¿Una muerte digna?

“No daré veneno a nadie
aunque me lo pida,
ni le sugeriré tal posibilidad”.

Juramento de Hipócrates

La intolerancia con los débiles

La intolerancia frente a los débiles ha adquirido con frecuencia a lo largo de la historia una dolorosa forma social e institucionalizada de legalidad.

Son muchas las voces que se han atrevido a denunciar con firmeza esos atropellos de la dignidad humana. Atropellos que llegan a veces a constituir una auténtica “cultura de la muerte” que en todas las épocas se ha manifestado en la muerte legal de inocentes.

La historia reciente nos lo muestra con crudeza en el genocidio nazi, en las limpiezas étnicas de tantos conflictos bélicos, o en el más sutil y solapado quitar la vida a los seres humanos antes de su nacimiento, o antes de que lleguen a la meta natural de la muerte.

Son siempre los miembros más débiles de la sociedad quienes corren mayor riesgo frente a esta peligrosa manifestación de intolerancia. Las víctimas suelen ser los no nacidos (aborto y manipulaciones genéticas), los niños (comercio de órganos), los enfermos y ancianos (eutanasia), los pobres (abusivas imposiciones de control demográfico), las minorías, los inmigrantes y refugiados, etc. Continuar leyendo “¿Una muerte digna?”

Respeto a la vida, ¿por qué?

La vida tiene una historia muy larga,
pero cada individuo tiene un comienzo muy preciso:
el momento de su concepción.

Jérôme Lejeune

Vidas humanas expuestas a toda suerte de manipulaciones

En el mismo ADN de un embrión humano está ya presente toda la constitución de la persona: sistema nervioso, brazos, piernas, incluso el color de sus ojos. Y en el momento en que está compuesto solo de tres células, inmediatamente después de la fecundación, el individuo es ya único, rigurosamente diferente de cualquier otro. Nunca se ha dado antes y no se dará de nuevo nunca más; es una novedad absoluta. Como ha escrito Jérôme Lejeune, el embrión es un ser vivo; y procede del hombre; por tanto, el embrión es un ser humano. De ahí se deduce que no puede considerarse propiedad de nadie. Continuar leyendo “Respeto a la vida, ¿por qué?”

Derecho a decidir, pero hay un tercero en juego

La peor verdad solo cuesta un gran disgusto.
La mejor mentira cuesta muchos disgustos pequeños
y al final, un disgusto grande.

Jacinto Benavente

A un paso de algo que parece importante

Cuando Macbeth se da cuenta de que no hay ningún obstáculo entre él y la corona de Escocia, salvo el cuerpo durmiente de Duncan, piensa que con solo realizar un acto cruel podrá ser feliz para toda la vida.

Y decide que compensa hacer ese mal para lograr un bien que considera muy grande.

Sin embargo, el efecto del crimen fue desconcertante e insoportable: un solo acto contra la ley introdujo a Macbeth en un ambiente mucho más sofocante que el de la ley. Continuar leyendo “Derecho a decidir, pero hay un tercero en juego”

Miguel A. Cárceles, “Educación afectivo-sexual de niños y adolescentes”, Palabra, IV.01

Dios, que es amor y vive en una comunidad de amor, al crear al hombre a su imagen y semejanza le ha conferido una vocación como la suya: una vocación al amor. Este amor es siempre don de sí mismo.

«El hombre y la mujer pueden llevar a cabo esa llamada, o como personas individuales, o unidos con carácter permanente en una pareja que forma una comunidad de amor. Si lo hacen individualmente vivirán la virginidad; cuando establecen una comunidad de amor, la viven en el matrimonio. Pero en ambos casos es la totalidad de la persona la que hace el don de sí» (Engracia A. Jordán, La educación para el amor humano).

Siendo el hombre un compuesto de cuerpo y alma, su radical vocación a amar abarca también el cuerpo humano, que se hace partícipe del amor espiritual. El hombre ama con todo su ser, en cuerpo y alma.

Educación de la afectividad La sexualidad no puede reducirse a un fenómeno puramente biológico: a la experiencia genital, a la unión carnal hombre–mujer. La sexualidad alcanza categoría humana cuando se enlaza en el misterio del amor, esencial en la existencia del hombre. Por esta razón, la educación sexual ha de estar incluida en el marco de la educación de la afectividad, es decir, en la educación de los sentimientos y tendencias humanas, entre las que el amor tiene carácter primordial.

