Jesús Sanz, “Pasarelas y pudores de repuesto”, PUP, 18.IX.02

En su ensayo más conocido, Jacinto Choza hablaba de “la supresión del pudor” como uno de los signos definitorios de nuestro tiempo. Si queremos una prueba de ello, basta seguir el mundo de la moda, sobre todo de esa moda que sirve para que los diseñadores den el salto a los titulares y que los telediarios de la tele pública recogen con puntual fidelidad. Esa moda que nadie sabe por qué se llama así, puesto que nadie exhibe en la calle los increíbles trapos que se pasean en Cibeles, Gaudí y demás. El pudor ahí es un concepto extraño, un “flatus vocis” del que tal vez puedan dar razón los arqueólogos. A diario se muestran en aquellas pasarelas elementos del “hardware” femenino cuya visión se reservaba antes a los médicos, sin que nadie ose romper una lanza por esa “parte de la templanza que preserva la intimidad de la persona” y “designa el rechazo a mostrar lo que debe permanecer velado”.

Y sin embargo ha saltado el escándalo. Sí, señor: escándalo en la pasarela. ¿Qué puede escandalizar en una pasarela? Pues que, al parecer, a uno de estos creadores se le ha ocurrido ataviar a las modelos con un embalaje de capuchones, vendas y otros tapujos y que a algunos publicadores y a otros tantos políticos les ha parecido un atentado contra la dignidad de la mujer. Así, tal como lo acabo de escribir y lo han leído esos ojitos suyos.

¿Supresión del pudor? A la vista de estas cosas, creo que el fenómeno es más bien de sustitución. Han intentado liquidar eso que unos llamaban decencia, modestia, pudor, y otros llamaban tabúes sexuales, y lo han conseguido; pero parece que no hay modo de que la criatura humana deje de pensar que hay cosas intocables. Antes te empapelaban por quitarte demasiada ropa, ahora por llevar un velo. El pudor ha dejado de guardar la castidad para custodiar la autoestima, pero ya ve, amigo diseñador, uno no puede sacar a la luz pública todo lo que se le ocurra. A usted y a mí nos han machacado los oídos con todo eso de la autonomía del arte y la libertad del creador, y ahora nos salen con estas. Creo que estos asesinos del pudor empiezan a sentir lo que Adán en el paraíso: estamos desnudos. Desnudos de principios. Y se tapan con malas hojas de parra que a duras penas encubren su inopia.

Tomado de www.PiensaUnPoco.com

Angel García Prieto, “Futurólogos y el prejuicio de Edipo en nuestra sociedad”, PUP, 27.VI.01

Nuestra cultura tiene muchas referencias del mito de Edipo, a través de la literatura en las obras de Esquilo Sófocles, Eurípides, Séneca, Corneille, Gide, Cocteau, o en la música de Mussorgsky, Mendelssonh, Strawinsky, etc.Pero sobre todo, son los seguidores de Freud quiénes han dado más vuelo al nombre del rey de Tebas, al popularizar el célebre y confuso complejo de Edipo, tan en boga las décadas pasadas, cuando el psicoanálisis hacía un furor que se va apagando poco a poco.

El complejo de Edipo podría sintetizarse mucho al describirlo cómo un trastorno de la afectividad y la conducta derivados de carencias por falta de autonomía e independencia emocional respecto a las figuras paternas; que con frecuencia se interpreta sobre todo en el ámbito de la madurez psicosexual. Se puede decir que Edipo no padeció el complejo de Edipo, o al menos no parece deducirse de lo que se ha descrito de este personaje. Aunque, en el drama del héroe de Tebas, haya símbolos que le sirvieran a Freud para bautizar con el nombre de Edipo dicho trastorno psíquico.

