanente a la cual Dios haya encomendado de forma eficaz “atar y desatar” al unísono del atar y desatar divino, constituyéndola en sacramento y ministerio de unidad [3].. En este sentido, ni los musulmanes ni tampoco los estudiosos de la religiosidad islámica están en condiciones de determinar a priori si es más ortodoxo – más fiel al deseo divino del cual se habría hecho eco Mahoma – un fundamentalista como el paquistaní Mawdúdí (1903-1979) que preconiza la constitución de una Estado y sociedad que se atengan literalmente a El Corán y a la Sunna, o bien si resultan ser más fieles al carisma original divino quienes se esfuerzan por vivir el espíritu del Islam, desechando sin dudarlo elementos culturales caducos – costumbres marcadamente medievales o arábigas – aunque dichos elementos hayan pervivido durante siglos como sagrados e intocables.¿Qué es lo esencial y definitorio del Islam? Ante esta pregunta muchos traen a colación las llamados “cinco pilares del Islam”: confesión de fe, oración ritual diaria (al-salat), la prestación pecuniaria obligatoria (al-zakat), la peregrinación ritual a La Meca y el ayuno durante el mes del Ramadán [4]. En realidad, todas estas prácticas simbólicas constituyen la catequesis apropiada para realizar el acto de islam: el acto y la actitud de someterse absolutamente al Señorío del único Dios, viviendo como siempre y en todo como siervo de Dios (‘abd ´Alá) [5].Este acto de fe fundamental es notablemente similar a la fe bíblica y neotestamentaria: el hombre ha de vivir para Dios, no para sí mismo. Juan Pablo II se muestra buen conocedor del Islam al reiterar que judíos, cristianos y musulmanes son las tres grandes religiones monoteístas; más aún, se revela como buen conocedor del mismo Corán al describir a estas tres colectividades religiosas como “los hijos de Abraham”.En efecto, Abraham (Ibrahim) aparece descrito en El Corán como el prototipo del hombre creyente en Dios, del que confía en Él, de quien se somete totalmente a su Voluntad. Abraham es el perfecto creyente. Así, el carácter sagrado de la Kaaba proviene de que – según Mahoma – fue el templo erigido por Abraham tras sacrificar a su hijo. La peregrinación a La Meca y sus rituales específicos (en especial, los sacrificiales) se entienden como reiteración de la suprema sumisión a Dios que hiciera allí mismo Abraham.La fe sumisa a Dios conduce inmediatamente a una actitud ética de sometimiento a la Voluntad divina. Este es el sentido prístino de la sunna, que designa el modo de vivir propio de un creyente, ejemplarizado en la vida de Mahoma [6]. La sunna se crea alrededor de un núcleo fundamental, que en líneas generales coincide con los preceptos del Decálogo – es decir, con normas que la cultura cristiana considera contenidos de ley divina natural – (cf. Corán 17, 22-39).Mahoma, por su parte, se presenta como último eslabón de una cadena de testigos que Dios ha enviado a los hombres durante su historia para hacerles ver la gloria de Dios y la adoración singular que Él merece por parte de cada persona humana. Mahoma sería el último de los profetas, inmediatamente posterior a Jesús “el hijo de María”, y habría estado precedido también en su tarea profética por el patriarca José – el hijo de Jacob – , por Moisés y otros.Ahora bien, los estudiosos de El Corán disciernen en este texto determinadas suras que se limitan a presentar el Islam en esa continuidad con la religiosidad humana auténtica, una actitud compartida especialmente por judíos y cristianos. Se trata de aquellas predicadas en La Meca antes de la Hégira.Por el contrario, las suras predicadas posteriormente en Medina se tiñen de un novedoso carácter polémico, que refleja la historia misma de la comunidad islámica. En Medina se produjo, en efecto, un enfrentamiento abierto con la tribu árabe judía de los Beni Kainuká, obligada por Mahoma a abandonar la ciudad. Desde entonces el profeta del Islam dejó de orar postrándose en dirección a Jerusalén, y eligió a La Meca – con sus connotaciones abrahámicas – como nuevo norte de su plegaria. En estos años concede el permiso de llevar adelante la difusión del Islam mediante la guerra. En fin, entonces escribe: “Abraham no era ni judío ni cristiano. Era monoteísta puro (kalil) y musulmán” (Corán, 3, 67). Sólo los musulmanes han recibido a través de Mahoma “el Libro de Alá”; los hebreos y cristianos sólo recibieron “una parte del Libro”; su vocación consiste, pues, en llegar a ser musulmanes plenamente (Corán, 3, 23) [7].Mahoma se convierte así en “el Profeta”, es decir, en el único profeta que ha transmitido a los hombres la plena revelación de Dios, una religión (dín) perfecta ya concluida, la religión verdadera, la única querida por Dios (cf. Corán 5, 3; 3, 19). Moisés y Jesús habrían fracasado en esta tarea, lo cual se muestra – afirma Mahoma – en las divisiones doctrinales internas que sufren judíos y cristianos [8]. El Corán es terminante al respecto: “Quienquiera que desee una religión diversa del Islam no será aceptado [por Dios], y en el más allá se encontrará entre los perdidos” (3, 85). Sólo el Islam es vía de salvación [9].Esta institucionalización exclusivista de la fe islámica lleva a separar de hecho el acto de creer en Dios (‘ímán) y la praxis propia del creyente (islam); a su vez, la univocidad originaria del término islam “queda perdida de modo total. Junto al doble sentido de actitud existencial y de modo global de vida que supone convicciones y praxis – fe y obras – , el término islam queda limitado a [designar] un solo aspecto de la religión: el ritual, la práctica del culto” [10]. La pertenencia a la comunidad islámica (umma) tiende a identificarse en la práctica con la adhesión al culto específicamente islámico. Este fenómeno de translación semántica es comprensible, si se considera que los musulmanes han esperimentado vivamente en su historia pasada y contemporánea las dificultades insoslayables que impiden a la umma poseer “un mismo espíritu” (Hechos 2,46) y compartir “una misma fe” (Ef 4,5) [11].Mahoma, profeta y líder político, cedió a la tentación de considerar que Dios permitió a la umma islámica el uso de la violencia para fines religiosos [12]. Primero alude a ella como derecho a la autodefensa: “Combatid en el sendero de Dios a quienes os combaten” (Corán 2, 190). Más tarde, en los días postreros de su vida abre las puertas a una escalada coactiva: “Combatid a quienes no creen en Dios ni en el último Día, a quienes no prohíben lo que han prohibido Dios y su mensajero y – entre los que han recibido el Libro [judíos y cristianos] – a quienes no profesan la religión de la verdad, hasta que no paguen la prestación pecuniaria (al-djizya) con sus propias manos tras haber sido humillados” (Corán 9, 29). Este espíritu de lucha (djihad), esta declaración formal contra la libertad religiosa civil se constituirá de hecho en un punto de apoyo para arbitrariedades casi ilimitadas por parte de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, que hacen sumamente precaria y penosa la existencia de cristianos en sociedades de mayoría musulmana [13].Pero la sangre derramada durante la historia de la Umma no se limita ni mucho menos a la persecución de los no musulmanes. Contra los deseos más íntimos de su fundador, que predicó vivamente la necesidad de que reinara la paz dentro de la umma [14], el Islam iba a sufrir desde sus mismos inicios trágicas divisiones (sobre todo a raíz de la batalla de Shiffín en el año 657, apenas veinticinco años tras la muerte de Mahoma) [15]. Estas divisiones enfrentarían a unos musulmanes contra otros de una manera mucho más drástica, sangrienta y persistente que las “guerras de religión” europeas; para un muslim devoto este hecho constituye “la gran prueba” o castigo de Dios [16].
El Islam: religiosidad, cultura y política Las primeras predicaciones de Mahoma se centraron en un núcleo de carácter netamente religioso: en la fe y en las obras mediante las cuales el hombre puede disponerse a realizar ese acto de fe / sumisión. Dichas obras son principalmente de tipo cúltico y ético.Ahora bien, una vez instalado en Medina, Mahoma decidió determinar muchas cuestiones de orden social y político, estableciendo así una vinculación religiosa entre determinadas formas culturales y la fe en Dios.A este respecto su postura difiere fundamentalmente de la adoptada por Jesús, quien se negó repetidamente a regular “las cosas del César”, es decir, aspectos sociopolíticos de la conducta de los cristianos [17]. Mediante este acto Cristo dejaba a la discreción libre de cada cristiano muchas de las grandes cuestiones humanas, cuya solución no nos es revelada por Dios. Jesús indicaba así que la pluralidad cultural, social y política es una consecuencia natural del orden establecido por Dios en la Historia. Y, en consecuencia, reconocía una legítima autonomía de las realidades humanas. Jesús enseñó que Dios Creador ha querido libremente establecer ese ámbito de autonomía, merced a la cual no deben buscarse soluciones sagradas vinculantes para todos los creyentes en la mayor parte de los aspectos que configuran la sociedad y la civilización. No deben buscarse soluciones de ese tipo, porque no existen como tales [18].Ante los ojos de la fe cristiana la autonomía de las cuestiones sociopolíticas y culturales no conlleva en modo alguno una disminución de la gloria divina. Sólo un Dios Omnipotente y libre podía crear seres libres y otorgarles un amplio ámbito en el cual ejercer ellos mismos su propia providencia. La secularidad de la Ciudad terrenal no es ontológicamente el resultado de un proceso de secularización ejercitado en contra de la fe cristiana, sino que sobreviene, por el contrario, como una dimensión implícita de esa misma fe.Por el contrario lo usual en la mentalidad musulmana reside en la convicción de que, para establecer el Reino de Dios no basta la actitud personal de sumisión (islam), sino que esta sumisión conlleva necesariamente la implantación de las normas sociales, culturales y políticas que Mahoma preconizó de palabra o mediante su propia conducta. Mahoma – como es obvio a cualquier historiador – no fue sólo un profeta religioso, sino también un líder político, un estratega bélico y un legislador social. Él formuló el núcleo de una nueva estructuración sociopolítica, la cual cristalizará más tarde en la sharí ‘a o ley islámica [19]. El conjunto de normas contenidos en la sharí ‘a ha sido sacralizado por el profetismo de Mahoma como parte de la revelación divina. La fe musulmana contempla en la sharí ‘a aquella forma predeterminada mediante la cual Dios desearía ver al hombre sometido a su Señorío. De forma que no es posible el Islam – el sometimiento del hombre y de lo humano requerido por la gloria divina – sin la instauración de la sharí ‘a .El juridicismo característico de los líderes musulmanes va unido a un autoritarismo cultural, porque en la mentalidad social islámica el pluralismo cultural aparece como fruto del extravío de los hombres y no como una manifestación gozosa de la libertad de los hijos de Dios [20].En este sentido deben interpretarse los continuos rebrotes de islamismo que se han sucedido desde la muerte de Mahoma, y que – como sobradamente conoce la opinión pública mundial – siguen originándose en el siglo XX. La historia de aquellos estados donde existe una mayoría de población musulmana – muchos de ellos surgidos en la última centuria – se forja al hilo de dos fuerzas que operan dialécticamente entre sí: a) el proyecto cultural de autoridades islámicas tradicionales; b) los siempre reiterados movimientos islamistas, que denuncian la complicidad de las autoridades tradicionales con el poder (ya sea militar ya económico) o con una determinada situación social que a algunos les parece desviada, proponiendo un retorno a las fuentes del Islam – una nueva lectura de su origen – con el fin de revolucionar las estructuras vigentes y crear una sociedad auténticamente islámica [21].La efervescencia del islamismo no debería hacer olvidar al observador algo obvio: tanto los nuevos visionarios radicales como los musulmanes integrados o integristas buscan de hecho un mismo fin objetivo: islamizar la sociedad, someterla a la sharí ‘a . Sus caminos pueden ser muy diversos y sus altercados mutuos violentísimos, pero el musulmán ni siquiera concibe que la secularidad pueda ser una condición intrínseca de la sociedad humana diseñada por Dios.En el Islam sólo se reconoce un ámbito de posible secularidad lícita: el de la técnica (incluyendo la lógica, la matemática y las ciencias positivas concebidas en forma meramente pragmática, no como saber acerca de la naturaleza de la Creación).