Cuando el sexo no se entiende enmarcado en la espiritualidad se vuelve inhumano, y lo inhumano es más bajo que lo puramente animal. El sexo aislado del mundo espiritual –del contexto global del hombre– ve en el otro un «objeto sexual», no «una persona amada». La pura unión carnal, desprovista de espíritu, rebaja las personas a la condición de cosas que sólo tienen sentido en cuanto producen satisfacción o placer.

«Dado que la vida se hace específicamente humana en la medida en que se utiliza la razón –afirma Víctor García-Hoz–, la educación empieza por una acción sobre la inteligencia. De aquí la consecuencia de que toda educación en le aspecto sexual tiene que apoyarse en la formación de una conciencia clara del papel que desempeñamos cara a Dios en nuestra vida».

Esta educación afectivo-sexual debe ser, por tanto, una educación para el amor, que oriente a cada uno, según su vocación específica, hacia la virginidad o hacia el matrimonio. La primera es una vocación al amor, al don de sí mismo primero a Dios y en Él a todos los hombres. La segunda requiere una sana educación para el amor conyugal, que es un amor de totalidad.

Actualidad y urgencia «En la actual situación socio–cultural es urgente dar a los niños, a los adolescentes y a los jóvenes una positiva y gradual educación afectivo–sexual, ateniéndose a las disposiciones conciliares. El silencio no es una norma absoluta de conducta en esta materia, sobre todo cuando se piensa en los numerosos «persuasores ocultos» que usan un lenguaje insinuante» (S. C. para la Educación Católica, Orientaciones educativas sobre el amor humano. Pautas de educación sexual, nº 106).

La razón es obvia: el tema del sexo está en la calle y entra en el hogar a través de los medios de comunicación social, que con gran frecuencia emplean un lenguaje destinado únicamente a estimular el instinto y a provocar manifestaciones sexuales desconectadas con el sentimiento y el espíritu, con el don de sí, con la apertura a los otros, a la vida y a Dios. Es ésta «una cultura que banaliza en gran parte la sexualidad humana –afirma Juan Pablo II–, porque la interpreta y la vive de manera reductiva y empobrecida, relacionándola únicamente con el cuerpo y el placer egoísta» (Familiaris consortio, nº 37).

Por eso es preciso oponer, a esta acción deformadora y corruptora, la verdadera educación afectivo-sexual, centrada en el concepto cristiano de la sexualidad humana.

Derecho y deber de los padres Como toda educación, también la afectivo-sexual corresponde principalmente a los padres. La familia es la primera comunidad de amor y en ella se forman los hijos en el verdadero amor, como un servicio sincero y solícito hacia los demás. Es en la familia donde surgen numerosas ocasiones para entablar el diálogo sobre distintos temas relacionados con el sexo y la afectividad: la llegada de un nuevo hijo, la gestación del niño en el seno de la madre, el desarrollo sexual en la pubertad, la atracción de los adolescentes hacia amigos y conocidos de distinto sexo, etcétera. Son momentos oportunos para conversar sobre el tema.

Sobre esta materia, el Beato Josemaría Escrivá de Balaguer aconseja: «Que sean los padres los que den a conocer a sus hijos el origen de la vida, de un modo gradual, acomodándose a su mentalidad y a su capacidad de comprender, anticipándose ligeramente a su natural curiosidad; hay que evitar que rodeen de malicia esta materia, que aprendan algo, que es en sí mismo noble y santo, de una mala confidencia de un amigo o de una amiga» (Conversaciones, nº 100).

Para esta importante labor educativa los padres cuentan con la gracia de estado recibida en el sacramento del Matrimonio, que «los consagra en la educación propiamente cristiana de los hijos (…) y los enriquece en sabiduría, consejo, fortaleza y en los otros dones del Espíritu Santo, para ayudar a sus hijos en su crecimiento humano y cristiano» (Familiaris consortio, nº 38).

Existen, además, libros sencillos y apropiados, asociaciones familiares, cursillos de orientación familiar organizados por entidades de confianza, etcétera, que permiten profundizar en la mejor forma de impartir la urgente educación afectivo-sexual.

Modo de impartirla La educación afectivo-sexual ha de ser: — Verdadera: ha de ajustarse siempre a la realidad de las cosas, con precisión y delicadeza.

— Clara: comprensible para el niño o adolescente.

— Gradual: el conocimiento ha de adquirirse al compás del desarrollo corporal y espiritual. De este modo irá evolucionando armónicamente toda la personalidad, primero del niño y después del adolescente. –Individual, pues lo que convenga decir a un chico o una chica, quizá otro de la misma edad no esté en condiciones de asimilarlo.

