Alfonso Aguiló, “Ideas meridianas”, Hacer Familia nº 292-293, 1.VII.2018

Jeff Bezos se formó en computación y electrónica. Luego trabajó en Wall Street en desarrollo de negocios. En 1994 concibió la idea de Amazon. Eran los comienzos balbuceantes de internet y apenas había modelos de negocio que funcionaran en ese nuevo mundo. Él fue de los primeros en vislumbrar cómo iba a cambiar profundamente la relación del usuario con el consumo.

Bezos narró muchas veces cómo tomó la decisión de dejar un trabajo bien pagado en Wall Street y atravesar el país en su automóvil hasta Seattle para lanzarse a la aventura de construir Amazon. Fue una idea clara y meridiana tomada en un momento concreto de su vida.

Unos años después, en 1999, fue entrevistado por la CBS. En aquel viejo reportaje de “60 Minutes”, todavía puede verse cómo eran entonces las oficinas de Amazon. Bob Simon, el presentador, se sorprende. Le han convocado en las oficinas centrales de Amazon, pero en aquella calle de Seatle solo ve casas de empeño, tiendas baratas y un parque ocupado por heroinómanos. Bezos lleva en su propio coche al conductor del programa, y este se sorprende de que sea un automóvil tan modesto. Al atravesar las puertas del edificio se encuentra una oficina de aspecto decadente, y al entrar al pequeño despacho del CEO ve que su mesa está construida con madera aprovechada de otros usos. Simon le pregunta por esos detalles y Bezos le explica su política de austeridad, y cómo todo eso “es un símbolo, mi forma de decir que sólo hay que gastar el dinero en las cosas que importan a los clientes”.

“60 Minutes” no hacía este reportaje para dar espacio a la empresa de un iluminado. Times acababa de nombrar a Jeff Bezos como “Person of the Year” de 1999, y en Wall Street se pagaba a 18 dólares la acción de la compañía, una empresa cuya capitalización en bolsa superaba ya los 30.000 millones de dólares.

Era el momento del auge de las “punto com”. Ocho meses después de aquel reportaje empezó a pincharse aquella burbuja y se fueron a la quiebra multitud de empresas. Hasta ese momento, Amazon era una empresa más de la burbuja tecnológica, un proyecto que aún no era aún rentable pero muy interesante para los inversores.

Muchas empresas desaparecieron, pero Amazon funcionó. Ahora vale más de 800.000 millones de dólares. Y ha ocurrido en apenas veinte años. Todos dicen que es la historia de una gran visión y una buena estrategia, pero también de muchos triunfos tácticos intermedios y de una ejecución férrea. El foco en la logística y los centros de entrega, el acierto en el esquema financiero, un cuidado obsesivo por el soporte tecnológico para mejorar constantemente la experiencia del usuario, atención al detalle, reflexión y experimentación, toma de riesgos y trabajo con expectativas muy altas.

Bezos decía siempre que debían lograr más con menos, que las restricciones generan ingenio, sostenibilidad e innovación. Era hombre de decisiones con visión, de ideas meridianas. Arriesgó su posición anterior y sus ahorros. Supo proyectarse en el largo plazo, sacrificar ganancias en el presente para posicionarse en el futuro. No tuvo miedo de preguntar constantemente al cliente qué opinaba sobre lo que él ofrecía. Supo innovar en cada paso, sin acomodarse, sin dejar nunca de aprender.

Está claro que no todas las ideas meridianas son buenas. Unas llevan a éxitos rotundos y otras a fracasos rotundos. Unas muestran una gran determinación en el bien y otras en el mal. Pero si hablamos de buenos objetivos, y si partimos de que tener visión no es lo mismo que obcecarnos con nuestras propias ideas, parece claro que las decisiones meridianas son importantes en la vida de toda persona. Es preciso tener visión, tomar decisiones valientes, proseguir con constancia en empeños de largo alcance… todo eso es decisivo en la construcción de cualquier vida. Y es decisivo también que sepamos transformar esos grandes objetivos vitales en pequeños desafíos en la vida diaria, porque hay muchas grandes ideas que fracasan por no acertar en su aplicación práctica. Tan decisivo es saber inspirarse en grandes ideas, que son las que vertebran una vida, como saber traducir esas grandes ideas en pequeños detalles cotidianos. Saber enmarcar lo pequeño en lo grande y, al tiempo, saber aterrizar lo grande en detalles pequeños.

 

Alfonso Aguiló, índice artículos “El carácter”