Edipo era hijo de los reyes de Tebas, Layo y Yocasta. El augurio predijo a Layo que un hijo suyo lo mataría, casándose con su madre. Por eso Layo lo llevó al monte Citerón y lo abandonó colgado de un árbol por los pies para librase de él. Sin embargo Edipo fue recogido por un pastor y cedido al rey Polibo, de Corinto, que no tenía hijos y lo adoptó. Ya adulto, Edipo comenzó a dudar de su verdadera identidad y acudió al oráculo de Delfos – ¡otra vez el oráculo! – para aclarar el misterio. La Pitia no le reveló el nombre de sus padres, tan sólo le advirtió que no volviese a su patria, pues su futuro estaba determinado a matar a su padre y casarse con su madre. Muy asustado, Edipo abandonó Corinto y se dirigía a Tebas, cuando en el camino fue atropellado por un carro muy veloz. Lleno de furor, Edipo entabló una pelea, en la que mató al conductor, un lacayo y al dueño, que no era otro que su verdadero padre, Layo – desconocido para Edipo.

Continuando Edipo su camino, encontró a la Esfinge, un monstruo con cuerpo de león y rostro de mujer, que tenía aterrorizada a la población de Tebas. La venció con su lógica, descifrando una adivinanza del malvado ser, y fue recibido triunfalmente en la ciudad, donde recibió el premio de su hazaña y se casó con Yocasta, su madre, pasando a ser rey. Los dos vivieron felices, ajenos al conocimiento de su relación natural y tuvieron cuatro hijos. Hasta que la fatalidad asoló la ciudad y Edipo recurrió de nuevo al oráculo, que acusó al asesino de Layo como culpable de la ira de los dioses contra Tebas. Un anciano servidor del palacio le reveló su verdadera identidad y Yocasta se ahorcó al conocer la verdad, a la vez que él mismo se arrancó los ojos y los tebanos le obligaron a abandonar la ciudad.

En esta leyenda tan dramática hay mucho prejuicio, facilitado por tanto oráculo. Quizá las cosas han cambiado y la perspectiva actual no es la misma que la del mundo griego, dominado por la idea determinista de la fatalidad, los tiempos cíclicos y, sobre todo, de los aconteceres ya prederterminados por los vaticinadores. Pero no hay que olvidar que las enseñanzas de la mitología tienen una validez perenne y, por lo tanto, deben interpretarse con los matices que pueda darle el tiempo en que se recrean. Así, ahora, me parece que en esta historia hay aprensiones, adquiridas por la creencia en lo que dicen los adivinos. Y son, precisamente estos temores concebidos de antemano, los que alteran la libertad, los que conducen por derroteros equivocados la conducta hasta el sarcasmo, hasta el drama…Como Edipo y Layo que, sin complejos, llevaron hasta la exasperación la fatalidad de sus prejuicios.

Angel García Prieto, “Agorafobia y crisis de angustia: miedo a salir de casa”, PUP, 19.V.01

Es cada día más frecuente, en la consulta psiquiátrica, el número de pacientes que acuden por presentar un molestísimo, progresivo e invalidante cuadro de síntomas físicos y psíquicos que se manifiestan sobre todo fuera de casa, o de aquellas otros lugares o situaciones en los que la persona se suela también encontrar muy segura o acompañada.

Se trata de un trastorno que denominamos “Agorafobia con crisis de angustia, pánico agorafóbico o de otras maneras semejantes”. Y que se caracteriza porque el enfermo que lo padece – casi siempre enferma, pues suele haber tres o cuatro mujeres por cada varón con dicha patología – va adquiriendo un progresivo miedo fóbico a situaciones en las que le es dificultoso encontrar salida hacia sus habituales lugares seguros. Y así, acaban por evitar la asistencia a grandes almacenes, cines, iglesias, autobuses, banquetes,… o el paso por amplios espacios abiertos, túneles, puentes, autopistas, parajes deshabitados, etc. Hasta llegar a no poder salir solo de casa, por miedo a sufrir una “crisis de angustia”.