— Completa: tanto en cuanto a los temas, como en cuanto a la extensión y profundidad con que se tratan.

— Oportuna: deben aprovecharse las ocasiones más favorables, que ordinariamente se presentan cuando el niño hace preguntas sobre estos temas, o en determinados períodos críticos, como son los siete años y la pubertad. Sin ir más allá de lo que pregunta, pero dejando siempre abierta la puerta para que pueda hacer nuevas preguntas.

La respuesta personal Toda educación exige una respuesta por parte del alumno: no sólo debe ser asumirla, sino también complementarla mediante la lucha personal. Con mayor motivo cabe afirmar esto a propósito de la educación y de la vivencia afectivo-sexual. «El uso cristiano de la sexualidad –afirma García-Hoz– no se realiza sin esfuerzo, sobre todo en la época de la adolescencia y de la juventud, en las que la fuerza de las tendencias sexuales y la poca madurez de la personalidad exigen una lucha más rigurosa».

Es preciso concienciar a adolescentes y jóvenes de que la vida humana sólo se realiza a través del esfuerzo. La impureza es, en buena parte, un problema de pereza. Una y otra –o una con otra–, si se descontrolan, si no se las encauza del modo adecuado, machacan la personalidad embaucando con el goce inmediato, roban la auténtica alegría, pasan siempre amargas facturas al cabo del tiempo y pueden dejar hondas heridas para el futuro.

Resulta desaconsejable cargar las tintas en los aspectos meramente costosos y negativos, que chocan con su falta de perspectiva y sus afanes juveniles y, a veces, fomentan un insensato espíritu de rebeldía. Por el contrario, a adolescentes y jóvenes –ellos y ellas– debe animárseles a pasar al campo de los fuertes, de los generosos, de los magnánimos, que es el campo de las personas nobles y sabias, de las felices y de las que tienen porvenir.

Los medios De igual modo es necesario descubrirles los medios, tanto humanos como sobrenaturales, para coronar con éxito el empeño.

He aquí algunos medios humanos: — Desear de veras la pureza, y rebelarse contra el mal que intenta esclavizarles, es el primero de los medios humanos.

— Estar siempre ocupado mediante el trabajo, estudio, deporte o cualquier otra actividad, ya que «la ociosidad –como dice la Escritura–, es maestra de todos los vicios».

— Vivir el pudor y la modestia: «el pudor, afirma Max Scheller, no sólo da forma humana a la sexualidad, sino que favorece, además, su armónico desarrollo».

— Vigorizar la voluntad, venciendo pequeñas dificultades de todo estilo que se presenten, sin ceder a la pereza, la comodidad, el desorden, el capricho, etcétera.

— Despreciar o sortear las ocasiones innobles: lecturas, amistades, películas, conversaciones subidas de tono, etcétera.

Entre los medios sobrenaturales destacan: — La oración, ya que sin ella es imposible vencer de modo habitual: «orad, dice Jesús, para no caer en la tentación».

— La mortificación, pues no sólo fortalece la voluntad, sino que –como enseña el Beato Josemaría Escrivá– «es la oración de los sentidos».

— La frecuencia de sacramentos, ya que, tanto en la Sagrada Comunión como en la Penitencia, Jesucristo fortalece el alma con su gracia y la ayuda a vencer.

— El trato frecuente con la Santísima Virgen.

— La conversación periódica con un sacerdote.

— El aprecio del cuerpo, ya que es templo del Espíritu Santo. Vale la pena tener en cuenta que el sentimiento de dignidad es uno de los rasgos fundamentales de la personalidad, que se vive con especial intensidad en la juventud, y por lo que constituye uno de los estímulos más fuertes para la educación. n CASTIDAD Y CAPACIDAD DE AMAR La conciencia del significado positivo de la sexualidad, en orden a la armonía y al desarrollo de la persona, como también en relación con la vocación de la persona en la familia, en la sociedad y en la Iglesia, representa siempre el horizonte educativo que hay que proponer en las etapas del desarrollo de la adolescencia. No se debe olvidar que el desorden en el uso del sexo tiende a destruir progresivamente la capacidad de amar de la persona, haciendo del placer –en vez del don sincero de sí– el fin de la sexualidad, y reduciendo a las otras personas a objetos para la propia satisfacción. Tal desorden debilita tanto el sentido del verdadero amor entre hombre y mujer –siempre abierto a la vida– como la misma familia, y lleva sucesivamente al desprecio de la vida humana concebida, que se considera como un mal que amenaza el placer personal.