Islam y evangelización El hecho al que venimos aludiendo – la integración fundamental de la sharí ‘a en aquello que los musulmanes tienen como revelación divina – es a nuestro juicio el obstáculo más imponente para la evangelización.En efecto, la predicación del Evangelio de Cristo escandaliza al musulmán creyente (muslim) en un nivel muy hondo, subyacente incluso al de los contenidos de dicho Evangelio. Es bien sabido que las suras de El Corán predicadas tras la Hégira enuncian de modo explícito que la fe cristiana es inaceptable como tal a causa de una hipotética manipulación del mensaje de Jesús, mediante la cual entre los contenidos del Evangelio se habría incluido de modo arbitrario (en contra de la auténtica predicación de Jesús) la creencia en la divinidad de Cristo y en la Trinidad de Dios.Evidentemente es deseable emprender un diálogo que pueda conducir a una clarificación de conceptos en el credo musulmán (al ‘aquída), mostrando que la fe cristiana ni imputa a Dios el acto biológico de engendrar ni introduce forma alguna de politeísmo. Dicho diálogo puede fundarse en la común concepción de la absoluta trascendencia divina, en la familiaridad musulmana con la recitación de los múltiples nombres (“atributos”) de Dios [22]. Sin embargo, al emprender este diálogo el cristiano habrá de tener en cuenta que la ausencia de una tradición musulmana propiamente teológica – hecho que resulta muy significativo, cuando se advierte de modo paralelo el enorme desarrollo de las ciencias jurídicas religiosas – no facilitará encontrar interlocutores receptivos [23].En el ámbito de la Teología Fundamental es preciso observar además la existencia de una barrera – también fundamental y quizás más radical – entre musulmanes y cristianos. Este distanciamiento compete, no ya a la formulación de los contenidos de la revelación, sino a la naturaleza del acto mismo de creer en Dios. Creer consiste esencialmente para ambas comunidades religiosas en someterse a Dios el hombre entero. Ahora bien, ¿cómo ha de entenderse este sometimiento respecto al ejercicio de la propia libertad?Mahoma subraya la existencia y consistencia del libre albedrío siempre que alude a la responsabilidad de cada hombre ante Dios Juez escatológico (lo cual es tema reiterado de su predicación). Pero lo que importa ahora no es tanto la cuestión de si el acto de fe es libre (fruto de una decisión personal y auténtica), sino cuál es el papel de la libertad en quien es ya creyente: cuáles son los designios divinos respecto a la vida social humana.La teología cristiana sostiene que la fe debe ser una luz perpetuamente inspiradora de la praxis humana. Pero simultáneamente afirma que Dios ha deseado para el hombre algo más que el libre albedrío: la libertad. Libertad significa para el cristiano que gran parte de su quehacer ha de ser necesariamente espontáneo y autónomo, porque Dios no ha querido ser el único ingeniero de la Creación y de la Historia, dejando así al hombre como mero ejecutor de unos planes preexistentes. Ser creyente en Dios consiste en dejar iluminar la propia vida por la fe, pero también radica en actuar según el propio leal entender humano, respetando y amando que otros obren de modo diverso. El cristiano sabe que así se asemeja más a quien “hace llover sobre justos y pecadores” (Mat 5,45), a quien eligió crear un mundo determinado – escogiendo libremente los detalles de su configuración – entre otros muchos posibles.Sin embargo, el musulmán ortodoxo no concibe que en las cuestiones propiamente humanas la libertad – que es no se reduce al libre albedrío – tenga un papel decisivo. Según la doctrina que le enseñan sus maestros religiosos, el espacio para ejercitar dicha libertad creadora se halla estrechamente limitado, pues la Revelación determina cuestiones tan precisas como el modo de vestir, los impuestos, las herencias o los castigos penales; y desde luego decide con bastante minuciosidad sobre cómo ha de conformarse la sociedad que Dios desea [24]. Sociedad y estado han de ser, pues, confesionales, y dicha confesionalidad se manifiesta en la aplicación de grandes principios y en la observancia civilmente obligatoria de unas normas preexistentes que han de regir los múltiples aspectos del quehacer humano. Cabe afirmar que, para la mentalidad musulmana más generalizada, no existe nada importante que sea de suyo profano o secular.Dentro de esta lógica el hombre – ante los ojos del muslim – no da gloria a Dios con su libertad. Por el contrario: la libertad real es concebida como un desafío a la Soberanía divina, como impiedad.Por esta razón tanto el islamismo como el tradicionalismo islámico rechazan la esencia de la democracia: la existencia de unos derechos humanos y, sobre todo, la del derecho a la libertad religiosa. Unos derechos humanos naturales a la persona como tal, ¿no serían una forma de rebeldía y de insumisión frente a Dios? [25] Y un régimen jurídico de libertad religiosa, ¿no constituye acaso la renuncia a construir el Reino de Dios que Dios mismo ha diseñado pormenorizadamente en la sharí ‘a ? No es de extrañar que, dentro de esta peculiar lógica, la libertad religiosa aparezca ante los ojos de islamistas y de tradicionalistas como una impiedad fundamental, una forma insufrible de occidentalismo, como el más taimado y perverso colonialismo cultural. Unos y otros la tolerarán en ocasiones (ciertamente muy pocas, y con muchas restricciones), pero su cultura religiosa dificulta enormemente contemplar la libertad religiosa jurídica como un bien real, como un estado social querido decididamente por Dios.En este punto procede quizá examinar críticamente la noción de musulmán ortodoxo en la perspectiva de las ciencias de las religiones y, sobre todo, a la luz de Historia de la Salvación.En primer lugar, ¿qué significa ortodoxia en una comunidad religiosa profundamente dividida entre diversas formas de integrismos e islamismos? ¿Qué valor cabe atribuir a dicho concepto, cuando las autoridades religiosas que han de definir la esencia de lo musulmán son múltiples y divergentes en sus enseñanzas? Los estudiosos suelen apelar en esta situación a un criterio meramente pragmático de tipo sociológico: es musulmán aquello que resulta difícil imaginar que quien se denomina musulmán pudiera rechazar. Tal es el caso del carácter revelado de El Corán o de la obligatoriedad universal de los mentados “cinco pilares del Islam” [26].Ahora bien, desde la perspectiva de la historia salutis se sitúa en primer plano una consideración de gran importancia que la sociología desconoce por su metodología propia: Dios llama a la salvación a cada persona concreta por vías muy diversas. Esa llamada divina, cuando es acogida por una persona cristaliza en la fe teologal, en una realidad que no procede de las fuerzas humanas – “la carne, ni la sangre” (Mat 16,17) – sino que “ha nacido de Dios” (1 Juan 5,4): es un don divino sobrenatural. Mediante la fe divina el hombre se somete a Dios, pone en sus manos su corazón y su mente, deja que sea Otro – Dios trascendente – quien guíe toda su existencia [27].En definitiva, mediante la fe el hombre se somete a la Libertad divina, a unos designios que – como muestra la fenomenología religiosa y especialmente la experiencia de la Iglesia – a menudo contrarían tendencias, opiniones y actitudes antes muy arraigadas en el sujeto. La vivencia de esta resistencia del “hombre viejo” (Ef 4,22) es una garantía de la autenticidad de la sumisión prestada a Dios.Por su parte, la evangelización se dirige igualmente al corazón de cada persona concreta; nada más lejos de su naturaleza que la propaganda, la edulcoración del kérigma, cualquier tipo de chantaje (ofrecer bienes terrenales como contrapartida de la conversión) y – por supuesto – cualquier tipo de coacción.En el plano existencial propio de la evangelización, donde prima la iniciativa libre de Dios – el Espíritu Santo que ilumina la mente y alienta el corazón – , lo inusual y lo impredecible (para la sociología de las religiones) resulta ser algo de ordinaria administración. La fe – como gustaba repetir Karl Barth – es siempre un milagro. En consecuencia, por lo que atañe a la evangelización, una valoración sociológica del impacto probable que pueda tener la predicación del Evangelio sobre el musulmán ortodoxo será siempre accidental. Dicha ortodoxia carece de consistencia ontológica frente a la Libertad divina: el Espíritu de Verdad “sopla donde quiere” (Juan 3,8) y su querencia es de hecho cristocéntrica, ya que es Espíritu del Hijo (Gal 4,6), Espíritu de Cristo (Lc 4,18; Rom 5,9), Espíritu de Jesús (Hechos 16,7). Dicho en otros términos: si un musulmán recibe de Dios la fe teologal, será obediente a las mociones del Espíritu de Dios y se sentirá atraído por el Evangelio de Cristo, y no de cualquier modo sino precisamente en cuanto verbum salutis.Ciertamente sería simplista ignorar la gran fuerza que sobre dicho creyente ejerce “la ortodoxia islámica”. Ésta constituye un complejo entramado de creencias, principios éticos y rituales que están integrados más o menos hondamente en su personalidad. Se trata de una forma de vida, una cultura, en la cual aparecen