Criterios académicos de repetición de curso

Uno de los elementos más llamativos del sistema educativo español desde hace décadas es el extraordinario porcentaje de repetidores y de abandono temprano. Todos los informes internacionales insisten en la necesidad de que la repetición sea una medida más excepcional, que se adopta después de haber intentado por todos los medios la recuperación de los aprendizajes no realizados.

Según PISA 2018, en España el 28,7% de los estudiantes de 15 años está repitiendo por primera o segunda vez alguno de los cursos de la ESO, lo que supone más del doble que en el promedio de la OCDE (11,4%). Otro dato bastante ilustrativo es que las puntuaciones medias de los alumnos repetidores son más altas que la del promedio de la OCDE, lo que indica que bastantes de ellos tenían adquiridas las competencias básicas.

La LOMLOE establece que «el alumno o alumna podrá permanecer en el mismo curso una sola vez y dos veces como máximo a lo largo de la enseñanza obligatoria». En ESO, los estudiantes que suspendan más de dos asignaturas podrán pasar de curso «de forma excepcional» si el equipo docente considera que «la naturaleza de las asignaturas no superadas le permite seguir con éxito el curso siguiente». Para el Bachillerato, si el equipo docente así lo decidiese, el alumno puede titular con una asignatura suspensa.

Se han criticado mucho estos cambios, y quizá el motivo más fundamentado a mi juicio es que se traslada un mensaje de rebaja de la exigencia académica en el bachillerato, que no es enseñanza obligatoria y donde este anuncio invita un poco a abandonar una asignatura que te gusta menos porque sabes que puedes titular sin superarla. Pero en conjunto, considero que es positivo limitar con rotundidad el recurso a la repetición de curso y apostar decididamente por otras fórmulas. Hay que tener en cuenta que nuestra tasa de repeticiones tan elevada supone un enorme coste, y que si esos recursos se destinan a establecer procedimientos de detección precoz de dificultades de aprendizaje, apoyo a los alumnos, programas individualizados de refuerzo y recuperación de competencias, se pueden lograr mejores resultados y una mayor eficiencia en el gasto.

En resumen, si todo el dinero que se destina a repetir curso se dedicara al diagnóstico temprano de los problemas de aprendizaje y a tomar medidas efectivas para recuperar desde un primer momento a los chicos y chicas que se quedan atrás, nos irá mucho mejor.

Alfonso Aguiló, “Educar en una sociedad plural”, Editorial Palabra, 2021

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