Caso práctico de Educación en la preadolescencia nº 3

SITUACIÓN:

David y Cristina tienen cuatro hijos. Han procurado educarlos cristianamente, pero lo cierto es que no han concedido demasiada importancia a la educación en la fe. Ahora se dan cuenta, cuando ven que Luis, su hijo mayor, está en plena “edad del pavo” y ha dejado de ir a Misa y de confesarse, y repite unas ideas sobre la religión bastante sorprendentes. “Deben ser esos amigos que se ha echado –comenta su padre–, que no me gustan nada. Lo malo es que a esta edad ya apenas nos escucha”.

“Pues lo primero que tenemos que hacer –afirma la madre– es pensar en sus hermanos pequeños y sacar experiencia. Hemos llegado un poco tarde con Luis, y tenemos que hacer todo lo posible por ayudarle, pero lo mejor sería prevenir esto en los demás”.

OBJETIVO:

Educar en la fe con profundidad a los hijos pequeños.

MEDIOS:

Implicarse más toda la familia.

MOTIVACIÓN:

Llegar a tiempo para que su fe sea firme y bien fundamentada cuando empiecen las turbulencias de los años de la adolescencia.

Lo primero que pensaron David y Cristina es que tenían que hacer un cierto ejercicio crítico sobre su forma de educar en la fe. Para sacar ideas, decidieron hablarlo con un matrimonio amigo con el que tenían bastante confianza.

Aquella conversación, a solas los cuatro y con tiempo por delante, fue muy enriquecedora para todos. David y Cristina se dieron cuenta de que tenían que hablar de la fe con un estilo más positivo. A veces hacían unos planteamientos de la práctica religiosa que eran un poco antipáticos y reiterativos, y debían sustituirlos por otros que crearan una imagen de Dios y de la fe más atractiva en la mente de sus hijos.

“Me parece –resumía David– que hemos creado en nuestros hijos la idea de que Dios es un personaje un poco aguafiestas que parece prohibirnos todo lo que nos apetece, y que ser cristiano es una ingrata secuencia de prácticas, obligaciones y renuncias. Tenemos que dar la vuelta a eso”.

HISTORIA:

A raíz de aquella conversación, ambos se esforzaron en esa línea. Se dieron cuenta de que lo primero era ser más coherentes personalmente. Los hijos tienen que ver cómo la fe se traduce en obras concretas, y que no son simples formalidades exteriores vacías e inconexas. Pero todo eso no podía quedarse en unas simples ideas, sino traducirse en cosas concretas cada día.

Desde entonces procuraron que sus palabras y sus hechos asociaran la idea de agradar a Dios con la idea de mejorar, estar más pendientes de los demás, ser generosos, trabajadores, sinceros. La alegría, la buena sintonía entre todos, el cariño…, surgen como realidades espontáneas cuando Dios está verdaderamente presente en la vida de una familia.

En cuanto a la formación religiosa, organizaron una simpática catequesis familiar todos los sábados por la mañana, con una especie de concurso con preguntas y respuestas de catecismo. Lo preparaba y dirigía Cristina, dando un tiempo antes para repasar lo que tocaba ese día, y tuvo gran éxito.

Fijaron también algunas sencillas devociones, como bendecir la mesa, leer cada día unos minutos el Evangelio o algún libro espiritual y comentarlo después un poco, rezar los sábados un misterio del Rosario, etc. Pocas cosas y breves, pero bien explicadas y realizadas con esmero y puntualidad.

Pusieron empeño en explicar la necesidad de rezar que tenemos los hombres, y que constatamos cada día cuando vemos que suceden cosas desagradables que no podemos cambiar, o que no hemos cumplido lo que nos habíamos propuesto, o que deberíamos dar gracias por tanto que hemos recibido. En todas esas situaciones hemos de levantar el corazón a Dios, pidiendo ayuda, dando gracias, pidiendo perdón, etc.

También vieron que iban a Misa cada uno por su lado, y que a veces llegaban tarde sin motivo, o pasaban meses sin confesarse, etc. Decidieron que a partir de entonces irían a Misa todos juntos a una hora temprana, y que organizarían después un desayuno más de fiesta. También empezaron a seguir la costumbre de llegar un rato antes a la iglesia y confesarse, pues comprobaron que unos y otros solían retrasarse por simple olvido o pereza, y que así les resultaba mucho más fácil.

RESULTADO:

En unos meses los avances fueron muy grandes. David y Cristina comprobaron cómo la preocupación por educar mejor a los hijos y darles un buen ejemplo les había llevado a mejorar ellos mismos de un modo que de otra manera difícilmente habrían alcanzado. Además, este cambio de actitud de todos hizo que Luis, el hijo mayor, superara en buena parte la crisis de fe que atravesaba.