Jesús Domingo, “Infidelidades on-line”, PUP, 18.IX.02

Hace unos años, en los principios de internet en nuestro país, un amigo íntimo con el que hablaba periódicamente, me comentaba que había comenzado a utilizar internet y que había descubierto muchas cosas, entre otras a entrar en algunos foros y, principalmente, a chatear. Comentaba que empezaba a tener relaciones con mujeres, algunas bastante íntimas pero inofensivas.

Recuerdo que en aquella ocasión le hice una pregunta “¿Quieres a tu mujer?”, “por supuesto”, contestó. “Pues en este caso deja de chatear, le recomendé”. “Va, con esto no hay ningún problema”.

Así las cosas, seguí preguntando: “¿Qué te parece si tu mujer se pusiera a flirtear con el vecino desde la ventana de vuestra habitación?” “No quiero ni pensarlo”, contestó. Seguimos hablando: “¿qué pasaría si tus conversaciones cibernéticas la tuvieras personalmente con la compañera de oficina?” (en aquel tiempo trabajaba en una entidad bancaria, en una pequeña oficina en la que sólo eran dos). “No es lo mismo”, contestó. Le recomendé que si realmente quería a su mujer y no exponerse a destrozar su familia, lo más prudente es que dejara de chatear.

Después de un tiempo volvimos a hablar. “Qué, ¿enganchado a internet?” “No, tenías razón, tuve que cortar, hubo una que me pidió el teléfono, me llamaba a casa y a la oficina, estaba dispuesta a que nos viéramos en Girona. Nunca más. Tú tenias razón, gracias por haberme avisado, ha servido para cortar a tiempo. Además conozco a otros amigos que no han cortado a tiempo.

De esto hace unos años, pocos. Entonces se trataba de un caso aislado, pero hoyes una moda extendida ampliamente. No hace mucho pudimos leer el titular: “Infidelidades por internet se convierten en un nuevo motivo de separación”. Se trata de casos reales, como el de mi amigo, personas que empiezan a confraternizar de manera íntima con sus “amistades” on-line. En algunos países esta práctica se ha convertido el primera causa de divorcio.

Las estadísticas indican que son muchas las personas que se conectan diariamente a foros, chats, comunidades on-line. Estas personas en muy poco tiempo consiguen largas listas de amigos con los que casi diariamente es escriben mensajes mail y en algunos casos incluso llegan a llamarse telefónicamente.

El proceso es muy rápido, en menos de tres meses cualquiera puede conseguir varios amigos con los que a la larga se escribirá e-mails de forma diaria. El problema aparece cuando esta persona empieza a encapricharse de uno de sus amigos online. “Me quedaba hasta más tarde en el trabajo para hablar con él. Me decía cosas maravillosas. Después me llamaba por teléfono y era increíble lo que me hacía sentir”, esta es la explicación de una joven ejecutiva que actualmente, después de separarse de su pareja, vive con “su amigo online”.

El perfil de estas personas no es para nada homogéneo, pues entre los aficionados a las conversaciones online, aunque el tramo más frecuente es entre los veinticinco y los cuarenta y cinco años, se dan muchos casos de mayor edad, la profesión –aunque abunda los de buena posición o de cierto nivel cultural- tampoco es el factor limitante: la plaga parece extenderse a todos los sectores.

Los diferentes estudios realizados por instituciones sociológicas, ponen de manifiesto que el hecho de anonimato inicial aporta una gran dosis de seguridad. La relación se inicia en total anonimato, ya que el ciberaffaire, a diferencia del adulterio físico, pasa totalmente inadvertido. Otro de los elementos que exponen los estudios realizados es la clara relación entre las relaciones románticas o sexuales online y el divorcio.

Como en el caso de mi amigo, muchos tienen el peligro en casa, aunque en estos casos el problema no es internet sino la falta de voluntad o la timidez. Es lógico: acciones que algunas personas jamás cometerían a luz del día pueden llevarlas a cabo fácilmente escondidos tras el anonimato de la Red. Pienso que estas acciones no son por ello más sinceras y que su reiteración, inicialmente inocente, ayudan perder el miedo y a llegar tan lejos donde uno jamás quiso hacerlo.

Tomado de www.PiensaUnPoco.com