Caso práctico de Educación en la preadolescencia nº 2

SITUACIÓN:

Susana es viuda desde hace siete años. Su marido falleció en un accidente de tráfico, y de la noche a la mañana se encontró sola con sus tres hijos pequeños (que ahora tienen ya nueve, once y trece años). Estos años le han hecho saber bien lo que cuesta sacar una familia adelante. Las cosas le han ido bien, dentro de todo, pero está preocupada porque sus hijos empiezan a fallar en su rendimiento académico. Se ve que hasta entonces la exigencia escolar era menor, pero ahora, al avanzar los cursos, empiezan los problemas. Continuar leyendo “Caso práctico de Educación en la preadolescencia nº 2”

Caso práctico de Educación en la preadolescencia nº 3

SITUACIÓN:

David y Cristina tienen cuatro hijos. Han procurado educarlos cristianamente, pero lo cierto es que no han concedido demasiada importancia a la educación en la fe. Ahora se dan cuenta, cuando ven que Luis, su hijo mayor, está en plena “edad del pavo” y ha dejado de ir a Misa y de confesarse, y repite unas ideas sobre la religión bastante sorprendentes. “Deben ser esos amigos que se ha echado –comenta su padre–, que no me gustan nada. Lo malo es que a esta edad ya apenas nos escucha”.

“Pues lo primero que tenemos que hacer –afirma la madre– es pensar en sus hermanos pequeños y sacar experiencia. Hemos llegado un poco tarde con Luis, y tenemos que hacer todo lo posible por ayudarle, pero lo mejor sería prevenir esto en los demás”. Continuar leyendo “Caso práctico de Educación en la preadolescencia nº 3”

Caso práctico de Educación en la tolerancia nº 1

SITUACIÓN:

La hermana mayor, Laura, ha traído a casa a su amiga Teresa para pasar con ellos unos días durante las vacaciones de verano. La madre de Laura está sorprendida de la escasa educación y diplomacia que ha demostrado Teresa, e intenta comentarlo con su hija, para ver así cómo ayudar a su amiga a corregirse. “Mamá, es que no lo entiendes ­–argumenta Laura, molesta–, la gente joven dice lo que piensa, sin hipocresías”.

La madre se ha quedado un poco cortada. No sabe cómo explicar a su hija que la espontaneidad y la libertad de expresar las propias opiniones tiene unos límites, y le preocupa también el mal ejemplo que todo esto supone para los hermanos más pequeños.

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Caso práctico de Educación en la tolerancia nº 2

SITUACIÓN:

La escena se desarrolla en la sala de estar de una familia con cuatro hijos. La tercera, Elena, está en plena crisis adolescente y lleva unos días bastante insoportable. Después de cenar, y con intención clara de provocar un poco, hace ruido ostentosamente mientras los demás ven la televisión. Todos hacen un esfuerzo para seguir como si no pasara nada, a ver si la chica se cansa, pues saben que si “hay bronca” será peor y no conseguirán ver pacíficamente el programa, que está en su punto álgido. Esperan un poco a ver si se le pasa, pero no es así, y a los cinco minutos su padre está a punto de perder los nervios: “Elena, eso que haces no está bien”, dice con un tono lo más conciliador que puede. “Pues eso es tu opinión. No sé por qué va a estar mal. Para mí está bien. No sé dónde está la libertad en esta casa, no la veo por ningún sitio”. La escena terminó ahí. Todos vieron que era mejor no tomar en consideración aquel desplante (un ejemplo práctico de tolerancia, para evitar un mal mayor), y siguieron viendo el programa, hasta que terminó y se fueron a dormir. Ya en su dormitorio, los padres comentaron su preocupación por su hija: “Está que no hay quien la aguante, hay que pensar algo”.

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Caso práctico de Educación en la tolerancia nº 3

SITUACIÓN:

Jorge acaba de cumplir 16 años. Está viendo una serie de televisión que le apasiona. La protagonista, Vanesa, tiene 17 años y es una chica desenfadada, segura de sí misma, que dice que “ya tiene edad para saber lo que quiere”. Se sabe atractiva, y adopta un estilo ligero en el modo de vestir y de comportarse, aunque de hecho mantiene las distancias y juega un poco con varios chicos que la cortejan.