Dicha crisis se suele presentar de modo brusco, y se manifiesta con la agobiante presencia de palpitaciones, hormigueos, sofocos, ahogos, mareo, sudoración, tensión muscular y sensación de que se puede morir o volverse loco o perder el control de sí mismo. Esta crisis de angustia, que las primeras veces se presenta sin ningún motivo aparente, es la que poco a poco va previniendo al enfermo frente a las situaciones de menor seguridad ambiental, o de las que sería dificultoso o escandaloso escapar, y va conformando la fobia hacia ese tipo de espacios y situaciones.

Este trastorno, que se da en un 2 a 5% de la población, afecta de un modo predominante a mujeres jóvenes, entre los veinte y los cuarenta años de edad. No se diagnostica fácilmente, y por eso no se trata de un modo adecuado, produciendo muchos casos de falsa urgencia en los servicios de cardiología o medicina interna, sin que inicialmente nadie suponga que son trastornos de pura ansiedad.

El tratamiento farmacológico, acompañado de unas sencillas técnicas psicoterapéuticas conductuales, es muy eficaz, llegando a poner al enfermo en condiciones de hacer una vida activa normal y libre de angustias, en un periodo menor o mayor de tiempo.

Desde hace dos años, ha comenzado a existir una “Asociación para la Ayuda y la Divulgación de la Agorafobia”, ya que éste es un problema en aumento, que aún no es conocido en la mayoría de los ambientes, y que requiere que se le preste la debida atención en los medios informativos para que se pueda atender de modo precoz y adecuado. Y , desde que tuvo lugar el estreno de la película “Copycat”- en la que la protagonista aparece como afectada por esta patología – se comenzó a desarrollar una campaña de divulgación, de la que la “Sociedad Asturiana de Psiquiatría” también se está haciendo eco, con la organización de actos públicos y presencia en los medios de comunicación.

Angel García Prieto, “¿Son los jóvenes malvados delincuentes?”, PUP, 30.I.01

El capítulo de sucesos de la última temporada está llena de desagradables acontecimientos protagonizados por niños, adolescentes y jóvenes. En algunos casos estos hechos son especialmente trágicos y en ocasiones espeluznantes. Fuera de nuestra latitud este problema se proyecta sobre todo en las aulas de los colegios e institutos. Baste citar el tiroteo de Columbine en Estados Unidos, como prototipo sangriento y las medidas que han debido tomar en Francia para mantener un mínimo de seguridad en los institutos de las periferias de las grandes ciudades, con unos planes que suponen la contratación de 7,000 personas (4,000 como auxiliares de profesores, 2,000 jóvenes dedicados a la vigilancia, 800 guardias jurados, 100 enfermeras y 100 consejeros educativos) además de que la Gendarmería vigile más de 200 centros escolares y se habiliten 350 aulas para alumnos con problemas de integración.

En nuestro país parece que la violencia es más extraescolar, muchas veces protagonizada por muchachos que no van a clase y casi siempre relacionada con la movida a altas horas de la madrugada, El alcohol excesivo, el uso de drogas de síntesis en los lugares de ocio juvenil tiene bastante que ver con estas conductas conflictivas y – lo que es más lamentable – desintegradoras para el desarrollo de la personalidad de esos chicos. En ocasiones esta violencia está organizada en bandas urbanas que añaden a la mala conducta una orientación, más visceral que ideológica, de lucha, reivindicación más o menos xenófoba o sectaria. En el fondo de estos problemas hay múltiples carencias que tienen en la familia la mayor carga de la causa. Hijos que ven poco a sus padres, o que ven a padres a su vez violentos o desestructurados, Poca vida de familia, excesos de sustitutivos para las relaciones domésticas: mucha televisión, walkkmans que aislan, comecocos que como su propio nombre indica comen el coco, desorden, falta de disciplina mínima…En fin, son chicos que crecen sin conocer los límites, inmaduros caprichosos a los que no se les han enseñado los valores de la convivencia, el sacrificio, el trabajo…incluso que no se les hace capaces de valorarse y quererse a sí mismos como personas humanas y las más de las veces presentan cuadros psicopatológicos de frustración, desesperanza, y autodesprecio.

