Caso práctico de Educación en la tolerancia nº 1

SITUACIÓN:

La hermana mayor, Laura, ha traído a casa a su amiga Teresa para pasar con ellos unos días durante las vacaciones de verano. La madre de Laura está sorprendida de la escasa educación y diplomacia que ha demostrado Teresa, e intenta comentarlo con su hija, para ver así cómo ayudar a su amiga a corregirse. “Mamá, es que no lo entiendes ­–argumenta Laura, molesta–, la gente joven dice lo que piensa, sin hipocresías”.

La madre se ha quedado un poco cortada. No sabe cómo explicar a su hija que la espontaneidad y la libertad de expresar las propias opiniones tiene unos límites, y le preocupa también el mal ejemplo que todo esto supone para los hermanos más pequeños.

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OBJETIVO:

Aprender a conjugar libertad y espontaneidad con el respeto a unos determinados valores.

MEDIOS:

Mantener una conversación larga y tranquila en un contexto positivo.

MOTIVACIÓN:

La madre desea encontrar una ocasión propicia que facilite sacar el tema sin que Laura esté a la defensiva.

HISTORIA:

Los padres de Laura comentaron el asunto durante la comida, cuando los hijos estaban en el colegio. Pensaron que era bueno esperar a estar tranquilos, y a que llegara una ocasión propicia.

La situación llegó esa misma noche de modo imprevisto. Estaban invitados a cenar unos tíos de Laura, ambos de carácter un poco difícil. A lo largo de la cena surgieron algunos temas de conversación que dejaron claro que lo mejor era “seguirles la corriente”, pues llevaban fatal que se les llevara la contraria, por poco que fuera.

Cuando ya se marcharon, Laura se quedó ayudando a su madre a recoger la cocina mientras su padre acostaba a los pequeños. Laura estaba indignada: “Cómo pueden ser tan obtusos, mamá, parece que no existe en el mundo más opinión que la suya, no hay quien los aguante”.

La madre dejó que Laura hablara, y después, comentó: “Hija, yo creo que eso nos pasa un poco a todos, aunque a tus tíos se les note más; ten en cuenta que ellos tuvieron menos oportunidades en la educación que recibieron”. A partir de ahí, la conversación discurrió con sorprendente fluidez: “Ya sabes, Laura, que para descubrir un defecto propio no hay nada como verlo de modo patente en los demás”. “¿Ah, sí?”, comentó Laura pensativa y con cara de preocupación… Al día siguiente, Laura se acercó a su madre y le preguntó, sin mediar más explicaciones: “Oye, mamá, si yo tengo algo parecido a los defectos de los tíos, ya estás diciéndomelo ahora mismo”.

RESULTADO:

La madre de Laura fue inteligente y le dijo que no iba a improvisar una respuesta. Además, le dijo que ese “favor” tenía que ser mutuo: ella, aunque fuera su madre, también tenía defectos, y no le importaba hablar sobre eso: “Todos necesitamos que nos digan las cosas a la cara; en buen plan, claro”. Fueron a dar un paseo, aprovechando unas compras, para poder así charlar con calma.

A partir de aquella conversación cambiaron mucho las cosas: aumentó la confianza entre ellas, quedaron en decirse siempre todo con lealtad y serenamente, pudieron comentar la estancia de Teresa en casa, y Laura comprendió enseguida que es buena la espontaneidad, pero ha de ir unida a la ponderación, al respeto de las ideas de los demás y al deseo de enriquecerse con lo que otros piensan.