La catedral de Astorga

La construcción de la catedral de Astorga fue una fuente de enormes quebraderos de cabeza para Antoni Gaudí.

Llegó el momento de montar el triple arco abocinado del pórtico. Media ciudad llenaba los alrededores de las obras contemplando a Gaudí que, arrebatado, dirigía la operación. Arquitectos y académicos de toda España esperaban con sonrisa irónica el resultado de aquella locura.

Las dovelas se derrumbaron. Gran alegría para muchos. Se reinició el trabajo y volvieron a caerse. Al anochecer se inició por tercera vez y un fuerte vendaval derribó los arcos. Era el desastre. Lejos de amilanarse, Gaudí dejó el puesto directivo y con sus propias manos, desollándose y con la ayuda del operario Luengo, rehizo los arcos. Después de poner la última piedra, arquitecto y albañil, exhaustos y ateridos, se fundieron en un emocionado abrazo. Las manos ensangrentadas dibujan una rosa en la nieve.

Tomado de Álvarez Izquierdo, “Gaudí”.

Dónde se ganó la batalla de Waterloo

El general Wellington, tiempo después de haber vencido a Napoleón, quiso volver a Inglaterra a ver la academia militar donde había estudiado y se había preparado. Todos los cadetes le observaban con admiración. Al final, se dirigió a ellos y les dijo: “Mirad, aquí fue dónde en realidad se ganó la batalla de Waterloo”.

Nunca es tarde para recomenzar

Cuando Fred Astaire hizo su primera prueba cinematográfica, en 1933, el informe del director de pruebas de la Metro decía: “Incapaz de actuar, calvo, sólo sirve para un poco para bailar”; Astaire conservó aquel informe y lo tenía enmarcado sobre la chimenea de su casa en Beverly Hills. Por su parte, Albert Einstein no habló hasta los cuatro años y no aprendió a leer hasta los siete; su maestro lo describía como “mentalmente lento y siempre abstraído en estúpidas ensoñaciones”; lo expulsaron del colegio y le negaron el ingreso en la escuela Politécnica de Zurich. Wiston Churchill no aprobó el sexto grado, no llegó a ser Primer Ministro hasta los 62 años, tras toda una vida de reveses, y sus mayores logros los consiguió cuando ya había cumplido los 75. Richard Bach, antes de poder publicar su libro Juan Salvador Gaviota, vio cómo el manuscrito era rechazado por dieciocho editoriales; tras ser publicado, vendió en cinco años más de siete millones de ejemplares.

No había quien se lo dijera

Había una vez dos niños que patinaban sobre una laguna helada. Era una tarde nublada y fría, pero los niños jugaban sin preocupación. De pronto, el hielo se reventó y uno de los niños cayó al agua. El otro niño, viendo que su amigo se ahogaba bajo el hielo, tomó una piedra y empezó a golpear con todas sus fuerzas hasta que logró romperlo y así salvar a su amigo. Cuando llegaron los bomberos y vieron lo que había sucedido, se preguntaban cómo lo hizo, pues el hielo esta muy grueso, es imposible que lo haya podido romper, con esa piedra y sus manos tan pequeñas. En ese instante apareció un anciano y dijo: “Yo sé como lo hizo…”. “¿Cómo?”. “No había nadie a su alrededor para decirle que no podía hacerlo”.