integrados auténticos elementos salvíficos – por ejemplo, la necesidad de someterse a Dios; el conocimiento de la unicidad divina; o la práctica de la oración – , con valores humanos muy ricos (si bien, de orden no sacral) – la belleza literaria de El Corán; el sentido de hermandad comunitaria – y algunos elementos que contrarían la Voluntad divina – el menosprecio de la libertad religiosa o el rechazo de Cristo como Salvador – .Reconstruir la propia vida, discerniendo aquello que puede y debe ser conservado de esas tradiciones y lo que ha de rechazarse sin ambages, es una tarea no exenta de dificultades. La experiencia de un gran africano magrebí como fue San Agustín, su lucha por someterse a Dios sacrificando convicciones y costumbres – quizá menos poderosas que las vigentes en una sociedad islámica – es todo un paradigma para la evangelización de quienes se han educado en una cultura islámica. Un paradigma que invita a la esperanza teologal y a perseverar en la tarea evangelizadora, desterrando cualquier impaciencia al respecto.Tras morir Mahoma, en momentos de confusión, Abu-Bakr – su sucesor y primer califa del Islam – pronunció ante la comunidad musulmana unas palabras que, tomadas en su sentido literal, resultan hoy proféticas: “Hombres, si adoráis a Mahoma, Mahoma ha muerto; si adoráis a Dios, Dios está vivo” [28]. Mahoma fue en la historia de las religiones un gran profeta, que predicó doctrinas fundamentales para la salvación; algo que ya había resumido la Epístola a los Hebreos: “Sin fe es imposible agradarle, pues quien se acerca a Dios ha de creer que existe y que recompensa a quienes lo buscan” (Heb 11,6). Como es sabido, Tomás de Aquino comentaba estas palabras en el sentido de que “todos los artículos [de fe] se hallan implícitamente contenidos en algunas realidades primeras que se han de creer; es decir, todo se reduce a creer que existe Dios y que tiene providencia de la salvación de los hombres”; en el ser de Dios – continúa – se halla contenido el misterio de la Trinidad de Personas en la unidad ontológica, y creyendo en la realidad de la providencia salvadora se cree implícitamente en toda la Historia de la Salvación centrada en Cristo [29]. Pero en el corazón de un auténtico muslim las palabras de Mahoma deben subordinarse a la Libertad del Dios vivo, al obrar del Padre (cf. Juan 5,36), quien sigue actuando mediante el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia: “Mi Padre actúa siempre, y yo también actúo” (Juan 15,17).El cristiano enfrentado a la tarea de la evangelización debe tener fe en la fe, es decir, convencerse confiadamente de que “todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe” (1 Juan 5,4). Es preciso confiar en esa dinámica interna de la fe teologal, dinámica promovida por el Espíritu del Hijo, a quien se atribuye el don de la fe plena [30]. Es preciso tener en cuenta que una fe auténtica (teologal) atraerá al creyente musulmán hacia Cristo, lo moverá internamenta a amarle y a seguirle.En un medio culturalmente islamizado el evangelizador ha de ocuparse activamente en dar testimonio de su ser-creyente, de su sumisión a la Voluntad divina. Este es sin duda el signo de credibilidad que puede tocar las fibras más íntimas del muslim honrado. A este respecto, la defensa de la santidad de la vida humana desde su concepción, una defensa llevada a cabo por la Santa Sede a contracorriente y resistiendo la presión de los poderes de este mundo, ha suscitado de hecho el afecto y la adhesión de muchos musulmanes. En definitiva, es sumamente importante dar testimonio de que el cristiano lucha seriamente contra la infidelidad, contra la tentación del hombre que “es cada vez más insolente, pues cree bastarse a sí mismo” (Corán 96, 6). La mente islámica resulta especialmente sensible a todo lo que sea manifestación de esa insolencia frente a Dios y, por lo mismo, percibe con agudeza el sentido que tienen actos como bendecir la mesa, saludarse con fórmulas que mencionan implícitamente a Dios, reconocer con sencillez los errores propios y la falibilidad humana, estar desprendido de las cosas materiales (no quejarse cuando faltan, pues ello revela confiar en la Providencia), acudir a la oración al tomar una decisión y no adoptar un talante calculador respecto al futuro de nuestras vidas – pues sólo Dios sabe lo que nos sucederá: “No andéis preocupados por vuestra vida” (Mat 6,25-34) – , etc.Evangelizar en medios islámicos será siempre dar testimonio de la auténtica sumisión a un Dios que es Amor. Por eso, la amistad – el acercamiento de corazones – no sólo es un ámbito en el cual es posible que otros perciban la fuerza y sinceridad de ese ser-creyentes en Dios-Amor, sino que constituye ella misma el modo más idóneo de materializar dicha fe, de hacerla fructificar. Como recientemente ha declarado el Arzobispo de Argel, Mons. Henri Teissier, “no estamos en este país para fabricar mártires, sino para ser amigos. Pensamos en Jesucristo que nos ha dicho: Amaos como yo os amo. No nos hemos quedado en Argelia para que pueda haber mártires sino para construir amistad entre cristianos y musulmanes. (…) Nuestros mártires no han sido asesinados por su fe sino por su amistad con los vecinos musulmanes. Hay grupos que no aceptan esta relación positiva y han asesinado. (…) Estamos en la sociedad argelina porque tenemos la convicción de que hay una Palabra de Dios en el Evangelio y que esta Palabra la podemos compartir también con los hermanos musulmanes. Esta Palabra es un tesoro para cada hombre” [31].Las relaciones históricas de la Iglesia con el Islam recuerdan en parte las polémicas que Jesús mantuvo en el Templo antes su última Pascua en Jerusalén: “Si fuérais hijos de Abraham, haríais las obras de Abraham. (…) Quien es de Dios, escucha las palabras de Dios; vosotros no las escucháis, porque no sois de Dios” (Juan 8,39.47). La reacción airada de fariseos y saduceos ante la autoridad de Jesús que actuaba con libertad divina y subordinaba la tradición del sabbath a la necesidad de curar y perdonar los pecados a enfermos graves, ¿no presenta paralelismos con la intransigencia de algunos musulmanes que condenan con la muerte apartarse de algunas de sus tradiciones culturales cuando se produce una conversión al camino de Jesús? [32].A este respecto resultan esperanzadores algunos hechos que se están produciendo en estos años. Por ejemplo, la condena prácticamente unánime del terrorismo islámico por parte de la Umma argelina y egipcia – incluidos sus ulemas – no se ha fundamentado ni en El Corán ni en la Sunna; y sin embargo la apelación de grupos terroristas islámicos a pasajes coránicos donde se admite el derecho a la violencia o a la tradición de la djihad ha sido, a pesar de todo, descalificada por esas comunidades musulmanas. Por otra parte, no faltan voces – singularmente la de los sufíes [33], pero también la de otros intelectuales musulmanes – en pro de una convivencia respetuosa y tolerante de los buenos musulmanes con hombres santos de otras religiones [34]. En esta realidad se inspiran las esperanzas de un diálogo interreligioso franco, en el cual la parte musulmana ha de estar dispuesta a no descalificar por principio – desvinculándose de tradiciones multiseculares, apoyándose en las primeras suras de La Meca y aceptando el principio de libertad religiosa – el discurso cristiano sobre Cristo [35].De un modo u otro, siempre se cumplirá la promesa de Cristo a Pedro, y la fe vencerá en el corazón de esta y de aquella persona, que constatarán con ojos de fe la verdad divina del Evangelio de Cristo: “Mi doctrina no es mía, sino de Aquel que me ha enviado. El que quiera cumplir su Voluntad, verá si mi doctrina es de Dios. (…) El que cree en mí, no cree en mí, sino en Aquel que me ha enviado” (Juan 7,16s.; 12,44).La realidad social de la inmigración masiva de musulmanes a estados donde la ley civil tutela el derecho a seguir las propias convicciones religiosas se está mostrando como una ocasión privilegiada para que algunas de estas personas alcancen libremente la libertad que Cristo nos ha ganado [36]. Nos encontramos, pues, ante un claro “signo de los tiempos”, ante unas circunstancias propiciadas por la Providencia divina para emprender una etapa nueva en la historia de las relaciones entre la fe cristiana y el Islam. En esta nueva etapa la evangelización de Cristo dará frutos insospechados.Ello depende de nuestra correspondencia a la gracia. Es preciso superar netamente recelos y barreras que naturalmente plantea la convivencia con personas de culturas aparentemente extrañas. La actuación de los cristianos laicos que trabajan y conviven con musulmanes se carga, pues, de una especial responsabilidad: sobre ellos recae la tarea de establecer vínculos de amistad y fraternidad con los emigrantes musulmanes – aquellos vínculos que deberían surgir lógicamente entre los hijos de Abraham, creyentes en Dios, pero que serán suscitados en buena parte como iniciativa de la benevolencia y caridad cristianas – [37]. Estas relaciones interpersonales harán presente a Cristo ante los musulmanes honrados, desvelando el verdadero rostro de Jesús, el del Enmanuel: Dios con nosotros.