A su vez los padres se sienten, en muchas ocasiones, incapaces de educar a sus hijos en un ambiente social en el que campan a sus anchas – sobre todo a través de la televisión – la violencia, las promiscuidad sexual – la escena de propaganda televisiva gubernamental de la mamá que recomienda a su hija llevar el casco de la moto y el preservativo es una invitación a abrirse la cabeza, como se la abren por miles en las madrugadas del fin de semana, y a que se abran también otras partes del cuerpo para acabar tantas veces en embarazos prematuros y abortos adolescentes – , el mal entendido “progresismo” a base de continuas dejaciones…Y los políticos mientras tanto inauguran narcosalas y piden sexosalas, repartiendo píldoras del día después y condones en los colegios…Eso sí, luego vienen las circulares que presionan a los profesores para que mantengan el orden en aulas y pasillos, que se enfrenten al navajero, que se peleen con unos padres que defienden las conductas espantosas de su “cielo” de hijo… En fin, a ellos siempre les quedará el recurso de pedir la baja por depresión, pero esos chicos ¿a dónde van?. ¿Esto es progreso?

Angel García Prieto, “Literatura, psicoterapia y confesión”, PUP, 13.I.01

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Angel García Prieto, “Adolescentes estresados”, PUP, 9.I.01

La adolescencia siempre ha sido considerada una época de la vida propicia a las dificultades inherentes a la propia naturaleza del desarrollo de la persona. Hace ya seis siglos, con palabras muy ricas, el poeta Dante la dibujó de esta manera: “Es acrecentamiento la vida (…) nuestra alma atiende al crecimiento y hermoseamiento del cuerpo, y de ahí los muchos y grandes cambios que operan en la persona”. A los conflictos específicos de la edad -inseguridad, dificultades de relación, ambivalencia emocional, falta de autoestima y tantos otros- se añaden nuevos factores familiares y sociales, propios del tiempo que toca vivir a nuestra sociedad, que contribuyen sin duda a agravar el estrés. Muchos adolescentes se encuentran perdidos o desencantados al carecer de puntos de referencia sólidos, ya que las propuestas de futuro que les ofrecen los adultos no son ni halagüeñas ni entusiasmantes. Los adolescentes se han acostumbrado a tener más, a disponer de más medios, pero no encuentran en esa riqueza la felicidad, ni siquiera la esperanza. También son factores frecuentes de estrés las dificultades emocionales -y materiales- derivadas de los conflictos o de la separación conyugal de los padres y de los propios problemas de pareja por relaciones sexuales prematuras, así como del paro y desempleo familiar. Igualmente son factores de desasosiego y ansiedad los que se crean en torno a la moda y actitud de adquisición de bienes de consumo para vestir, divertirse, desplazarse, cuidar la propia figura o desarrollar al máximo las posibilidades de preparación profesional. La falta de comunicación con los padres y familiares, aludida en todas las épocas al tratar de la adolescencia, se acrecienta por el trabajo y la menor permanencia de éstos en la casa, así como por los factores distorsionantes de la relación -televisión, walkmans, etc -. Los vínculos interpersonales con compañeros y amigos también están dificultados por circunstancias peculiares del momento actual, derivadas de la enorme competitividad en los estudios ante el futuro de los puestos de trabajo, que favorecen la falta de compañerismo y el aislamiento. En fin, los problemas son numerosos y sólo se han enunciado algunos de los más acuciantes. Se podrían sintetizar, a juicio del Prof. Ángel Rodríguez González, catedrático de Psicología Social de la Universidad de Murcia, en que desde niños se van aprendiendo, en la familia y en el ambiente, dos principios responsables de la insatisfacción y principales fuentes de estrés: “El primero es de tipo psicológico individual, la comparación social. Sólo nos sentimos inteligentes, ricos o guapos si nos consideramos más que los demás; aunque nademos en la abundancia, nos sentimos miserables si los demás tienen más que nosotros”. El segundo principio es de carácter social: “ Preferimos tener a ser, es decir, que la medida de nuestra valía son los bienes materiales que poseemos. Cuanto más tenemos, más necesitamos para lograr una imagen positiva de nosotros mismos”. La violencia y el suicidio crece entre los adolescentes, detrás de ello hay una realidad familiar y social subterránea de la que ellos no son culpables, sino víctimas. Y con esta perspectiva los adultos deberíamos afrontar otro de los más importantes defectos que aquejan a la sociedad que estamos construyendo.

