Bruno de Stabenrath: A los 35 años irrumpió el dolor en su vida

Pido perdón por hablar de mí mismo. Pero son mis circunstancias personales las que motivan este artículo. Acabo de salir del hospital tras una operación. La convalecencia está resultando bastante molesta y dolorosa. En esta tesitura uno comprende mejor que haya mucha gente que no le encuentre sentido a la enfermedad, al dolor y al sufrimiento. Estando en estas cavilaciones, leí la contra de La Vanguardia del día 27 de este mes de enero. Es una entrevista que hace Ima Sanchís a Bruno de Stabenrath, antiguo actor, músico y guionista. A consecuencia de un accidente de coche a los 35 años cambió su vida. Ha escrito un libro, “Al galope”, sobre su experiencia. De la entrevista entresaco algunos párrafos que ciertamente tienen bastante enjundia: —“Soy tetrapléjico. Mis piernas no responden y la musculatura de los brazos y los dedos está muy disminuida. Soy muy dependiente, no puedo mover la silla por la calle, no puedo cocinar, ni vestirme, ni atarme los zapatos”.

—“Tengo contratadas a dos personas que se turnan para ayudarme. La mayoría de los tetrapléjicos no pueden pagar esos salarios y malviven en centros esperando la muerte. Yo al principio deseé morir”.

—“Estuve un año en el hospital, sólo podía mover la cabeza. Me abandonó la alegría de vivir, la salud y el deseo”.

—“Me había dado cuenta de que en la vida hay cosas que decides por propia voluntad, pero que hay algo que se te escapa por completo y que es el misterio humano. Me puse en contacto con los hermanos de Saint Jean y recuperé la oración. Mi interlocutora preferida es la Virgen María”.

—“El amor que he sentido, de gente inesperada, ha hecho que mi vida cobrara un sentido”.

Al final de la entrevista, cuando la periodista le pregunta qué ha aprendido, responde: —“A despojarme de cualquier ambición; he tomado conciencia de que no estamos solos, de que quizá la respuesta viene de los demás. Me siento feliz porque mi sufrimiento físico no deja espacio a cuestiones intrascendes que antes me consumían. Ahora voy a lo esencial”.

Al leer esto último me acordé de lo que escribió un gran pensador francés, Gustave Thibon: “Cuando un hombre está enfermo si no se encuentra esencialmente rebelado, se da cuenta de que cuando estaba sano había descuidado muchas cosas esenciales; que había preferido lo accesorio a lo esencial” Después de lo anterior se despertó mi curiosidad sobre el sentido del dolor y de la enfermedad y empecé a indagar en otros autores. Esto es lo que he encontré: Dice Víktor Frankl el célebre psiquiatra judío que estuvo internado en un campo de concentración nazi: “El hombre que no ha pasado por circunstancias adversas, realmente no se conoce bien”.

El gran escritor inglés, amigo de Tolkien, C: S: Lewis, afirma: “El dolor es el megáfono que Dios utiliza para despertar un mundo de sordos”.

Y una persona bien experimentada en el dolor tras 50 años de atender enfermos, y él mismo víctima de un cáncer, el Dr. Ortiz de Landázuri, expresaba a este respecto: “La enfermedad siempre nos enseña muchísimo. Es el camino que nos conduce a Dios. Es uno de los caminos más importantes para llegar a ese encuentro… y al final, uno lo agradece”.

Finalmente tenemos lo que señala Juan Pablo II en la Carta “Salvifici Doloris”: “Para percibir la verdadera respuesta al porqué del sufrimiento, tenemos que volver nuestra mirada a la revelación del amor divino, fuente última del sentido de todo lo existente. El amor es también la fuente más rica sobre el sentido del sufrimiento que es siempre un misterio”.

Creo que la experiencia que nos cuenta Bruno de Stabenrath, confirma la veracidad de todos los testimonios anteriores. Y que yo no tengo motivos para quejarme y sí mucho que aprender del misterio del dolor.

Federico Gómez Pardo www.PiensaunPoco.com