Comunicación al XXI Simposio Internacional de Teología (Univ. de Navarra). Abril de 2000 —————————– [1] Los mismos historiadores musulmanes explican que en tiempos de la conquista islámica muchos cristianos de estas Iglesias se hallaban desorientados ante las controversias eclesiales doctrinales y disciplinares, de modo que “pudieron sentirse atraídos por la simplicidad de la respuesta de los musulmanes a tales preguntas en el seno de lo que venía a ser, en líneas generales, el mismo universo de ideas [monoteísmo, primacía de la confianza en Dios, de la oración, etc.]. La ausencia de una iglesia musulmana o de un elaborado ritual de conversión, la necesidad de utilizar unas pocas y sencillas palabras, convirtió la aceptación en un cómodo proceso”, aún más cómodo en cuanto eximía de pesados impuestos establecidos sólo para los cristianos y proporcionaba una mínima seguridad jurídica, negada a quienes no eran musulmanes (A. hourani, Historia de los pueblos árabes, Barcelona 1992, p. 22).
[2] Los obispos italianos, al considerar la “delicata questione dei matrimoni fra cattolici e musulmani”, recomiendan que al respecto se aplique la ley canónico en todo su rigor: “prevale l’orientamento che si debba comunque seguire una prassi rigorosa, valutando caso per caso se sussistono le condizioni per concedere la dispensa per la celebrazione del matrimonio” (CONSIGLIO PERMANENTE della Conferenza Episcopale Italiana, Puntualizzazioni sul rapporto con l’Islam, 3-II-2000, en: “M.Press” 12, nr. 6 [2000]).
[3] Ciertamente la expresión atar y desatar se atribuye literalmente en el Islam a los ulemas o doctores de la Ley islámica (sharí ‘a ). Pero éstos nunca han estado estructurados jerárquicamente y su autoridad tan sólo alcanza un ámbito más o menos localista.
[4] Obra de consulta obligada para precisar la naturaleza de estos y otros temas relacionados con el Islam es: Encyclopaedia of Islam, T.W. ARNOLD y otros (ed.), Leiden – New York 1986 ss. (incluye dos volúmenes de Índices; la 1º edición fue publicada entre 1913 y 1936). Cf. The Encyclopedia of Religion, 16 vols., M. ELIADE (ed.), New York 1987.
[5] Someterse a Dios, confiar en Dios o ponerse en su manos “son matices que tratan de delimitar el sentimiento fundamental que impregna al creyente musulmán: no existir gracias a uno mismo y, desde luego, no existir para sí mismo”; simultáneamente, la etimología de islam está emparentada con la de salam, porque la fe reconstruye el orden debido de las cosas, coloca al hombre en su justa relación con Dios, otorgándole una paz sin igual (E. PLATTI, Islam… étrange?, Paris 2000, pp. 19-21).
[6] De ahí que las tradiciones sobre palabras o actos del profeta (hadith) sean consideradas como parte de la revelación salvadora.
[7] Cf. W.M. WATT, Muhammad at Meca, Oxford 1953; Muhammad at Medina, Oxford 1956.
[8] Por esta y otras muchas razones es una simpleza concebir que la presencia respetada de Jesús “hijo de María” en El Corán hace de este texto un cuasi-evangelio. En efecto, además de omitir todo lo relativo a la pasión y resurrección de Cristo, su predicación es reducida a generalidades; como efecto de todo ello, el cristiano no reconoce al Jesús que retrata El Corán, sino que le resulta un personaje extraño. Todos los elementos cristianos están íntimamente mistificados por un espíritu que no es el evangélico (cf. PLATTI, Islam, 164-176).
[9] Acerca de los problemas que conlleva aplicar el concepto cristiano de revelación al Corán, cf. J. MORALES, Revelación y religiones: ScrTh 32 (2000) 52s.; 66-72.
[10] PLATTI, Islam, 224.
[11] “La Umma no ha poseído jamás un Magisterio, en el sentido de una instancia superior que tenga una autoridad decisiva en relación a la ortodoxia o a la ortopraxis” (PLATTI, Islam, 259ss.).
[12] “Su religión y sus acciones político-militares no eran dos actividades separadas que llegaron a mezclarse. Estaban fusionadas, y esta fusión se expresaba doctrinalmente en el vocabulario de política monoteísta que impregana a El Corán” (M. COOK, Muhammad, Oxford 21996, p. 51).
[13] Según el derecho musulmán (al-Fiqg) estas normas tardías deben ser interpretadas de acuerdo con el llamado “principio de abrogación” (násikh), de modo que el espíritu de celo intransigente que inspiran estas suras tardías abroga otras suras anteriores más irénicas. Y de hecho en el discurso que pronunció durante su última peregrinación a La Meca explícitamente ordenó que “los musulmanes tendrían que luchar contra todos los hombres hasta que aquellos dijeran: No hay más dios que Dios” (hourani, Historia de los pueblos árabes, 14). La vigencia de esta sentencia puede constatarse fácilmente. “Un joven cristiano paquistaní que se convirtió al Islam para casarse con una joven musulmana de la que se había enamorado (según el código de familia islámico una mujer musulmana sólo se puede casar con un hombre musulmán), fue encarcelado la semana pasada en Pakistán, acusado de cometer una blasfemia porque intentó regresar a su fe cristiana. Según el Código Penal Paquistaní, inspirado en la sharí ‘a, se castiga con pena de muerte la profanación del nombre del profeta Mahoma, que está implícita en la conversión al cristianismo” (Agencia Zenit, 9-V-2000, Serv.
ZS000509-05).
[14] “Y si dos grupos de creyentes se combaten, haced que se reconcilien entre ellos” (Corán 49, 9), pues “los creyentes no son sino hermanos. Estableced la concordia entre vuestros hermanos, y temed a Dios, a fin de que tenga misericordia con vosotros” (49, 10).
[15] Cf. H. LAOUST, Les schismes dans l’Islam, Paris 1965; J. WANSBROUGH, The Sectarian Milieu, Oxford 1978.
[16] En la raíz de estas divisiones violentas se encuentra una práctica de intolerancia reiterada en las sociedades musulmanas: la tendencia siempre viva y activa de excluir al pecador de la Umma. Así, las diferencias de opinión se ventilan una y otra vez con mutuas acusaciones de “impiedad”, de traición al Islam. La consecuencia de ello es una ininterrumpida fragmentación de la Umma en facciones. Por eso es un error atribuir a los chiítas la exclusiva del extremismo militante islámico; más bien debería hablarse de un permanente tentación kháridjita o aislacionista – por referencia a quienes se apartaron de chiítas y sunnitas en la crisis del año 657 – (cf. G.Ch. ANAWATI, Une résurgence du kharijisme au XXè siècle: L’obligation absente, en “Mélanges de l’Institut dominicain d’études orientales du Caire (MIDEO)” 16 [1989] 191-228).
[17] Cfr. Mc 12,17: el episodio aparece recogido en todos los Sinópticos. La negativa a regular cuestiones como el impuesto exigido por Roma a los judíos se plantea en una contexto en el cual Jesús discierne un ámbito estrictamente sagrado (“lo que es de Dios”) de una multitud de cuestiones que se sitúan en otro nivel, el de lo legítimamente profano. En este sentido, Jesús rechaza decidir sobre otras muchas cuestiones jurídicas que ciertamente presentan un aspecto ético, pero que no son éticamente universalizables y que requieren en cada caso un juicio prudencial; así, lo relativo a las herencias (Lc 12,4); al derecho penal (Juan 8,1-11), etc.
En contraposición, Mawdúdí escribe como lema supremo de la vida social: “La religión para Dios, y la nación para todos” (Abú l-A’ lá MAWDÚDÍ, Al Islam wa l-Madina al-haditha, Djidda 1987, cit. por PLATTI, Islam, 288).
[18] Paradójicamente quien arrolla esta legítima autonomía, llevado por cierto afán sacralizador de la vida social, no debería ser tenido por persona auténticamente religiosa, pues atenta contra el orden querido por Dios. El fundamentalismo es a fin de cuentas una artera manifestación de impiedad, una injusticia hipócrita respecto a Dios.
[19] Ya en los años veinte de este siglo lo puso de relieve Alí ‘Abd ar-Ráziq.
[20] En las sociedades musulmanas que se extienden desde Indonesia a Marruecos, de Alemania a Nigeria, “por profundas que sean las diferencias [entre ellas], el Islam tiende a unificar su cultura”, pues el la sharí ‘a se extiende a los reductos culturales más íntimos (cf. PLATTI, Islam, 261s.).
[21] Cf. Gema MARTÍN MUÑOZ, El estado árabe. Crisis de legitimidad y contestación islamista, Barcelona 1999.
[22] A este respecto debe señalarse que la ausencia entre dichos nombres del de Padre debe contrapesarse, sin embargo, con la realidad de que el muslim establece con Dios una relación de intimidad mediante la fe (cf. PLATTI, Islam, 238ss.).
[23] Entre el legado teórico del Islam “resulta sorprendente constatar el mínimo número de obras de dogmática y de filosofía por contrate con la producción y edición de antologías de Hadíth, de Sunna, de jurisprudencia y de géneros análogos” (PLATTI, Islam, 200). Cf. Ch.Si H. BOITELAAR, Traité moderne de théologie islamique, Paris 1985. Pero en general, los estudios acerca de la filosofía y teología del Islam suelen consistir meramente en una historia de la filosofía, que se centra en la Edad Media: cf. J. VAN ESS, Theologie und Gesellschaft im 2. und 3. Jahrhundert Hidschra. Eine Geschichte des religiösen Denkens im frühen Islam, 6 vols., Berlin – New York 1991-1995.
[24] Tras la Hégira “se aprecia una honda preocupación [en Mahoma] por definir las partes rituales de la religión, la moral social, las reglas de la paz social, la propiedad, el matrimonio y la herencia. En algunos aspectos se ofrecen preceptos específicos” (hourani, Historia de los pueblos árabes, 13).
[25] Los derechos humanos no pueden ser considerados en las sociedades islámicas como fundamento del orden social, porque el Islam no ha desarrollado una teología donde éstos se fundamenten debidamente en la Ley divina, en el querer de Dios. El pensador musulmán contemporáneo más claro e influyente al respecto ha sido el paquistaní Mawdúdí (1903-1979).