José Luis Martín Descalzo, “Las tres plenitudes”

Habla San Alberto Magno que existen tres géneros de plenitudes: “la plenitud del vaso, que retiene y no da; la del canal, que da y no retiene, y la de la fuente, que crea, retiene y da”. ¡Qué tremenda verdad! Efectivamente, yo he conocido muchos hombres-vaso. Son gentes que se dedican a almacenar virtudes o ciencia, que lo leen todo, coleccionan títulos, saben cuanto puede saberse, pero creen terminada su tarea cuando han concluido su almacenamiento: ni reparten sabiduría ni alegría. Tienen, pero no comparten. Retienen, pero no dan. Son magníficos, pero magníficamente estériles. Son simples servidores de su egoísmo.

También he conocido hombres-canal: es la gente que se desgasta en palabras, que se pasa la vida haciendo y haciendo cosas, que nunca rumia lo que sabe, que cuando le entra de vital por los oídos se le va por la boca sin dejar pozo adentro. Padecen la neurosis de la acción, tienen que hacer muchas cosas y todas de prisa, creen estar sirviendo a los demás pero su servicio es, a veces, un modo de calmar sus picores del alma. Hombre-canal son muchos periodistas, algunos apóstoles, sacerdotes o seglares. Dan y no retienen. Y, después de dar, se sienten vacíos.

Qué difícil, en cambio, encontrar hombres-fuente, personas que dan de lo que han hecho sustancia de su alma, que reparten como las llamas, encendiendo la del vecino sin disminuir la propia, porque recrean todo lo que viven y reparten todo cuanto han recreado. Dan sin vaciarse, riegan sin decrecer, ofrecen su agua sin quedarse secos. Cristo -pienso- debió ser así. El era la fuente que brota inextinguible, el agua que calma la sed para la vida eterna. Nosotros -¡ah!- tal vez ya haríamos bastante con ser uno de esos hilillos que bajan chorreando desde lo alto de la gran montaña de la vida.

Ignacio Sánchez Cámara, “Largo ejemplo”, ABC, 17.IX.02

El Papa, ayer con los jugadores y directivos del Real Madrid, es un deportista del espíritu y, como tal, sigue batiendo marcas. Ha presidido la mayor reunión al aire libre de la historia de Europa, ha realizado 98 viajes internacionales y ha recorrido casi tres veces la distancia entre la Tierra y la Luna. Su pontificado, el próximo mes cumplirá 24 años, es ya el quinto más largo de la historia de la Iglesia. Pero mucho más relevante que la duración es la intensidad y ejemplaridad de su ejercicio. Aunque las valoraciones requieren tiempo y distancia, cabe afirmar que se trata de uno de los pontificados más trascendentes de la historia contemporánea del catolicismo.

