Alfonso Aguiló, “Narrativas complacientes”, Hacer Familia nº 312, 1.II.2020

Probablemente todos conocemos personas inteligentes que hacen cosas sorprendentemente estúpidas. Son personas que en la escuela sacaban buenas calificaciones con poco esfuerzo, eran brillantes y en las pruebas de inteligencia siempre obtenían altas puntuaciones. Pero vemos que todo eso no asegura su capacidad de interactuar bien con los demás, ni de acertar en su análisis de las cosas, ni en la toma de decisiones en la vida real.

Heather A. Butler publicó en 2017 en Scientific American un extenso estudio titulado “¿Por qué la gente inteligente hace tonterías?”. Esta investigadora de la Universidad Estatal de California asegura que la capacidad de pensamiento crítico es quizá uno de los mejores predictores del resultado de una vida. Sostiene, por ejemplo, que quienes desarrollan poco su pensamiento crítico, pese a ser personas inteligentes, son luego mucho más propensos a excederse con el alcohol, hacer gastos poco responsables o arruinar tontamente su matrimonio.

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Alfonso Aguiló, “Pensarse bien cada batalla”, Hacer Familia nº 311, 1.I.2020

Año 321 antes de Cristo. Los samnitas no se pliegan con facilidad al expansionismo romano. Cayo Poncio es un comandante samnita que varias veces les ha presentado batalla. En esta ocasión, le informan de la posición de un importante ejército romano cerca de Calacia, una ciudad próxima a Nápoles. Cayo Poncio envía algunos soldados disfrazados de pastores con órdenes de difundir la historia de que los samnitas están sitiando la ciudad de Lucera, una colonia romana clave situada en la Apulia.

Los comandantes romanos, los cónsules Espurio Postumio Albino y Tito Veturio Calvino, deciden ponerse en marcha con varias legiones, formadas por unos 50.000 hombres, para prestar ayuda a Lucera. Eligen la vía más rápida hacia esa ciudad, a través del desfiladero de las Horcas Caudinas (junto a la ciudad de Caudio, de ahí su nombre), sin tener apenas conocimiento del terreno. Se trata de un angosto valle que se abre entre los montes Tifata y Taburno.

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Alfonso Aguiló, “¿Daños colaterales?”, Hacer Familia nº 310, 1.XII.2019

Un periodista deportivo jubilado de 86 años, llamado Horst Rippert, explicó en una entrevista publicada en 2008 que fue él quien, ya en los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial, pilotaba el caza alemán que el 31 de julio de 1944 derribó el avión francés guiado por Antoine de Saint-Exupéry, mítico autor de “El principito”.

A las 8.45 de la mañana, Saint-Exupéry había despegado desde la base aérea de Borgo-Poretta, al norte de Córcega, para realizar una misión de reconocimiento fotográfico preparatoria del desembarco aliado en las costas de La Provenza.

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Alfonso Aguiló, “Estudiantes brillantes”, Hacer Familia nº 309, 1.XI.2019

«Un día Matt y yo vimos a una pequeña araña que intentaba sacar un insecto tres veces más grande que ella de un hoyo que había en la arena. La arena estaba seca, y cada vez que la araña remontaba la pendiente, los bordes del hoyo cedían y la araña volvía a caer al fondo. Lo intentaba una y otra vez, sin cambiar de ruta ni aflojar el ritmo. Matt me dijo: “La pregunta es la siguiente, Kate: ¿es muy tozuda o tiene tan poca memoria que olvida lo que ha pasado hace dos segundos y siempre cree que lo está intentando por primera vez?”.

»Estuvimos observándola casi media hora y, al final, para gran alivio nuestro, lo consiguió, así que decidimos que no sólo era muy tozuda, sino también muy lista.»

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Alfonso Aguiló, “Una cuestión de límites”, Hacer Familia nº 308, 1.X.2019

Un día de 1939, un alumno de doctorado llega tarde a su clase de estadística en la Universidad de Berkeley, en California. El estudiante se llama George Dantzig, tiene 25 años y una cierta fama de no ser muy puntual. Pasa con rapidez al fondo de la clase y se sienta. Ve que el profesor, Jerzy Neyman, ha dejado escritos en la pizarra dos problemas matemáticos.