Consejo Pontificio para la Familia, Sexualidad humana: verdad y significado. Orientaciones educativas en familia, 8-XII-1995, n. 105 Miguel Ángel Cárceles Revista Palabra, nº 442-443, abril 2001

Gonzalo Herranz, “El sacrificio de prisioneros de guerra y los embriones congelados”, PUP, 7.XI.02

El autor -Director del Departamento de Humanidades Biomédicas de la Universidad de Navarra- se pregunta si son reales las expectativas que ofrece a la medicina la investigación con embriones congelados excedentes de FIV. A este planteamiento añade otro de un gran calado ético, como es el de la dignidad humana. Estos embriones, aunque están abocados a su desaparición, tienen igual dignidad que el resto de seres humanos. Las clínicas de FIV deberían defender sus vidas.

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Andrés Ollero, “La dignidad humana es anterior a la autonomía”, 8.I.2003

En el Congreso de los Diputados español se ha rechazado recientemente una proposición de ley de despenalización de la eutanasia. Andrés Ollero, catedrático de Filosofía del Derecho y diputado del Partido Popular, razonó el voto en contra de su grupo. Continuar leyendo “Andrés Ollero, “La dignidad humana es anterior a la autonomía”, 8.I.2003″

Juan Ramón García-Morato, “La educación afectiva, una asignatura pendiente en la cultura actual”

Escribir sobre el corazón del hombre sin caer en tópicos o reduccionismos fáciles parece tarea complicada. Y a la vez es materia constante de análisis, de obras artísticas, de literatura más o menos afortunada. Juan Ramón García-Morato, médico cirujano, sacerdote, profesor universitario, hombre inconformista y sobre todo lector insaciable, publica en su libro reciente “Crecer, sentir, amar”, una serie de sesiones televisadas. El origen de todo es una entrevista donde se le preguntaba a bocajarro, y respondía desde la espontaneidad: con sus convicciones y su experiencia. El atractivo de este libro brilla sobre todo en el diálogo con cientos de personas, muy distintas, muy lejanas en sus convicciones. Queda así un tejido rico, de rigor intelectual y ameno. Las preguntas y respuestas que siguen son sólo botón de muestra de cuestiones más complejas abordadas en su obra. Continuar leyendo “Juan Ramón García-Morato, “La educación afectiva, una asignatura pendiente en la cultura actual””

Emilio Sanz, “Pisar la raya”, La Tribuna, 15.XI.02

Confieso públicamente que, cada vez que sale una nueva novela de John Grisham, (ese abogado estadounidense que cambió la toga por la pluma, y del que los fabricantes de chistes de abogados dirían que dejó de contar historias en los tribunales para contarlas en las novelas), cada vez que sale una nueva, digo, intento conseguírmela cuanto antes y me la leo en “dos patás”.

Pues resulta que, en una de las últimas de Grisham, se hace una descripción bastante buena de un hombre sin norte, que eso son los negociantes tramposos de las novelas, y el último rasgo del retrato viene a decir que “era uno de esos tipos que borró la raya, de tanto pisarla”.

Me he acordado de esto del pisar la raya al informarme sobre la cuestión de la clonación terapéutica.

La empresa estadounidense “Advanced Cell Technology” ha sido la primera en acercar el pie a la raya anunciando la posibilidad de utilizar embriones nacidos de un proceso de clonación humana, para obtener células madre, y con estas últimas tratar a pacientes con enfermedades degenerativas.

Pues bien: lo que propone el citado laboratorio norteamericano es aprovechar esos embriones humanos que pretende crear mediante clonación, para sacarles las células de su disco embrionario (células madre) y, después de una serie de procesos y cultivos, trasplantar esas células a un enfermo. Hay que decir que para poder extraer el disco embrionario, el embrión en cuestión debe morir.

El proceso sería el siguiente: 1.- Tomar una célula del paciente y clonarla. De ahí se obtiene un embrión humano; 2.- Cultivar ese embrión en un laboratorio durante unos días, el tiempo suficiente para que se le puedan separar las células de su disco embrionario (las famosas células madre). El embrión muere, y ya tenemos células madre; 3.- Esas células son tratadas para evitar su envejecimiento, y luego se transforman en células del tipo que necesita el enfermo: nerviosas, musculares, o del tipo que sea; y 4.- Se hace el trasplante, y se tiene cuidado de que no haya rechazo y de que las células trasplantadas se integren funcionalmente en el cuerpo del enfermo.

