El capítulo de sucesos de la última temporada está llena de desagradables acontecimientos protagonizados por niños, adolescentes y jóvenes. En algunos casos estos hechos son especialmente trágicos y en ocasiones espeluznantes. Fuera de nuestra latitud este problema se proyecta sobre todo en las aulas de los colegios e institutos. Baste citar el tiroteo de Columbine en Estados Unidos, como prototipo sangriento y las medidas que han debido tomar en Francia para mantener un mínimo de seguridad en los institutos de las periferias de las grandes ciudades, con unos planes que suponen la contratación de 7,000 personas (4,000 como auxiliares de profesores, 2,000 jóvenes dedicados a la vigilancia, 800 guardias jurados, 100 enfermeras y 100 consejeros educativos) además de que la Gendarmería vigile más de 200 centros escolares y se habiliten 350 aulas para alumnos con problemas de integración.
En nuestro país parece que la violencia es más extraescolar, muchas veces protagonizada por muchachos que no van a clase y casi siempre relacionada con la movida a altas horas de la madrugada, El alcohol excesivo, el uso de drogas de síntesis en los lugares de ocio juvenil tiene bastante que ver con estas conductas conflictivas y – lo que es más lamentable – desintegradoras para el desarrollo de la personalidad de esos chicos. En ocasiones esta violencia está organizada en bandas urbanas que añaden a la mala conducta una orientación, más visceral que ideológica, de lucha, reivindicación más o menos xenófoba o sectaria. En el fondo de estos problemas hay múltiples carencias que tienen en la familia la mayor carga de la causa. Hijos que ven poco a sus padres, o que ven a padres a su vez violentos o desestructurados, Poca vida de familia, excesos de sustitutivos para las relaciones domésticas: mucha televisión, walkkmans que aislan, comecocos que como su propio nombre indica comen el coco, desorden, falta de disciplina mínima…En fin, son chicos que crecen sin conocer los límites, inmaduros caprichosos a los que no se les han enseñado los valores de la convivencia, el sacrificio, el trabajo…incluso que no se les hace capaces de valorarse y quererse a sí mismos como personas humanas y las más de las veces presentan cuadros psicopatológicos de frustración, desesperanza, y autodesprecio.
A su vez los padres se sienten, en muchas ocasiones, incapaces de educar a sus hijos en un ambiente social en el que campan a sus anchas – sobre todo a través de la televisión – la violencia, las promiscuidad sexual – la escena de propaganda televisiva gubernamental de la mamá que recomienda a su hija llevar el casco de la moto y el preservativo es una invitación a abrirse la cabeza, como se la abren por miles en las madrugadas del fin de semana, y a que se abran también otras partes del cuerpo para acabar tantas veces en embarazos prematuros y abortos adolescentes – , el mal entendido “progresismo” a base de continuas dejaciones…Y los políticos mientras tanto inauguran narcosalas y piden sexosalas, repartiendo píldoras del día después y condones en los colegios…Eso sí, luego vienen las circulares que presionan a los profesores para que mantengan el orden en aulas y pasillos, que se enfrenten al navajero, que se peleen con unos padres que defienden las conductas espantosas de su “cielo” de hijo… En fin, a ellos siempre les quedará el recurso de pedir la baja por depresión, pero esos chicos ¿a dónde van?. ¿Esto es progreso?