[26] “Los musulmanes ortodoxos siempre han creído que El Corán es la palabra de Dios, revelada en lengua árabe a través de un ángel a Mahoma, en diversos momentos y de formas adecuadas a las necesidades de la comunidad” (hourani, Historia de los pueblos árabes, 15).
[27] Esta descripción de la fe no es extraña a un muslim: “A quien Dios desea guiar, le abre el corazón al sometimiento (islam) [de la fe]” (Corán, 6, 125; cf. 39, 22).
[28] Cit. por hourani, Historia de los pueblos árabes, 17.
[29] Cfr. TOMÁS DE AQUINO, Suma de teología, II-II, q. 1, a. 7, ad c.
[30] Para salvarse es preciso “nacer del agua y del Espíritu” (Juan 3,5). Cf. J.M. ODERO, Teología de la fe, Pamplona 1997, cap. I, X-XI.
[31] Entrevista con monseñor Henri Teissier, arzobispo de Argel, Agencia Zenit (8-V-2000), Serv. ZS000508-06.
[32] No faltan musulmanes que se muestran perplejos ante la generalizada persecución que desencadenan las conversiones a la fe cristiana (en países como Arabia Saudí la policía religiosa persigue cualquier asomo de estas “apostasías”), sobre todo cuando leen en El Corán: “¡Ninguna coacción en religión! Pues el buen camino se ha distinguido del extravío” (2, 256). Cf. PLATTI, Islam, 83. A este respecto, el rector de la Gran Mezquita de París, Dalil Boubakeur, tras denunciar “el integrismo y el fanatismo» explica así la situación en Arabia Saudita (donde el mero hecho de poseer una Biblia o una imagen cristiana es considerado y castigado como un delito): “En este caso estamos de frente a una teocracia y, por otra parte, en aquel país no hay cristianos”. Respecto a Sudán se manifiesta de modo menos ambiguo: “Estamos en presencia de un Estado integrista que no nos gusta, desde luego. El Islam en Sudán es usado como un instrumento político, lo mismo que en Irlanda la religión católica o la protestante” (Agencia Zenit, 27-II-1999, Serv.
ZS991027-02). Su información sobre el estado saudí es notablemente insuficiente: El pasado 7 de enero la policía religiosa saudí irrumpió en una casa privada de Riad y arrestó a quince de las cien personas presentes. El crimen que estas personas, cristianos provenientes de Filipinas, habían cometido era mantener un servicio religioso no permitido. Entre los detenidos estaban tres niños, uno de ellos de sólo tres años de edad. Mientras tanto otro filipino, Edmar Romero, sigue bajo arresto tras ser detenido el uno de diciembre de 1999; la policía confiscó una Biblia y otras publicaciones cristianas que tenía en su casa. Según las leyes en el país los que no son musulmanes, unas seis millones de personas actualmente, no pueden practicar su propia fe (Compass Direct, 10-I-2000).
[33] El sufismo, con la relatividad que atribuye al conocimiento humano terreno en materia de salvación, tiene una indudable raíz coránica: “Sabed que la vida presente no es sino un juego, diversión, adorno vano, una solicitación a vuestro orgullo y una rivalidad en acaparar riquezas e hijos” (Corán 57, 20). Esta humildad cognitivo-salvífica permite a los sufíes ser tolerantes teórica y prácticamente respecto a la fe cristiana.
[34] La Asamblea de las Religiones que se celebró del 25 al 28 de octubre de 1999 en el Vaticano concluyó con un mensaje final aprobado también por los representantes del Islam allí presentes; en dicho texto se lee: “La colaboración entre las diferentes religiones tiene que basarse en el rechazo del fanatismo, del extremismo y del mutuo antagonismo que genera violencia. (…) Estamos convencidos de que nuestras tradiciones religiosas tienen los recursos necesarios para fomentar la amistad mutua y el respeto entre los pueblos» (Agencia Zenit, 29-X-1999, Serv. ZS991029-09).
[35] Las líneas maestras de este diálogo han sido expuestas por el Card. Francis Arinze (Christian-Muslim Relations in the 21st Century: “Pro Dialogo” 97 [1998] 81-92). Ciertamente algunas reuniones teológicas cristiano-islámicas aportan signos de esperanza al respecto; por ejemplo, en el Seminario reunido en Islamabad en octubre de 1997 “religious freedom was strongly emphasized” (“Pro Dialogo” 97 [1998] 117).
[36] En 1999 se bautizaron en Francia 2.500 adultos; el 10% de los mismos procedían del Islam (cf. La Croix, 12-V-2000).
[37] Cf. J.M. ODERO, El testimonio de los laicos y la credibilidad de la revelación en el Concilio Vaticano II, en “La misión del laico en la Iglesia y en el mundo. Actas de VIII Simposio Internacional de Teología de la Universidad de Navarra”, A. SARMIENTO (ed.), Pamplona 1987, pp. 537-544.
Mario Santana, “La Guerra Santa en el Corán”, BC, 18.IX.01
Con mucha frecuencia, oímos afirmaciones sobre la belicosidad del Islam. Unas veces se aducen razones humanas, les vemos por televisión gritando, exaltados, profiriendo palabras de guerra…, otras veces escuchamos algunas interpretaciones de los textos del Corán.
Queremos que conozcas de primera mano las afirmaciones que hace el Corán sobre lo que llamamos la guerra santa. Te ofrecemos los textos coránicos, al menos los más importantes, que nos ayuden a entender cómo entiende un musulmán la revolución armada en nombre de Dios.
La traducción del Corán la hemos tomado de la versión al castellano de Julio Cortés, de la editorial Herder de Barcelona, 1986. Hemos comprobado así mismo, los textos de la traducción bilingüe del Corán editado en la República Islámica de Irán por el mismo autor, y hemos optado como referencia la primera obra citada, de la cual extraemos los textos.
El mundo musulmán, en general, es muy reacio a las traducciones del Corán a otras lenguas, ya que piensan que se desvirtúa el sentido de los términos que en él se vierten.
Hay que tener en cuenta que también el Corán tiene, según las distintas escuelas espirituales, una interpretación teológica de los textos; por ello nada más conveniente que no tomar al pie de la letra las afirmaciones que vamos a descubrir en la escritura sagrada del Islam.
Nosotros nos aproximamos a este libro desde un contexto racional, vivencial y experiencial totalmente distinto al de los musulmanes. Nuestras cosmovisiones son radicalmente distintas en muchos aspectos, por eso no nos deben de extrañar que algunas afirmaciones suenen duras a nuestros oídos.
Hay que leer estos textos con el cariño de un hermano, con la ternura de una madre y con la alegría de un creyente; todo ello lo llamamos de una manera muy sencilla: tolerancia.
El musulmán ve en el Corán un texto monolítico al que hay que comentar, no que desmontar, como se ha hecho con la Biblia, para poder entenderla. El Corán es un libro valioso por su unidad que ayuda a entender otros aspectos y afirmaciones de las complejidades de la vida.
Es una experiencia ciertamente curiosa leer los mismos textos que han leído una y otra vez los terroristas muertos en EEUU. Sin duda, algunos de estos textos nos ayudarán a entender el porqué de las cosas que desgraciadamente han ocurrido en este triste mes de septiembre.
La guerra santa: textos del Corán Sura 2: 190-195 “Combatid por Dios contra quienes combatan contra vosotros, pero no os excedáis. Dios no ama a los que se excenden. Matadles donde deis con ellos, y expulsadles de donde os hayan expulsados. “Tentar es más grave que matar. No combatáis contra ellos junto a la Mezquita Sagrada, a no ser que os ataquen allí. Así que, si combaten contra vosotros, matadles: ésa es la retribución de los infieles. Pero, si cesan, Dios es indulgente, misericordioso. “Combatid contra ellos hasta que dejen de induciros a apostatar y se rinda culto a Dios. Si cesan, no haya más hostilidades que contra los impíos. “El mes sagrado por el mes sagrado. Las cosas sagradas caen bajo la ley del talión. Si alguien os agrediera, agredidle en la medida que os agredió. Temed a Dios y sabed que Él está con los que Le temen. Gastad por la causa de Dios y no os entreguéis a la perdición. Haced el bien. Dios ama a quienes hacen el bien”.