Dicen los científicos que, de todos estos pasos, ahora mismo sólo se sabe cómo hacer el segundo de ellos, porque se ha ensayado sobre embriones “sobrantes” de fecundaciones in vitro. Pero los demás pasos, no se sabe cómo hacerlos. Estamos, pues, en condiciones de hablar, por ahora, sólo de experimentos. Resulta curioso que ya han corrido ríos de tinta sobre este tema, pero en discursos de políticos, en artículos de periodistas, y en anuncios de empresas: artículos científicos hay sólo media docena.

A mí me ha quedado bastante claro que se trata de crear un ser humano mediante la técnica de la clonación, para luego extirparle un trozo. Con esa extirpación el ser humano se muere, pero se muere “por una buena causa” como es que se cure su progenitor biológico. Como si la bondad de la intención justificase la barbaridad de crear un ser humano con la única finalidad de luego matarlo para aprovechar sus despojos. Suena muy fuerte, pero porque es muy fuerte. Digan lo que digan los diputados y los ministros de letras, un embrión humano es un ser humano. Para evitar la asociación de ideas, a veces dicen “conjunto de células”, en vez de embrión. Pero es lo mismo: un ser humano.

Pensemos un poco. Siempre que surge la controversia ética/ciencia existe la tentación de admitir que el fin justifica los medios. Con el señuelo del progreso y con el dolor de la pena que da un enfermo, nos plantean que hay que hacer lo que sea para llegar a la solución. Y ese “lo que sea” es el que suscita el debate ético. Y, si no se tienen las ideas claras, se puede ir tapando la verdad a base de echarla encima paladas de sentimentalismo que ahoguen a la verdad misma.

Cuando hay en juego vidas humanas, y no sólo vidas humanas sino la concepción que en la sociedad se tiene acerca de su naturaleza y de su valor, es mejor mantenerse muy lejos de aquella raya de la que hablábamos al principio, no vaya a ser que, de tanto pisarla, la borremos.

Y lo mejor del caso es que, paralelamente, se están haciendo experimentaciones clínicas en las que, en vez de obtener células madre de un embrión, se obtienen de un organismo adulto, extracción ésta que no mata a nadie, con lo que no parece que sea necesario cultivar embriones. La pregunta es la que todo el mundo tiene en la cabeza: Entonces, ¿por qué tanto interés en los “experimentos” con embriones humanos? La respuesta no la tienen los diputados de letras, ni los periodistas, ni siquiera los científicos. Pero podría estar en que a esa empresa le interese económicamente ir acercándose a la raya, con el riesgo para todos de que, en un descuido, la pise, y la termine borrando. La estrategia sería, así, perfecta: se busca un motivo terapéutico, se desarrolla la técnica, se comercializa, y la propia dinámica de las cosas irá extendiendo su uso a otros fines menos terapéuticos.

Lo dicho: por favor, es mejor que nadie pise la vida.

Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, 15.XI.02 Tomado de www.sanz.biz

BMJ, “La educación sexual y el embarazo de adolescentes”, Aceprensa, 4.XII.02

La educación sexual de los últimos treinta años no previene el embarazo de adolescentes. Continuar leyendo “BMJ, “La educación sexual y el embarazo de adolescentes”, Aceprensa, 4.XII.02″

José Ramón Ayllón, “Filosofía mínima”

FILOSOFÍA MÍNIMA
José Ramón Ayllón, ed. Ariel, 2003, 322 págs., 15 euros.
El último ensayo de José Ramón Ayllón, publicado por Ariel, lleva el título de “Filosofía mínima”. Ese adjetivo responde a su estilo descomplicado y coloquial, sin galimatías innecesarios. Responde también a su brevedad: apenas trescientas páginas para unos pocos temas esenciales: la verdad, la ciencia, el origen del hombre, las dimensiones de la persona, la libertad, el trabajo, el arte y la cultura, la conducta ética, la justicia y el derecho, las formas de gobierno… Esta invitación a la filosofía es mínima en un tercer sentido: incluye los contenidos fijados en el decreto oficial de mínimos para el primer curso de bachillerato. Por eso nos encontramos, en formato ensayo, un libro de texto con varias ventajas sobre los tradicionales: es más manejable, más ameno y mucho más barato. Continuar leyendo “José Ramón Ayllón, “Filosofía mínima””