En el capítulo de hoy, Roberto, uno de sus amigos, ha invitado a Vanesa a una fiesta el sábado por la noche en su casa. Van pasando las horas, con música a todo volumen, baile, ratos de conversación… y copas, muchas copas. Vanesa piensa que tiene “un buen aguante” y que “sabe ponerse alegre sin perder el control”. Sin embargo, la elegancia y la simpatía del anfitrión hace que no se dé realmente cuenta de lo que, poco a poco, está bebiendo. Los demás invitados se van yendo, y al final Roberto se ofrece a llevarla a su casa en coche. Vanesa acepta.

Ya en el coche, Roberto pretende hacer una pequeña demostración de su modo de conducir, por las calles ya casi vacías. Va muy aprisa. Vanesa quiere aparentar que no le impresiona. Está un poco mareada, y también algo nerviosa, y le pide a Roberto que pare, pues prefiere seguir andando un poco. Sin embargo, él entiende que al pedir que pare le está insinuando que da vía libre para otro tipo de cosas, y es lo que acaba ocurriendo, aunque en la televisión no se ve nada.

Cuando Vanesa se da cuenta de lo que ha sucedido, le invade un sentimiento mezcla de desconcierto, tristeza y rabia. Parece que se va sobreponiendo conforme pasan los días, pero al cabo de pocas semanas percibe algún indicio que le lleva a creer que está embarazada. Se hace una prueba, y sus temores se confirman. Alarmada, va a ver a Roberto y se lo cuenta. Roberto elude toda responsabilidad, con gran cinismo: “lo siento de verdad, pero ya sabes lo que tienes que hacer”.

Así acabó el capítulo de la serie. Jorge estaba indignado: “Ese Roberto es un cínico impresentable, habría que partirle la cara”.

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Caso práctico de Educación en la fe nº 1

SITUACIÓN:

Paloma tiene ya 16 años y ha empezado a salir con un chico –David– con el que está encandilada. Su madre piensa que ese chico no le conviene, pero no sabe cómo decírselo sin que se enfade. La chica ha empezado a suspender y se ha enrarecido su carácter. Por una casualidad, su madre se ha enterado de que Paloma consume pastillas que no son precisamente para la tos, y que frecuenta con David lugares poco recomendables.

Se lo recriminó nada más verla: —”Sí, ¿y qué…?”, contestó su hija. —”Pues que todo eso está muy mal”. —”¡Ay, no me digas!”, replicó con ironía. La madre, desconcertada, no sabía cómo seguir. Al final dijo: —”Y…, ¿si te mueres, qué, al infierno? ¿O es que no has pensado que te puedes morir?”.  —”Pues por eso…, hay que vivir, que son dos días”. —”Pero luego…”. —”Luego…, ¿qué? ¿Has estado allí? ¿Has visto algo? A lo mejor me convierto en una vaca. David dice que se está tomando en serio lo de la reencarnación. Además, yo no creo en el infierno. ¿No ha venido Dios a salvar a los pecadores? ¿No es tan misericordioso? Yo no paso por ahí, ya habéis asustado a mucha gente.”

La madre se dio cuenta de que le faltaban argumentos, y de que además había planteado bastante mal la conversación. Lo comentó aquella noche con su marido. Continuar leyendo “Caso práctico de Educación en la fe nº 1”

Caso práctico de Educación en la fe nº 2

SITUACIÓN:

Durante las vacaciones de verano Nuria está saliendo con un chico extranjero que vive desde hace unos meses en su ciudad. Se llama Michael y tiene 17 años, como ella.  Es buen estudiante, y bastante inquieto intelectualmente. Los hermanos de Nuria, para meterse un poco con ella, le llaman “el filósofo”, y le toman el pelo por su modo de ser un tanto seguro y sentencioso.