Sura 3: 142 “O ¿creéis que vais a entrar en el Jardín sin que Dios haya sabido quiénes de vosotros han combatido y quiénes han tenido paciencia?” Sura 4: 71-78 “¡Creyentes! ¡Tened cuidado! Acometed en destacamentos o formando un solo cuerpo. Hay entre vosotros quien se queda rezagado del todo y, si os sobreviene una desgracia, dice: Dios me ha agraciado, pues no estaba allí con ellos. Pero, si Dios os favorece, seguro que dice, como si no existiera ninguna amistad entre vosotros y él: ¡Ojalá hubiera estado con ellos, habría obtenido un éxito grandioso!. “¡Que quienes cambian la vida de acá por la otra combatan por Dios! A quien, combatiendo por Dios, sea muerto o salga victorioso, le daremos una magnífica recompensa. “¿Por qué no queréis combatir por Dios y por los oprimidos —hombres, mujeres y niños—, que dicen: ¡Señor! ¡Sácanos de esta ciudad, de impíos habitantes! ¡Danos un amigo designado por Ti! ¡Danos un auxiliar designado por Ti!? “Quienes, creen, combaten por Dios. Quienes no creen, combaten por los taguts (en árabe taguts viene a significar todo lo que es adorado fuera de Dios y aleja de Él: demonios, ídolos, magos, adivinos…). “Combatid, pues, contra los amigos del Demonio. ¡Las artimañas del Demonio son débiles! ¿No has visto a aquellos a quienes se dijo: ¡Deponed las armas! ¡Haced la azalá y dad el azaquel? Cuando se les prescribe el combate, algunos de ellos tienen tanto miedo de los hombres como deberían tener de Dios, o aún más, y dicen: ¡Señor! ¿Por qué nos has ordenado combatir? Si lo dejaras para un poco más tarde… Di: El breve disfrute de la vida de acá es mezquino. La otra vida es mejor para quien teme a Dios. No se os tratará injustamente en lo más mínimo. “Dondequiera que os encontréis, la muerte os alcanzará, aun si estáis en torres elevadas. Si les sucede un bien, dicen: Esto viene de Dios. Pero, si es un mal, dicen: Esto viene de ti. Di: Todo viene de Dios. Pero, ¿qué tienen estos, que apenas comprenden lo que se les dice?” Sura 4: 94-96 “¡Creyentes! Cuando acudáis a combatir por Dios, cuidado no digáis al primero que os salude: ¡Tú no eres creyente, buscando los bienes de la vida de acá. Dios ofrece abundantes ocasiones de obtener botín. Vosotros también erais así antes y Dios os agració! ¡Cuidado, pues, que Dios está bien informado de lo que hacéis! “Los creyentes que se quedan en casa, sin estar impedidos, no son iguales que los que combaten por Dios con su hacienda y sus personas. Dios ha puesto a los que combaten con su hacienda y sus personas un grado por encima de los que se quedan en casa. A todos, sin embargo, ha prometido Dios lo mejor, pero Dios ha distinguido a los combatientes por encima de quienes se quedan en casa con una magnífica recompensa, con el rango que junto a Él ocupan, con perdón y misericordia. Dios es indulgente, misericordioso.” Sura 8: 59-66 “¡Que no crean los infieles que van a escapar! ¡No podrán! ¡Preparad contra ellos toda la fuerza, toda la caballería que podáis para amedrentar al enemigo de Dios y vuestro y a otros fuera de ellos, que no conocéis pero que Dios conoce! Cualquier cosa que gastéis por la causa de Dios os será devuelta, sin que seáis tratados injustamente. Si, lo contrario, se inclinan hacia la paz, inclínate tú también hacia ella! ¡Y confía en Dios! Él es Quien todo lo oye, Quien todo lo sabe. “Si quieren engañarte, debe Dios bastarte. Él es Quien te ha fortalecido con Su auxilio y con los creyentes, cuyos corazones Él ha reconciliado. Tú, aunque hubieras gastado todo cuanto hay en la tierra, no habrías sido capaz de reconciliar sus corazones. Dios, en cambio, los ha reconciliado. Es poderoso, sabio. “¡Profeta! ¡Que Dios te baste! ¡Y a los creyentes que te han seguido! “¡Profeta! ¡Anima a los creyentes al combate! Si hay entre vosotros veinte hombres tenaces, vencerán a doscientos. Y si cien, vencerán a mil infieles, pues éstos son gente que no comprende. Ahora, Dios os ha aliviado. Sabe que sois débiles. Si hay entre vosotros cien hombres tenaces, vencerán a doscientos. Y si mil. vencerán a dos mil, con permiso de Dios. Dios está con los tenaces”.
Sura 8: 72-75 “Los creyentes que emigraron y combatieron con su hacienda y sus personas por la causa de Dios y los que les dieron refugio y auxilio, ésos son amigos unos de otros. Los creyentes que no emigraron no serán nada amigos hasta tanto que emigren. Si os piden que les auxiliéis en nombre de la religión, debéis auxiliarles, a menos que se trate de ir contra un pueblo con el que os una un pacto. Dios ve bien lo que hacéis. “Los infieles son amigos unos de otros. Si no obráis así, habrá en la tierra desorden y gran corrupción. Los creyentes que emigraron y lucharon por Dios, y quienes les dieron refugio y auxilio, ésos son los creyentes de verdad. Tendrán perdón y generoso sustento. “Quienes, después, creyeron, emigraron y combatieron con vosotros, ésos son de los vuestros. Con todo, y según la Escritura de Dios, los unidos por lazos de consanguinidad están más cerca unos de otros. Dios es ominiscente”.
Sura 9: 5-16 “Cuando hayan transcurridos los meses sagrados, matad a los asociadores dondequiera que les encontréis. ¡Capturadles! ¡Sitiadles! ¡Tendedles emboscadas por todas partes! Si se arrepienten, hacen la azalá y dan el azaque, ¡dejadles en paz! Dios es indulgente, misericordioso. “Si uno de los asociadores te pide protección, concédesela, para que oiga la Palabra de Dios. Luego, facilítale la llegada a un lugar en que esté seguro. Es que son gente que no sabe. “¿Cómo podrán los asociadores concertar una alianza con Dios y con Su Enviado, a no ser aquéllos con quienes concertateis una alianza junto a la Mezquita Sagrada? Mientras cumplan con vosotros, cumplid con ellos. Dios ama a quienes Le temen. “¿Cómo si, cuando os vencen, no respetan alianza ni compromiso con vosotros? Os satisfacen con la boca, pero sus corazones se oponen y la mayoría son unos perversos. Han malvendido los signos de Dios y han desviado a otros de Su camino. ¡Qué detestable es lo que han hecho! “No respetan alianza ni compromiso con el creyente. ¡Ésos son los que violan la ley! Si se arrepienten, hacen la azalá y dan el azaque, serán vuestros hermanos en religión. Exponemos claramente las aleyas a gente que sabe. Pero, si violan sus juramentos después de haber concluido una alianza y atacan vuestra religión, combatid contra los jefes de la incredulidad. No respetan ningún juramento. Quizás, así, desistan. “¿Cómo no vais a combatir contra gente que ha violado su juramento, que hubiera preferido expulsar al Enviado y os atacó primero? ¿Les tenéis miedo, siendo así que Dios tiene más derecho a que Le tengáis miedo? Si es que sois creyentes… “¡Combatid contra ellos! Dios les castigará a manos vuestras y les llenará de vergüenza, mientras que a vosotros os auxiliará contra ellos, curando así los pechos de gente creyente y desvaneciendo la ira de sus corazones. Dios se vuelve hacia quien Él quiere. Dios es omniscente, sabio. “¿Os habéis creído que se os iba a dejar en paz y que Dios aún no conoce quiénes de vosotros han combatido sin trabar amistad con nadie, fuera de Dios, de Su Enviado y de los creyentes? Dios está bien informado de lo que hacéis”.
Sura 9: 29-31 “¡Combatid contra quienes, habiendo recibido la Escritura no creen en Dios ni en el último Día, ni prohíben lo que Dios y Su Enviado han prohibido, ni practican la religión verdadera, hasta que, humillados, paguen el tributo directamente! “Los judíos dicen: Uzayr es el hijo de Dios. Y los cristianos dicen: El Ungido es el hijo de Dios. Eso es lo que dicen de palabra. Remedan lo que ya antes habían dicho lo infieles. ¡Que Dios les maldiga! ¡Cómo pueden ser tan desviados! “Han tomado a sus doctores y a sus monjes, así como al Ungido, hijo de María, como señores, en lugar de tomar a Dios, cuando las órdenes que habían recibido no eran sino de servir a un Dios Uno. ¡No hay más dios que Él! ¡Está por encima de lo que Le asocian!” Sura 9: 38-52 “¡Creyentes! ¿Qué os pasa? ¿Por qué, cuando se os dice: Id a la guerra por la causa de Dios!, permanecéis clavados en tierra? ¿Preferís la vida de acá a la otra? Y ¿qué es el breve disfrute de la vida de acá comparado con la otra, sino bien poco…? Si no vais a la guerra, os infligirá un doloroso castigo. Hará que otro pueblo os sustituya, sin que podáis causarle ningún daño. Dios es omnipotente. Si le negáis auxilio, Dios sí que le auxilió cuando, expulsado por los infieles, con un solo compañero, le decía a éste estando los dos en la cueva: ¡No estés triste! ¡Dios está con nosotros! Dios hizo descender sobre él Su sakina y le roforzó con legiones invisibles a vuestros ojos. Dios puso Su Palabra por encima de la palabra de los infieles. Dios es poderoso, sabio. “¡Id a la guerra, tanto si os es fácil como si os es difícil! ¡Luchad por Dios con vuestra hacienda y vuestras personas! Es mejor para vosotros. Si supierais… “Si se hubiera tratado de una ventaja inmediata o de un viaje corto, te habrían seguido, pero el objetivo les ha parecido distante. Jurarán por Dios: Si hubiéramos podido, os habríamos acompañado a la guerra. Se pierden a sí mismos. Dios sabe que mienten. “¡Que Dios te perdona! ¿Por qué les has dispensado antes de haber distinguido a los sinceros de los que mienten? “Quienes creen en Dios y en último Día no te piden dispensa cuando de luchar con su hacienda y sus personas se trata. Dios conoce bien a los que Le temen. Sólo te piden dispensa quienes no creen en Dios y en el útlimo Día, aquéllos cuyos corazones están llenos de dudas y que, por dudar, vacilan. Si hubieran querido ir a la guerra, se habrían preparado para ello, pero Dios no ha aprobado su marcha. les ha infundido pereza y se les ha dicho: ¡Quedaos con los que se quedan! Si os hubieran acompañado a la guerra, no habrían hecho más que aumentar la confusión y habrían sembrado la desconfianza entre vosotros, buscando soliviantaros. Hay entre vosotros quienes dan oídos a lo que dicen, pero Dios conoce bien a los impíos. Ya buscaron antes soliviantar y enredaron bien tus asuntos hasta que vino la Verdad y apareció la orden de Dios, a despecho de ellos. Hay entre ellos quien dice: ¡Dispénsame! y no me tientes! Pero ¿es que no han caído ya en la tentación? La gehena, ciertamente, cercará a los infieles. Si te sucede algo bueno, les duele, y, si te aflige una desgracia, dicen: Ya hemos tomado nuestras precauciones! Y se van tan contentos… “Di: Sólo podrá ocurrirnos lo que Dios nos haya predestinado. Él es nuestro Dueño. ¡Que los creyentes, pues, confíen en Dios! “Di: ¿Qué podéis esperar para nosotros sino de las dos contingencias más bellas? Nosotros, en cambio, esperamos que Dios os aflija con un castigo venido de Él o a manos nuestras. ¡Esperad , pues! Nosotros también esperamos con vosotros”.