Los juicios del mundo suelen ser torpes a la hora de valorar las cosas del espíritu. Así, no pocos se entretienen en diagnosticar si Juan Pablo II es conservador o progresista. Las etiquetas se aplican no sólo a su actitud hacia los regímenes políticos sino también a su tratamiento de las cuestiones morales. Pero sólo lo espiritual puede valorar lo espiritual. Sin duda, este Papa que vino del Este contribuyó a la caída de la mentira totalitaria del comunismo. Mas no reside ahí lo más importante. La altura de un pontificado la miden, si no me equivoco, la fidelidad al mensaje del que es depositario su titular y la ejemplaridad a la hora de difundirlo. Es ahí donde la talla de Juan Pablo II se agiganta haciendo que la intensidad supere a la cantidad. Su misión no es decir lo que el mundo quiere oír sino recordar lo que enseñó Jesús de Nazaret. Pese a su aproximación a algunos sectores de espiritualidad un tanto mezquina, prevalece un mensaje de defensa de la libertad espiritual, de búsqueda de la verdad, de acercamiento ecuménico a las demás confesiones y un ejemplo de aceptación del dolor aparejado al cumplimiento del deber. Así lo reconocen la mayoría de los católicos y muchos que no lo son.

Joseph Ratzinger, “La comprensión de la Eucaristía”, Zenit, 8.IV.03

CIUDAD DEL VATICANO, 8 abril 2003 (ZENIT.org).- ¿Qué hacer ante la disminución –registrada en muchos países– de la participación en la misa dominical? Para el cardenal Joseph Ratzinger, la respuesta está en explicar el auténtico sentido de este sacramento, que perpetúa la presencia de Cristo entre los hombres.

El prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe afronta la cuestión en el libro «El Dios cercano» («Il Dio vicino», Edizioni San Paolo) que acaba de publicar, poco antes de la próxima encíclica que Juan Pablo II firmará el Jueves Santo –17 de abril– dedicada a la Eucaristía.

«La Eucaristía es sacrificio», memorial del sacrificio de Jesucristo en la cruz, explica el purpurado alemán.

«Cuando escuchamos esta frase, surgen en nosotros resistencias; surge la pregunta: cuando se habla de sacrificio, ¿no nos encontramos ante una imagen indigna de Dios, o al menos ingenua? ¿No se acaba pensando que nosotros, los hombres, podríamos y deberíamos dar algo a Dios?».

Ratinzger aclara que «la Eucaristía responde precisamente a estas preguntas. Lo primero que nos dice es que Dios se nos da a sí mismo para que nosotros podamos entregarnos. La iniciativa en el sacrificio de Jesucristo proviene de Dios. Al inicio, ha sido Él mismo quien se ha abajado».

«Cristo no es un don que nosotros, los hombres, presentamos al Dios irritado; por el contrario, el hecho de que esté aquí, viva, sufra y ame, es ya obra del amor de Dios. Es amor misericordioso de Dios, que se agacha sobre nosotros; el Señor se hace siervo por nosotros».

«Aunque hemos sido nosotros quienes hemos provocado el conflicto, y aunque no fue Dios el culpable, sino nosotros, es Él quien sale a nuestro encuentro y quien mendiga en Cristo la reconciliación».

«Cuanto más caminamos con Él más conscientes somos de que el Dios que aparentemente nos atormenta es el que de verdad nos ama y es en quien podemos abandonarnos sin resistencias ni temores», afirma Ratzinger.

«Cuanto más nos adentramos en la noche del misterio incomprendido y confiamos en él –concluye–, más lo encontramos, más hallamos el amor y la libertad que nos sostienen a través de todas las noches. Dios da para que podamos dar. Esta es la esencia del sacrificio eucarístico, del sacrificio de Jesucristo».

Tomado de Zenit, ZS03040801

Joseph Ratzinger, “Dejar obrar a Dios “, L”Osservatore Romano, 6.X.02

Transcripción de una intervención oral del cardenal Ratzinger publicada en el suplemento especial del Osservatore Romano realizado con ocasión de la canonización de Josemaría Escrivá. Continuar leyendo “Joseph Ratzinger, “Dejar obrar a Dios “, L”Osservatore Romano, 6.X.02″