George piensa que, como otras veces, se trata de problemas para resolver en casa. Con toda normalidad, por la tarde, se dispone a hacerlos. Le parecen más difíciles de lo habitual, pero piensa que se debe a que esta vez se ha perdido casi la mitad de la clase, y no le extraña demasiado.

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Alfonso Aguiló, “El talón de Aquiles”, Hacer Familia nº 307, 1.IX.2019

Aquiles es uno de los grandes héroes de la mitología griega, el principal héroe de la Guerra de Troya, el más fuerte y rápido guerrero de la Ilíada de Homero.

Era hijo de Peleo, rey de los Mirmidones, y de Tetis, una ninfa marina. Ambos eran mortales. Pero cuando Aquiles nace, su madre lo sumerge a escondidas en la corriente del río Estigia, cuyas aguas conducen al Averno y tienen el don de la inmortalidad, pero lo hace sujetando a su hijo por el talón derecho, con lo que se hace invulnerable todo el cuerpo excepto ese talón que queda sin bañar. De este modo, aquella sería en adelante la única zona de su cuerpo donde podría ser herido en batalla, su único punto vulnerable, “su talón de Aquiles”.

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Alfonso Aguiló, “Afrontar los problemas”, Hacer Familia nº 305-306, 1.VII.2019

En el siglo III antes de Cristo, Cartago dominaba los mares y era la gran potencia del Mediterráneo occidental. Aníbal mandaba el ejército cartaginés y era considerado el más grande estratega militar de la época. Después de conquistar Sagunto y otras ciudades en Hispania, cruzó los Alpes y avanzó por Italia encadenando importantes victorias contra los ejércitos romanos en Trebia, Trasimeno y Cannas. En esta última batalla, consiguió vencer a una fuerza muy superior gracias a la movilidad y flexibilidad de sus tropas, en una maniobra de aniquilación que todavía se estudia en las academias militares.

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Alfonso Aguiló, “¿Evitar el esfuerzo?”, Hacer Familia nº 304, 1.VI.2019

Un paisano, en el campo, se encuentra con el capullo de una mariposa. El hombre se sienta y observa pacientemente cómo aquel ser incipiente se esfuerza para que su cuerpo salga a través de una abertura pequeñísima. El tiempo pasa y aquel hombre duda. Le parece que aquella criatura sola no puede avanzar más, que necesita ayuda. Al final se decide a intervenir a favor de aquel naciente insecto. Toma unas pequeñas tijeras y, con sumo cuidado, amplía un poco la abertura del capullo. Gracias a eso, la mariposa sale fácilmente.

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Alfonso Aguiló, “Constancia inteligente”, Hacer Familia nº 303, 1.V.2019

Londres, 22 de mayo de 1787. Después de que los trabajadores han marchado a sus casas, doce hombres se reúnen en una pequeña imprenta del número 2 de la calle George Yard. No son personas poderosas, pero inician un movimiento que, tras mucho trabajo y muchas resistencias, acabaría por transformar el mundo: en menos de cincuenta años lograron que se aboliera la esclavitud en el imperio británico, cuando buena parte de su economía se fundamentaba sobre el trabajo esclavo.

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Alfonso Aguiló, “La espiral del agravio”, Hacer Familia nº 302, 1.IV.2019

La costumbre de dirimir las ofensas a través de un duelo tiene raíces bien antiguas. Todos podemos recordar la imagen de la clásica escena de caballeros con armadura montados a caballo y con lanza, en las justas o torneos medievales.

Aquella vieja costumbre de los duelos y desafíos se popularizó en los siglos siguientes. En 1550 se codifica por primera vez en una obra del italiano Andrea Alciati. Se definía con detalle lo que era el honor y se concretaban las correspondientes reparaciones de su agravio, según la naturaleza de cada ofensa. Se estableció todo un protocolo que era casi en un rito: la ofensa previa, el reto (de palabra o mediante carta, con guante o bofetada), los padrinos, el arma a elegir, el lugar e incluso la distancia entre contendientes. Las modalidades más habituales fueron el “duelo a primera sangre” y el “duelo a muerte”. Se hicieron tan habituales entre personas de cierto linaje, que un cronista francés, Tallemant de Réaux, calculaba que entre 1589 y 1610 tuvieron lugar en Francia unos diez mil duelos en los que perdieron la vida más de cuatro mil personas.

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