Alfonso Aguiló, “La gratitud como disciplina”, Hacer Familia nº 314, 1.IV.2020

Leo este hilo en Twitter. «Hoy, hace un año, era lunes. Era un lunes gris, lluvioso, helador. En teoría tendría que haber ido por la tarde a la clínica y, al día siguiente, decidir… pero yo ya no podía más. Yo era plenamente consciente de que si esperaba a la tarde estaría TAN mal que no iría.

»Y yo… yo quería ir, me daba igual absolutamente todo: solo que me dejasen allí, parar, terminar con ese infierno en vida, que MATA.

»Apenas recuerdo muchas cosas: la maleta, la lluvia, una canción que escuchaba todo el rato y que no he vuelto a escuchar ni quiero, mi madre conduciendo como con miedo…

»Paradójicamente, el camino en coche es el mismo, hasta cierto punto, que realizaba para ir a consumir…

»De camino vi mi colegio, ese al que ahora voy de vez en cuando a saludar a las monjas, y lloré. Ahí estaba yo, pasando frente al lugar de mi infancia camino a una clínica de desintoxicación y rehabilitación.

»Llegué muy mal, totalmente alcoholizada y habiendo consumido cocaína. Llegué mal y el doctor recuerda cómo le dije algunas cosas muy desastrosas. Aun así, llegué realmente feliz, no por la droga, sino por estar allí. Yo quería estar allí.

»Recuerdo bastante la primera terapia, aunque estaba ida, y recuerdo una mano amiga de una señora que tomó la mía: fue como un “tranquila, todo irá bien”.

»Bendito 12 de febrero. Hoy hace un año empezó todo. 364 días de abstinencia. Dependiente recuperada. ALEHOP!».

Y su retweet de aquel hilo, comentado un año después: «Pues hoy hace dos años del ingreso en la clínica se rehabilitación. No os podéis imaginar el día tan bonito que he tenido. Donde hubo dolor, porque hubo mucho dolor físico, miedo… hoy hay calma y mucha ilusión.»

Nouna lo cuenta todo, y lo hace «para hablar de un ahora positivo». «No me considero víctima de lo que he sufrido a lo largo de la vida, me considero sobre todo superviviente». Con las adicciones es muy frecuente la vergüenza a «que la gente se entere de mi adicción». Una vez conocí a un señor, también adicto recuperado, y me dijo que «vergüenza, tendríamos que haberla tenido antes».

«Decidí celebrar en Twitter cada día de libertad lejos de las drogas. Lo llevé a las redes sociales para dar esperanza. Creo que en muchos casos hemos perdido la confianza en que las personas pueden salir de un trauma. Ese considero que es mi gran mensaje, el de la resiliencia: el ser humano es capaz de superar la adversidad y no quedarse en el pozo.

»Vivimos en una sociedad que ha normalizado la tristeza, el odio, el rencor, la venganza… Me gusta mucho esa frase de Patch Adams: “El acto más revolucionario que puedes hacer hoy en día es ser feliz y demostrarlo”. Quiero dar un mensaje de esperanza y de aliento… se puede salir. Me considero superviviente y eso da paz. También el perdón, que es liberador. Yo soy fan del perdón. Te hace despojarte de los rencores. A mí me costó muchas lágrimas. No empecé a cambiar hasta que no dejé de quejarme por todo lo que había sufrido. Ahora le doy muchas gracias a Dios todos los días por la vida.»

Este relato muestra cómo la gratitud es con frecuencia una disciplina, un esfuerzo personal por excluir el resentimiento y mirar al futuro con mayor esperanza. Todo eso es una elección constante. Es ser positivo y agradecido, aunque mis emociones estén impregnadas de dolor, porque los pequeños actos de gratitud te hacen agradecido. Te alejan de ese gran lastre que es la espiral de la queja. Es preciso cambiar de mirada, cambiar la perspectiva con que vemos las cosas, abandonar la queja y enfocarse en lo positivo, para así poder disfrutar de la gratitud.

Alfonso Aguiló, índice artículos “El carácter”