Michael es protestante, pero asegura ser muy respetuoso con las creencias de los demás. Dice que no hay ningún problema en que Nuria sea muy católica y él no. Afirma que “en el fondo apenas hay diferencia”, puesto que los dos están de acuerdo en lo fundamental: “Creo que vosotros –dice Michael– tenéis un concepto un tanto estrecho del cristianismo. No deben verse las diversas iglesias como rivales, sino como complementarias. Todos vamos a lo mismo, y entre todos podemos proporcionar una oferta religiosa más completa.”

Pasadas unas semanas, se fue viendo que, a pesar de todo lo dicho, Michael pertenecía a un sector protestante bastante hostil hacia el catolicismo. Aseguraba que la Iglesia católica era arrogante y orgullosa, que miraba a las personas de las demás iglesias como destinadas a la condenación, que habían puesto a un hombre –al Papa– en el lugar de Jesucristo, y que pretendían imponer una moral agobiante a base de amenazas. Discutía bastante sobre esto con Nuria. Ella intentaba rebatirle –con muy poco éxito–, aunque ante sus padres y sus hermanos siempre defendía a su novio. Decía que aunque Michael fuera crítico con la Iglesia, luego la acompañaba a Misa los domingos y le había dicho que respetaría siempre sus creencias. Continuar leyendo “Caso práctico de Educación en la fe nº 2”

Caso práctico de Educación en la fe nº 3

SITUACIÓN:

Pablo tiene 16 años y ha advertido que en las noticias de la televisión y de la prensa se ataca bastante a la Iglesia. Tiene la impresión de que se da mucha relevancia a cualquier actuación desafortunada de un eclesiástico, y casi nunca sale nada de todo lo bueno que hacen. También ve que se habla mucho de las voces discrepantes que hay en la Iglesia, y salen frecuentes declaraciones de esas personas asegurando que ese “sector crítico” es muy numeroso y son tratados injustamente. Lo comentó un día en el colegio con un amigo suyo: “Normal –le contestó–: también cuando sale uno del gobierno sacan después a otro de la oposición”.

Sin darse mucha cuenta, el asunto despertó aún más su interés y empezó a fijarse en todas las noticias relativas a la Iglesia. Se hablaba mucho de conservadores y progresistas, de presiones de unos y de otros. Todo eso le decepcionaba. En esos días, la prensa dedicó bastante espacio a un profesor de una facultad eclesiástica de teología que había sido “desposeído de su cátedra porque sus enseñanzas eran contrarias a la línea oficial de la Iglesia”. El expulsado decía que era un atropello y que conculcaba “no solo el derecho a la libertad de cátedra, sino también el derecho a la libertad de expresión, elemental en cualquier sociedad que no sea una dictadura”. Y añadió que además pretendían amordazarle con amenazas de suspensión.

A Pablo todo esto le produjo una pequeña conmoción. Pensaba que quizá la doctrina católica que él había aprendido no era tan segura, sino que dependía de quién tuviera las riendas en la Iglesia en cada momento. Estaba ensimismado en esto mientras leía la noticia. Su padre se dio cuenta, y le preguntó qué leía tan absorto. Pablo se lo explicó. Continuar leyendo “Caso práctico de Educación en la fe nº 3”

Caso práctico de Educación en la fe nº 4

SITUACIÓN:

Lorena tiene 13 años y es la mayor de cuatro hermanos. Hoy ha vuelto de clase con bastante mal humor, parece que por ciertas diferencias con una de sus amigas. Nada más llegar se ha puesto a ver la televisión a todo volumen, a ver si así olvida sus enfados. Da la impresión de que, tal como está, es mejor no acercarse mucho.

Su madre espera un poco, pero al final decide intervenir. Llevan tiempo intentando respetar en la casa un antiguo acuerdo familiar por el que convinieron que, salvo excepciones, no se vería la televisión hasta última hora de la tarde, antes de cenar, para que hubiera un cierto silencio para facilitar el estudio. Lorena es la mayor y debe dar ejemplo. Además, lleva una temporada más brusca de carácter y un poco altiva. También está estudiando poco, y –lo que más preocupa a su madre– va bastante a lo suyo y su egoísmo está deteriorando el ambiente familiar.