Sura 9: 81-89 “Los dejados atrás se alegraron de poder quedarse en casa en contra del Enviado de Dios. Les repugnaba luchar por Dios con su hacienda y sus personas y decían: No vayáis a la guerra con este calor. Di: El fuego de la gehena es aún más caliente. Si entendieran… “¡Que rían, pues, un poco! Ya llorarán, y mucho, como retribución de lo que han cometido. Si Dios vuelve a llevarte a un grupo de ellos y te piden permiso para ir a la guerra, di :¡No iréis nunca conmigo! ¡No combatiréis conmigo contra ningún enemigo! Preferisteis una vez quedaros en casa. ¡Quedaos, pues, con los que se quedan detrás! “¡No ores nunca por ninguno de ellos cuando muera, ni te detengas ante su tumba! No han creído en Dios, y en Su Enviado y han muerto en su perversidad. “¡No te maravilles de su hacienda y de sus hijos! Dios sólo quiere con ello castigarles en la vida de acá y que exhalen su último suspiro siendo infieles. “Cuando se revela una sura: Creed en Dios y combatid junto a Su Enviado, los más ricos de ellos te piden permiso y dicen: Deja que nos quedemos con los que se quedan! Prefieren quedarse con las mujeres dejadas detrás. Han sido sellados sus corazones, así que no entienden. Pero el Enviado y los que con él creen combaten con su hacienda y sus personas. Suyas serás las cosas buenas. Ésos son los que prosperarán. Dios les ha preparado jardines por cuyos bajos fluyen arroyos, en los que estarán eternamente. ¡Ése es el éxito grandioso!” Sura 16: 110 “Tu Señor, para quienes hayan emigrado, después de haber sufrido pruebas y de haber, luego, combatido y tenido paciencia, tu Señor, serás, ciertamente, después de eso, indulgente, misericordioso”.
Sura 22: 39-41 (Permiso para combatir) “Les está permitido a quienes son atacados, porque han sido tratados injustamente —Dios es, ciertamente, poderoso para auxiliarles—. “A quienes han sido expulsados injustamente de sus hogares, sólo por haber dicho: Nuestro Señor es Dios. Si Dios no hubiera rechazado a unos hombres valiéndose de otros, habrían sido demolidas ermitas, iglesias, sinagogas y mezquitas, donde se menciona mucho el nombre de Dios. Dios auxiliará, ciertamente, a quienes Le auxilien. Dios es, en verdad, fuerte, poderoso. “A quienes, si les diéramos poderío en la tierra, harían la azalá, darían el azaque, ordenarían lo que está bien y prohibirían lo que está mal. El fin de todo es Dios…” Sura 29: 6 “Quien combate por Dios, combate, en realidad, en provecho propio. Dios, ciertamente, puede prescindir de las criaturas”.
Sura 47: 4-13 “Cuando sostengáis, pues, un encuentro con los infieles, descargad los golpes en el cuello hasta someterles. Entonces, atadlos fuertemente. Luego devolvedles la libertad, de gracia o mediante rescate, para que cese la guerra. Es así como debéis hacer. Si Dios quisiera, se defendería de ellos, pero quiere probaros a unos por medio de otros. No dejará que se pìerdan las obras de los que hayan caído por Dios. Él les dirigirá, mejorará su condición y les introducirá en el Jardín, que Él les habrá dado ya a conocer. “¡Creyentes! Si auxiliáis a Dios, Él os auxiliará y afirmará vuestros pasos. ¡Ay de aquéllos, en cambio, que no hayan creído! Invalidará sus obras. Y esto es así porque les repugnó la revelación de Dios. E hizo vanas sus obras. “¿No han ido por la tierra y mirado cómo terminaron sus antecesores? Dios los destruyó. Y los infieles tendrán un fin semejante. Y esto así porque Dios es el Protector de los creyentes, mientras que los infieles no tienen protector. “Dios introducirá a quienes hayan creído y obrado bien en jardines por cuyos bajos fluyen arroyos. Quienes, en cambio, hayan sido infieles, gozarán brevemente y comerán como comen los rebaños. Tendrán el Fuego por morada. ¡Cuántas ciudades hemos hecho perecer, más fuertes que tu ciudad, que te ha expulsado, sin que hubiera quien les auxiliara!” Sura 47: 35-38 “¡No flaqueéis, pues, invitando a la paz, ya que seréis vosotros los que ganen! Dios está con vosotros y no dejará de premiar vuestras obras. La vida de acá es sólo juego y distracción; pero, si creéis y teméis a Dios, Él os recompensará sin reclamaros vuestros bienes. Si os lo reclamara con insistencia, os mostraríais avaros y descubriría vuestro odio. “He aquí que sois vosotros los invitados a gastar por la causa de Dios, pero hay entre vosotros algunos avaros. Y quien es avaro lo es, en realidad, en detrimento propio. Dios es Quien Se basta a Sí mismo, mientras que sois vosotros los necesitados. Y , si volvéis la espalda, hará que otro pueblo os sustituya, que no será como vosotros”.
Sura 49: 15 “Son creyentes únicamente los que creen en Dios y en Su Enviado, sin abrigar ninguna duda, y combaten por Dios con su hacienda y sus personas. ¡Ésos son los veraces!” Sura 61: 10-13 “¡Creyentes! ¿Queréis que os indique un negocio que os librará de un castigo doloroso? ¡Creed en Dios y en Su Enviado y combatid por Dios con vuestra hacienda y vuestras personas! Es mejor para vosotros. Si supierais… “Así os perdonará vuestros pecados y os introducirá en jardines por cuyos bajos fluyen arroyos y en viviendas agradables en los jardines del edén. ¡Ése es el éxito grandioso! Y otra cosa, que amaréis: el auxilio de Dios y un éxito cercano ¡Y anuncia la buena nueva a los creyentes! “¡Creyentes! Sed los auxiliares de Dios como cuando Jesús, hijo de María, dijo a los apóstoles: ¿Quiénes son mis auxiliares en la vía que lleva a Dios?. Los apóstoles dijeron: Nosotros somos los auxiliares de Dios. De los hijos de Israel unos creyeron y otros no. Fortalecimos contra sus enemigos a los que creyeron y salieron vencedores”.
Llamamiento a la guerra. Sura 8: 39 “Combatid contra ellos hasta que dejen de induciros a apostatar y se rinda todo el culto a Dios. Si cesan. Dios ve bien lo que hacen”.
Combatir por los oprimidos. Sura 4: 75 “¿Por qué no queréis combatir por Dios y por los oprimidos —hombres, mujeres y niños—, que dicen: ¡Señor! ¡Sácanos de esta ciudad, de impíos habitantes! ¡Danos un amigo designado por Ti! ¡Danos un auxiliar designado por Ti!” © Mario Santana Bueno, www.buzoncatolico.com
Mario Santana, “Algunos datos sobre el Islam”, BC, 22.IX.01
1.-¿Qué significa la palabra Islam y cuándo aparece el Islam? La palabra Islam quiere decir entrega, abandono de sí mismo a Allah. El Islam es la sumisión a Allah. El Islam aparece en el año 610 de nuestra era cristiana en el desierto arábico. Fue fundado por Mahoma, aunque los musulmanes no aceptan esto; para ellos no es Mahoma sino Allah quien fundó el Islam a través de él. Mahoma no es el equivalente de Cristo. Jamás Mahoma afirmó ser Dios, sino el transmisor de la revelación que Allah trae a los hombres. El nombre Mahoma significa en español: el elogiado, el ensalzado.
2.- ¿Los musulmanes son cristianos? No. Ellos no creen que Jesucristo es Dios. Para los musulmanes Dios solamente es uno, por tanto no aceptan, ni jamás aceptarán la Santísima Trinidad, a la que consideran como una blasfemia contra Allah, el Único. A Jesús sólo lo aceptan como a un profeta anterior a Mahoma.
3.- ¿En qué creen? ¿Tienen algún credo? Ellos creen por encima de todo que hay un solo y único Dios. Tienen una especie de credo que cinco veces al día; el almuecín lo proclama a los cuatro vientos diciendo: “¡No hay ningún dios a excepción de Allah. Muhammad es el Enviado de Allah!” Esto es lo que tiene que creer una persona para convertirse en musulmán. En árabe Dios se dice Allah.
4.- ¿Por qué se ve tan frecuentemente el color verde en el Islam? El color verde es el color del Islam. Mahoma lo elogia y los musulmanes creen que las almas de los mártires del Islam entrarán al Paraíso bajo la forma de aves de color verde.
5.- ¿Tienen alguna escritura sagrada? Sí, el Corán. La palabra Corán significa lectura, proclamación. Para los creyentes musulmanes el Corán es el libro sagrado donde se recogen las palabras de Allah, comunicada a Mahoma por el arcángel Gabriel como mediador. El Corán está formado por 114 suras o capítulos y tiene 6.226 aya, aleyas o versículos. Los capítulos del Corán están ordenados de mayor a menor, excepto la primera sura que es una súplica a Allah y las dos últimas, que son fórmulas mágicas para proteger el texto sagrado. Las suras o capítulos no tienen un orden ni lógico ni histórico. Se tratan muchos temas e incluso hace referencia a acontecimientos del Antiguo Testamento de la Biblia. El Corán se imprimió por primera vez en Europa en el siglo XVI, y en tierras musulmanas, en el año 1787. En el año 1923 en el Cairo se fijó el Corán actual para todo el mundo islámico; lo hizo el rey Fuad I, es la llamada edición del rey Fuad. A los musulmanes no les gusta que el Corán sea traducido a otras lenguas ya que, según ellos, esto hace perder el hechizo misterioso que le da la lengua árabe.
6.- ¿Por qué siempre vemos esa unidad entre Islam y política? En esto hay una diferencia grande con nosotros los cristianos. Para nosotros la fe es una opción personal y una gracia de Dios, en cambio, en el mundo musulmán Islam y política es lo mismo, van unidos. Tienen en este aspecto un sistema que intenta ser teocrático.
7.- ¿El Islam tiene sacerdotes, iglesias, sacramentos, etc… como nosotros los católicos? No. No existe ningún tipo de sacerdocio ni sacramentos ni casta sacerdotal. Los laicos son los que realizan las distintas acciones del ritual islámico. No tienen ninguna jerarquía ni ningún magisterio. Cuando oímos hablar de visires, ayatollahs, muftíes, cadíes, imanes, ulemas, jeques y almuecines, etc… nos están hablando de personas que para el mundo musulmán ostentan un poder y un prestigio espiritual muy real, pero no podemos concebirles como sacerdotes. No tienen iglesias. Tienen mezquitas que son lugares de reunión para adorar y lugares de postración. Un musulmán va a la mezquita no sólo a orar o a escuchar la predicación coránica, sino también puede ir para discutir de política, para echarse una siesta o a cambiar impresiones sobre diversos asuntos, incluso cosas sin mayor importancia. Para los musulmanes tiene gran importancia el sentido de pertenencia a una comunidad: la del mundo musulmán.
8.- ¿Qué calendario usan los musulmanes? Como sabes, existen varios calendarios. Los cristianos usamos el calendario gregoriano que es solar. Los musulmanes utilizan el calendario musulmán, que es lunar. Ellos cuentan los años a partir de la Hégira (La Hégira es el viaje que Mahoma hace de la Meca a Medina) en el año 622 de nuestra era. Para los musulmanes el calendario hegiriano comienza el 16 de julio del 622. Para pasar de un calendario a otro hay que hacer unos simples cálculos. Para pasar del calendario musulmán al calendario gregoriano (al nuestro), se multiplica la cifra del año por 0,97 (diferencia entre el año lunar y el solar) y se añade 622. Veamos un ejemplo: El año 1420 de la era hegiriana es el 1420 x 0,97 = 1377 + 622 = 1999 de nuestra era. Pasar del calendario gregoriano al calendario musulmán se hace de la siguiente manera: se resta 622 de la cifra del año y se divide por 0,97: El año 1999 de la era cristiana es el 1999-622 = 1377:0,97 = 1420 de la era hegiriana.
9.- ¿Cómo se convierte una persona al Islam? ¿Tienen también el bautismo o algún rito de iniciación? No tienen ningún tipo de bautismo para formar parte dela fe musulmana. Solamente hace falta que una persona recite el credo musulmán que es muy sencillo y muy simple de recordar y que dice: “No hay más dios que Allah y Mahoma es su Enviado” (7,158). Esto es suficiente. En esto, ya lo hemos visto, es lo que cree el Islam como su base y único dogma. Cuando una persona recita este credo ante dos testigos y expresa su voluntad de ser islámico ya forma parte de esa comunidad.
10.- En materia religiosa, ¿qué piensan los musulmanes de los cristianos? Ellos creen de nosotros que adoramos a tres dioses (Misterio de la Santísima Trinidad). Entienden que el cristianismo es una deformación, es más, los musulmanes creen que ellos son los auténticos discípulos de Jesús, los únicos que han comprendido su doctrina y que le son fieles. En varios países islámicos está prohibida la edición, la comercialización e incluso la lectura de la Biblia bajo pena de cárcel. El buscar adeptos para el cristianismo está castigado incluso con la pena de muerte. Los musulmanes dicen que nosotros hemos falsificado la palabra de Dios.
11.- ¿Cuál es la ley por la que se rige el mundo musulmán? Ellos tienen una ley a la que llaman la Sharia. En muchos países árabes han institucionalizado la Sharia como única y exclusiva ley que rige la vida de los habitantes y de los visitantes de ese lugar. Sharia significa el camino o la calle. Es por tanto el camino por el cual va un creyente para hacer la voluntad de Allah. Son como una especie de mandamientos que los musulmanes tienen que cumplir. Muchas personas no musulmanas se extrañan cuando ven las prescripciones hasta en las más mínimas cosas, que tiene que realizar un creyente en Allah. La Sharia tiene su base en el Corán. Para las cosas que no vienen indicadas en el libro sagrado, ellos disponen de la Sunna o tradición, que es la que tiene que ver qué debe hacer cada musulman en los actos no previstos en el Corán. La ley la administran los teólogos, en especial en los países que han adoptado la Sharia como ley.
12.- ¿Qué obligaciones tiene un creyente musulmán? Tienen cinco obligaciones: 1. Recitar la shahada o credo musulmán: “¡No hay más dios que Allah y Mahoma es el enviado de Allah!” Los almuecines la proclaman desde los minaretes cinco veces al día. Los creyentes tienen que repetirla a lo largo de la jornada.
2. Hacer las plegarias al alba, al mediodía, al anochecer y por la noche. Las plegarias se hacen individualmente, excepto el viernes a mediodía , que es cuando los hombres deben de reunirse en la mezquita. Se debe hacer en lengua árabe, sobre una alfombra, descalzo y orientado hacia la Meca. Hay que purificarse lavándose con agua o arena. El estado de impureza legal de la mujer —la menstruación— la dispensa de rezar, de hacer el remadán y de la peregrinación. Los viernes al mediodía los hombres van a la mezquita para la plegaria, presidida ordinariamente por un imán, que es como un delegado de la comunidad. El imán de cada mezquita es elegido por la gente del barrio.
3. Dar la limosna legal. Hay tres clases de limosnas: – limosna legal: es la única obligatoria, que viene a ser como una especie de impuesto religioso.
– limosna privada: el Corán habla de ella con frecuencia y que se tiene que dar incluso a un no creyente musulmán.
– las donaciones que se hacen para favorecer al Islam: construir mezquitas, escuelas coránicas, beneficencia, etc… 4. El ramadán. El ayuno anual. Durante el mes del ramadán los musulmanes tienen el deber de hacer ayuno, o sea, no comer, ni beber, ni fumar, ni mantener relaciones sexuales, desde el amanecer hasta el ocaso. A partir de este momento, el ayuno finaliza y todo lo prohibido vuelve a estar permitido. El ayuno tiene casi el mismo sentido que la limosna: el desprenderse de los bienes de este mundo por la privación.
5. La peregrinación a la Meca. La debe hacer todo musulmán que tenga buena salud y que disponga de medios económicos, por lo menos una vez en la vida. Allí realizan tres ritos fundamentales: – Dan siete vueltas al santuario en sentido contrario al recorrido solar y luego recorren siete veces en camino de ida y vuelta el espacio que separa las dos colinas que la rodean.
– A los ocho días van a la llanura de Arafa,t a 25 kms. de la Meca , donde pasan rezando todo el noveno día. Por la noche van al torrente de Mina y allí todo el mundo lapida tres estelas que representan al Diablo lapidado. Luego se sacrifican los corderos.
– La veneración de la Piedra Negra.
Para muchos musulmanes hay, además de estas cinco prescripciones, una más: la llamada al-yihad o Guerra Santa. No todos los musulmanes piensan así. La Guerra Santa se considera como una obligación del conjunto de la comunidad musulmana y no como un deber individual.
13.- ¿Qué otras diferencias tienen los musulmanes con los cristianos? Son muchas las perspectivas y la forma de entender a la persona humana. Ambas religiones parten de postulados totalmente distintos, por eso las diferencias son muy acentuadas. Veamos algunas de ellas: El Islam no mira nada bien la soltería, incluso desfavorece el celibato y lo ve como algo negativo. La sexualidad está para pasarlo bien, sobre todo el hombre. La soltería es sinónimo de egoísmo y de esterilidad. Los musulmanes piensan que en el Paraíso en el más allá, cada hombre musulmán disfrutará eternamente de cuatro bellas huríes… Los matrimonios no son ni un sacramento ni un matrimonio civil. Se parece más a un contrato de compraventa. No olvides que el Islam también le da al placer carnal un sentido religioso. Tienen un matrimonio forzado, donde la mujer no elige a su marido sino que es un tercero quien les une. La mujer sólo puede heredar la mitad en relación al hombre. El marido puede repudiar a la mujer cuando le plazca y no tiene que dar cuentas a nadie de tal decisión.
Tienen también un tipo de matrimonio que podríamos denominar temporal, ya que se puede contraer por meses, semanas o días.
A las mujeres musulmanas se les prohíbe contraer matrimonio con un no musulmán. Si una musulmana enamorada de un cristiano se quiere casar con él, el cristiano debe antes hacerse musulmán.
Los hombres musulmanes pueden casarse con una mujer judía o cristiana. El cristiano en cambio no puede casarse con una musulmana.
Se valora mucho la familia que es el núcleo fuerte del Corán.
Aceptan la poligamia.
En el derecho musulmán, un cristiano no hereda jamás de un musulmán; reciprocamente, el marido musulmán no será nunca el heredero de su mujer cristiana.
14.- Otros elementos diferenciadores del mundo musulmán y cristiano.
La lapidación a la mujer en caso de adulterio probado.
La mujer islámica está obligada a llevar el velo (el hiyab o shador); el motivo es para que la mujer musulmana esté protegida de la mirada perversa del hombre. En los países más rigoristas es totalmente obligatorio, ya que creen que las mujeres que no lo llevan son unas depravadas, caso de las cristianas… La ablación del clítoris. Una práctica que no aparece en el Corán, pero sí en la tradición y que es ilegal y penada en muchos países árabes, mientras que en otros no sólo es permitida sino exigida.
Todo en el mundo musulmán tiene un componente netamente religioso. El comer también. Ellos distinguen entre alimentos puros e impuros. En nuestras ciudades ya conocemos las carnicerías islámicas Halal. No comen carne de cerdo ni sus derivados, en especial su grasa: no comen ni croissants, buñuelos, helados, etc… No toman bebidas alcoholicas ni, por supuesto, drogas.
A los ladrones se les corta las manos.
La apostasía del Islam es un hecho gravísimo sancionado con la pena de muerte.
15.- Relaciones entre católicos y musulmanes.
La comisión episcopal de relaciones interconfesionales de España, ha editado un interesante trabajo que recomendamos vivamente, ya que es un material muy bien elaborado y que puede servir de pistas claras para saber situarnos ante la realidad musulmana. La obra es: Católicos y musulmanes al encuentro, Ed. Edice. Madrid, 2000. 86 pp.
© Mario Santana Bueno, www.buzoncatolico.com