Como era de prever, y aunque la madre se esforzó en hacerlo suavemente, hubo un poco de tensión. Su hija reaccionó mal, mezclando ámbitos muy diversos, como suele suceder cuando uno está enfadado. “Ya estamos como siempre –saltó Lorena–, tanto control que no hay quien viva. Además, seguro que lo dices porque te parece mal todo lo que sale por la televisión. Parece que está prohibido divertirse, que todo lo divertido es pecado. Yo no hago mal a nadie. Hay que saber disfrutar de la vida, que para eso está”. Continuar leyendo “Caso práctico de Educación en la fe nº 4”

Caso práctico de Educación en la fe nº 5

SITUACIÓN:

Alberto era vagamente consciente de estar en la edad del pavo. No podía decirse que el despertar sexual le hubiera llegado entonces, pues hacía ya tiempo que –por decirlo de alguna manera– había perdido la inocencia. Le hacía gracia la ingenuidad de sus padres, sobre todo el día que su padre se propuso explicarle de dónde venían los niños. Fue hace unos tres años, cuando Alberto tenía doce. “Es una pena –pensó en aquella ocasión– ver en qué mundo viven mis padres. No se dan cuenta de que hoy día un chico de doce años seguramente sabe sobre el sexo más que ellos cuando se casaron”.

Los padres de Alberto eran, efectivamente, un poco ingenuos. Escuchaban poco. No sabían tirar de la lengua a sus hijos y situarse en la realidad de lo que pasaba. No es que no fueran conscientes de sus deberes en cuanto a la educación sexual de sus hijos, pero no acertaban en cómo hacerlo. Y como no se aclaraban mucho, ponían unos ejemplos digamos que poco adecuados. A Alberto le parecían casi siempre una exageración. Además, percibía siempre un cierto tono negativo y desconfiado  en torno a estos temas, y eso le disgustaba: “Si mis padres hablan con tanta rotundidad –pensaba–, ya podrían explicar los porqués. Todo son agobios, pecados y peligros”. Pero Alberto nunca llegaba a decirles nada de lo que pensaba, y últimamente ya casi ni les escuchaba.

Un día habían quedado toda la familia para ir a celebrar el cumpleaños de la abuela. Ya estaban todos menos Alberto, y pasaron en coche a recogerle a la salida de clase. Su hermana Lucía –que tenía catorce años y era realmente muy guapa–, esperaba a su hermano a la puerta del colegio. Alberto estaba con un grupo de amigos, charlando un momento antes de salir. Ellos no conocían a Lucía, ni sabían que era hermana de Alberto. Ella tampoco había visto aún a su hermano. Cuando ellos la vieron, uno saltó con el típico comentario un poco atrevido, al que siguió otro más obsceno. Alberto se desconcertó de que se refirieran así a su hermana. Al principio dudó, pero al ver que los comentarios subían de tono, cortó tajante: “¡Imbéciles, que es mi hermana, sois unos cerdos!”. “Oye, perdona, no sabíamos nada”, se excusaron. Todo quedó un poco tenso, porque ella les vio en ese momento, y Alberto tuvo que irse sin que se hablara una palabra más.

Alberto estaba silencioso y con cara de pocos amigos. Dos o tres veces le preguntaron sobre qué le pasaba. Él contestaba invariablemente: “Nada”.

En casa de los abuelos, Alberto coincidió con un tío suyo, Jorge, que acababa de terminar arquitectura, lo mismo que él quería ser. Tenían de siempre mucha confianza. Alberto le contó lo que le preocupaba: “Con mis padres, en cambio, ni se lo puedo decir. Me hablan como a un niño. No me escuchan, me aleccionan. Además, es que viven en otro planeta…”.

El padre de Alberto buscó después un momento para estar a solas con Jorge: “No sabemos qué hacer con Alberto –le dijo–, no nos escucha”. Como tenían mucha confianza, Jorge le dijo: “Pues mira, si no os escucha, probad a escucharle vosotros, a lo mejor es la solución”. Continuar leyendo “Caso práctico de Educación en la fe nº 5”